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viernes, 9 de septiembre de 2022

Ganancia y explotación laboral

Selene Aguiar


        Hace poco más de un mes ocurrió una tragedia en el municipio de Sabinas, Coahuila, en donde en una mina quedaron atrapados 10 mineros. Este tipo de catástrofes laborales, que son en realidad siniestros provocados por la criminal omisión de las empresas mineras y los gobiernos a su servicio, da un chispazo a las profundas grietas del capitalismo.


Los accidentes de trabajo son, hoy día, parte engranada a las pésimas condiciones laborales que se ofertan a los trabajadores en cualquier empleo. En la minería, que es el trabajo más peligroso reconocido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se señala como inevitables los riesgos de muerte a los que se enfrentan los mineros, esto como una vil manera de deslindarse de la responsabilidad que atañe a los dueños de las minas por dichos accidentes, responsabilidad de la que la complicidad del Estado los deslinda.


En nuestro país donde existe un gran índice de explotación de minas, existe, por ende, un alto índice de accidentes y enfermedades laborales, sobre todo en las minas clandestinas y en la minería de baja escala, que de acuerdo con el diario La Razón de México del 13 de agosto de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador resucitó al carbón promoviendo un plan para reactivar las centrales eléctricas en Coahuila y darle preferencia a la adquisición de pequeñas empresas mineras de esa región a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Las compras fueron parte de las políticas de López Obrador para, según él, darle ingresos a los mexicanos más pobres; o al menos en el dicho, pues en los hechos solo les ha traído mayores penurias.


La Organización Pasta de Conchos en su Informe Carbón Rojo, expone 310 sucesos mortales entre 1883 y 2017. Más recientemente en 2021 se registró uno en una mina en Múzquiz, Coahuila, donde quedaron atrapados 7 mineros y el que mencionamos arriba, el 3 de agosto de este año, donde 10 mineros hasta el momento, permanecen atrapados.


Cabe resaltar que los accidentes laborales en la minería solo son una pequeña parte de los sufrimientos que cargan los mineros, pues también padecen las enfermedades profesionales, definidas por la OIT como las contraídas por la exposición a factores de riesgo que resulten de la actividad laboral. El IMSS en 2019 registra 334 enfermedades de las cuales predomina la hipoacusia con 164, seguida de la neumoconiosis con 122 y dorsopatías con 22. Mientras que en 2020 se registraron 428, de las cuales también predominan las hipoacusias con 226, seguida de neumoconiosis con 157 y dorsopatías con 28.


Tales cifras, sin embargo, es probable que estén totalmente alejadas de la realidad, pues muchos de los casos ni siquiera llegan al IMSS, además es muy común el subregistro de accidentes y enfermedades en este instituto, como documentamos de manera general en uno de los artículos publicados en esta página del Informador Obrero.


Uno de los problemas para cuantificar las enfermedades es que se ignora la ocupación del paciente, entre las preguntas que elabora un médico, por lo general, esta no se incluye. Las principales enfermedades profesionales del minero son esencialmente de tipo acumulativo: neumoconiosis, hipoacusia y dorsopatías. La calidad de vida del minero no solo se ve afectada cuando la enfermedad se manifiesta, sino durante todo el lapso en que esta se fue desarrollando.


La neumoconiosis es una enfermedad pulmonar causada por depósitos de carbón en los pulmones. Por lo general las personas no tienen síntomas, sino hasta en los estadios graves cuando el tejido pulmonar ya está bastante dañado y el afectado tiene dificultades para respirar.


La hipoacusia inducida por ruido es la pérdida de la capacidad auditiva asociada a la exposición de dosis de ruido sobre límites máximos permisibles.


La dorsopatía es la patología del sistema musculoesquelético con un síndrome de dolor pronunciado que surge de cambios degenerativos en la columna vertebral. En su primera etapa es imposible de detectar, es frecuente que se diagnóstique cuando el padecimiento ya es avanzado y hay dificultad de ingreso de sangre y oxígeno al cerebro, lo que provoca síntomas como el tinnitus, dolor en los hombros, corazón y pecho; así como la falta de coordinación y pérdida de audición y visión.


Son pues, las enfermedades y los accidentes laborales una constante en la minería, que poca atención reciben y de los que existen pocos datos confiables, porque no existe una preocupación seria y responsable por atenderlos.


La salud de los trabajadores no es situación que importe al sistema capitalista que los explota; el capital y su afán de ganancia consumen la salud del trabajador para su propio beneficio, tal cual ellos extraen las riquezas de la tierra que les son arrebatadas por los dueños de las explotaciones. La vida no vale en un sistema que se rige por el beneficio propio y el perjuicio ajeno.


A este panorama desolador, todavía se agregan los míseros salarios que reciben. De hecho, la profunda desigualdad existente entre los salarios que reciben los trabajadores y las ganancias que obtienen los capitalistas es aún más grande en la industria minera que en otras industrias. Así lo documenta Viridiana Ríos en su libro No es normal, donde señala que los trabajadores mineros se quedan con entre el 15% y el 16% del valor generado, mientras que el capitalista se lleva entre el 84% y el 85%.


El estado deplorable de las condiciones no solo laborales, sino de vida del obrero, cada día empeora y, por tanto, demanda con urgencia que los trabajadores sean conscientes de su situación, que estén claros en cuanto a la responsabilidad del sistema económico y político que los oprime y despoja de su salud a cambio de ganancias; y una vez que lo comprendan sean capaces de hacer un frente único que encare al sistema capitalista y que instituya un nuevo sistema que esté acorde con sus intereses de clase. Ingente tarea a la que toda persona consciente de la lucha de clases está obligada a contribuir en pos de un mundo más humano y más justo.