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jueves, 4 de mayo de 2023

Los jornaleros deben organizarse

Ulises Bracho

          Recientemente leí una nota estremecedora e indignante que se titula “La pobreza mata a hijos de jornaleros”, publicado el 5 de abril en El Universal. En la nota se narran las condiciones de precariedad e insalubridad que sufren los jornaleros en la comunidad de Juan de los Ríos, en Guasave, Sinaloa, mismas que provocaron la muerte de cuatro menores y enfermedades en más de una veintena de infantes. En una primera lectura podríamos coincidir parcialmente con Cuitláhuac González Galindo, Secretario de Salud de Sinaloa, que señaló el suceso como consecuencia de una mezcla de desnutrición y condiciones antihigiénicas de vida, sin embargo, sin rubor alguno, el funcionario concluyó su razonamiento responsabilizando a los padres por el descuido y seguridad de los menores. Concordar con la misma lógica del señor González Galindo sería caer en la manipulación y el engaño, ya que resulta evidente que sus declaraciones pretenden evadir la responsabilidad que tiene la autoridad ante este lamentable suceso, por lo que el problema es mucho más de fondo. Veamos.


Sinaloa es el tercer estado, después de Baja California y Sonora, en el que se concentra el más alto porcentaje de jornaleros agrícolas, se han cuantificado incluso cifras históricas de hasta 400 mil personas que llegan a dicha entidad. El trabajo, apunta Omar Stabridis (Nexos, 2022), se caracteriza por ser temporal (generalmente sin un contrato de trabajo), precario (muy limitado o nulo acceso a prestaciones), con los salarios más bajos de las ocupaciones asalariadas, y por un alto componente de trabajadores indígenas. Asimismo, Guasave es el segundo municipio que aporta el 15.5 por ciento del valor que genera la agricultura en la entidad y, a la vez, la más cercana geográficamente para los migrantes que provienen de las zonas étnicas del estado de Chihuahua.


Es frecuente que la mayoría de los jornaleros agrícolas, debido a la miseria y falta de empleo, se ven obligados a emigrar de sus lugares de origen a otras regiones del país para vender su fuerza de trabajo; con frecuencia los jornaleros, en su mayoría indígenas, se ven obligados a incorporar al trabajo agrícola a sus esposas e hijos.


Este sector es el más vulnerable y humillado entre todos los demás sectores que conforman el tejido social, con mínimas diferencias entre un jornalero local o un migrante no indígena; se caracteriza por su falta de escolaridad y por recibir los salarios más bajos; se ven obligados a exponerse, ellos y sus familias, a diversos problemas como hacinamiento, abuso sexual, violencia familiar, adicciones, carencia de servicios educativos, falta de atención médica que los convierte en víctimas frecuentes de padecimientos y enfermedades relacionadas con una alimentación inadecuada y condiciones insalubres de vivienda.


Por su parte, las instituciones protectoras de este sector, no los respaldan. Al contrario, las cifras sobre la migración de la niñez acompañadas de la explotación laboral infantil crecen en números alarmantes. Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), el sector agrícola es el que más ocupa las fuerzas de niñas, niños y adolescentes. Los últimos datos de esta medición reflejan que la población que labora en el campo es superior a los 589 mil menores de edad; de los cuales el 87 por ciento son varones (El Economista, 2022).


El caso de las víctimas de la comunidad de Juan de los Ríos revela la pobreza extrema que se vive en la Sierra Tarahumara desde hace décadas. Se trata de una región del país donde la tasa de mortalidad infantil es una de las más elevadas a nivel nacional y, en general, las personas padecen las más duras condiciones de supervivencia. Acosados también por la inseguridad, varios son amenazados y obligados a cultivar las drogas de los capos ante la falta de programas sociales que siempre se quedan en promesas. Su única alternativa es migrar a otros estados de la república donde puedan tener un salario que cubra su necesidad más primordial: la alimentación.


Así pues, no podemos entender esta lamentable noticia de los niños que murieron por falta de una alimentación digna, solamente responsabilizando a los padres como lo siguiere el señor González Galindo. Son varios factores que intervienen en la reiteración de dichas tragedias. Los patrones y el Gobierno, sin duda, han propiciado estas lacerantes condiciones de vida para proliferar la explotación infantil. Por un lado, los patrones no cumplen con brindarles un lugar cómodo y digno a los trabajadores, como lo establece la ley, sino al contrario, reducen todo gasto para obtener sus jugosas ganancias. Y, por otro lado, el Gobierno no solo tolera este incumplimiento de los patrones, sino que, modificando la ley, permite la explotación infantil al admitir que adolescentes de 16 y 17 años laboren en el sector agrícola


Si nos diéramos el tiempo de documentar las tragedias que viven a diario los jornaleros agrícolas en nuestro país, nos indignaría la falta de protección social de este sector. Sin embargo, considero que el destino de los miles de jornaleros solo podrá cambiar si son ellos mismos quienes, unidos, se disponen a exigir mejores condiciones de trabajo. Pero ello solo podrá ser posible si se organizan y luchan con sus hermanos de clase, es decir, con aquellos quienes sufren la misma explotación.


El punto de partida es que se organicen sindicalmente, que unan sus fuerzas y exijan respeto a sus derechos laborales. De esta manera, con estricto apego a la ley, estarán en condiciones de paralizar el cultivo o la cosecha de los campos del patrón si éste no es capaz de ofrecerles campamentos adecuados y servicios de calidad. No olvidemos que son los trabajadores agrícolas quienes producen la riqueza de la tierra y, por tanto, merecen salarios dignos, respeto a sus derechos laborales, condiciones favorables de trabajo y ser bien tratados.


lunes, 27 de febrero de 2023

Sistema de preventa en Bimbo: ganancias récord y salarios bajos

Renata Aguilar


La familia Servitje Montull, propietaria de una tercera parte de las acciones de Bimbo, figura como una de las familias más acaudaladas del país. De hecho, de 2020 a 2022, mientras millones de mexicanos padecíamos y seguimos padeciendo los efectos negativos de la crisis económica y la emergencia sanitaria, Servitje Montull acumulaba cada vez más riqueza: tan solo con Grupo Bimbo sus ganancias netas fueron:


  • En 2020 9 mil 110 millones de pesos. 
  • En 2021 15 mil 916 millones de pesos. 
  • En 2022 46 mil 910 millones de pesos. 

Cabe destacar que en los últimos tres años han tenido ganancias récord, aumentando su utilidad neta en 2020 en 44.2%, en 2021 en 74.7% y en 2022, el 195%. Esto, a decir de Bimbo, lo atribuyen a una mezcla de precios favorables y al fuerte desempeño de los volúmenes en todas las regiones. ¡Falso!, las ganancias cada vez mayores solo se deben y se pueden deber o a la intensificación del trabajo de sus empleados o a la extensión de la jornada laboral. En cualquiera de los casos las ganancias son fruto de la fuerza de trabajo de los empleados.


Así como Bimbo tuvo ganancias récord, también los salarios de los trabajadores llegaron a números récord, pero en negativo, pues los han disminuido y, además, han alargado sus jornadas laborales. Queda clarísimo, pues, que las ganancias de la familia Servitje Montull son un robo a los trabajadores. Éstos lo saben y han denunciado la situación de explotación e injusticia que sufren, sobre todo con el nuevo sistema de preventa que la empresa ha introducido.


Este nuevo sistema de preventa infringe el Contrato Colectivo de Trabajo, pues en éste se especifica que los trabajadores ganan el 5% de las comisiones, no obstante, con el nuevo sistema las reducen al 3% y 2%. La empresa gana más y ellos menos, ahí la razón de sus ganancias récord.


El Sindicato Nacional Harineros Panificadores, al que están afiliados, lejos de proteger los intereses de los trabajadores, protegió los de la empresa y sin ninguna consulta a los afectados, aceptó sin chistar el nuevo sistema.


No olvidemos que un sindicato tiene como fin impedir que el nivel de los salarios de los trabajadores baje y son una poderosa herramienta para el mejoramiento y defensa de los intereses de los trabajadores. La razón de ser de los sindicatos está en su poder colectivo, pues evitan que el obrero aislado se vea obligado a aceptar un salario inferior a lo que la oferta y la demandan fijan.  ¿Por qué, entonces el Sindicato Nacional Harineros Panificadores actuó en contra de los intereses de la clase trabajadora?


Porque quien lo dirige, Gerardo Cortés, ha sido cooptado por la empresa para proteger los intereses de ésta, sin importar que afecte los de los trabajadores a quienes dice representar.


A pesar de la labor de persuasión del Sindicato y de la empresa para imponer el nuevo sistema de preventa como una supuesta mejoría para los trabajadores, estos ya no se han tragado el cuento, incluso señalan que están llegando al límite, pues aguantan trabajar horas extras sin que les sean remuneradas y otra serie de abusos por parte de la panificadora y lo habían estado tolerando precisamente por las comisiones, pero ahora que se las han reducido sin respetar su CCT es probable que estallen una huelga.


Se han escuchado varias voces de empleados de Bimbo que se quejan de la empresa y del sindicato y destacan que este golpe afecta el tiempo que pasan con su familia, pues las jornadas laborales se vuelven cada vez más largas y se reduce el tiempo que pasan con ellas. Manifiestan también que, si siguen trabajando las mismas horas con el nuevo sistema, su salario, de por si insuficiente, no ha de alcanzar ni para alimentar a sus familias.


Estas voces siguen siendo aisladas y no cobran la verdadera fuerza que tienen, necesitan pues unirse, organizarse y hacerse escuchar como una sola voz exigiendo respeto a sus derechos laborales y sacudiéndose del sindicato charro. Finalmente, como señalamos arriba, el poder de los sindicatos estriba en su fuerza colectiva, sin embargo, en el que actualmente están afiliados se mueve solo para obedecer la voz del patrón, por ende, se encuentra débil y sin el respaldo mayoritario de los trabajadores. Por tanto, el viento que genere la energía y el vigor de la voz colectiva tarde o temprano habrá de derribarlo.


Ese será el primer paso para mejorar sus condiciones laborales, de ahí vendrá la lucha directa contra la empresa buscando encontrar el equilibrio entre los factores de la producción y, finalmente, la lucha de los trabajadores tendrá que dirigirse contra el modelo económico que alienta la desigualdad y la explotación laboral: aquel que permite que las ganancias multimillonarias producidas por la fuerza de trabajo se las apropien unos cuantos patrones, mientras que los trabajadores que generan toda esa riqueza reciban bajos salarios y vivan en la miseria.