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jueves, 9 de noviembre de 2023

Acerca de la explotación laboral que sufren los cortadores de caña

 

Carlos Sarabia 

 

        Con la ropa sucia por el tizne, camisa de manga larga, cubiertos de la cabeza y con algunos cortes en el rostro hechos por las hojas de la caña, los jornaleros son llamados a laborar por los productores de caña que abastecen al ingenio San Pedro en el municipio de Lerdo de Tejada en el estado de Veracruz. Anteriormente en este municipio competían entre sí los ingenios azucareros San Pedro y San Francisco Naranjal, pero hoy solo permanece activo el primero, propiedad del “Grupo Porres”, pues el ingenio San Francisco cerró en el año 2014 luego de declararse en quiebra, despidiendo sin indemnización a más de 400 obreros del campo. 

  

La zafra comienza por lo general en diciembre y termina en abril o mayo. Se realiza todo un proceso de movilización para los cortadores de caña que buscan entre los patrones productores quién ofrece el mejor pago. En el municipio de Lerdo, los precios los establece la Confederación Nacional de Productores Rurales (CNPR), a, través de su presidente el Ing. Luis Dionicio Rojas Lira, quien, nivelando los precios en el mercado, se coordina con los ingenios azucareros para la venta de la caña de azúcar controlando todo el proceso de producción, corte y venta. El primer eslabón de la cadena del corte de caña es el cortador, quien está en contacto con el cabo de cuadrilla. Cada cuadrilla consta de unos 10 o 15 cortadores aunque el número puede variar. Son $65.00 pesos en promedio lo que se le paga por tonelada al cortador que trabaja para la CNPR y el ingenio.  

 

Los cortadores locales se comprometen a trabajar al recibir entre $1,000 y $1,500 pesos de propina al inicio de la zafra, una despensa y un ahorro de tres pesos por tonelada cortada, aunque este último pago por lo general llega incompleto a sus manos o muchas veces no reciben nada porque se queda en manos de los “cabos”. Entre los cortadores de caña y los patrones (ingenio y productores), siempre existen este tipo de intermediarios. También hay productores cañeros que no están adheridos a la CNPR y llegan a pagar directamente hasta $80 pesos a los cortadores por tonelada, pero ofrecen pocos días de trabajo y, por lo general, son estos productores los que más trabas tienen para vender su cosecha al ingenio, por lo que no son una opción de trabajo estable para los cortadores.   

 

Desde las 4 de la mañana, hombres, mujeres y niños, con gorra o sombrero, zapatos viejos destinados al trabajo, cargando garrafas con agua, morrales con comida y con el machete en mano con su lima para sacar filo, se suben al vehículo que los lleva a los cañales. Unos se sientan, otros van de pie agarrados como pueden para no caerse con el movimiento de la camioneta que comúnmente va repleta, mientras el viento golpea sus rostros. Conforme avanza la zafra los trabajadores del campo experimentan los cambios de clima. El calor sofocante complica el desempeño de su fuerza de trabajo, deben comenzar a laborar desde las 5 de la mañana, exponerse más tarde a temperaturas de hasta 40 grados centígrados, cortando de cuatro a cinco toneladas de caña al día durante una jornada. La lluvia se presenta como una seria amenaza provocando dificultades para el transporte de los cortadores, quienes con frecuencia terminan enfermándose por exponerse a los cambios bruscos de temperatura del medio ambiente. La ley establece que los jornaleros deben gozar de seguro médico, sin embargo, son pocos los que llegan a ser asegurados al IMSS, por tanto, quienes se enferman o tienen accidentes en el trabajo sencillamente dejan de laborar, de percibir ingresos, mientras que por otro lado se endeudan para curarse como pueden. ¿Qué diría el Gral. Emiliano Zapata al ver hoy estas condiciones de explotación y marginación que sufren los trabajadores del campo?  

 

Hoy bajo el modelo económico neoliberal también se han privatizado los ingenios azucareros, y aunque el Gobierno diga que con los nuevos acuerdos comerciales internacionales de los que México es parte, las condiciones laborales del nivel más bajo en la cadena de producción del denominado oro blanco tendrían que mejorar, lo cierto es que los trabajadores ya vimos que esto no es así. Y es que las organizaciones patronales y los ingenios tienen como finalidad principal el obtener mayores ganancias antes que cumplir con los compromisos y obligaciones laborales con los jornaleros que realizan este pesado trabajo 

 

La zafra durará seis meses, luego los trabajadores tendrán que buscar otras opciones de empleo. Sin embargo, encontrar trabajo se vuelve más complicado en el municipio y la región pues la mayoría labora en el campo tan solo para el autoconsumo, siendo insuficiente y teniendo que emigrar principalmente hacia entidades del norte del país o hacia Estados Unidos porque se eliminaron los programas que apoyaban al campesinado. Ante esta situación, en el 2021 la población tuvo un periodo de esperanza cuando se anunció la reapertura del ingenio San Francisco, pues se esperaba que con ello se diera empleo directo a más de 600 familias además de los empleos indirectos que iban a crearse. Lamentablemente todo fue una maniobra política de morena para ganar la presidencia en el municipio, pues el gobernador Cuitláhuac García Jiménez anunciaba que el empresario Fabián Cárdenas Sosa había comprado el ingenio para modernizarlo, y aunque la compra del ingenio en realidad no se pudo concretar, Fabián Cárdenas sí logró obtener la presidencia municipal, esto antes de ser encarcelado por el delito de secuestro ese mismo año.  

 

Los trabajadores del municipio de Lerdo de Tejada son un ejemplo de la desventaja que tiene la clase trabajadora, los proletarios del campo, que no tienen más que su fuerza de trabajo para vender a cambio de un salario de hambre. Por un lado, la explotación de la clase patronal que se organiza para controlar al trabajador en todos los sentidos y, por otro, un Gobierno al que no le interesa resolver las necesidades del pueblo, que lo engaña y utiliza a conveniencia de los dueños del capital. Por eso mientras los trabajadores de la ciudad y el campo no se organicen ni luchen juntos, no será posible romper las cadenas de la explotación capitalista y acabar con las injusticias que engendra este sistema económico. 

miércoles, 25 de octubre de 2023

Reducción de la jornada laboral



 ¿Dádiva empresarial y gubernamental o conquista de la lucha obrera?

Ángel Villegas

        De las entrañas del sistema de producción feudal, en el que predominó la producción agrícola, nació y se desarrolló la producción artesanal que evolucionó hacia el actual modo de producción capitalista. Al artesano se le presentó un gran reto derivado de dos fenómenos: primero, del crecimiento natural de la población que demandaba más ropa, zapatos, productos de alfarería, etc., y segundo, de la ampliación del mercado por el descubrimiento de nuevos territorios antes desconocidos, por ejemplo, el continente americano ocurrido en 1492 y la restauración de las vías para viajar a lugares tan lejanos como India y China con lo que la demanda de mercancías creció. El reto: había que producir mucho, en menos tiempo y al menor costo. Tuvo que crecer el número de artesanos y el taller familiar evolucionó, dejó de ser un pequeño taller para dar origen a la fábrica. Ante la necesidad de incrementar la productividad el maestro artesano se vio imposibilitado de salir a los lejanos mercados a vender su producto por lo que emergió un nuevo grupo: el de los comerciantes. Son ellos quienes empiezan a organizar la producción; surten materia prima y distribuyen en el mercado los productos. Así, gradualmente, se convierten en los dueños de las mercancías que otros producen y los maestros artesanos, antiguos patrones junto con sus ayudantes y aprendices, pasaron a servir al comerciante que se adueñó de los medios de producción y, por tanto, de la producción misma. Así nacieron la burguesía y el proletariado que le dan vida al capitalismo actual.


La producción capitalista nace con el objetivo específico de extraer plusvalor, de ahí el ansia por prolongar al máximo la jornada de trabajo. Los patrones saben a ciencia cierta que de todo el capital que invierten, sea bajo la forma de maquinaria, tecnología, infraestructura, materia prima o fuerza de trabajo, lo único que produce más valor es esta última; es el trabajo vivo del obrero el que además de producir los medios para su propio sustento, genera las ganancias que reproducen al capital. Por eso, no había más remedio que obligar al trabajador a laborar 18 o 20 horas al día, lo mismo empleando a mujeres y niños en jornadas diurnas y nocturnas. Fue tan brutal la explotación que provocó la disminución de talla y peso de la población, provocó muertes por cansancio entre los obreros y obreras de las primeras ramas industrializadas y revolucionadas por el agua, el vapor y la maquinaria en los inicios del capitalismo en la Inglaterra del siglo XVIII.


Los patrones se las han arreglado con los diferentes gobiernos para que incluso sin violar la ley, puedan obligar al obrero a trabajar el mayor tiempo posible. Para los patrones, la jornada laboral es todo el tiempo posible, las 24 horas del día, restándole las pocas horas de descanso que el obrero requiere para apenas reponer su fuerza de trabajo. Carlos Marx explicó que “la hambruna canina de plustrabajo del capital no solo transgrede los limites morales, sino también las barreras máximas puramente físicas de la jornada laboral, escamoteando tiempo de las comidas, robando el tiempo que se requiere para el consumo de aire fresco y luz del sol. Al obrero se le echa comida como si él fuera un medio de producción más, como a la caldera carbón y a la máquina grasa o aceite. Reduce el sueño saludable -necesario para concentrar, renovar y reanimar la energía vital- a las horas de sopor que sean indispensables para revivir un organismo absolutamente agotado” (El Capital, tomo I, Vol. 1, pp. 319, 320 Ed. Siglo XXI).


Así se explica la posición de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), y del resto de organizaciones empresariales en nuestro país, que aglutinan a los descendientes de clase de aquellos capitalistas de la vieja Europa, en el marco del Parlamento Abierto en la Cámara de Diputados, donde se discute la reforma para disminuir la jornada laboral de 48 a 40 horas por semana. José Medina Mora, presidente nacional de la Coparmex, declaró que “la propuesta del sector empresarial es que no es tiempo de que se apruebe la reforma de la jornada laboral” argumentando que primero debe aumentarse la productividad, que por el momento no consideran factible el cambio en el tope de horas trabajo ni con un periodo de transición para su implementación gradual, ni con una reducción menor a la que se analiza en el Congreso. Está claro que defenderán con su propia vida si es necesario cada segundo de trabajo por el que pagan y del que obtienen su riqueza. “El sector empresarial asistirá (al Parlamento Abierto) con la confianza de que el ejercicio sirva para razonar en que no es el momento de hacerlo” ¡Vaya palabrería! Si la razón es lo último que está a consideración cuando de ganancias se trata.


La lucha de la clase obrera por la reducción de la jornada de trabajo se ha dado desde el nacimiento mismo del capitalismo y en todas partes del mundo. Los obreros fabriles ingleses, franceses y norteamericanos, en su momento se organizaron y exigieron con movilizaciones en masa, entre otras cosas, la reducción de la jornada de trabajo. Pagaron con sangre y muerte, pero su lucha y sacrificio han sido coronados con la conquista de la jornada laboral de 8 horas por día; el capitalismo, la explotación y la lucha inevitable entre obreros y patrones no tienen nacionalidad, son un fenómeno mundial, por eso los obreros mexicanos deben conocer esas luchas y adquirir la experiencia que les permita orientarse para defender sus intereses y conquistar su emancipación definitiva al liberarse de toda explotación.


El gobierno de la 4T no va a luchar hasta el final por la reducción de la jornada laboral, si algo le interesa de ello es embaucar ingenuos para arrancarles su voto en el próximo proceso electoral. Nada más. ¡Cuidado! No mordamos el anzuelo. La auténtica lucha consecuente por la jornada laboral de 40 horas la debe dar la clase obrera organizada, nadie más lo hará en su lugar.