Sergio Cadena
Antes del 2000, a nivel mundial, parecía dominar una realidad completamente desfavorable para las masas trabajadoras: el bloque de países socialistas europeos había desaparecido en 1991 junto con la otra potencia, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Parecía que el mundo entero experimentaba una escalada integral de la derecha en donde aparecía Estados Unidos de Norteamérica como el dueño absoluto del planeta. En ese contexto los imperialistas norteamericanos han invadido militarmente a más de cien países después de terminada la llamada Guerra Fría en los inicios de la década de los 90. Entre los países sometidos militarmente, después del 2000, se encuentran Afganistán, Irak, Libia, Yemen, Pakistán, Somalia, entre otros.
No obstante, ante ese negro panorama, surge un rayo de luz: la República Popular China muestra al mundo entero, aprovechando el ser anfitrión de los juegos olímpicos de 2008, su gran potencial económico, sus alentadores éxitos en su lucha contra la pobreza, etc. Por otro lado, en Rusia Vladimir Putin ya había ascendido al poder, desplazando al peón del imperialismo yanqui: Boris Yeltsin. Así, de manera imperceptible, el gobierno ruso empezó a asumir posiciones antiimperialistas (aunque no ha declarado volver al socialismo).
En la actualidad China y Rusia encabezan a un grupo de países que se han asociado comercialmente formando el BRICS, cuyo objetivo principal es crear un sistema internacional mucho más justo y equilibrado en las relaciones económicas, políticas y sociales entre los países del mundo. En este contexto, una de las economías emergentes con inmensas posibilidades de desarrollo es la de los países africanos. En efecto, África constituye un inmenso territorio (el más grande del planeta) con recursos naturales inagotables y muy diversos. Es de esperarse, pues, que en una o dos décadas África se convierta en un polo económico indiscutible y que, si no pierde su memoria histórica, estará del lado de los antiimperialistas.
Ante la pandemia ocasionada por el Covid-19, el mundo fue testigo de la abismal diferencia entre el trato inhumano que le dieron los países capitalistas (negligencia, teoría del rebaño, reducción del presupuesto asignado a la Secretaría de Salud, etc.) y la aplicación de la ciencia y tecnologías para combatirla eficientemente por parte de los países socialistas (los chinos construyeron y equiparon, en tan sólo diez días, un hospital de punta en la lucha contra el Covid-19).
En resumidas cuentas, estamos presenciando la formación de varios polos económicos integrados por países independientes que rechazan la hegemonía norteamericana. Estados Unidos se está quedando solo, sus antiguos aliados lo están abandonando. Sin embargo, durante una o dos décadas, en lo que tarde en fortalecerse de manera significativa el bando socialista o antiimperialista, y se siga debilitando el imperialismo a nivel mundial, el proletariado tendrá que seguir luchando en condiciones adversas, tendrá que seguir sacrificando a sus mejores hombres y mujeres en aras de un futuro luminoso ya libre de la explotación del hombre por el hombre. En ese tenor, la clase obrera mexicana puede jugar un papel muy importante, ya que la vecindad con la potencia imperialista, la pone en un sitial de honor para jugar un papel determinante en la agonía del imperialismo. Que así sea.