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lunes, 26 de septiembre de 2022

Acerca de la legitimación de los contratos colectivos de trabajo


Ricardo Torres 

El 1° de mayo de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT), ejecutándose y dando continuidad a la reforma constitucional en materia de justicia laboral promovida por el gobierno de Enrique Peña Nieto en 2017. Uno de los aspectos relevantes de dicha reforma es que la justicia laboral será impartida en lo sucesivo por órganos del Poder Judicial  Federal y de los Poderes Judiciales de los estados de la República, en sustitución de las tareas que hasta la fecha realizaban las Juntas Federal y Locales de Conciliación y Arbitraje. Además se ha creado un nuevo organismo público descentralizado que se denomina Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) que es ahora el encargado del control y acreditación de los registros sindicales y contratos colectivos de trabajo a nivel nacional.


Atendiendo a los compromisos contraídos por el Gobierno mexicano en el Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), en el Anexo 23-A, la reforma laboral de 2019 establece que todos los sindicatos tienen que realizar un procedimiento de legitimación de los Contratos Colectivos de Trabajo (CCT) existentes en las empresas del país, mismos que se encuentran depositados ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje del ámbito local y federal; obligación que todos los sindicatos deberán cumplir ante el CFCRL antes del 1º de mayo de 2023, ya que de no cumplirse con este ordenamiento laboral dichos CCT se darán por terminados.


  El proceso de legitimación del CCT es un procedimiento de consulta democrática sujeto a las reglas establecidas por el CFCRL donde los trabajadores cubiertos por el CCT, a través de su voto personal, libre, secreto y directo, podrán decidir por mayoría si ratifican o no el contenido del CCT que existe en la empresa donde laboran. Si el voto mayoritario de los trabajadores apoya las condiciones de trabajo establecidas en el CCT entonces el CFCRL expedirá la constancia de legitimación respectiva. Por el contrario, si el voto mayoritario de los trabajadores rechaza el CCT entonces dicho contrato se dará por terminado y, a pesar de que los trabajadores conservan en lo inmediato sus prestaciones y condiciones de trabajo, carecerán formalmente de un CCT y una representación sindical legítima, lo que da el banderazo de arranque a una futura pugna sindical para obtener la firma de un nuevo CCT.


Los artífices de la reforma laboral argumentan que la legitimación de los CCT es una forma de terminar con aquellos contratos colectivos que fueron depositados en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, pero que no se revisan ya que se trata de contratos de protección o contratos inactivos que no se dieron formalmente por terminados. Por tanto, para evitar la simulación en la negociación colectiva, se establece el procedimiento de legitimación de contratos colectivos existentes.


Si bien la legitimación de los CCT, a mi juicio, es una medida correcta de la reforma laboral, lo cierto es que esconde aviesos propósitos políticos que se alejan del objetivo que dice perseguir. Veamos.


Que por ley los CCT deben ser conocidos y aprobados por los trabajadores me parece un paso hacia adelante en la vida sindical de nuestro país. No existirán más los CCT suscritos a espaldas de los trabajadores porque para ser aceptados y reconocidos por el CFCRL tienen que ir respaldados por la voluntad de los trabajadores. Sin duda se trata de un duro golpe a los sindicatos de protección y a las empresas que por décadas, en complicidad, burlaron la ley pactando las condiciones de trabajo y el incremento salarial sin la aprobación de los trabajadores. Ahora las empresas y sindicatos tienen la obligación de dar a conocer el contenido de los CCT a todos los trabajadores cubiertos por dicho convenio y será la decisión de la mayoría de éstos el aceptarlo o rechazarlo.


Y, más aún, este procedimiento de consulta no solo será aplicado para la legitimación de los CCT sino que será obligatorio para todos los procesos de revisión integral de los CCT cada dos años, obligando a empresas y sindicatos a consultar a los trabajadores si aceptan o no el resultado de la negociación contractual, por ejemplo, cuando el sindicato emplaza a huelga a la empresa para la revisión del CCT tendrá que existir una consulta a los trabajadores para que aprueben o no los términos del acuerdo alcanzado entre las representaciones de la empresa y el  sindicato.


En suma, que los trabajadores se acerquen más a conocer sus derechos laborales, el contenido de sus CCT y participen en una consulta para aprobar o rechazar dichos convenios es algo que, sin duda, beneficia a la clase trabajadora.


Sin embargo, los aviesos propósitos políticos que el gobierno morenista esconde detrás de la legitimación de los CCT es su aspiración a obtener el control del sindicalismo nacional con miras a imponer su hegemonía en el seno de la clase obrera mexicana.


Es evidente que la legitimación de los CCT es una medida que pretende, entre otras cosas, eliminar los contratos de protección establecidos por décadas por el sindicalismo oficial priista encabezado por la CTM. Los trabajadores hartos del charrismo sindical con justa razón rechazarán los CCT que no reflejen la genuina defensa de sus intereses. Los trabajadores podrán entonces sacudirse de los contratos de protección y de los sindicatos charros priistas, es cierto, pero ¿qué opciones sindicales tienen?, pues naturalmente los sindicatos encabezados por los líderes morenistas apoyados desde el Gobierno, por ejemplo a personajes de la talla de  Napoleón Gómez Urrutia o Susana Prieto Terrazas. Es decir, que la legitimación de los CCT permitirá a los trabajadores sacudirse del viejo charrismo sindical priista, pero el mecanismo está diseñado para que ahora queden a merced del nuevo charrismo sindical morenista. Del satén a la lumbre.


El caso de General Motors en Silao nos mostró que en dicha legitimación del CCT, realizada en agosto de 2021, intervinieron poderosos intereses económicos y políticos, nacionales y extranjeros: desde fuera, actuaron el Gobierno norteamericano y la Federación Americana del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), utilizando el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida contenido en el capítulo 23 del T-MEC, promoviendo una queja por violaciones a los derechos de los trabajadores de GM para forzar así el proceso de legitimación. ¿Alguien puede creerlo? ¡El Gobierno norteamericano y  su central sindical más importante apoyando contra viento y marea al desamparado proletariado mexicano! Y, por otro lado, al interior del país, el gobierno morenista, a través de la Federación de Sindicatos Independientes de las Industrias Automotriz, Autopartes, Aeroespacial y del Neumático (FESIIAAAN) fundada y promovida por Napoleón Gómez Urrutia, contribuyó de manera importante en el triunfo de Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA) en GM Silao. De esta manera el Gobierno pretende que el viejo charrismo priista sea sustituido por el nuevo charrismo morenista.


Apoyémonos en una analogía político electoral: la democracia en nuestro país permitió en 2000 sacar al PRI de Los Pinos, cierto, pero llegó el PAN y las cosas siguieron igual. El pueblo rechazó en 2018 el mal gobierno de la administración corrupta de Peña Nieto, cierto, pero llegó Morena y las cosas no siguieron igual, sino que están mucho peor. La democracia entonces resulta ineficaz para el pueblo cuando los partidos políticos secuestran en favor de sus intereses la vida política del país. Así en el terreno sindical, la legitimación de los CCT permitirá sacudirse a los sindicatos charros priistas, cierto, pero en su lugar el gobierno morenista está colocando a sus nuevos líderes charros. La legitimación de los CCT también resulta ineficaz para los trabajadores cuando el Gobierno pretende  imponer su hegemonía en el seno de la clase obrera mexicana.


Es por ello que los trabajadores de México debemos entender y aprovechar los aspectos positivos que trae consigo la legitimación de los CCT, estar atentos a los procesos de legitimación de los CCT que se realicen en las empresas donde laboramos; debemos conocer nuestros derechos laborales y participar activamente en los procedimientos de consulta para la legitimación o revisión contractual de los CCT. Y para evitar que el viejo charrismo de la CTM sea sencillamente sustituido por un nuevo charrismo morenista debemos crear o adherirnos a sindicatos que en verdad defiendan nuestros derechos laborales para desplegar con éxito nuestra cohesión y capacidad organizativa al momento de enfrentar las políticas económicas y laborales que los dueños del capital pretendan imponernos.

jueves, 28 de julio de 2022

Acerca de la duración y los resultados de la huelga en Telmex

Sergio Cadena


El pasado 21 de julio a las 12 horas estalló la huelga de los trabajadores de Telmex. Cabe mencionar que desde 1985, ¡hace 37 largos años!, no se había registrado ningún movimiento huelguístico en esta empresa. Sin embargo, apenas íbamos recuperándonos de la sorpresa, cuando al día siguiente, 22 de julio, por medio de un comunicado oficial de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), se informó que con la mediación de ésta, “Telmex y el Sindicato de Telefonistas alcanzan acuerdo y levantan la huelga”.


¿A qué acuerdo se refiere el comunicado? Al que textualmente dice así: “El acuerdo suscrito obliga a ambas partes a conformar una Mesa Técnica con representantes de la Empresa y el Sindicato, que en los próximos 20 días hábiles presentará propuestas viables de solución al pasivo laboral, a las vacantes no cubiertas y al futuro esquema de pensiones”. En pocas palabras, la huelga se levanta sin haber obtenido nada, más que la lejana esperanza de que en los próximos 20 días hábiles se presenten propuestas “viables”. Pero se supone que antes del estallamiento de la huelga hubo suficiente tiempo y oportunidad de llegar a la solución del conflicto, precisamente por medio de una mesa de negociación que, al no tener éxito, obligó al estallamiento de la huelga. Por ello es lógico pensar que para hacer que, ahora sí, la empresa propusiera una alternativa de solución para llegar realmente a un acuerdo, no se debía de levantar la huelga, pues es un recurso legal al que tienen derecho todos los trabajadores para presionar al patrón, mismo que otorga la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley Federal del Trabajo. Así, la empresa se hubiera visto obligada a resolver de manera más rápida y, sobre todo, a aceptar como “viables” las propuestas del sindicato.


¿A qué se debe que el Sindicato de Telefonistas haya actuado así? Desde mi humilde opinión, con la que probablemente esté usted de acuerdo, amable lector, es porque no se trata de un sindicato revolucionario. Si bien es cierto que no estamos hablando de un sindicato de los llamados “charros”, “blancos” o de “protección”, sino de los llamados “independientes” o “de izquierda”, el resultado es prácticamente el mismo: solo se le conceden migajas al trabajador pero, eso sí, haciéndole creer que son grandes “logros” producto de la lucha consecuente de sus líderes. Nada más alejado de la verdad.


El viejo y rancio sindicalismo “charril” ya está pasado de moda, porque supuestamente ya no se corresponde con los aires democráticos” que la 4T quiere impregnar a todos sus actos de gobierno. Ahora, pensarán ellos, se trata de hacer prevalecer un sindicalismo de nuevo tipo, más participativo, que le permita al trabajador opinar y decidir, aparentemente de forma autónoma, sobre los diversos métodos y tácticas de lucha que le permitan defender eficazmente sus intereses económicos y políticos.


Pero para que la clase trabajadora realmente sea libre para opinar y decidir sobre su destino clave en esta sociedad, se requiere una lucha constante y permanente contra el atraso político, contra el individualismo y contra la estrechez de miras. Necesita percatarse de que el llamado sindicalismo “independiente” es igual o aún más pernicioso que el “charro”, ya que este último actúa con descaro y aquél es un lobo con disfraz de oveja.