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sábado, 11 de marzo de 2023

Inversión de Tesla: nada que festejar para los obreros mexicanos

 


Federico Hernández

        Llama la atención la copiosa propaganda publicada en todos los medios a raíz de la decisión del hombre más rico del planeta, Elon Musk, de instalar en Santa Catarina, Nuevo León, una mega-planta de Tesla de autos eléctricos. Se le presenta como algo de gran trascendencia para el desarrollo económico de dicha entidad y del país. Ya vemos pavonearse al presidente de la república y al gobernador de ese pujante estado, Samuel García, que se adjudican haber logrado tal inversión. “Estamos de manteles blancos”, dijo este último. Hablan algunos medios de comunicación, exagerando, que será un detonante aun de mayor trascendencia de lo que fueron en su momento las empresas emblemáticas de Monterrey y su desarrollo industrial como, por ejemplo, la acerera Fundidora constituida a principios del siglo XX.  Pero la pregunta que debemos hacernos es ¿si esta inversión va a cambiar la vida de los millones de obreros del estado y del país?, ¿si ayudará a mejorar su salario, sus prestaciones, el desempleo… en fin, su nivel de vida? Veremos que nada de eso sucederá.


Es cierto que Tesla traerá empleos y se instalarán nuevas empresas proveedoras de ésta, que traerán, a su vez, nuevos empleos (se habla de cinco mil empleos directos e indirectos, ¡pero en México no hay miles sino millones de desempleados según el INEGI!, lo cual quiere decir que su impacto no será tan grande en materia de generación de empleos). El estado tendrá, se dice, un mayor desarrollo industrial, ¿desarrollo industrial?, ¿en beneficio de quién?, ¿para los empresarios o para los obreros? Los empresarios sin duda y, en especial el dueño de Tesla, al que ya le dieron todas las condiciones para asegurar su inversión. Al obrero, en cambio le tocará la peor parte, seguirá en las mismas condiciones de bajos salarios y desempleo.


Nunca debemos olvidar que la finalidad de los empresarios, como la de Elon Musk, en este caso, será sólo una: hacer que el capital invertido – según esto 5 mil millones de dólares- se incremente a su mayor tasa posible. Para este empresario, como para cualquier otro, su capital sólo tiene razón de existir si se incrementa. ¿Y cómo se incrementa? explotando fuerza de trabajo del obrero y en muchas ocasiones provocando un desgaste prematuro en él, más allá de lo normal.


A la salida de una fábrica –cualquiera que sea- al término de un turno, salen los trabajadores de distintas edades, los cuales reflejan en sus rostros y cuerpos el cansancio de una extenuante jornada. En los obreros de mayor edad vemos como su antigua vitalidad ha sido consumida por la fábrica a lo largo de los años; han dejado su fuerza de trabajo en la elaboración de una mercancía -o parte de una, pues el proceso se ha parcializado desde que apareció la manufactura-. Se les ve dirigirse al transporte que los dejará en la colonia donde viven y, una vez en su casa, seguramente comerán algo y no desearán otra cosa más que descansar, pues al día siguiente les espera otra jornada extenuante como la del día anterior; como el tormento de Sisifo “el astuto” que con estratagemas engaño a los dioses, dice la mitología, por ejemplo, que aprisionó a la misma muerte por lo que ya nadie moría. Zeus en castigo hizo que Sisifo levantara una roca sobre un monte y luego, ya en la altura, la roca caía nuevamente al punto de partida; Sisifo, una y otra vez, tenía que subir la roca. Así el obrero tiene que empezar todos los días una nueva jornada en la que se le explotará por parte del capitalista.


El capital es, hablando metafóricamente, como una bola de nieve que, al rodar por una pendiente, con cada vuelta que da, crece y crece, mientras no se detenga. Por eso decía Carlos Marx que el capital es un valor que se valoriza, crece en su valor en el proceso de producción de mercancías. Si un capitalista empezó, por ejemplo, con un capital de un millón de pesos, al final del proceso de producción- una vez que el obrero con su fuerza de trabajo mueve las máquinas y manipula la materia prima, transfiriendo y creando un valor nuevo en la mercancía creada-, tendrá, por ejemplo, un millón 200 mil pesos; habrá incrementado su capital inicial en 200 mil pesos; de un capital “C” pasará a “C” + incremento. ¿Quién hace que ese capital crezca, se incremente?, ¿el empresario? No en absoluto; éste no participa en el proceso productivo. Es indudablemente que es el obrero quien produce la riqueza y nadie más.


Pero éste sólo recibe un salario con el que compra apenas los medios de vida indispensables para reponer su fuerza de trabajo consumida en el proceso de producción y, sin embargo, a cambio, produce un valor superior al que representa su salario, y este valor – llamado plusvalía- se lo apropia el capitalista, es trabajo no pagado al obrero. Permítaseme seguir con el ejemplo de la bola de nieve. Es como si todos los obreros, cada uno con una pala, al pasar la bola de nieve, echaran a su paso la proporción de nieve con que crecerá la bola; son ellos y nadie más quien la hace crecer en su continuo rodar a esta “mole” del capital.


La realidad será que los obreros neoloneses, y del país, seguirán con sus bajos salarios, con sus prestaciones- aguinaldo, utilidades, etc.- escamoteadas por empresarios en contubernio con sindicatos patronales que son camisas de fuerza. Elon Musk, como todos los empresarios, se harán más ricos a costa de la pobreza de los trabajadores.


El obrero más que sumarse al festejo de los dueños del dinero por la llegada de Tesla a México, debe tomar conciencia de su situación como clase social que- junto con los campesinos- produce toda la riqueza y, sin embargo, ocupa la base de la pirámide social, o sea que sostiene a todas las demás clases sociales y vive en las peores condiciones. El obrero debe politizarse tomando conciencia de sus intereses como clase, de su papel en la sociedad y decidirse a cambiar tal estado de cosas.


martes, 21 de febrero de 2023

Acerca de la inversión extranjera directa

Federico Hernández

        Siempre se anuncian con bombo y platillo las inversiones extranjeras directas que llegan a nuestro territorio, resaltando sus bondades, principalmente en lo que a generación de empleos se refiere. Y no es que, en general, creamos que sea mala la inversión de capital foráneo para instalar plantas productivas en nuestro territorio; tampoco negaremos el hecho de que generan empleos. Pero debemos decir que, muchas veces, sus apologistas exageran y magnifican las “bondades” del capital foráneo sin señalar sus aspectos negativos y limitaciones. Y, por otro lado, nada se menciona de la inversión pública, es decir, de aquella que debe realizar el Gobierno federal. Esta reflexión viene a cuento debido a las declaraciones hechas por el presidente de la república y el gobernador del estado de San Luis Potosí acerca de la instalación de una nueva planta de la automotriz alemana BMW para fabricación de automóviles eléctricos en la entidad con una inversión de 865 millones de dólares.


Comencemos destacando la lista de beneficios que llegan al país con la inversión extranjera, esto según el portal de la Secretaría de Economía: “permite aumentar la generación de empleo, incrementar el desarrollo y la captación de divisas, estimular la competencia, incentivar la transferencia de nuevas tecnologías e impulsar las exportaciones”. A continuación veamos qué dijo el gobernador del estado, Ricardo Gallardo Cardona, ante la llegada de la nueva planta automotriz alemana: “…destacó este hecho histórico, con lo cual se reafirma la recuperación y crecimiento económico del Estado que impulsa el gobierno del cambio…” (El Sol de San Luis, viernes 3 de febrero) ¿Debemos creernos a pie juntillas todo esto que se dice de la inversión extranjera directa? ¿Debemos creernos sus efectos casi milagrosos sobre la economía? Yo creo sinceramente que no, que es necesario poner las cosas en sus justos términos a fin de que los trabajadores no seamos víctimas del engaño de los dueños del dinero y sus representantes.


 Debemos dejar claro, en primer lugar, que los capitales privados de las grandes transnacionales de origen norteamericano, alemán, francés y demás potencias capitalistas, se instalan en nuestro país -y en cualquier parte del mundo- por diversas razones, entre las que podemos destacar el encontrar mano de obra barata, ubicación estratégica a los mercados, cercanía a fuentes de materia prima, bajos impuestos o gravámenes fiscales de los países donde llegan a anidar sus inversiones y, finalmente, buscando hallar un régimen político que les garantice la estancia y crecimiento de sus capitales. Todo ello encaminado a un solo fin: acrecentar sus capitales a través de la obtención de las máximas tasas de ganancia.


Si bien estas inversiones de capital extranjero generan empleos, lo cierto es que no resuelven, ni mucho menos, la gran tasa de desempleo que hay en México. La nueva planta del BMW, a decir de Néstor Garza, titular de la Secretaria del Trabajo y Previsión Social en S.L.P., generará 800 nuevos empleos directos y 2.5 indirectos por cada plaza. Ahora bien, según el INEGI en el 2022 la población desocupada en México fue de 1.6 millones de personas y la tasa de desocupación (TD), de 2.8 por ciento de la Población Económicamente Activa. Aquí no se incluye la informalidad que a diciembre del 2022 totalizaron 31.8 millones de mexicanos. Es decir, que este tipo de inversiones no es la panacea, como pretenden hacernos creer, para resolver el gran problema del desempleo, el cual es un fenómeno inherente al modelo capitalista.


  En México la inversión pública –la cual sí pudiera contribuir de manera más importante a abatir el desempleo- a cargo del Gobierno federal con recursos públicos es muy pobre: “Se encuentra rezagada no solo desde el impacto de la pandemia, sino desde inicios del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador” (El Financiero, 22 de diciembre del 2022). Y no solo eso, sino que se limita –pues es esta la concepción de los regímenes neoliberales de que el Estado no debe intervenir en la economía sino solo para darle condiciones a la empresa privada y ser garante de la seguridad y de la paz- al crear solo infraestructura que dé condiciones a las inversiones privadas nacionales y extranjeras.


Ahora analicemos, aunque de manera muy breve, las otras “bondades” de la inversión extranjera. En lo de incentivar la transferencia de nuevas tecnologías” dista mucho de la realidad pues dichas empresas cuidan celosamente su tecnología y no la van transferir por el solo hecho de instalarse en México; al contrario, si tienen laboratorios, equipos de científicos y técnicos especialistas que les generan nueva tecnología para innovar sus productos, es con el claro propósito de ganar el mercado a sus competidores. Ahora los autos eléctricos buscan desplazar a los autos de combustión interna. ¿De dónde se saca que la BMW va a transferir tecnología?, ¿a quién?, ¿para qué?


Al “estimular la competencia”, se nos dice hasta el cansancio, el consumidor tiene más variedad de productos, más baratos y de más calidad”. El hecho de que en México haya decenas de empresas que se dedican a fabricar automóviles no conlleva a que el obrero pueda adquirir un vehículo nuevo; cuando mucho comprará una “garrita” de segunda o tercera mano, pues ni con todo el salario de su vida, en la inmensa mayoría de los casos, podrá adquirir un moderno auto de agencia.

No nos engañemos sobre el carácter y alcance de la inversión extranjera directa. Es finalmente una forma de capital que viene a nuestro país por mano de obra barata –el capital sólo puede crecer a condición de extraer plusvalía del trabajador-, por materias primas baratas casi regaladas para ellos, para que se les exima de altos impuestos, etc. El capital es pues un valor que se revaloriza. Es por ello que la llegada de inversión extranjera directa no será nunca el remedio al desempleo elevado que hay en nuestro país pues, como ya apuntamos más arriba, el desempleo es consustancial al capitalismo.