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miércoles, 20 de julio de 2022

Aldo Conti: ejemplo de explotación e insensibilidad del capital

Selene Aguiar

        En México, un millón 18 mil trabajadores laboran en condiciones precarias en la industria textil, sin ningún respeto a sus derechos laborales y 629 mil personas laboran bajo la modalidad de subcontratación abusiva (outsourcing), a pesar de que las empresas del ramo generan ingresos anuales superiores a los 2 billones de pesos, de acuerdo con Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.


Los trabajadores en esta industria, sobre todo los de las grandes empresas, laboran en condiciones precarias, tienen una jornada laboral que sobrepasa las 8 horas diarias que establece la ley, al ser contratados por outsourcing, a la mayoría no les otorgan el pago de las utilidades, no los inscriben seguro social, carecen de contrato y, por tanto, de organización sindical.


Particularmente en las empresas dedicadas a la fabricación de la ropa, el calzado y los accesorios, los trabajadores al final de la jornada no solo terminan completamente agotados, sino que, debido a la gran división del trabajo, ni siquiera reconocen su producto final, a decir de Marx, han sido “alienados”. Ven a su producto como algo ajeno, extraño a su creación.

 

Uno de estos casos es el de la empresa Aldo Conti, ubicada en la Alcaldía de Azcapotzalco, en la Ciudad de México. Ésta reúne las características atrás descritas: algunos trabajadores son contratados por outsourcing, laboran jornadas que sobrepasan las 8 horas de trabajo, no les otorgan seguridad social, no les pagan las utilidades a las que tienen derecho y aunque hay algunos trabajadores que sí pertenecen a un sindicato, dicho sindicato no representa sus intereses.


Una trabajadora de esta empresa hasta el año 2020, a quien entrevistamos y cambiamos el nombre por su preferencia a mantenerse en el anonimato, y que en este escrito llamaremos Regina Flores, nos comenta que “tenía un horario de 7:30 a.m. a 5:15 p.m. y descansaba los sábados y domingos”. Dentro de las diversas actividades que se realizan en la empresa, ella planchaba y cosía. Nos explica que “La costura tiene un tiempo, al igual que la planchada, el tiempo varía entre una actividad y otra, por ejemplo, al hacer un saco, se une la parte de la espalda con el delantero y eso lo teníamos que hacer en 49 segundos. El trabajo es muy dividido, hay quienes hacen solo las mangas, solo los forros, o solo la parte de la espalda”. Regina agrega: “Es un trabajo cansado porque hay que estar de pie para planchar, en cuanto a la cosida terminaba con dolor de cabeza porque debía tener la cabeza baja mirando exactamente donde se debe coser. Además, las telas son diferentes, por ejemplo, el lino desprende mucha pelusa y terminábamos con pelusa en cejas y pestañas, nos irritaba mucho los ojos, aparte de que se encerraba mucho el calor, por las planchas y las calderas de agua caliente, todo eso hacía el trabajo más agotador”.


En cuanto al salario, tienen un sistema de pago a destajo, es decir, se paga por unidades de producto creadas. Regina nos explica: “Tenemos un salario base para el que debemos crear al menos 700 piezas y de ahí se nos va pagando por pieza extra que elaboremos, cada trabajo diferente tiene un sueldo base distinto, por ejemplo, de planchadora es de 1,500 pesos y de costurera 550 pesos”.


Este sistema de pago los obliga a esforzarse y trabajar hasta el agotamiento total para elaborar tantas piezas como puedan, para obtener un salario mayor, lo que para la empresa está bien pues eleva la productividad, no obstante, están explotando al trabajador e incluso en no pocas ocasiones esta presión los lleva a tener accidentes laborales. Es muy común que los trabajadores se piquen algún dedo con las agujas de las máquinas y, por percibirlo como un “accidente menor”, no se atiendan como corresponde. Regina Flores nos comenta que en el caso de una amiga “solo le pusieron un curita y ya, pero a los tres días seguía con dolor y se le estaba infectando, hasta que fue al seguro social y le sacaron la aguja que tenía dentro y no se había dado cuenta”.


A esto se añade que el local donde laboran los trabajadores de Aldo Conti tiene complicaciones con la ventilación, doña Regina nos dice que “los ventiladores son un problema, porque quienes planchamos terminamos mal debido a lo caliente y lo frío, y terminamos doliéndonos diferentes partes del cuerpo, entonces por precaución preferimos no tener ventilación”.


Otra de las cuestiones que causan descontento entre los trabajadores que laboran para Aldo Conti es que no generan antigüedad, ya que la empresa cada año cambia de razón social y aunque les hacen firmar un documento en el que supuestamente ésta se va a respetar, en los hechos no funciona, así nos lo comenta doña Regina y agrega que “la empresa al cambiar de razón social nos perjudica sobre todo porque no aumentamos puntos para el Infonavit”. Es decir, muchos de los trabajadores ni siquiera cuentan con vivienda propia, vivienda a la que tienen derecho, cuestión que a la empresa no le importa. Al cambiar de razón social y no generar antigüedad, la empresa también se ahorra el pago de la prima de antigüedad, otro derecho de los trabajadores que han cumplido más de 15 años laborando, que, como lo establece el artículo 162 de la Ley Federal del Trabajo, consiste en el importe de doce días de salario, por cada año de servicios.


Estas son pues las condiciones laborales de los trabajadores de la empresa textil Aldo Conti, aunque pareciera que tales condiciones no deberían ser aceptadas por los trabajadores, (largas y extenuantes jornadas, bajos salarios, accidentes laborales sin atención médica oportuna, violación a sus derechos laborales, etc.) las aceptan; y esto porque así funciona el sistema capitalista. Nos dicen que, si el trabajador no acepta las jornadas laborales extensas, o le parecen bajos los salarios, o las condiciones demasiado duras, puede irse y buscar un mejor trabajo; nos dicen además, que ‘si en verdad los trabajadores quieren, están en posibilidades de encontrar empleo’, pero en la realidad no es así: el sistema económico no funciona así, el trabajador no tiene la ‘libertad’ y las ‘posibilidades’ a las que aluden los patrones, esto porque nunca hay suficiente empleo, pero siempre hay trabajadores dispuestos a laborar en condiciones precarias con tal de conseguirlo”.


Al respecto nos sirve de ejemplo la misma empresa de la que hablamos, ya que sin ninguna consideración despidió a sus 600 trabajadores, recurriendo a artimañas para obligarlos a firmar su “renuncia voluntaria”. Estos obreros pasaron a formar lo que Marx llamó “Ejército de reserva de trabajadores” y ahora estarán dispuestos a sustituir a otros “obreros descontentos” que no acepten las condiciones laborales de tal o cual empresa.


Doña Regina nos habló un poco de dicho despido: “Nos dijeron que durante un mes descansaríamos por la pandemia, pero después nos estuvieron llamando por teléfono, nos llamaban por grupos y nos liquidaban, a mí me dieron 6 mil pesos por los 6 años en que laboré y así hicieron con la mayoría de mis compañeros, prometiéndonos que nos iban a llamar cuando reabrieran. Nunca me llamaron”. Doña Regina es madre soltera y mantiene a una hija de 21 años que cursa la universidad y requiere recursos para el sostenimiento de sus estudios, por lo que no fue un periodo nada fácil. Agrega: “después no encontré trabajo, estuve dos años sin trabajar, seguí buscando, fui a varias empresas y nada. Algunos de mis compañeros sí encontraron, los emplearon para hacer cubrebocas, gorros, pero ganaban todavía menos y muchos tenían condiciones peores, otro tanto tampoco encontró trabajo”.


Así pues, vemos que la empresa Aldo Conti no solo explota a sus trabajadores y viola sus derechos laborales, sino que tampoco tiene una pizca de sensibilidad al momento de despedirlos y los envía a ser desempleados sin su liquidación correspondiente, a vérselas como puedan en medio de una fatal crisis económica. Vemos que los trabajadores no tienen poder de negociación, no tienen el poder de mejorar sus condiciones laborales, esto es verdad, pero solo en lo individual, en lo colectivo sí pueden y deben, es su única alternativa. Los trabajadores deben desarrollar su consciencia de clase, su sentido de solidaridad, deben unirse, organizarse y luchar por mejorar sus condiciones de vida, ese es el único camino posible para liberarse de las cadenas que los atan.


lunes, 20 de junio de 2022

Explotación laboral femenina en la industria textil


Selene Aguiar 


La creciente desigualdad de género ha tomado un lugar importante en la discusión pública, lo que contrasta notoriamente con la vasta normatividad que tiene nuestro país para evitarla, desde nuestra Constitución hasta convenios internacionales que prohíben la discriminación por género y otras normas locales, municipales y estatales.


En el ámbito laboral dicha desigualdad es muy evidente, por ejemplo, una mujer recibe de salario 27% menos de lo que recibe un hombre. Más de la mitad de las mujeres ocupadas perciben hasta dos salarios mínimos (59.1%), con diferencia de 12.0 puntos porcentuales por arriba de los hombres (47.1%); en contraste las mujeres con ingresos superiores a los cinco salarios mínimos representan 2.4% del total de ocupadas, mientras que los hombres representan el 3.9%. (INEGI, 2019)


El trabajo doméstico no remunerado es otra carga desproporcionada para las mujeres, La población de 12 y más años que realiza trabajo doméstico no remunerado se integra por 53.1 millones de mujeres y 44.8 millones de hombres. Las mujeres destinan a esta actividad 39.1 horas a la semana y los hombres 14.1; es decir, por cada hora que ellos destinan, ellas realizan tres.


En la industria textil predomina la fuerza de trabajo femenina, en este sector las empresas prefieren contratar mujeres ya que se considera representan ciertas “ventajas”, dado que sus manos son más rápidas y cuidadosas para la costura, el corte y la confección, porque cuentan con menos organización sindical y porque sus condiciones económicas las hacen más vulnerables a aceptar salarios bajos.


La organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza (ACFP) a través del informe “La precariedad laboral está de moda”, exhibe a la industria del calzado, el vestido y a las tiendas departamentales que comercializan los productos y obtienen millones de pesos en ganancias; mientras que, a un millón 18 mil trabajadores, más de la mitad mujeres, les son transgredidos sus derechos laborales. La mitad carece de seguridad social y el salario que reciben no les alcanza para cubrir el costo de dos canastas básicas.


Cabe destacar que entre las tiendas departamentales que contribuyen a la precariedad laboral de la industria de la moda, se encuentran: Sanborns, Liverpool y Palacio de Hierro, esta última, empresa hasta hace poco de Alberto Baillères, uno de los hombres más ricos de México que por cada segundo, en 2020, ganó dos mil 574 pesos, al tiempo que la misma industria textil se encontraba en crisis debido a la pandemia y por lo cual se perdieron 35 mil 900 empleos en el sector y como es de esperarse, la mayoría mujeres, quienes tuvieron que trabajar desde sus domicilios desarrollando múltiples actividades bajo un estrés constante y afectaciones a su salud mental en un intento por sobrevivir a esta crisis latente y más laboriosa para ellas que para los varones. Ya acertadamente decía Flora Tristán: “Hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero”. Esta situación va a ser diferente hasta que todos los trabajadores, hombres y mujeres, luchen unidos y organizados. Como lo dijo Lenin, la verdadera emancipación de la mujer no comenzará sino en el país y en el momento en que se empiece la lucha en masa. Queda.