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miércoles, 26 de octubre de 2022

Que no somos iguales, dice la gente

    


Rufino Córdova Torres

    “Que no somos iguales dice la gente” refiere la popular canción para los amores socialmente mal vistos. Y cuyo parafraseo adoptó el inquilino de Palacio Nacional para calificarse, así mismo, como diferente a los gobernantes del pasado.

La vida tiene su propia dinámica y no obedece a lo que obrando Andrés Manuel López haga y diga en las mañaneras por lo que, para saber del cambio y mejora, de lo que ocurre y su diferencia respecto al pasado, es necesario abrir los ojos al caminar nuestra propia ciudad y darse una noción de la verdad.


Como todos los días, junto a muchos otros trabajadores, salgo de casa y por las calles agrietadas, mal iluminadas y de difícil andar—cuando en la colonia popular existen me dirijo al transporte público y, cuando llueve, mucho cuido no ser salpicado pues el arroyo vehicular esta saciado de baches y encharcamientos. Todo igual al pasado hasta aquí.


A cada momento y todos los días, los asaltos a mujeres trabajadoras u hombres madrugadores suceden y los raterillos no dejan de esconderse en las sombras por falta de lámparas y en la ausencia o molicie para actuar de los policías ¿Qué ha cambiado? Nada para mejorar, más bien las cosas se han agravado.


Siguiendo el caudal de gente chambeadora, llego a las interminables filas para esperar que salga o se estacione el transporte público y después de larga espera logro subir a la combi, micro o camión —da igual— con asientos pequeños, pasillos abarrotados y, al estar selladas las ventanas, sin ventilación cuando todavía pulula el Covid-19 infectando a muchos. Existen excepciones, pero en lo general… ¿Peor?


El precio del pasaje aumentó. Oficialmente nada se ha autorizado. Pero el incremento se cobra a la buena o a la mala…y pues uno quiere ir a trabajar y no dar función de box matutina. Así que se paga el aumento, ¿no hay autoridad a favor de nosotros?


No he llegado todavía al lugar de empleo y trasbordo. Se introduce uno al Metro ¿Qué es distinto? Sigue aseado pero continúa retrasándose, atiborrado y sofocante cada vagón. Y el trato de la policía es tal, en los túneles o andenes, que parece uno parte de un ato de ganado vacuno que va al matadero. El aumento en el precio del pasaje nada de esto resolvió, ¿qué se ha transformado en beneficio del pueblo trabajador?


Y al salir de la estación pertinente, nuevamente la fila y apearse al vehículo que le acerque más o andar por calles inseguras, sucias, feas y, finalmente, acceder al establecimiento, fábrica o empresa en la cual uno labora. Nada nuevo.


Ya en la empresa, sigue la misma jornada, pero ocurre el recorte del tiempo de descanso para los alimentos y la ampliación del horario porque, nos dicen insistentemente: —anda todo muy mal, la pandemia afectó mucho y hay riego de cerrar la empresa así que jala parejo y trabaja más. Pero para otros de nuestros hermanos de clase ni argumentación hay, solo se imponen nuevas condiciones de explotación. Cambió el pretexto, pero sigue la extracción de nuestra vida para convertirla en riqueza que se queda la patronal.


¿Qué ha cambiado?, ¿mejoraron los salarios realmente?, ¿podemos comprar más y mejor con nuestro salario?, ¿se nos trata con mayor consideración y respeto?, ¿se toma en cuenta nuestra salud física y emocional y se cuida esta por parte de los inversionistas y empresarios?


Si a uno le gusta comer con manteca ¿hay empleo con buen salario?, ¿los requisitos de los mejores empleos son cada vez más simples?, ¿han aumentado las prestaciones sociales?, ¿son mejores el IMSS y otras instancias de gobierno?, ¿saben de alguien con mayor pensión económica?, ¿se ha resuelto nuestra necesidad económica con alguna de las becas que provienen del pago de nuestros impuestos?


Ninguna de las anteriores preguntas se responde con una afirmación. Todo sigue igual o peor porque ahora también se nos dice que debemos aspirar a la pobreza franciscana. Eso es, solo ha cambiado la pobreza: ahora será más dura y amplia, pero, según el Gobierno, debemos estar felices y resignados en la miseria.


Y así, día tras día, uno regresa a casa nuevamente soportando una u otra incomodad; sufriendo las penurias incrementadas por la lluvia, el sol o los accidentes provocados por la falta de mantenimiento o los percances que promueve la irresponsabilidad de todo tipo. ¿Qué ha cambiado? Han aumentado los riesgos.


En la educación de los hijos y después de la pandemia ¿alguien nota algún amplio y profundo apoyo para que mejore su futuro?, ¿alguno recibió clases extras o asesoría de algún tipo para cubrir las deficiencias? Existe algún otro apoyo para que realmente se asimile lo mejor de la ciencia y la cultura y, por parte de los jóvenes y niñas, sea mejor aprovechada la educación.


Son muchas preguntas que en los rigores de la vida diaria tienen una sola y única respuesta: nada ha cambiado para beneficio del pueblo trabajador. Al contrario, se amplían las carencias, falta de servicios, incomodidades, requisitos y exigencias y, en la capacidad de compra, se torna cada vez más miserable el salario.


En una palabra, los gobernantes de la 4T, en efecto no son iguales, sino que resultaron peores, más mañosos, incapaces y corruptos. Así “que tu vida y mi vida se van a perder” al seguir aceptando promesas mañaneras y ningún cambio real favorable a nuestra persona, familias y comunidades. Si no impulsamos un verdadero cambio nuestras vidas se van a perder a favor de gobernantes y empresarios.


No hay duda. Los hechos y las situaciones que vivimos cotidianamente señalan la necesidad que tenemos los trabajadores de un cambio social a nuestro favor. Transformación que será posible cuando aceptemos organizar la resistencia en colectivo, grupal y prepararnos para la lucha por nuestro derecho a una vida mejor.