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viernes, 5 de mayo de 2023

Acerca de la reforma a la ley minera


Renata Aguilar 

        La madrugada del viernes 21 de abril fue aprobada fast track la iniciativa de reforma a la ley minera. El término fast track (vía rápida) es un mecanismo contemplado en el acto legislativo que sirve para reducir el número de debates, regularmente en el Congreso, de este modo el procedimiento se limita a aprobar o rechazar deprisa las iniciativas de ley propuestas, dejando de lado el análisis esmerado y la discusión suficiente de los proyectos. En esta nueva reforma a la ley minera, recién aprobada, uno de los puntos esenciales que plantea es el tiempo en que se puede tener una concesión, el cual se definió en 30 años con la posibilidad de extenderse 25 años más.

 

El artículo 27 de la Constitución dice que son de la nación todos los minerales y metales que hay en el subsuelo del país y que el Estado mexicano puede concesionar, o sea, conceder el que una persona o una empresa puedan hacer el usufructo de estos minerales bajo una concesión. Es decir, concesionar viene a ser conceder, dar permiso para la explotación de los minerales bajo ciertas normas. Es muy importante enfatizar que estas riquezas naturales pertenecen a la nación y no a las empresas, éstas solo pagan derechos de la minería, lo que es el impuesto especial de minería, el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y los impuestos que se rijan bajo estas reglas.

 

Pero hay que dejar claro que estos impuestos son una cantidad irrisoria en comparación con las cuantiosas ganancias que obtienen los empresarios a través de la explotación del subsuelo, por decir algo, la Ley Federal de Derechos en su artículo 63 establece las cuotas fijas de acuerdo con el número de concesiones hechas, por ejemplo, para más de 50 mil hectáreas se deberá pagar 233 mil 870 pesos y la cuota adicional excedente del límite inferior será tan solo de 2.88 pesos por hectárea, lo que sería, en el caso de los 25 años más que faculta la nueva reforma a la ley minera, un pago meramente simbólico. No obstante, los empresarios mineros actúan de manera tan libre que, aunque la ley establece la cancelación de una concesión minera por no cubrir los derechos de minería, hay casos en que no se cubre y la cancelación no se efectúa. Cito un informe de 2019 de la Auditoría Superior de la Federación:

 

“…La secretaría entregó al SAT las bases de datos que contenían información de los títulos de concesionarios que no realizaron ningún pago en el periodo 2014-2019, por concepto de derechos mineros, y se emitió un total de 426 oficios de cancelación de concesión minera; sin embargo, el proceso no fue concluido, debido a que el SAT no informó a la Dirección General de Minas cuáles fueron los títulos de concesión minera que estuvieron absueltos del pago de derechos mineros y en consecuencia no se inició con el procedimiento de cancelación respectivo” 

 

Regresando a los planteamientos de la nueva reforma minera, esta también plantea que la concesión minera se condicionará a la disponibilidad hídrica. No obstante, en la realidad, según el Centro de Análisis e Investigación Fundar, al menos 41 acuíferos que tienen concesiones mineras tienen déficit hídrico; otro punto muy importante por sus implicaciones es que plantea que el Estado ceda a las empresas la responsabilidad de realizar los estudios de impacto ambiental y social en las comunidades previo a su operación. Esto último es bastante preocupante, no se puede ser juez y parte.

 

La aprobación de dicha reforma ha tenido tanto críticas positivas como negativas, en general se menciona que limita la inversión de las empresas, pero a su vez solo toma en cuenta los intereses de la industria. Sea positiva o negativa, lo cierto es que los trabajadores nunca figuran, nunca son tomados en cuenta.

  

Sin entrar a hacer un análisis más profundo y certero sobre las implicaciones de la reforma, solo señalaré algo que hoy día es una completa obviedad y es el doble despojo que llevan a cabo unos pocos empresarios; el primero que hacen al Estado mexicano, pues las riquezas pertenecen a la nación; el segundo, el que le hacen a los trabajadores, pues éstos son los que con su fuerza de trabajo extraen las riquezas minerales, pero no son los que las disfrutan.

 

En un artículo publicado en el Informador Obrero, “Ganancia y Explotación laboral” se menciona: “La profunda desigualdad existente entre los salarios que reciben los trabajadores y las ganancias que obtienen los capitalistas es aún más grande en la industria minera que en otras industrias. Así lo documenta Viridiana Ríos en su libro No es normal, donde señala que los trabajadores mineros se quedan con entre el 15% y el 16% del valor generado, mientras que el capitalista se lleva entre el 84% y el 85%”.

 

 De este doble despojo queda claro por qué razón, del top de los cinco hombres más ricos de México, de acuerdo con Forbes, al menos tres han conformado parte de su riqueza de la extracción de minerales preciosos como el oro y la plata: Slim, Larrea y Bailléres.

  

Pero no olvidemos que las riquezas naturales son de la nación y son extraídas por miles de trabajadores, pero la apropiación de las ganancias queda en los bolsillos de unos cuantos empresarios, hay que tenerlo presente y hay que tomar medidas para que haya una distribución más justa de dicha riqueza. Algo imprescindible que los legisladores deben tomar en cuenta para cualquier reforma, sobre todo una reforma a una ley minera, que más allá de plantear sólo la extensión del tiempo de concesión, debería plantear también un mejor salario para los trabajadores, mayores medidas de seguridad para los mineros, una mayor recaudación fiscal y mayores pagos al Estado por concepto de derechos.

 

No obstante, sabemos que eso no va a pasar con un presidente que quiere más pobres a los pobres y más ricos a los ricos. Es menester hacer conciencia sobre ello y buscar alternativas de cambio.


martes, 31 de enero de 2023

La reforma a las vacaciones

Ulises Bracho 

         “Cuando hay avances que benefician a los trabajadores, tienen que celebrarse” dijo, el economista y doctor en sociología por El Colegio de México, Máximo Jaramillo refiriéndose a la reciente aprobación de la reforma a las vacaciones remuneradas que entró en vigor este primero de enero de 2023. No obstante, lo que impide elogiar con satisfacción esta reforma, más que otra cosa, es el tener pleno conocimiento sobre los términos en que será aplicada en el transcurso de los años.


            En 1931 se creó la Ley Federal del Trabajo (LFT) y en 1970 fue reformada por una ley más completa y moderna, desde entonces no se habían modificado los artículos 76 y 78 de la ley para ampliar el período vacacional de los trabajadores. Las condiciones laborales de aquellos años son incomparables a nuestros días, pues desde entonces se ha incrementado el desarrollo tecnificado del trabajo produciendo enormes cantidades de bienes en un reducido número de tiempo; a la par, la sobreexplotación laboral ha llegado a límites históricos que se expresa claramente, por ejemplo, en la revisión puntual de la hora de entrada del trabajador a la fábrica o la hora de ingerir sus alimentos, pero en contrapartida los patrones se muestran inflexibles cuando se trata de la hora de salida de sus empleados. Que, si fuera por ellos, elegirían aplicar la invención de la máquina que le dé de comer al trabajador mientras éste no despegue las manos de las máquinas como ilustró genialmente Charles Chaplin en aquel personaje de su film Tiempos Modernos en 1936.


Aunque me cuesta imaginar cuántos años más habrá de esperar la clase trabajadora para exigir más días de vacaciones, lo cierto es que era necesaria esta reforma desde hace tiempo atrás en sincronía con el avance de las fuerzas productivas. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), “los empleados en México trabajan 2.225 horas al año, 480 horas más que el promedio de los países de la organización, y eso apenas les da una evaluación de 20 puntos en productividad de un total de 100 puntos (Forbes, 2018). Por eso la reciente reforma a la LFT es para los trabajadores un breve respiro ante la despiadada explotación capitalista que sufren y, a la vez, un llamado a la clase patronal para que contribuya en hacer de México un país productivo dándole a los trabajadores mejores condiciones laborales y de vida para que desarrollen una fuerza de trabajo de mayor calidad. Sin embargo, el sistema económico capitalista en que vivimos solo permite que, a través de la sobreexplotación y la excesiva acumulación de la riqueza en manos de los patrones, se produzca la riqueza social.


              De ahí que los dueños del capital, antes de consentir la reforma del aumento a los días de vacaciones remuneradas, hicieron cuentas del alcance de dicha modificación y los términos en que habrán o no de aplicarla. Por su parte, debemos reconocer que los trabajadores no enarbolaron directa y masivamente esta modificación a la ley, lo que explica, por ejemplo, que no hubiera protestas cuando en los medios de comunicación se anunció que “Morena aplazó la discusión para aumentar las vacaciones. ¿No sería necesaria una movilización para exigir no solo un derecho tan fundamental como el  descanso sino el cumplimiento cabal de muchos otros derechos que hoy se violan sin rubor alguno como por ejemplo el pago de utilidades, el respeto a la antigüedad o el pago de una pensión justa? Esto revela, sin duda, lo que afirma Sonia Corona que es escandaloso el silencio de los sindicatos y es preocupante que la voz de los trabajadores sea la que menos se escuche en estos días (El País, 2022). Pero no todos compartimos esta misma opinión, por ejemplo, el senador morenista Napoleón Gómez Urrutia, líder de los mineros, escribió en forma triunfalista en su diario íntimo que “México emprendió una transformación profunda y el mundo laboral no es la excepción: hoy, la voz de los trabajadores se escucha fuerte y clara (La Jornada, 2023).


Esta reforma, más que por los trabajadores, fue celebrada con bombo y platillo por Morena y los diferentes partidos en el Senado y en la Cámara de Diputados. En las portadas de los periódicos no vimos a la clase obrera movilizándose en la avenida Reforma mostrando su unidad, su fuerza y su potencial; como sí lo fueron en cambio las marchas en contra de la reforma electoral y a favor del presidente López Obrador. Esta realidad, por muy dolorosa que sea, expresa el oportunismo y manipulación con que los políticos del sistema simulan haciéndose pasar como interesados en resolver las demandas históricas de los trabajadores. De esa manera nos quieren vender su reforma descafeinada: la reforma se aprobó, cierto, pero con modificaciones al gusto de los empresarios.


La propuesta original sostenía que los patrones estaban obligados a garantizar de manera continua las vacaciones remuneradas. Sin embargo, la presión de las patronales y sindicatos aliados a ellas, pedían flexibilidad para modificarla. Ahora se lee en el Diario Oficial de la Federación: “…la persona trabajadora disfrutará de doce días de vacaciones continuos, por lo menos. Dicho periodo, a potestad de la persona trabajadora podrá ser distribuido en la forma y tiempo que así lo requiera. Queramos o no, la trampa consiste en el manejo del concepto “potestad” que vulnera el derecho del trabajador pues el patrón elegirá, guiado por su hambre de riqueza, la manera de distribuir las vacaciones a sus empleados. Pero, ¿qué podemos esperar de la organización patronal que llegó a cabildear con el Gobierno y los políticos la posibilidad de extender la aplicación total de las vacaciones remuneradas hasta el año 2026?


Los trabajadores tienen que reconocerse como pertenecientes a la clase obrera, pues esto implica ejercer una lucha ante su antagonista, la clase patronal. Sin los trabajadores no se produciría la riqueza y, por tanto, las maquinas, oficinas, almacenes, etc., serían inútiles. Los patrones saben lo peligro que es que los trabajadores cobren consciencia de la grandeza de su unión, por eso han buscado los medios para ocultarles no solo la verdad, sino para impedir a toda costa su concientización y organización. Y esta labor de adormecimiento y manipulación contra los trabajadores la han hecho bien ya que, desde hace más de dos décadas, no ha habido algún movimiento obrero que haga temblar a los patrones y a sus aliados del Estado.


Los trabajadores no deben esperar nada bueno que venga de arriba, de los patrones y el Gobierno; los trabajadores deben confiar en su unidad, en su fuerza como clase social, deben luchar organizada y conscientemente en defensa no solo por unos días de descanso sino por el respeto cabal a todos sus derechos laborales como lo establece nuestra Constitución y la ley laboral que de ella emana. Es por ello que la actual reforma aparece más bien como un bálsamo laboral con objetivos electorales que está todavía mucho muy lejos de ser una modificación que ofrezca una verdadera transformación en las condiciones de vida de los trabajadores.