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lunes, 1 de agosto de 2022

San Quintín, B.C.: brutal explotación a los jornaleros

 

Raúl R. Pérez 


         El Valle de San Quintín está a 190 kilómetros de la Ciudad de Ensenada, Baja California. Es una de las zonas más importantes de la producción hortícola nacional. Donde se combina una producción moderna altamente tecnificada con una brutal sobrexplotación de los trabajadores.


Se divide en 60 ranchos que emplean a 80 mil jornaleros. Cultivan 12 mil has de riego y 24 mil de temporal. Usan semilla mejorada, invernaderos computarizados, fertirrigación (que consiste en aportar al suelo los nutrientes que necesitan los cultivos, mediante el agua de riego), miles de hectáreas están protegidas por malla-sombras. Aplican productos químicos (pesticidas, fungicidas, fertilizantes) mediante avionetas y cuentan con empacadoras.


Producen fresa, cereza, moras, zarzamora, jitomate, pepino, calabaza, chile, col de Bruselas, apio, chícharo, ejote, cebolla de exportación, etc. La mayor parte de la producción se destina al mercado norteamericano, aunque también se exporta a Europa y recientemente a China.


Los jornaleros viven y trabajan en pésimas condiciones. Se crean inmensas riquezas para unos cuantos privilegiados a costa del sufrimiento y la miseria de miles de trabajadores. El 80% de quienes laboran en esos campos agrícolas provienen de los municipios más pobres de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Veracruz, Puebla e Hidalgo. Predominan los de la mixteca oaxaqueña. Con ironía designan al Valle como Oaxacalifornia. Son muchos los que pertenecen a grupos indígenas mixtecos, zapotecos, triquis, nahuas, purépechas, tarahumaras y tepehuanos.  Por ello, sufren discriminación y racismo. La mayoría solo trabaja durante las cosechas. Cuando terminan las piscas regresan a sus lugares de origen.


En el Valle laboran extenuantes jornadas de 10 a 12 horas, sin equipo de protección contra las sustancias tóxicas como el glifosato, el malatión, etc. Perciben raquíticos salarios y no tienen prestaciones. Las mujeres sufren abuso sexual por parte de los patrones y mayordomos, quienes se comportan como caciques de hacienda porfiriana. Viven hacinados en casuchas de láminas de cartón y plástico, con piso de tierra, con servicios públicos deficientes y sin agua potable en sus casas. El agua que llega a sus hogares es salada. No tienen drenaje, las calles de sus comunidades ni tienen alumbrado público ni están pavimentadas. Carecen de escuelas y de un hospital de especialidades (ha muerto mucha gente, camino a Ensenada, por carecer de un buen hospital de especialidades en la localidad).


Tanta injusticia y maltrato provocaron que miles de jornaleros —en 2015— se rebelaran. Cerraron la carretera transpeninsular que es la única vía terrestre que comunica a Baja California con Baja California Sur y se negaron a ir a trabajar a los campos agrícolas. Conocieron la persecución y la cárcel. Después de una dura lucha de meses, llegaron a un convenio que, siete años después, se ha cumplido solo parcialmente.


Reconocen que ha disminuido el acoso a las mujeres. Obtuvieron un aumento del 15%, directo al salario, que al poco tiempo se hizo agua por la inflación.  Ni siquiera todos los patrones aplicaron el aumento. El trabajo infantil, en apariencia, ha desaparecido; pero los patrones se las ingenian para aumentar la edad de los menores y seguir empleándolos con reducidos salarios.


Valoran mucho la afiliación de 34 mil jornaleros al IMSS de los 60 mil que actualmente trabajan en los ranchos. Pero, muchos patrones se niegan a brindar seguridad social a sus trabajadores.


Se le concedió el carácter de municipio a San Quintín; pasó a ser el sexto municipio del estado de Baja California. Sin embargo, los servicios públicos siguen tan malos, como cuando dependían de Ensenada, pues el presupuesto para el nuevo municipio es tan pequeño que no alcanza para nada.


Hubo algunas mejoras. Pero las arbitrariedades siguen. Los dueños de las fincas, fieles a su espíritu de clase, se las ingenian para eludir sus obligaciones laborales y sobrexplotar a los trabajadores.


A la mayoría de jornaleros se entrega un pago único: que llaman “salario integrado” que —según dicen los patrones— incluye el pago por horas extras, vacaciones, aguinaldo, antigüedad, séptimo día, días festivos, seguro social e indemnizaciones. Como dicha cantidad es tan pequeña, en realidad no les otorgan las prestaciones de ley.



A otros, se les paga con el sistema de pago a destajo. A estos les va peor. El salario por jornada aumenta a cuenta gotas, pero las tarifas por el destajo no aumentan nunca. Los jornaleros que laboran en este sistema se ven obligados a apoyarse en el trabajo de sus mujeres y de sus hijos mayores. Resulta una explotación familiar.


Comparemos con el salario que se paga al otro lado de la frontera. El precio al menudeo de una caja de fresa es de 50 dólares, que equivale al salario de una semana de un jornalero en San Quintín. A los jornaleros se les paga de 16 a 20 pesos por caja recolectada. Los empresarios la comercializan en $1000 pesos. Las trasnacionales ganan 50 veces lo que gana el trabajador por cada caja de producción. El salario de un mixteco en la California gringa es de al menos 16 mil pesos por semana, y producen lo mismo, agachados toda la jornada, dado que las plantas tienen una altura menor a un metro.


Por amargo que nos resulte admitirlo, solo la extrema necesidad explica que los jornaleros regresen cada año a San Quintín a realizar trabajo tan pesado y a recibir malos tratos a cambio de un miserable salario. La verdad es que en sus pueblos les va peor, ni trabajo hay. Pero esto, puede y debe cambiar.


A los patrones, no se les pude convencer con razones: simple y sencillamente se niegan a otorgar cualquier aumento o beneficio para sus trabajadores. Sus fortunas se han hecho con el sudor y la sangre de los jornaleros.


Del Gobierno tampoco debemos esperar nada. A la Secretaría del Trabajo, que debería vigilar el cumplimiento de las leyes laborales, se le reconoce poco menos que nada. Conoce los problemas de los jornaleros de San Quintín y dejan a los empresarios hacer su santa voluntad. Es una vil tapadera de la sobrexplotación.


El apoyo del presidente López Obrador se ha limitado a la ampliación del hospital rural IMSS-Bienestar. Y discursos de amor al pueblo que no se traducen en nada. Puro bla, bla, bla.


No confiemos nuestro destino a ningún demagogo que venga a sembrar falsas esperanzas. Nuestros aliados naturales son aquellos que viven y sufren como nosotros: los obreros y los campesinos de México.


Si algo avanzaron los jornaleros de San Quintín fue cuando se unieron y lucharon. Su propia experiencia demuestra que la lucha de los trabajadores no es la lucha de un día, es la lucha de todos los días. Los patrones y el Gobierno a su servicio no entienden de otra manera.


Unirse y luchar es el camino.