Ricardo Torres
El capitalismo mundial vive una severa y prolongada crisis económica, política y social. La absurda concentración de la riqueza en manos de unos cuantos multimillonarios, el desequilibrio financiero internacional, las tenciones económicas entre Estados Unidos y China, la pandemia de covid-19, la desaceleración de la actividad económica, la lenta recuperación de los mercados laborales, la creciente y descontrolada inflación así como el impacto económico provocado por la reciente guerra en Ucrania, son solo algunos de los problemas que están provocando un aumento en los niveles de pobreza y pobreza extrema en todo el planeta.
Es por ello que el imperialismo norteamericano, pretendiendo rescatar al modelo económico capitalista de su crisis, se ve obligado a fortalecer y reorientar sus instrumentos de dominación económica y política sobre las naciones del mundo, incluyendo naturalmente a los países de nuestro continente. Entre los principales instrumentos de dominación e injerencia política del gobierno norteamericano en nuestro hemisferio se encuentran la Organización de Estados Americanos y la Cumbre de las Américas.
En este marco, del 6 al 10 de junio de 2022, sin pena ni gloria se llevó a cabo en Los Ángeles, California, la IX Cumbre de Las Américas; evento que reunió a 23 de 35 Jefes de Estado de los países que conforman el continente americano para analizar la problemática económica, política y social que enfrenta la región y, al mismo tiempo, para establecer los acuerdos que contribuyan a un mayor control del imperio sobre dichas naciones a través de planes para consolidar las democracias que sirven al capital y, por otro lado, para atender problemas inmediatos como la pandemia, el cambio climático o los mecanismos para contener la migración hacia su territorio.
En su discurso inaugural el presidente norteamericano Joe Biden declaró: “Al reunirnos nuevamente hoy, en un momento en que la democracia está siendo atacada en todo el mundo, unámonos nuevamente y renovemos nuestra convicción de que la democracia no solo es la característica definitoria de las historias estadounidenses, sino el ingrediente esencial de las Américas”. Como vemos, para el imperialismo norteamericano el principal problema que sufre el mundo no es la pobreza y la desigualdad, sino el ataque a la democracia capitalista, es decir, la presencia de Gobiernos que rechazan el orden económico unipolar y obstaculizan sus propósitos de hegemonía mundial; Gobiernos que no están dispuestos a imponer a sus pueblos la manipulación de la democracia capitalista. Esta preocupación del Gobierno norteamericano por conservar su hegemonía explica su política guerrerista contra Rusia y China o la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la IX Cumbre de Las Américas. Mientras los pueblos pobres de América estamos sufriendo un acelerado aumento en los niveles de pobreza y pobreza extrema, Joe Biden llama a las naciones de América a unirse en defensa de la democracia capitalista, es decir, en defensa de un orden económico mundial unipolar encabezado por Estados Unidos.
Sin embargo, el Gobierno norteamericano sabe bien que, en esta tarea de alinear en su favor a los países de nuestro continente que por décadas han sido pisoteados por el imperio, México puede jugar un papel fundamental y estratégico. Por ello, después del reciente agravio del expresidente Donal Trump contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador al exclamar “nunca he visto a nadie doblarse así” (refiriéndose a los 28 mil soldados de la Guardia Nacional colocados en la frontera sur de nuestro país bajo la amenaza de implementar “el 25% de aranceles en todas las importaciones mexicanas”), había que recomponer un poco la imagen de AMLO frente a los países de América y promover su liderazgo regional para luego avanzar con éxito hacia sus objetivos de dominación continental.
AMLO no asistió a la IX Cumbre de Las Américas porque, dijo, no se invitó a todos los países que la conforman, especialmente a los Jefes de Estado de Cuba, Venezuela y Nicaragua, “no voy porque no se invita a todos los países de América. Yo creo en la necesidad de cambiar la política que se ha venido imponiendo desde hace siglos, la exclusión, el querer dominar sin razón alguna soberanía […] No puede haber cumbre de las Américas si no participan todos los países, puede haber, pero es seguir con la vieja política de intervencionismo, falta de respeto a las naciones y a sus pueblos”. En su lugar acudió Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores, para dejar constancia expresa de la política del Estado mexicano en favor de la unidad de las naciones del hemisferio, sin exclusiones ni intervencionismos, para así promover el diálogo y la cooperación de los países de Latinoamérica en favor de Estados Unidos frente a las definiciones del nuevo orden internacional.
A este discurso antiimperialista de López Obrador se sumaron de buena fe algunos otros Jefes de Estado como los de Bolivia y Honduras. Sin duda AMLO logró posicionarse como interlocutor de los intereses de los países progresistas de América que exigen respeto a su soberanía; especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua que se han convertido en símbolos de resistencia contra el imperialismo. De este modo se reparaba el agravio cometido por Trump, el Gobierno de Biden programó ya una reunión bilateral con AMLO, en julio, para continuar así con sus planes de restringir la influencia de China y Rusia en nuestro continente.
Que los reproches de AMLO al Gobierno norteamericano fueron solo una simulación discursiva para posicionarse frente a los países de América pero que en los hechos se sigue “doblando” y obedeciendo dócilmente a las órdenes del imperio, se prueba en el contenido de la Declaración conjunta sobre cooperación entre Canadá, México y Estados Unidos, suscrita precisamente el 10 de junio, con motivo de la Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de América del Norte, día en que concluyeron también los trabajos de la IX Cumbre de Las Américas. Es aquí donde, a mi juicio, se encuentra el meollo del asunto.
“Canadá, México y Estados Unidos comparten una estrecha relación basada en valores y prioridades compartidas. Reconocemos que trabajando juntos como América del Norte podemos traer nuevas ideas y energía al hemisferio, y nos comprometemos a revigorizar la forma en que abordamos juntos los problemas de nuestro tiempo […] Reafirmamos nuestro apoyo a la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania y condenamos la invasión no provocada de Rusia de su vecino soberano y democrático en violación del derecho internacional. Canadá, México y Estados Unidos han condenado repetidamente las muertes de civiles como resultado de la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia […] Afirmamos la necesidad de garantizar la rendición de cuentas en los tribunales nacionales e internacionales pertinentes por los delitos cometidos, sin excepciones, y apoyar el trabajo del Fiscal de la Corte Penal Internacional y la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Ucrania establecida por el Consejo de Derechos Humanos. Estamos unidos en nuestro continuo apoyo al pueblo de Ucrania […] Hacemos un llamado a la Federación Rusa para que retire inmediatamente todas sus fuerzas y equipos militares dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Ucrania…”.
Como vemos, bajo el mandato de Biden, el Gobierno mexicano no solo se suma a la condena imperialista contra la operación militar especial de Rusia en Ucrania, sino también a las acusaciones penales que el imperio instrumentará contra el gobierno ruso; una adhesión incondicional del Gobierno mexicano que echa por tierra el discurso antiimperialista de AMLO; una adhesión vergonzosa en favor de la nación que todos los días viola el derecho internacional, que ha intervenido militarmente en decenas de países y que ha provocado la muerte de millones de civiles inocentes; una declaración que guarda silencio ante las más de 14 mil víctimas civiles que, desde 2014 tras el golpe de Estado en Ucrania, han sido asesinadas a manos del gobierno neonazi en la región del Donbás; una adhesión incondicional que oculta la verdadera causa que obligó al Gobierno ruso a implementar su operación militar en Ucrania, es decir, el cerco militar que durante décadas ha construido la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en las fronteras del territorio ruso para confrontarlo y luego lanzarse a fondo contra China que es su verdadero competidor económico y político.
No olvidemos que en Ucrania se está definiendo el rumbo del nuevo orden mundial. Por un lado el imperialismo norteamericano que pretende seguir imponiendo su hegemonía económica, política y militar en el mundo, frente a Rusia que defiende a su población, su soberanía y la existencia de un orden internacional multipolar. Ninguna nación del planeta quedará al margen de dicha pugna y el Gobierno mexicano ya ha tomado partido. Como nuestro país está atado de pies y manos frente al imperio debido a su dependencia económica con los vecinos del norte, de nueva cuenta AMLO es “doblado” para acatar los designios del amo pero ahora con la encomienda adicional de llamar a la unidad de América y convencer a los Gobiernos del hemisferio de apoyar la política hegemónica del imperio.
Que nadie se engañe, a pesar del tono antiimperialista de sus argumentos, AMLO no es de izquierda, es solo un simulador, un nuevo peón del imperio que, utilizando un discurso en favor de Cuba, Venezuela y Nicaragua en defensa de la soberanía de las naciones, pretende engañar a los países del hemisferio y cumplir con el encargo imperial de promover la unidad Latinoamericana en favor de su hegemonía económica, política y militar. Al tiempo.