Mostrando entradas con la etiqueta youtube. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta youtube. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de mayo de 2022

Inna Afinogenova y la guerra

 


Ricardo Torres 


Bajo la dirección del periodista, guionista y productor creativo de origen argentino Mirko Casale y la periodista y conductora rusa, subdirectora de la página web de la cadena de noticias Russia Today en español, Inna Afinogenova, durante más de dos años se presentó con éxito un canal denominado “¡Ahí les va!” transmitido a través de YouTube. Sus materiales están confeccionados, a mí juicio, con un impecable rigor periodístico, con una gran capacidad de síntesis, analizando temas relevantes de interés económico y político del acontecer mundial sustentados con una seria y fidedigna investigación informativa, abordados con pinceladas de humor, ironía y sarcasmos inteligentes. La aceptación y alcance de sus videos en YouTube superaron todas las expectativas con más de un millón de suscriptores. No obstante, como consecuencia del conflicto militar en Ucrania, los videos de ¡Ahí les va! dejaron de aparecer en YouTube y, lamentablemente, Inna Afinogenova renunció a la cadena de noticias Russia Today en español.


Detengámonos en el contexto de la guerra. La clase trabajadora de México y el mundo debe tener claro que el objetivo del Gobierno alemán encabezado por Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), era imponer su hegemonía y dominio absoluto sobre el planeta; mientras que el objetivo del Gobierno norteamericano y sus aliados europeos fue permitirle su crecimiento y reforzamiento militar porque esperaban ansiosos que las hordas fascistas de Hitler destruyeran y eliminaran el naciente proyecto económico, político y social que se edificaba en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, estos aviesos objetivos fueron impedidos por la combatividad del pueblo ruso, el heroísmo del Ejército Rojo y la acertada dirección de José Stalin.


Ante el inesperado triunfo de la URSS sobre el ejército de Hitler, el Gobierno norteamericano se apresuró entonces a conformar una fuerza militar multinacional que sumara a los principales ejércitos de Europa y Estados Unidos coordinados bajo su dirección para enfrentar la “amenaza comunista” en caso de una futura conflagración atómica mundial; nació así en 1949 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) también conocida como la Alianza Atlántica. En respuesta, la URSS y los países socialistas del este de Europa hicieron lo propio al fundar en 1955 un bloque militar opositor denominado Pacto de Varsovia.


En 1991, tras el derrumbe del socialismo en la URSS y los países del este de Europa desapareció también el Pacto de Varsovia. No obstante, la OTAN no desapareció, por el contrario, fortaleció su armamento y acrecentó su membresía entre los países de Europa. La falsa justificación de su existencia como bloque militar para combatir la “amenaza comunista” perdió entonces su razón de ser quedando al desnudo su verdadero propósito: el imperialismo norteamericano, como otrora Hitler en su momento, se dispuso a imponer su hegemonía y dominio absoluto sobre el planeta.

El conflicto entre Estados Unidos y Rusia fue escalando y se agudizó a partir de 2014 tras el golpe de Estado en Ucrania contra el presidente Víctor Yanukovich, impulsado por los nacionalistas de extrema derecha y las fuerzas neonazis apoyadas por el poder económico y mediático norteamericano; el inicio de la guerra del nuevo gobierno ucraniano contra las repúblicas rusas independientes de Donetsk y Lugansk, en la región del Donbás; y, sobre todo, por la inminente incorporación de Ucrania a la OTAN que significaría la culminación de un amplio cerco militar de la Alianza Atlántica en las fronteras del territorio ruso.


En este contexto y después de agotar todas las medidas a su alcance para encontrar una salida diplomática al conflicto, el pasado 24 de febrero del año en curso, el presidente Putin no tuvo más alternativa que reconocer la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, establecer con éstas un pacto de asistencia militar y anunciar entonces el inicio de la operación militar especial en Ucrania con un doble objetivo: proteger a la población rusa que vive en la región del Donbás y desnazificar al Gobierno ucraniano. Iniciada la operación militar comenzaron también las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia, pero los Gobiernos de Estados Unidos y Occidente ordenaron a su ariete Volodímir Zelensky, continuar con sus ataques militares contra la región de Donbás e implementaron una serie de medidas y sanciones para asfixiar la economía rusa, exacerbar el espíritu rusofóbico y engañar a la opinión pública mundial; como parte de este paquete de sanciones, la censura y desinformación sobre los acontecimientos de la guerra en Ucrania no se hizo esperar; YouTube y Facebook, entre otros, bloquearon los canales y contenidos de Russia Today (RT) y Sputnik por considerarlos medios oficiales rusos.


Fue esta la razón por la cual los videos de ¡Ahí les va! dejaron de aparecer en YouTube. En marzo de 2022 la propia Inna Afinogenova informó de las alternativas para que sus seguidores pudieran estar al tanto de sus videos, por ejemplo, en su página web, Instagram, Twitter, Vkontakte, entre otros. Y, ciertamente, los hemos seguido disfrutando aunque ahora bajo la presentación de Mirko Casale quien, a pesar de no contar con el carisma y personalidad de Afinogenova, nos permite seguir conociendo información y análisis de enorme valía “justo cuando la gente necesita conocer puntos de vista diferentes y confrontar informaciones” sobre la situación en Ucrania y el mundo entero.


Pero en los primeros días de mayo con sorpresa y desconcierto escuchamos como Afinogenova, en un nuevo video, explicó su ausencia en el canal argumentando que “nunca viene mal una confirmación de primera mano. Efectivamente me fui de RT y no regresaré ni apareceré más en los videos de ‘Ahí les va’. Tampoco es que me esté tomando un tiempo, simplemente había una relación contractual con la que yo, por una simple cuestión de fidelidad y de respeto a la empresa, quería cumplir […] Nunca voy a estar de acuerdo con ninguna guerra que afecta a la población civil. Nunca la voy a entender. Nunca la voy a justificar. Nunca voy a poner la cara por ella y nunca me voy a poner de perfil ante ella, tampoco, por más que pueda entender los motivos que la provocaron […] Me da igual que el que lance bombas sea Estados Unidos, Francia, Israel, Ucrania sobre la propia Ucrania que es lo que ha estado haciendo durante años, o Rusia. No lo puedo normalizar. Es todo. Es, por un lado, puramente humano”. Aclaró que no entendía cómo una guerra podía ser una estrategia para combatir “al militarismo y a la agresividad de la OTAN”, organización de la cual dijo que nadie que esté en contra de ella puede apoyar esta guerra, “porque nada ha reforzado tanto a esta organización como la decisión tomada por el gobierno ruso”. LA OTAN era “una organización que estaba totalmente en decadencia, parecía totalmente anacrónica y que ni en sus sueños más húmedos podría haber imaginado que alguien le hiciera semejante favor como el que le hizo el gobierno de mi país”. En suma, como vemos, Afinogenova sale de RT porque no está de acuerdo con la guerra, no porque apoye a la OTAN y Occidente, sino porque desde su visión puramente humana la guerra es algo que no puede ni podrá aceptar nunca y, siendo consecuente con su pensamiento, decidió retirarse de RT.


Respeto a la periodista rusa, sus decisiones y su excelente trabajo, pero no comparto su visión sobre el conflicto ucraniano. Con la información pública con que se cuenta y considerando que la explicación de la inteligente periodista rusa sintetiza la opinión de muchas otras personas acerca de la guerra, me parece oportuno expresar mi modesto punto de vista.


Me parece que es parcial e insuficiente observar el fenómeno de la guerra solo desde la óptica “humanista”, es decir, solo desde el punto de vista ético o moral. Ciertamente, nadie puede estar de acuerdo con la guerra porque efectivamente en ella mueren civiles inocentes, hasta aquí su punto de vista es correcto pero limitado, la realidad objetiva, que es compleja y cambiante, supera por mucho la buena voluntad y el pensamiento de los individuos; las causas de la guerra no obedecen a razones de carácter ético o moral, sino a los intereses de naturaleza económica y política de las clases dominantes de los países poderosos. Por consiguiente, intentar conocer, analizar o explicar un fenómeno dejando a un lado las causas intrínsecas que lo provocan nos conducirá inevitablemente a una comprensión equivocada del mismo. La guerra es un fenómeno propio de los sistemas económicos de explotación y dominio de los países poderosos sobre los países débiles, por tanto, a pesar de que, como Afinogenova, tampoco esté de acuerdo con la guerra ni con los sistemas económicos de explotación que la engendran, ambos son una realidad que no puede evitarse y combatirse con solo eludirla o rechazarla con un pensamiento “humanista” por más justo que éste parezca.


Si lleváramos al extremo el razonamiento de Afinogenova entonces Stalin, el heroico Ejército Rojo y el combativo pueblo ruso, durante la Segunda Guerra Mundial, no debieron enfrentar al ejército nazi, sino que debieron mantenerse pasivos e inmóviles porque incursionar en la guerra provocaría la muerte de civiles inocentes, debieron entonces dejar que las hordas fascistas de Hitler arrasaran con la URSS, para que luego se apoderaran del resto del mundo e impusieran así su hegemonía y dominio absoluto sobre el planeta. No había que sumarse combativos a la defensa de la patria porque la guerra “afecta a la población civil”, como si el simple hecho de oponernos a ella, apoyados en nuestra visión “puramente humana”, sirviera para impedir la muerte de la población civil. Las guerras de conquista arrasan con todo aquello que impida el dominio absoluto del verdugo extranjero, incluida naturalmente la “población civil”.  Afortunadamente el Gobierno de la URSS, dirigido por Stalin, comprendió a tiempo la naturaleza económica y política de aquellos aviesos objetivos de sus enemigos y con el respaldo de su aguerrido pueblo defendieron victoriosos su soberanía ante la invasión del ejército alemán nazi, ¿fue un error de Stalin y el Ejército Rojo enfrentar la maquinaria de guerra nazi a sabiendas de que morirían civiles inocentes? o ¿fue un acierto enfrentar y derrotar al ejército asesino de Hitler? Aunque al imperialismo norteamericano y Occidente les pese reconocerlo y pretendan reescribir la historia, la humanidad tiene y tendrá siempre una deuda perene con la URSS de Stalin y los más de 27 millones de rusos que perdieron la vida en aquella gloriosa hazaña.


Pero no nos perdamos en la nostalgia del pasado y miremos lo que ocurre en nuestros días. En los últimos ocho años (2014 – 2022), el Gobierno ucraniano neonazi, encabezado ahora por el comediante Volodímir Zelenski, violando los acuerdos de paz de Minsk, ha desatado una guerra de exterminio contra las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, en la región del Donbás provocando un verdadero baño de sangre al asesinar a más de 14 mil víctimas civiles. ¿El gobierno de Putin debe seguir limitándose a contemplar pasivamente el genocidio contra la población rusa que habita en la zona de Donbás porque, siguiendo a Afinogenova, al ordenar la operación militar especial en Ucrania podría verse afectada la población civil”? Si estamos entendiendo lo que ocurre en Ucrania comprenderemos que los objetivos inmediatos de dicha operación pretenden precisamente impedir que se siga asesinando a la población civil en la región de Donbás. Ahora bien, ¿salvar la vida de la población civil en Donetsk y Lugansk, se logrará con la salida de Afinogenova de RT y su rechazo “humanista” a la guerra, o se logrará con la fuerza del ejército ruso dispuesto a proteger a la población rusa que vive en dicha región, eliminando el armamento e infraestructura militar del ejército asesino de la Ucrania nazi responsable de ese inaceptable genocidio?


Afinogenova nos dice: Me da igual que el que lance bombas sea Estados Unidos, Francia, Israel, Ucrania sobre la propia Ucrania que es lo que ha estado haciendo durante años, o Rusia. No lo puedo normalizar…”  Bajo la férula de su parcial visión “humanista” mete en el mismo saco las bombas lanzadas por el ejército de Hitler contra el pueblo ruso con el propósito de apoderarse de su territorio y sus recursos naturales, y las bombas lanzadas por el Ejército Rojo para impedir la invasión nazi en defensa de su soberanía. Naturalmente que no tienen el mismo sentido las bombas de agresión y dominio imperialista que las bombas en defensa de la soberanía de una nación, entendido como el último recurso de legítima defensa que tiene una nación frente a la agresión militar.


En mi opinión, en una guerra, es un error valorar por igual las acciones militares de agresión que las acciones militares de defensa. No se puede tratar por igual lo desigual. Y en este caso concreto Rusia está enfrentando las acciones militares impuestas por Estados Unidos a través de la OTAN utilizando como escenario el territorio de Ucrania en abierta amenaza de su seguridad nacional. Si bien la operación militar especial de Rusia en Ucrania en lo inmediato pretende proteger a la población rusa que vive en la región del Donbás y desnazificar al Gobierno ucraniano, al mismo tiempo intenta impedir la expansión de la OTAN hacia su frontera inmediata con Ucrania en una acción preventiva de legítima defensa de su soberanía. Entendiendo que lo que está en juego no es el territorio de Ucrania sino la existencia misma de la Federación Rusa.


Y Afinogenova remata afirmando que “... nada ha reforzado tanto a esta organización como la decisión tomada por el gobierno ruso”. La OTAN era “una organización que estaba totalmente en decadencia, parecía totalmente anacrónica y que ni en sus sueños más húmedos podría haber imaginado que alguien le hiciera semejante favor como el que le hizo el gobierno de mi país.” Las cosas no son así. Fue el derrumbe del socialismo en la URSS y los países del este de Europa lo que reforzó como nunca a la OTAN: a partir de 1991 hasta nuestros días la OTAN pasó de 16 a 30 países integrantes, sumando a la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Albania y Rumanía (antiguos miembros del Pacto de Varsovia); Estonia, Letonia, Lituania (repúblicas bálticas que pertenecieron a la URSS); y Eslovenia, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte (exintegrantes de la República Federativa Socialista de Yugoslavia) países en cuyos territorios Estados Unidos acrecienta y capacita ahora a sus ejércitos, envía tropas y armamento, además de sembrar bases militares donde concentra misiles nucleares dirigidos contra Moscú.

Calificar de “decadente” y “anacrónica” a la OTAN me parece un despropósito cuando la Alianza Atlántica sin contemplaciones ha aplicado su poder militar contra Yugoslavia (1999), Afganistán (2001), Irak (2003), Libia (2011) y Siria (2018); cuando cuenta con más de 600 bases militares en todo el mundo; con más de 3 millones 500 mil soldados; más de 9 mil 400 tanques y 10 mil 800 vehículos blindados; más de 3 mil 800 aviones y 2 mil helicópteros de combate; más de 120 fragatas, 22 submarinos y 13 portaviones; más de 6 mil armas nucleares y un financiamiento anual que para 2024 alcanzará, por lo menos, el 2 por ciento de Producto Interno Bruto de los países que la integran.


La guerra en Ucrania y, posteriormente, contra Rusia es ineludible porque el imperialismo norteamericano se prepara, como Hitler, para imponer su hegemonía y dominio absoluto sobre el planeta. Difícilmente se le podrá contener. Y no pasará mucho tiempo para que su confrontación contra Rusia se extienda inevitablemente contra su verdadero competidor económico y político: la China socialista.


Como podemos apreciar, bajo este complejo e indeseable escenario la neutralidad humanista de Afinogenova no tiene cabida, es obligado tomar partido por alguno de los bandos. En este sentido, yo me pronuncio en contra de la criminal hegemonía del imperialismo norteamericano y en favor de un orden internacional multipolar que elimine las armas nucleares, por un mundo en donde se respete la soberanía y la libre determinación de los pueblos, un mundo donde la riqueza social se distribuya de manera equitativa entre todas las naciones del planeta; en suma, por un mundo sin explotación ni opresión.