Durante más de un siglo los ideólogos del régimen capitalista se han empeñado en ocultar el verdadero origen y significado del Día Internacional de los Trabajadores, procurando convencernos de que tan solo se trata de un día de descanso, un día de fiesta, de un colorido desfile de trabajadores o, en el mejor de los casos, de la conmemoración histórica de los Mártires de Chicago. Sin embargo, los trabajadores de México y el mundo debemos tener siempre presente que el origen del 1° de Mayo se encuentra en los acuerdos del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en Paris, Francia, en julio de 1889, donde se programó la realización de una gran manifestación internacional de trabajadores en todos los países del mundo, para exigir de manera simultánea la reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias, entre otros justos reclamos obreros.
Recordemos que en septiembre de 1864, encabezada por Carlos Marx y Federico Engels, se funda en Londres, Inglaterra, la Asociación Internacional de Trabajadores conocida también como la Primera Internacional, en donde se proclama que el gran deber de la clase trabajadora es la conquista del poder político y se convoca a la emancipación de la clase obrera bajo la consigna ¡Proletarios de todos los países, uníos! Sin embargo, después del genocidio cometido por el Gobierno francés en contra de los combativos trabajadores de la Comuna de París, en 1871, se desató una feroz persecución sobre los integrantes de la Primera Internacional, sus enemigos lograron desarticularla hasta que oficialmente quedó disuelta en 1876.
En 1883 muere Carlos Marx y seis años después, con motivo del centenario de la Revolución Francesa (1789), Federico Engels encabeza la fundación de la Segunda Internacional precisamente en el Congreso Obrero Socialista celebrado en París, en 1889, donde se retoman las principales exigencias de la clase obrera, plasmadas desde la Primera Internacional. Las célebres palabras de Engels expresadas el 1° de mayo de 1890, son elocuentes: “¡Proletarios de todos los países, uníos! Solo unas pocas voces nos respondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo […] Pero hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso Obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!”
Es entonces, a partir de 1890, que los obreros de todos los países realizan anualmente, cada 1° de Mayo, una jornada de lucha combativa donde pasan revista de sus fuerzas organizadas, con movilizaciones multitudinarias exigiendo respeto a sus derechos laborales, solución a sus principales demandas económicas, políticas y sociales, además de promover la unidad y solidaridad internacional de la clase obrera en el mundo. Por otro lado, el 1° de mayo de 1886, cientos de trabajadores fueron asesinados en suelo norteamericano en la plaza Haymarket, en Chicago, por haber tenido la osadía de lanzarse a la huelga reclamando la jornada de ocho horas. Para enterrar en el pasado la lucha reivindicatoria de los Mártires de Chicago y desmarcarse de la jornada de lucha de los trabajadores impulsada por los socialistas a nivel internacional, el Gobierno estadounidense estableció que el día del trabajo en Estados Unidos habría de celebrarse el primer lunes del mes de septiembre. Cabe señalar que en México fue hasta 1913 que, en cumplimiento con el acuerdo de la Segunda Internacional, convocados por la Casa del Obrero Mundial y con una participación superior a los 25 mil trabajadores, se conmemoró por primera vez el 1° de Mayo, exigiendo la reducción de la jornada laboral, entre otras demandas.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 estableció, en la primera fracción del artículo 123, que la duración de la jornada laboral máxima debe ser de ocho horas, sin embargo, en nuestros días, la globalización económica impuesta por el régimen neoliberal ha transformado las relaciones laborales en México y el mundo: las empresas modifican los horarios, jornadas de trabajo y uso de horas extras, rotando y reciclando al personal, asignando al trabajador diversas tareas para hacerlo multifuncional, controlan rigurosamente el incremento salarial, incumplen con los contratos colectivos de trabajo, subcontratan empresas (outsourcing) para eludir responsabilidades laborales, establecen contratos a prueba, despiden a los trabajadores a su antojo y muchos otros atropellos que son tolerados y hasta reglamentados por el Estado.
Este régimen capitalista neoliberal en nuestro país está provocando una acelerada precarización laboral. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, la Población Económicamente Activa (PEA) en nuestro país es de 59 millones de personas pero solo 57 millones tienen una ocupación laboral, de los cuales 32 millones (56%) laboran en la informalidad, 21 millones se encuentran registrados en el IMSS y 2 millones en el ISSSTE (40%). Del total de la PEA tan solo el 4% tiene ingresos bien remunerados, el resto de los trabajadores viven en la pobreza, de los 21 millones de asalariados con empleos formales más de 13 millones reciben solo un salario mínimo, por tanto, la inmensa mayoría de trabajadores mexicanos carecen de ingresos suficientes para cubrir el costo de la canasta básica; más de 34 millones de trabajadores carecen de afiliación a los institutos de seguridad social (IMSS o ISSSTE); menos de 5 millones de trabajadores están sindicalizados y cuentan con un contrato colectivo de trabajo; va desapareciendo la estabilidad en el trabajo, la subcontratación y el empleo temporal eliminan la antigüedad y el pago de utilidades, entre muchas otras prestaciones laborales. La pobreza en el capitalismo se engendra en las entrañas del sistema laboral: en la desigual distribución de la riqueza que los trabajadores producen con su fuerza de trabajo para beneficio de los dueños del capital.
Estamos viviendo una crisis económica mayúscula, devastadora, que ha colocado en sus justos términos la importancia de la fuerza de trabajo de la clase obrera que tanto menosprecian y malpagan los patrones: hoy, ante los estragos producidos por la pandemia y la desastrosa política económica aplicada por el gobierno morenista, la pobreza de los trabajadores mexicanos se incrementa aceleradamente. Bajo el régimen capitalista en que vivimos, el obrero necesita trabajar para existir y el patrón para seguirlo explotando y acumular mayor capital.
Los efectos del Covid-19 han puesto de relieve el carácter imprescindible de la clase obrera como generadora de la riqueza en la sociedad moderna, la importancia de la solidaridad internacional y la inaplazable necesidad que tenemos los trabajadores de unirnos y luchar organizadamente en defensa de nuestros intereses. Que este 1° de Mayo sirva para sacudir nuestras conciencias; para que los trabadores de México retomemos la lucha con mayor determinación, convencidos de la urgente e inaplazable tarea de construir una sociedad más justa y solidaria.