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miércoles, 5 de julio de 2023

¿A quién afecta que los obreros se organicen?


Erick Santiago

        En México existe una enorme cantidad de problemas económicos, políticos y sociales que hacen que la clase trabajadora no pueda desarrollarse incluso para la legítima defensa de sus intereses, mismos que las autoridades encargadas de aplicar la ley deberían vigilar pero que en la realidad no lo hacen, al menos no con todos los trabajadores. Dentro de los diversos problemas que sufre la clase trabajadora esta la pobreza en la que viven millones de asalariados cuya necesidad los obliga a vender su fuerza de trabajo por salarios que no alcanzan a cubrir siquiera la canasta básica en cada uno de sus hogares, sumándose diversos gastos como la renta, la comida, la educación, la salud, etc. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en nuestro país, en 2018, existían 55.6 millones de personas en situación de pobreza. En 2020, los pronósticos de esta agencia latinoamericana no eran mejores: "México tendrá la cuarta proporción más alta de población en pobreza de América Latina y el Caribe a partir de 2020", cifra que debe ser alarmante ya que cada año aumenta el número de pobres. ¿Dónde quedó aquello de “primero los pobres”?

 

Por su número, los pobres de México son una gran fuerza social; pero la cantidad no basta si carecen del factor cualitativo, la unidad, organización y consciencia. Pero esta debilidad no es casual, no está determinada por la idiosincrasia ni es una fatalidad natural: el neoliberalismo y la acelerada acumulación de la riqueza que trae consigo necesitan a la clase media y trabajadora inermes, inconscientes y, por tanto, sin la fuerza necesaria para hacer valer sus derechos. Un pueblo desorganizado conviene a la acumulación del capital, por lo que este y sus gobiernos aliados se afanan en mantenerlo disperso.

 

Luego así, la clase trabajadora que se encuentra legalmente organizada a través de un sindicato disminuyó, tal y como se señala en la página del Gobierno Federal de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, donde manifiesta que “el número de trabajadores que pertenecían a un sindicato en el primer trimestre de 2022 se ubicó en 4 millones 869 mil 45 personas, de acuerdo con cálculos de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami), basado en datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Esto se compara con las 4 millones 336 mil 688 personas sindicalizadas en 2018.  Desde 2005 cuando empezó el levantamiento de la encuesta y hasta el 2018, el porcentaje de trabajadores subordinados que dijo pertenecer a un sindicato disminuyó de manera constante desde casi el 17% hasta 12%. Sin embargo, a partir de 2019, cuando entró en operación la reforma laboral, que entre sus objetivos pretende regresar el poder de decisión de las principales actividades de un sindicato a sus trabajadores, se detuvo la caída y la tasa de sindicalización alcanzó apenas el 13.1% en 2021 y 12.7% en 2022.

 

Esta disminución proviene de la forma en que funciona nuestro sistema económico de producción y la protección que el Gobierno federal brinda a los poderosos empresarios que se dedican a producir sus mercancías para venderlas sin importarle si a la clase obrera le alcanza su salario, si se le paga de acuerdo a lo que produce, sin importarle sus necesidades, su bienestar, su salud y la de toda su familia, trayendo como efecto la dificultad para que los trabajadores se organicen, se preparen y se eleven políticamente, ya que concentran la mayor parte de sus esfuerzos en trabajar y sobrevivir. Hace años hemos escuchado a López Obrador, envuelto en ropaje de izquierda, destacarse especialmente como acérrimo persecutor de todo lo que signifique organización popular, escudándose (no puede confesar el verdadero propósito) en su pretendido combate a la corrupción.

 

Los poderosos, en cambio, sí están organizados y se les respeta ese derecho. Defienden sus intereses generales a través de organizaciones como la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Consejo Mexicano de Negocios (CMN) y también de sectores específicos: asociaciones de industriales, mineros, de tiendas departamentales, grandes agricultores, etc. En una palabra, el derecho de organización existe y se respeta pero para los acaudalados. Lo que para estos es un derecho, para el pueblo trabajador es delito punible, con cárcel incluso; unos, arropados por el poder, los otros, maniatados y amordazados; así, los primeros acumulan riqueza y los segundos se hunden en la pobreza.

 

El temor del Gobierno y del gran empresariado no es gratuito: ¿qué pasaría si los trabajadores de fábricas, de comercializadoras de distribución, estudiantes, campesinos, se unificaran para exigir mejores condiciones de vida: primero por salario remunerador y trabajo digno; y segundo con su fuerza política la determinación del rumbo del país? Con la fortaleza de organización y conciencia serían factores que posibilitarían una mayor capacidad para fundamentar los reclamos sociales y fuerza para negociar, mismas que permitirían a los trabajadores exigir mejores salarios, prestaciones de ley, vivienda, salud y educación para su familia. Para lograrlo es necesaria la organización y unidad de los trabajadores, de lo contrario, la clase trabajadora seguirá quedando a expensas de la voluntad y conveniencia de los patrones y políticos poderosos. Es necesario apoyarnos entre los obreros para luchar, en una primera fase, por nuestras demandas a nivel sindical, para elevarnos después a incursionar en la lucha por demandas políticas, hasta llegar al nivel en que nos propongamos la toma del poder político de nuestro país.


viernes, 2 de diciembre de 2022

Incremento en el día de vacaciones

Ulises Bracho 

            Celebro que el pasado 3 de noviembre el Senado de la República haya aprobado la reforma a los artículos 76 y 78 de la Ley Federal del Trabajo para ampliar el período vacacional de los trabajadores mexicanos. El nuevo esquema propuesto es que en el primer año los trabajadores disfrutarán de 12 días de vacaciones pagadas, hasta llegar a 20, aumentado dos días por año. Después del sexto año, el periodo aumentará dos días por cada cinco de servicio hasta alcanzar los 30 días, y de ahí hasta llegar a los 32 días de descanso obligatorio por 35 años de servicio. La reforma es una merecida modificación a la ley en favor de esa enorme masa de personas a las que, desde hace 52 años, nunca se les han otorgado más días de descanso. La reforma es, sin duda, un paso hacia adelante en la vida laboral del país, pero el procedimiento para su aplicación aún no ha concluido, falta la aprobación de la Cámara de Diputados para su posterior publicación en el Diario Oficial de la Federación y, solo hasta entonces, habrá de comenzar su vigencia.


          No tengo duda de que los políticos que enarbolan esta legítima demanda de los trabajadores han de sentirse los héroes y el gobierno de López Obrador aprovechará dicha reforma para vender la idea de que dicha modificación a la ley es una victoria de su administración. Sin embargo, no estoy de acuerdo con el manejo político-electoral que subyace en dicha reforma porque de nueva cuenta se revelan varias de las insuficiencias que existen en la vida obrera de nuestro país.


Llama la atención que la reforma no provenga de una lucha activa y directa emprendida por los propios trabajadores o sindicatos, sino que se promueve obedeciendo a los intereses políticos de Morena. Lo que demuestra, en primer lugar, es que la solución a las demandas obreras sigue estando supeditada a los intereses del Estado y, por tanto, que no existe una verdadera independencia del movimiento obrero con relación a los intereses de los grupos de poder en el país. Es por ello que son los políticos, y no los propios trabajadores, quienes determinan el momento político en que habrán de enarbolarse las demandas más sentidas de los trabajadores a cambio de fortalecer sus intereses políticos de grupo.


En segundo lugar, podemos comprobar que el gobierno de López Obrador pretende concluir su mandato en 2024 queriendo hacer creer a la opinión pública que la política laboral de su Cuarta Transformación es un triunfo en favor de los trabajadores a quienes no solo les aumentó el salario sino, además, les incrementó el número de días de vacaciones pagadas.


En el fondo AMLO pretende ocultar su verdadera política laboral neoliberal expresada, por ejemplo, en la tragedia de los diez mineros sepultados en Sabinas, Coahuila (donde, por cierto, el gobierno aplazó el rescate por más de 11 meses) o en la represión que sufrieron los trabajadores que laboran en la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, quienes tan solo exigían respeto a sus derechos laborales. Asimismo, con la reforma al periodo vacacional, AMLO pretende ocultar el hecho de que la inflación del 8.53% que azota al país pulverizó el aumento salarial en términos reales, impidiendo que millones de trabajadores tengan siquiera acceso a la canasta básica alimenticia.


         El Senado de la República aprobó dicha reforma laboral y falta que la Cámara de Diputados haga lo propio. Cabe decir que el esquema no será retroactivo, es decir, que, si “yo cumplí dos años de servicio en noviembre de 2022, entonces me tocará conforme a la ley anterior mis 8 días y para el siguiente año, en noviembre de 2023, daré el brinco a 16 días, pero no sucederá así con la nueva fórmula para calcular los días de vacaciones ya que se aplicará a nivel individual en función de la fecha en la que se cumplan años de servicio estipulado en la nueva reforma” (El Economista, 2022).


         Por su parte, los dueños del capital en México proponen que el aumento de vacaciones sea más escalonado. Por ejemplo, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), a través de su presidente Francisco Cervantes, dice estar de acuerdo con la reforma, pero que las modificacionesno sean de golpe, porque esto se vuelve una carga para la empresa y pudiéramos dejar de ser atractivos” (El País, 10 noviembre 2022). Por tanto, plantean que la reforma tenga su aplicación real y justa hasta 2024. Mientras que la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) pide un poquito más: “con un incremento de nueve días en 2023, uno más el siguiente año y así hasta llegar a 12 días en 2026” (El País,18 de noviembre).


      El hecho de que la reforma muestre fisuras revela su verdadero rostro: la hipocresía. Al respecto, la hipocresía es el colmo de todas las maldades dice Molière, que aplicado a los grandes inversionistas y patrones no es de asombrarse tal actitud. Lo que indigna es la supuesta consecuencia que sufrirán los empresarios por darle más días de vacaciones a sus empleados: según ellos, reducirá su productividad y afectará el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). ¡Ah! pero en lo que respecta a los beneficios del trabajador, eso no es de su incumbencia. Ya lo vaticinó el Lic. Everardo Lara Covarrubias, asesor jurídico de la Defensoría Nacional de los Trabajadores, al afirmar que “la reforma se aprobará, pero con modificaciones al gusto de los empresarios y lesionando los derechos de los trabajadores, Morena se estará mostrando como lo que es: un siervo, pero no de la nación, sino de los ricos potentados de este país.”


          Lamento que las “vacaciones dignas” no sean para todos los trabajadores sino solo para aquellos que se emplean en la formalidad. “Al segundo trimestre de 2022, se registraron 57.4 millones de trabajadores, de los cuales 44% se emplean de manera formal y tienen acceso a prestaciones laborales, como las vacaciones pagadas, el resto trabaja en la informalidad” (Infobae del 7 de noviembre 2022), lo que esto supone es que más de la mitad de la población ocupada quedaría excluida del beneficio que los empresarios quieren aplazar.


           Por tanto, la clase obrera de nuestro país debe de tomar consciencia de su situación actual: no necesita de personas que acudan a salvarla, pues hay en el proletariado una fuerza capaz de presionar a los dueños del capital para obtener mejores condiciones de trabajo. Ahora más que nunca, los trabajadores deben aprovechar la legitimación de sus contratos colectivos de trabajo que la reforma laboral de 2019 está implementando, para valorar si las empresas donde laboran cumplen con sus responsabilidades patronales de ley y si los sindicatos que los encabezan defienden o no sus legítimos derechos laborales. Esto incluye naturalmente el otorgamiento de vacaciones con goce de sueldo. Por eso es importante que se organicen y luchen junto con su representación sindical en favor de sus reivindicaciones laborales.