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martes, 14 de marzo de 2023

Inflación, desempleo y salarios de hambre


 Antón Rojo 

        “Más para oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud […] El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. 

Carlos Marx

 

        Quien podría dudar a estas alturas que los graves problemas que sufre nuestro país no los resienten por igual todos los estratos sociales sino que los sufren de manera realmente catastrófica sólo las clases trabajadoras y necesitadas, simplemente por el hecho de los diferentes lugares y condiciones que ocupan en la sociedad: los grandes propietarios privados, dueños de todo lo que se usa para producir -tierras, fabricas, maquinaria, materia prima- acumulan enormes riquezas y prácticamente están a salvo de cualquier contingencia pues su gran fortaleza económica les evita cualquier afectación, y muchas veces incluso salen beneficiados de ellas. En cambio, los que no poseen nada, los que deben ganarse el pan diario con el sudor de su frente en un trabajo del que otros salen gananciosos o beneficiados, a ellos cualquier desbarajuste económico agrava la tragedia de su vida.


La inflación no se detiene: ya para este enero que acaba de terminar se calculó en 7.91% (cifras oficiales y, por tanto, seguramente maquilladas), avanzó el mes de febrero y con él también incontenible la inflación y ahora el Gobierno anuncia un incremento en el costo de casetas y en las tarifas de energía eléctrica. Frente a todo esto, el aumento aplicado a los salarios mínimos ha quedado hecho polvo y la expectativa de mejores aumentos salariales contractuales se ve cada vez más complicada, porque la clase patronal se niega tozudamente a reducir su cuota de ganancia para mejorarlos.


Por el lado de los empleos, las cosas no pintan mejor: los trabajadores han pasado de la sartén a la lumbre al reducirse cada vez más los empleos formales e incrementarse, en contrapartida, el empleo informal que se ha visto disparado llegando a abarcar a casi el 56% (en Hidalgo el 72.9 %) de los que tienen o dicen tener algún empleo , es decir, que 6 de cada 10 mexicanos (en Hidalgo 7 de cada 10) que tienen empleo, lo hacen por su cuenta, sin salario fijo, sin prestaciones, sin ahorro para su retiro y sin seguridad social, es decir teniéndose que rascar con sus propias uñas para todo eso y con el resultado de que sus magros ingresos solo le sirven para sobrevivir.


Esta situación en general ha traído la acentuación y el agravamiento de lo que se ha dado en llamar “la pobreza laboral”, es decir, la inaudita situación de que, aunque se trabaje en lo que sea y durante largas y extenuantes jornadas, no se alcanza a tener siquiera lo indispensable para adquirir la canasta básica alimentaria, mucho menos para afrontar los gastos indispensables de transporte, vestido, calzado, atención médica, educación, comunicación, descanso y esparcimiento. En esta situación de mexicanos que aunque trabajen sin descanso en lo que pueden, se quedan con hambre y sin tener acceso a hacer realidad derechos puestos en la ley pero que para ellos son letra muerta, se encuentran cerca del 45% de los hogares del país y afecta a más de 60 millones de mexicanos (según cifras oficiales, que como sabemos, casi siempre están rebajadas), ocupando el estado de Hidalgo el tercer lugar nacional con los mayores porcentajes de pobreza laboral y alcanzando este flagelo a casi el 52% de la población estatal que aunque trabaje, se queda con hambre, sin poder educarse, curarse y a la cual le espera un futuro más sombrío que el presente que sufre ahora.


 Con todo esto, México se ha ido convirtiendo desde hace mucho tiempo, pero también ahora con el actual gobierno que se encaramó en el poder prometiendo mejoras sustanciales que lejos de cumplirlas para cambiar la injusta situación existente, la ha agravado escandalosamente, haciendo de nuestra patria un país donde la clase trabajadora desciende por debajo de sus condiciones mínimas de vida y donde se acentúa al extremo la concentración insultante de la riqueza en pocas manos.


Esta es parte de la terrible realidad que estamos viviendo y sufriendo. Ella nos debe convencer de que los ricachones capitalistas y los gobiernos de diversos colores que los vienen representando, no están dispuestos a modificarla pues dicha situación no les perjudica a ellos para nada, sino que hasta les conviene.


De nuestra situación de pobreza los ricos capitalistas quieren aprovecharse para hacernos trabajar con poca paga y que “les agradezcamos” que nos den trabajo. Por su parte los gobiernos embaucadores y mentirosos también quieren aprovecharse de nuestra pobreza sólo dándonos tarjetitas “de apoyos” que en nada mejoran de fondo nuestra situación, que no les cuestan nada, pero con las cuales buscan mantenernos conformes con nuestra pobreza, callados y resignados y obligados a votar por sus candidatos.


Comprender como está de injusta la realidad, nos debe convencer también de que las cosas no van a cambiar milagrosamente por sí solas; que debemos hacer algo para nuestro bien como pueblo trabajador y para revertirla. Que lo que debemos buscar todas las capas del pueblo trabajador es una más equitativa y justa distribución de la riqueza: luchando porque exista trabajo verdaderamente digno para todos y justamente remunerado, luchando para que a los que perciben o se quedan con una mayor parte de la riqueza social se les cobren más impuestos para que existan recursos suficientes para mejorar las condiciones de vida en nuestro país. La lucha es por un nuevo modelo económico nacional y porque ese nuevo proyecto lo encabece en el poder político, el pueblo trabajador mexicano organizado y dirigido por su partido de clase.


domingo, 18 de diciembre de 2022

Los patrones no quieren siquiera garantizar la existencia de la clase trabajadora

 


Federico Hernández

Mientras vemos que en este gobierno -el de la 4T, el que dice que “primero los pobres”, la riqueza de magnates como Carlos Slim, Germán Larrea, Salinas Pliego y otros, se incrementa fabulosamente, por otra parte, vemos que millones de trabajadores asalariados caen en la llamada pobreza laboral. El obrero, después de una semana de largas y extenuantes jornadas diarias de trabajo, recibe un mísero salario con el cual no alcanza a comprar los artículos más básicos para la subsistencia de él y de su familia.


Nos dice Plano Informativo en una nota de la agencia Reforma, en su edición del 30 de noviembre del 2022: “En el tercer trimestre de este año, 19 estados del país reportaron un mayor porcentaje de personas en pobreza laboral, es decir, que no pueden adquirir la canasta básica con los ingresos laborales de su hogar. La causa: “Esto se debe en gran medida al alza en el precio de alimentos […] La inflación general es de 8.14 por ciento a la primera quincena de noviembre, pero experimentamos una tasa de crecimiento muy importante en alimentos que va entre el 13 y el 15 por ciento […] Al no tener estos incrementos si los salarios no se ajustan al ritmo de la inflación es donde tenemos este incremento en la pobreza laboral”, dijo Katia Guzmán, coordinadora de Datos México, ¿Cómo vamos? Hasta aquí lo que dice el medio poniendo los puntos sobre las íes en cuanto a la pobreza laboral.


Alguien se preguntará ¿cómo entonces logra sobrevivir el trabajador, si su salario no le alcanza para adquirir los medios de vida indispensables contenidos en la canasta básica? No es difícil averiguarlo: el trabajador busca que se le den horas extras en la empresa en que labora, busca otros empleos de medio tiempo o emplearse en el comercio ambulante, etc.; también sobrevive con las remesas que sus familiares le envían desde Estados Unidos, en caso de tenerlos, y, por último, de los apoyos monetarios asistenciales de los programas sociales, etc. O sea que sobrevive mediante un esfuerzo casi sobrehumano, que lo lleva a un desgate físico, mental y moral más allá de los límites naturales, que le implican estrés, enfermedades, envejecimiento prematuro; o mediante la separación de parte de la familia que emigra con los vecinos del norte para mandar dólares. Por cierto, López Obrador se siente orgulloso –pues lo ha manifestado públicamente en innumerables ocasiones- de las remesas que mandan los paisanos que viven al otro lado del Río Bravo, aun y a pesar de que esto lleva aparejado la destrucción y separación de familias de las más humildes.


En el régimen esclavista de la antigua Roma, el esclavista tenía que asegurar la subsistencia del esclavo -ese “instrumento parlante” del que era propietario, como lo podía ser de un animal, un arado, etc., al que podía hacer trabajar a su antojo, venderlo y matarlo si así lo deseaba- para asegurar su propia existencia llena de excesos, privilegios y comodidades. Hoy, la clase dueña del dinero, los empresarios capitalistas, no quiere ni siquiera asegurarle al esclavo moderno, al obrero, los medios de vida que le permitan que viva éste y su familia. Los empresarios, en su afán de máxima ganancia, están comprando por debajo de su valor esa mercancía especial llamada fuerza de trabajo. Esa mercancía cuya peculiaridad, la que la distingue de otras mercancías, es crear más valor de la que ella misma encierra y que es fuente de plusvalía de la que se apropia el empresario en forma de ganancia.


Dice Carlos Marx en el Manifiesto Comunista: “Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Más para poder oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud”. Unas líneas adelante, dice en esa obra que, como dijo acertadamente alguien, vale tomos enteros: El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase.”


Ahí vemos, con meridiana claridad, la vigencia de Karl Marx: Hoy en México la clase dominante y su representante, el gobierno de la 4T, no le están asegurando a los trabajadores “ni si quiera unas condiciones que les permitan, por lo menos arrastrar su existencia de esclavitud” pues “no pueden- los obreros- adquirir la canasta básica con los ingresos laborales de su hogar.”


La 4T, representante de los dueños del dinero, con su política neoliberal, con su mal manejo de la economía ha llevado a una incontenible espiral inflacionaria que deprecia día a día el poder adquisitivo del salario. Pero no solo eso: como complemento son enemigos de todo aumento verdaderamente sustancial a los salarios de los trabajadores y no quieren aplicar una política fiscal progresiva en el que los que más ingresos perciben paguen más impuestos, como se hace en otros países.

Para acabar con la pobreza laboral, y con todas las modalidades de pobreza, es necesario que los trabajadores se decidan a dar una lucha por un cambio del modelo neoliberal a un modelo económico más justo y equitativo que reparta la riqueza social para quien la crea; pero para ello será indispensable que eleven su conciencia política de clase y construyan su propio partido político obrero.