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jueves, 27 de octubre de 2022

La participación obrera en el movimiento estudiantil del 68

Carlos Sarabia  

        Recordar el movimiento estudiantil de 1968 es muy importante, no solo por la tragedia en la que terminó el 2 de octubre de ese año; también porque los medios de comunicación burgueses quieren a toda costa manchar, restar importancia y borrar de la historia la verdadera lucha emprendida en este movimiento, el cual no solo encabezaba demandas educativas, sino a su vez el descontento social visible de distintos sectores sociales. Los estudiantes eran la expresión del hartazgo acumulado durante décadas así como la representación de la lucha popular, pues para ese entonces había líderes sindicales e intelectuales encarcelados que criticaban fuertemente al régimen.

 

El 2 de agosto de 1968 se constituyó una de las más relevantes organizaciones estudiantiles en la historia de México contra el sistema capitalista y el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz: se trataba del Consejo Nacional de Huelga (CNH), al cual entraron 70 planteles educativos que fueron aumentando rápidamente.

 

En este periodo de la lucha de clases en nuestro país, las aspiraciones del movimiento eran, entre otras cosas, implementar una verdadera democracia participativa para que las minorías pudieran ser incluidas en el poder político, solicitaban mayores libertades para organizaciones y, en este contexto, pedían la supresión del cuerpo de granaderos además de exigir imparcialidad en los medios de comunicación. Estas demandas aun así, seguían siendo meras reformas políticas, no tocaban el fondo de la problemática social cuya esencia era económica: no se plantearon reivindicar problemas como el de los salarios, el desempleo, el derecho a los servicios básicos, el derecho a la salud, la educación, la vivienda, etc., en síntesis, sobre el reparto de la riqueza nacional. Pero a pesar de ello, el movimiento tuvo mucha aceptación popular, pues la clase trabajadora veía en él un aliado para luchar contra el mismo régimen, veía en él quien pudiera, en un momento determinado, encabezar también sus demandas.

 

Por su parte, la burguesía nacional no se quedó con los brazos cruzados y, a través de Gobierno, planeaba como terminar con el movimiento que había crecido, que contaba con simpatía popular y que se les estaba saliendo de control. Ya para el 1 de septiembre de 1968, ante el pleno del Congreso de la Unión, el presidente Gustavo Díaz Ordaz hizo una extensa alusión al movimiento estudiantil, al que descalificó como una conspiración para “sembrar el desorden, la confusión y el encono”, y lanzó una advertencia nada velada sobre el uso de la fuerza militar para acabar con el movimiento: “Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene su límite y no podemos permitir ya que sigan quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”.

 

El 13 de septiembre del 68 se llevó a cabo una marcha silenciosa, esta fue una acción de suma importancia pues daba respuesta al régimen de Díaz Ordaz y a sus acusaciones contra el CNH. Esta marcha mostraba el alto grado de conciencia del movimiento de masas pues los trabajadores se sumaron a las marchas y en algunos casos se hicieron huelgas de solidaridad. Era necesario que la clase obrera entrara a la acción con sus métodos de lucha. En este contexto y aunque de manera muy marginal, los trabajadores nos enseñaron la perfecta coordinación y organización de paros escalonados y de huelga, mientras los estudiantes impulsaban brigadas populares donde se informaba en los mercados y en las colonias lo que estaba pasando, haciendo que esto generara una conexión auténtica entre el estudiantado y las clases trabajadoras. Aun así por parte del movimiento estudiantil y del CNH hizo falta un llamado serio a los obreros a sumarse formalmente dentro del programa de lucha, pues a pesar del control sindical que imperaba y del hartazgo que se manifestaba en los centros laborales del país, muy poco se aprovechó esta situación para fortalecer el movimiento con la participación activa de la clase obrera

 

Por ningún motivo la burguesía nacional permitiría que se vieran amenazados sus intereses económicos: creció su temor al ver a los obreros y a los estudiantes organizados, y sobre todo que algunos de ellos eran cuadros, activistas y militantes del partido comunista. Ya de por sí existía una guerra ideológica permanente contra el comunismo y sus seguidores, pero bajo las condiciones de rebeldía de la década de los 60 se intensificó una campaña mediática del imperialismo a nivel internacional ya que temía a la influencia que podían tener las revoluciones de Rusia o Cuba en el movimiento y en los sectores pobres; veía con preocupación el ejemplo de Francia y no quería que en los demás países en lucha pudiera ocurrir lo mismo.

 

Para el 18 de septiembre el ejército tomó Ciudad Universitaria, y el 23 de septiembre los estudiantes politécnicos defendieron heroicamente el Casco de Santo Tomás, pero este también sucumbió a manos del ejército. A pesar de todo ello el movimiento se mantuvo en pie de lucha. Fue entonces que el Estado mexicano decidió cometer uno de sus más grandes crímenes, ordenar el asesinato de cientos de estudiantes indefensos que se encontraban en un mitin en la Plaza de las Tres Culturas el fatídico 2 de octubre de 1968.

 

A pesar de su derrota, el movimiento del 68 provocó un avance democrático en el país, una mayor apertura de los medios de comunicación y demostró la capacidad de movilización de los estudiantes y el pueblo de México, sin embargo, tuvo un alcance limitado porque no se planteó seriamente la transformación del modelo económico del país ni tuvo una dirección partidista militante, es decir, que fue un movimiento estudiantil espontaneo que careció de un partido revolucionario que lo dirigiera y, por tanto, del apoyo organizado de los obreros y del pueblo.

 

José Revueltas siendo preso en Lecumberri y consecuente con sus ideas revolucionarias planteaba la necesidad de formar comités de lucha en las fábricas para hacer contrapeso a la burocracia sindical, que deberían de nombrar representantes de un consejo obrero y junto con representantes de un consejo estudiantil llevar más allá de las escuelas la expresión de una dirección política. Había que formar un partido revolucionario que orientara y fortaleciera la lucha de las masas.

 

Recordemos la historia y usémosla como instrumento de combate para las luchas futuras, tengamos siempre presente que los obreros somos los únicos capaces de paralizar todo el sector industrial, organizados somos los únicos capaces de destruir al opresor y transformar el modelo económico en el país, los estudiantes son una fuerza invaluable que porta la inteligencia, el ánimo y el ímpetu de la lucha. Ahora más que nunca reivindiquemos con nuestra lucha organizada y combativa a los obreros y estudiantes que participaron en aquel movimiento del 68.