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miércoles, 25 de octubre de 2023

Reducción de la jornada laboral



 ¿Dádiva empresarial y gubernamental o conquista de la lucha obrera?

Ángel Villegas

        De las entrañas del sistema de producción feudal, en el que predominó la producción agrícola, nació y se desarrolló la producción artesanal que evolucionó hacia el actual modo de producción capitalista. Al artesano se le presentó un gran reto derivado de dos fenómenos: primero, del crecimiento natural de la población que demandaba más ropa, zapatos, productos de alfarería, etc., y segundo, de la ampliación del mercado por el descubrimiento de nuevos territorios antes desconocidos, por ejemplo, el continente americano ocurrido en 1492 y la restauración de las vías para viajar a lugares tan lejanos como India y China con lo que la demanda de mercancías creció. El reto: había que producir mucho, en menos tiempo y al menor costo. Tuvo que crecer el número de artesanos y el taller familiar evolucionó, dejó de ser un pequeño taller para dar origen a la fábrica. Ante la necesidad de incrementar la productividad el maestro artesano se vio imposibilitado de salir a los lejanos mercados a vender su producto por lo que emergió un nuevo grupo: el de los comerciantes. Son ellos quienes empiezan a organizar la producción; surten materia prima y distribuyen en el mercado los productos. Así, gradualmente, se convierten en los dueños de las mercancías que otros producen y los maestros artesanos, antiguos patrones junto con sus ayudantes y aprendices, pasaron a servir al comerciante que se adueñó de los medios de producción y, por tanto, de la producción misma. Así nacieron la burguesía y el proletariado que le dan vida al capitalismo actual.


La producción capitalista nace con el objetivo específico de extraer plusvalor, de ahí el ansia por prolongar al máximo la jornada de trabajo. Los patrones saben a ciencia cierta que de todo el capital que invierten, sea bajo la forma de maquinaria, tecnología, infraestructura, materia prima o fuerza de trabajo, lo único que produce más valor es esta última; es el trabajo vivo del obrero el que además de producir los medios para su propio sustento, genera las ganancias que reproducen al capital. Por eso, no había más remedio que obligar al trabajador a laborar 18 o 20 horas al día, lo mismo empleando a mujeres y niños en jornadas diurnas y nocturnas. Fue tan brutal la explotación que provocó la disminución de talla y peso de la población, provocó muertes por cansancio entre los obreros y obreras de las primeras ramas industrializadas y revolucionadas por el agua, el vapor y la maquinaria en los inicios del capitalismo en la Inglaterra del siglo XVIII.


Los patrones se las han arreglado con los diferentes gobiernos para que incluso sin violar la ley, puedan obligar al obrero a trabajar el mayor tiempo posible. Para los patrones, la jornada laboral es todo el tiempo posible, las 24 horas del día, restándole las pocas horas de descanso que el obrero requiere para apenas reponer su fuerza de trabajo. Carlos Marx explicó que “la hambruna canina de plustrabajo del capital no solo transgrede los limites morales, sino también las barreras máximas puramente físicas de la jornada laboral, escamoteando tiempo de las comidas, robando el tiempo que se requiere para el consumo de aire fresco y luz del sol. Al obrero se le echa comida como si él fuera un medio de producción más, como a la caldera carbón y a la máquina grasa o aceite. Reduce el sueño saludable -necesario para concentrar, renovar y reanimar la energía vital- a las horas de sopor que sean indispensables para revivir un organismo absolutamente agotado” (El Capital, tomo I, Vol. 1, pp. 319, 320 Ed. Siglo XXI).


Así se explica la posición de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), y del resto de organizaciones empresariales en nuestro país, que aglutinan a los descendientes de clase de aquellos capitalistas de la vieja Europa, en el marco del Parlamento Abierto en la Cámara de Diputados, donde se discute la reforma para disminuir la jornada laboral de 48 a 40 horas por semana. José Medina Mora, presidente nacional de la Coparmex, declaró que “la propuesta del sector empresarial es que no es tiempo de que se apruebe la reforma de la jornada laboral” argumentando que primero debe aumentarse la productividad, que por el momento no consideran factible el cambio en el tope de horas trabajo ni con un periodo de transición para su implementación gradual, ni con una reducción menor a la que se analiza en el Congreso. Está claro que defenderán con su propia vida si es necesario cada segundo de trabajo por el que pagan y del que obtienen su riqueza. “El sector empresarial asistirá (al Parlamento Abierto) con la confianza de que el ejercicio sirva para razonar en que no es el momento de hacerlo” ¡Vaya palabrería! Si la razón es lo último que está a consideración cuando de ganancias se trata.


La lucha de la clase obrera por la reducción de la jornada de trabajo se ha dado desde el nacimiento mismo del capitalismo y en todas partes del mundo. Los obreros fabriles ingleses, franceses y norteamericanos, en su momento se organizaron y exigieron con movilizaciones en masa, entre otras cosas, la reducción de la jornada de trabajo. Pagaron con sangre y muerte, pero su lucha y sacrificio han sido coronados con la conquista de la jornada laboral de 8 horas por día; el capitalismo, la explotación y la lucha inevitable entre obreros y patrones no tienen nacionalidad, son un fenómeno mundial, por eso los obreros mexicanos deben conocer esas luchas y adquirir la experiencia que les permita orientarse para defender sus intereses y conquistar su emancipación definitiva al liberarse de toda explotación.


El gobierno de la 4T no va a luchar hasta el final por la reducción de la jornada laboral, si algo le interesa de ello es embaucar ingenuos para arrancarles su voto en el próximo proceso electoral. Nada más. ¡Cuidado! No mordamos el anzuelo. La auténtica lucha consecuente por la jornada laboral de 40 horas la debe dar la clase obrera organizada, nadie más lo hará en su lugar.


miércoles, 16 de agosto de 2023

Acerca de la jornada laboral de 40 horas

Ricardo Torres 

        El pasado 2 de agosto, en el programa Lo Marginal en el Centro, transmitido en Facebook por el Canal 6, se abordó el tema de la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, aprobada en abril por la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados. Esta propuesta de reforma constitucional al artículo 123 establece que los trabajadores tendrán derecho a dos días de descanso por cinco días de trabajo semanal. En la emisión de dicho programa participaron José Alfonso Bouzas Ortiz, Manuel Fuentes Muñiz y Jesús Valencia Mercado, especialistas en la materia.


El Dr. Alfonso Bouzas, expuso el contexto internacional en torno a los esfuerzos gubernamentales que se realizan en distintos países para lograr la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales; la resistencia de la clase empresarial a implementar esta disminución; destacó los beneficios que en algunos países ha generado esta medida, por ejemplo, en relación al aumento del empleo, el decremento del ausentismo y el número de renuncias, además del tiempo de descanso que permite mayores periodos destinados a la vida personal y familiar de los trabajadores; señaló que el nuevo modelo laboral que se instrumenta en nuestro país exige, como premisa necesaria, una vigilancia de las autoridades en el cumplimiento de la ley; remarcó de manera especial que el éxito de este nuevo modelo laboral se sustentará en la creación de una mayor productividad; y, finalmente, entre otras cosas, anotó la necesidad de un cambio conceptual, de patrones y trabajadores, sobre los tiempos reales de trabajo, por jornada o por horas, en la sociedad del siglo XXI.


Por su parte, el Dr. Manuel Fuentes expresó la complejidad del tema en virtud de que se afectan importantes intereses económicos y políticos; señaló la correlación de fuerzas existente en el Congreso de la Unión como el marco político que podría favorecer la aprobación de dicha reforma; se refirió a los avances en la implementación de la semana inglesa que ya existe actualmente en algunos contratos colectivos de trabajo; habló de la jornada de trabajo real que labora una buena parte de los trabajadores mexicanos, es decir, superior a las 48 horas semanales; destacó, además, las dificultades operativas que implica por ejemplo la vigilancia de los inspectores de trabajo en las empresas a nivel federal y estatal. Entre los temas pendientes de la reforma laboral de 2019 destacó la seguridad social, los accidentes de trabajo, las enfermedades profesionales; la equidad laboral de género, la incorporación de la juventud al trabajo y la falta de presupuesto destinado a funcionamiento eficaz del mundo laboral en nuestro país.


En su turno, el Lic. Jesús Valencia reconoció el avance que representa la reducción de la jornada laboral como una medida que sin duda podría beneficiar a los trabajadores mexicanos ya que, recordó, según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) los trabajadores mexicanos son quienes más horas laboran en comparación con los trabajadores de los países que conforman dicho organismo internacional; no omitió señalar que si esta reforma no se refuerza con otras medidas adicionales que acompañen el mejoramiento de la calidad de vida y el bienestar de los trabajadores como lo es, por ejemplo, el incremento salarial o el control de precios de la canasta básica, de poco servirá la reducción de la jornada laboral ya que los trabajadores seguirán empleando su tiempo en otros trabajos para completar el ingreso familiar. Entre los pendientes de la reforma laboral de 2019 destacó que las medidas tendientes a garantizar la libertad sindical pierden toda efectividad cuando los patrones despiden a los trabajadores porque estos deciden ejercer su libertad sindical; y destacó la necesidad de una política salarial progresiva cuyo incremento real en las revisiones contractuales no quede por debajo de la inflación como actualmente ocurre.


Como podemos observar, resulta de enorme interés para los trabajadores acercarse a conocer sobre el tema, sus distintos enfoques y las variantes que lo envuelven, en voz de especialistas. Si bien la reducción de la jornada de trabajo de 48 a 40 horas debería significar una disminución en la explotación que sufre el trabajador y, por tanto, un beneficio al obtener dos días de descanso a la semana con la consiguiente atención de su vida personal y familiar, lo cierto es que esta o cualquier otra medida que se aplique en favor de los trabajadores debe insertarse en la realidad concreta de éstos y no solo en la visión estadística, porcentual y macroeconómica que manejan el Gobierno y los patrones.


Por ejemplo, los incrementos salariales durante el gobierno morenista han sido timbre de orgullo de AMLO y su administración; el aumento del 20 por ciento anual comparado con los incrementos salariales obtenidos bajo las administraciones del PRI y el PAN, que no superaban el 6 por ciento, resultan significativamente mayores y es cierto. No obstante, en mi opinión, los incrementos salariales no deben tener como referencia solo los diminutos aumentos nominales de administraciones pasadas, sino que deben tener como referencia directa la capacidad adquisitiva del trabajador cuando este con su salario acude al mercado para adquirir los satisfactores mínimos de la canasta básica alimentaria y no alimentaria.


Dicho en otras palabras, el aumento del 20 por ciento al salario en 2023, en términos reales fue de 34.57 pesos, al pasar de 172.87 a 207.44 pesos diarios, lo que significa que con dicho incremento el trabajador no puede comprar siquiera un kilo de huevo que actualmente tiene un precio promedio de 42 pesos, es decir, que dicho incremento en muy poco ayuda al fortalecimiento de la capacidad de compra del trabajador cuando los precios de las mercancías se incrementan aceleradamente; la medida de aumentar el salario en 20 por ciento se escucha bien pero no se trata de un incremento real del salario, sino solo de un insuficiente incremento nominal. El aumento salarial debe servir pues para mejorar la calidad de vida del trabajador, para que su capacidad adquisitiva se fortalezca en términos contantes y sonantes, en función de su realidad microeconómica.


Pero regresemos a la reducción de la jornada de trabajo. Si se atendiera sustancial y gradualmente el problema del ingreso salarial real, entonces una reducción en la jornada de trabajo cobraría sentido porque, como dicen los expertos, además de un mayor tiempo de descanso, el trabajador dispondría de mayores periodos destinados a su vida personal y familiar. Sería, sin lugar a dudas, una medida adecuada y progresista en favor de los trabajadores.


Luego entonces, a pesar de que la reducción de la jornada de trabajo de 48 a 40 horas también se escuche bien y aparezca como una medida correcta, si la insertamos en la realidad concreta del trabajador que recibe salarios de hambre, es decir, en el marco general de pobreza, desigualdad y desempleo en el que se encuentra inmersa la mayoría de los mexicanos; donde contando con una Población Económicamente Activa que supera los 60 millones de trabajadores, tan solo 4.5 millones cuentan con un contrato colectivo de trabajo mientras que más de 30 millones laboran en la informalidad; que se reduzca entonces la jornada de 48 a 40 horas resulta poco relevante porque ello no le permitirá a la clase obrera elevar su nivel de vida. Será entonces solo un espejismo bien diseñado, una medida vana que más bien servirá como bandera política para el gobierno morenista en estos tiempos electorales que tanto le apremian, pero de poco o nada servirá para elevar la calidad de vida de los trabajadores asalariados de México.