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miércoles, 10 de agosto de 2022

Acerca de los trabajadores repartidores de alimentos y bebidas

 

Selene Aguiar 


        Uno de los sectores más afectados en cuanto al empleo, durante la pandemia de Covid-19 desde su inicio en 2020, fue el de servicios de alimentos y bebidas en establecimientos. Este sector, en 2019, empleó a 2.39 millones de personas y en su caída más baja, en el tercer trimestre de 2020, empleó tan solo a 1.68 millones de personas; mientras las ganancias de este mismo sector aumentaban en otra modalidad que tuvo su auge durante este mismo periodo: la venta de alimentos y bebidas mediante las aplicaciones de entrega.


Para que las aplicaciones de entregas tuvieran un crecimiento exponencial, como vemos, tuvo que existir un gran número de trabajadores desempleados, no solo en el ramo de servicios de alimentos y bebidas en establecimientos; sino en otros ramos, que, por la pandemia, recortaron su personal o simplemente cerraron sus negocios. De ahí que el “Sé tu propio jefe, administra tu propio tiempo y obtén ganancias rápidamente”, haya sido una propaganda bastante eficaz para que miles de desempleados se incorporaran, por ejemplo, a las filas de UberEats, Rappi y Didi, pero no solo se incorporaron, sino que permanecen en el trabajo a pesar de sus crecientes inconformidades al descubrir que no es para nada el empleo que aparentan ofrecer estas aplicaciones, o era trabajar como repartidor o era no comer o incluso engrosar alguna fila de criminales.


Este modelo de negocio llamado economía compartida o gig economy, corresponde a microtransacciones, a través de las cuales se pone en contacto a quienes consumen, quienes reparten y a los restaurantes, por medio de una plataforma que facilita la conexión y el intercambio entre estas tres partes. Pero claro, en un sistema neoliberal nunca hay distribución equitativa de las ganancias, así que en este modelo de negocio tampoco la hay; quienes se llevan la mayor parte son precisamente los dueños de las aplicaciones de UberEats, Rappi y Didi. Tan solo UberEats en 2021 ingresaron 13 mil 400 millones de dólares, en términos de crecimiento año por año; el negocio de delivery creció 34% (Expansión, 2022), sus cofundadores, Garret Camp y Travis Kalanick, tienen una riqueza de 3 mil 700 millones de dólares (Revista común, 2021), pero ¿qué hay de los salarios de los trabajadores?


Están los trabajadores que se encuentran a disposición de los restaurantes, sea preparando la comida, como meseros u otros; los trabajadores que están a disposición de las aplicaciones, en soporte u otro; y los repartidores que, aunque se les clasifica como “independientes” o “trabajadores por cuenta propia”, en realidad son empleados subordinados de los dueños de las aplicaciones. Por el momento, nos centraremos en los trabajadores repartidores.


En promedio, las personas repartidoras ganan 2 mil 085 pesos por semana, contemplando sus gastos de trabajo. Así pues, estas utilidades generadas equivalen a 37 pesos promedio por hora trabajada. Estos ingresos se encuentran por debajo del salario promedio en la CDMX, de acuerdo con el reporte Este futuro no applica de Oxfam México, el cual también exhibe, a partir de mil encuestas a repartidores, las condiciones precarias en que trabajan y las distintas situaciones que enfrentan. De las que llaman más la atención son los riesgos laborales dentro de los cuales los accidentes de tránsito son muy comunes, sobre todo por los lineamientos de las aplicaciones que los obligan a repartir en días de lluvia y a llegar en un tiempo determinado, por lo que tienen que ir aprisa y no toman las suficientes precauciones, por ejemplo, para no derrapar, pues cuando llueve eso es algo muy común; en otros casos han llegado a ser atropellados y lo más lamentable es que el trabajador priorice la entrega del pedido sobre su estado de salud física, pues aunque haya tenido un accidente, si el pedido no es entregado es al trabajador al que se le cobra. La mínima responsabilidad de la empresa es otorgarles el seguro social, pero escondidos detrás del “tú eres tu propio jefe” se deslindan de sus obligaciones patronales, de lo que se deriva que trabajadores de por sí pobres desciendan a condiciones económicas aún más deplorables al tener que hacerse cargo de los gastos para la atención de su salud que implica recuperarse, en algunos casos quedan incapacitados, y en el peor escenario, mueren.


También se han vuelto muy frecuentes los asaltos y el acoso sexual a mujeres, de parte de los clientes y de los propios compañeros. Los trabajadores repartidores también manifestaron la discriminación que sufren de parte de los clientes, del personal de servicio de los restaurantes y de los guardias de las plazas comerciales donde se encuentran dichos restaurantes, los cuales les insultan, maltratan o los hacen esperar demasiado tiempo arriesgando la entrega a tiempo del pedido y, por tanto, parte de sus ingresos.


La crisis sanitaria y económica volvió indispensable las entregas a domicilio, las cuales de acuerdo con Statista registraron tasas de crecimiento de hasta el 80%, con un mercado que se estima en mil 832 millones de dólares, no obstante, la desigualdad en la distribución de la riqueza es alarmante, los trabajadores son quienes reciben menos, las condiciones en que desarrollan su actividad son bastante precarias, laboran sin seguro social, con salarios inferiores a lo que debería ser el salario mínimo, están constantemente expuestos a accidentes, al acoso sexual, a la discriminación, etc., sin embargo, es precisamente sin ellos que no podría llevarse a cabo dicho comercio.


Los trabajadores deben ser conscientes de su situación, deben tener claro que son la fuerza motriz y no solo eso, sino que deben unirse y organizarse para luchar por sus derechos laborales, porque solo así podrán hacerle frente a las grandes empresas como Uber, Rappi y Didi que se enriquecen a costa de su esfuerzo y trabajo. Será una tarea titánica enfrentarse al gran capital, sobre todo representado por empresas como Uber que se forjaron desplegando una máquina de influencia para ganar favores de políticos, reguladores y otros líderes, violando leyes y corrompiendo autoridades; pero los trabajadores deben tener clara su ventaja numérica y, por ende, la ventaja que les ofrece su unión y organización es el único camino posible para el respeto a sus derechos laborales.