Selene Aguiar
La creciente desigualdad de género ha tomado un lugar importante en la discusión pública, lo que contrasta notoriamente con la vasta normatividad que tiene nuestro país para evitarla, desde nuestra Constitución hasta convenios internacionales que prohíben la discriminación por género y otras normas locales, municipales y estatales.
En el ámbito laboral dicha desigualdad es muy evidente, por ejemplo, una mujer recibe de salario 27% menos de lo que recibe un hombre. Más de la mitad de las mujeres ocupadas perciben hasta dos salarios mínimos (59.1%), con diferencia de 12.0 puntos porcentuales por arriba de los hombres (47.1%); en contraste las mujeres con ingresos superiores a los cinco salarios mínimos representan 2.4% del total de ocupadas, mientras que los hombres representan el 3.9%. (INEGI, 2019)
El trabajo doméstico no remunerado es otra carga desproporcionada para las mujeres, La población de 12 y más años que realiza trabajo doméstico no remunerado se integra por 53.1 millones de mujeres y 44.8 millones de hombres. Las mujeres destinan a esta actividad 39.1 horas a la semana y los hombres 14.1; es decir, por cada hora que ellos destinan, ellas realizan tres.
En la industria textil predomina la fuerza de trabajo femenina, en este sector las empresas prefieren contratar mujeres ya que se considera representan ciertas “ventajas”, dado que sus manos son más rápidas y cuidadosas para la costura, el corte y la confección, porque cuentan con menos organización sindical y porque sus condiciones económicas las hacen más vulnerables a aceptar salarios bajos.
La organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza (ACFP) a través del informe “La precariedad laboral está de moda”, exhibe a la industria del calzado, el vestido y a las tiendas departamentales que comercializan los productos y obtienen millones de pesos en ganancias; mientras que, a un millón 18 mil trabajadores, más de la mitad mujeres, les son transgredidos sus derechos laborales. La mitad carece de seguridad social y el salario que reciben no les alcanza para cubrir el costo de dos canastas básicas.
Cabe destacar que entre las tiendas departamentales que contribuyen a la precariedad laboral de la industria de la moda, se encuentran: Sanborns, Liverpool y Palacio de Hierro, esta última, empresa hasta hace poco de Alberto Baillères, uno de los hombres más ricos de México que por cada segundo, en 2020, ganó dos mil 574 pesos, al tiempo que la misma industria textil se encontraba en crisis debido a la pandemia y por lo cual se perdieron 35 mil 900 empleos en el sector y como es de esperarse, la mayoría mujeres, quienes tuvieron que trabajar desde sus domicilios desarrollando múltiples actividades bajo un estrés constante y afectaciones a su salud mental en un intento por sobrevivir a esta crisis latente y más laboriosa para ellas que para los varones. Ya acertadamente decía Flora Tristán: “Hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero”. Esta situación va a ser diferente hasta que todos los trabajadores, hombres y mujeres, luchen unidos y organizados. Como lo dijo Lenin, la verdadera emancipación de la mujer no comenzará sino en el país y en el momento en que se empiece la lucha en masa. Queda.