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domingo, 22 de enero de 2023

La cuesta de enero cuesta

Renata Aguilar  

Como todo en el capitalismo, la festividad de la Navidad, más que festejar el nacimiento de Jesucristo, la han convertido en un cuantioso negocio enmascarado de felicidad, pero una felicidad efímera, que se vende, y quién no puede comprarla no puede tenerla. De ahí todo el marketing con que nos bombardean en redes sociales, televisión, radio, espectaculares y en todos los medios de comunicación donde les es posible insertarnos el chip de que necesitamos gastar para ser felices.


En una familia, los padres hacen todo lo que está a su alcance para poder comprarla, sea en forma de juguetes para sus hijos, de ropa para estar acorde con las celebraciones decembrinas, de alimentos para la cena navideña y de alcohol para el festejo; pero como los salarios son tan bajos y el poder adquisitivo ha disminuido radicalmente, no les alcanza, no pueden comprar esa felicidad a pesar de realizar enormes esfuerzos, para ello trabajan horas extras, dejan sus pocos objetos valiosos en casas de empeño y piden préstamos que muchas veces no pueden pagar, todo lo que sea por un instante de felicidad, o al menos es lo que nos ha hecho creer el capitalismo, que la felicidad está en consumir, en comprar mercancías.


De lo anterior se desprende que el mes de diciembre sea el mes en que los mexicanos gastan más, pero particularmente el diciembre pasado, de acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF), gastaron 20.6% más que el mismo mes del año anterior, usando tarjetas de débito y crédito, esto no porque hayan comprado más cosas, sino por el alto nivel inflacionario. Tan solo la cena navideña tuvo un nivel inflacionario del 20.5%, los juguetes del 30% y la canasta básica del 15.5%.


Cuando llega enero, la burbuja de amor y paz mantenida en diciembre, se revienta, precisamente porque vienen los efectos de los gastos de ese mes, el pago de las deudas y principalmente el aumento general de los precios, la llamada inflación, que en 2022 terminó en 7.82%, el mayor cierre en años y se prevé que siga al alza. Esto manifiesta el fracaso del Paquete Contra la Inflación y Carestía (PACIC) impulsado por el gobierno morenista y de las posteriores modificaciones que no han funcionado, pues los precios de los alimentos y de los servicios siguen aumentando.


La acumulación de estos fenómenos se conoce como cuesta de enero y este 2023 se prevé que cueste mucho más y que sobrepase el primer trimestre del año. Irónicamente, las recomendaciones de los organismos como Banxico, la CONDUSEF y otros, son por demás superficiales: ahorrar, no adquirir más deudas y recortar su presupuesto. No obstante, ninguna de estas sugerencias resuelve el problema, en el fondo solo exhiben la necesidad del cambio de sistema económico a otro que distribuya mejor la riqueza.


Los salarios no alcanzan ni para lo básico y el aumento del 20% que anunciaron con bombo y platillo ya ha sido subsumido por la inflación, cada día hay más pobres en nuestro país y ofensivamente desde el estrado presidencial se acepta que se les mantiene en esta condición de miseria porque se les necesita como estrategia política para poder, mediante el reparto del dinero, tenerlos como voto seguro para el mantenimiento del poder. Tan solo en el tercer trimestre de 2022, el número de personas en situación de pobreza laboral aumentó en 1.4 millones con respecto al trimestre anterior.


Los trabajadores crean la riqueza, pero ésta solo llega a sus manos por lo que se conoce como salario, que representa solo una ínfima parte de la riqueza que produce; al trabajador le correspondería entonces obtener un ingreso mucho mayor, pero el capitalista se lo apropia, es decir, se lo roba. Por tanto, la única manera de solucionar este problema es construyendo un modelo económico que distribuya mejor la riqueza social que se produce y el camino para ello es la organización y la lucha permanente de la clase obrera. De lo contrario, estaremos condenados a aceptar solo las migajas que el patrón nos ofrece por nuestra fuerza de trabajo y con ellas intentar sobrevivir, y en el mejor de los casos, con un gran esfuerzo, tener el ambicioso e inalcanzable propósito de comprar un poco de la “felicidad” empaquetada.


martes, 4 de octubre de 2022

Una reducción de la jornada de trabajo, ¿ayudaría a mejorar la situación de los trabajadores?

Federico Hernández


Se ha dado a conocer que hay una iniciativa en el Senado de la República para que se reduzca legalmente el límite de la jornada de trabajo a 6 horas. En principio suena bien esta propuesta pues ¡quien no quiere ver reducida su jornada de trabajo, y más si ésta es extenuante, como pudiera ser el caso de los trabajadores de la industria de la minería o de los jornaleros que están de sol a sol haciendo labores del campo! Pero la pregunta que debe hacerse el trabajador es si tal iniciativa, en dado caso de llevarse a efecto, es la salida a su situación paupérrima como clase trabajadora, situación en la que padece bajos salarios, sobreexplotación, conculcación de sus derechos y robo de sus prestaciones laborales. Me atreveré a dar mi modesto punto de vista, no dejando de considerar que este tema requiere de un estudio más concienzudo y fundamentado.


Comienzo. Dice el periódico El Economista, en su edición del 12 de agosto: “la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado recibió una propuesta de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) para reducir de ocho a seis horas la jornada de trabajo, lo que implicaría una disminución de 12 horas al límite legal de tiempo que pueda laborar una persona a la semana”. Esta iniciativa fue promovida por el morenista Ricardo Velázquez, porque, según él, busca garantizar las “condiciones dignas de trabajo en México” y da ejemplos como el de Suecia donde la jornada de trabajo es de 6 horas.


Me parece que es una propuesta que es necesario analizar en el aspecto de la viabilidad de su implementación en las condiciones concretas de la economía de nuestro país, pero, sobre todo, en lo que respecta en su repercusión real en el mejoramiento del nivel de vida de la clase trabajadora. De entrada, me parece que es una reforma poco realista y parcial sobre la verdadera salida para resolver el problema de la clase trabajadora y hacer dignas sus condiciones de trabajo (pero sobre todo su nivel de vida, agrego), como dice el senador morenista. Me parece más bien que tiene un tinte mediático, que no busca lograr mejorar el nivel de vida de los millones de trabajadores, sino de ganar simpatías ante las ya no muy lejanas elecciones federales del 2024. Se parece a la propaganda pérfida de AMLO al decir que estamos en camino a tener un sistema de salud como el de Dinamarca.


Si bien es cierto, la Ley Federal del Trabajo establece en su artículo 61, que la jornada de trabajo tiene un máximo legal de 8 horas en el turno diurno, 7 en el nocturno y 7 y media horas en el mixto; lo real es que, con el salario que se le paga al trabajador, que es muy bajo, le obliga a éste a doblar continuamente turnos o buscar trabajos complementarios para solventar sus necesidades básicas. ¿Dónde quedará la buena intención de legislador morenista? En nada. Porque el obrero, ante lo escaso de su salario, tendrá que seguir trabajado buen número de horas adicionales para poder sobrevivir. ¿Qué se necesita entonces? Se necesita incrementar sustancialmente el salario del trabajador para que con su trabajo, en una sola fuente de trabajo, tenga un ingreso suficiente para tener una vida verdaderamente digna donde satisfaga todas sus necesidades materiales, espirituales y de esparcimiento. De ahí compararnos con países como Suecia es un disparate.


Pero hay más preguntas: ¿y los millones de trabajadores que no tienen un trabajo formal?, ¿también disminuirán su jornada laboral? De ninguna manera. Ahí están los obreros de la construcción o los comerciantes ambulantes que seguirán trabajando desde que amanece hasta el anochecer con el propósito de obtener el “chivo” para el sostén de su familia, es decir, trabajadores que no tienen prestaciones de ningún tipo, ni seguro social, ni utilidades, ni apoyo a la vivienda.


Por otra parte, diremos que una implementación a rajatabla, por decreto, sin considerar la naturaleza de los distintos trabajos y ramas de la producción, es muy simplista y no ayudará a potenciar la economía del país. No es lo mismo, por ejemplo, un trabajador burócrata, cuya actividad no es productiva, ni igual de desgastante y extenuante como la de un trabajador que pizca tomates en un invernadero o la de un minero que tiene que descender a las profundidades de la tierra para dejar parte de su vida extrayendo zinc, plata, cobre, etc., trabajos que son productivos y crean riqueza.


La explicación de fondo de la situación de pobreza en que vive la clase trabajadora en México, bajo un régimen capitalista, radica en que es una clase explotada. ¿Por quién? Por los dueños de los medios de producción, por los empresarios. Éstos se apropian de trabajo no remunerado al obrero, se apropian de lo que en economía se llama plusvalía. A la clase trabajadora se le puede explotar en una jornada de cuatro horas, de dos horas, de una hora o de media hora de trabajo, siempre que se le extraiga plusvalía en determinado periodo de tiempo. No porque se reduzca la jornada dejará de haber explotación. Todo está en la parte del valor creado en el proceso de producción por el trabajador, misma que se apropia el patrón.


Recordemos que la jornada de trabajo se divide en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente. En la parte del tiempo de trabajo necesario, el obrero repone el valor de su fuerza de trabajo (el valor de los medios de subsistencia: alimento, ropa, etc., que necesita para reponerla), que expresado en dinero, es su salario. Y en la parte de tiempo de trabajo excedente se produce un valor del que se apropia el patrón, lo que ya dijimos se conoce como plusvalía, y que el trabajador identifica erróneamente como ganancia (no son conceptos idénticos, aunque sí relacionados). Cuanto más sea el tiempo de trabajo excedente sobre el tiempo de trabajo necesario es mayor es el grado de explotación que sufre el trabajador. Por tanto, lo que se requiere es que se aumenten sustancialmente los salarios al trabajador y, en consecuencia, sea menor lo que el patrón se apropie del trabajo no remunerado a éste.


La verdad es que tales iniciativas desde arriba, por generosas que parezcan, llevan como se dice la navaja dentro del pan, es decir, buscan otros fines. ¿Cuál será la posición e intereses de la clase patronal al respecto de la propuesta? Podrá ser tema de otra colaboración.


 Será la lucha, y solo la lucha de los trabajadores, la que logre cambios verdaderos en su beneficio. Eso nos lo ha dicho la lucha centenaria de la clase trabajadora. Para esto no hay más que recordar que la clase obrera inglesa dio en su momento una lucha por la reducción de la jornada de trabajo ya que, en ese país donde se asentó por primera vez en plenitud el régimen capitalista en el siglo XVIII y principios del XIX, las jornadas de trabajo eran extenuantes: de 14, 15 y 18 horas diarias. “Ya desde los primeros años del siglo XVIII, los sastres de Londres y de Westminster se alzaron pidiendo la reducción de las horas de trabajo; pero fue hasta 1786, que los encuadernadores de Londres usaron, tal vez por primera vez, el recurso de irse a huelga para demandar una jornada laboral de 11 horas”, nos dice el Ing. Aquiles Córdova Morán en su Conferencia Obrera No. 8.


, debemos estar de acuerdo con la reducción de la jornada laboral del trabajador directo, y en particular en aquellas ramas industriales que son desgastantes y extenuantes como, por ejemplo, la minería, la metal-mecánica o la agricultura; sí, pero dicha reducción de la jornada laboral debe ir acompañada de un aumento importante del salario real de los trabajadores. Sin embargo, creo que esto último será obra no de un decreto o reformas desde arriba, sino de una lucha de los trabajadores como lo hicieron los sastres y encuadernadores de Londres en el siglo XVIII. Estamos convencidos de que lo que busca morena no es el bienestar de los trabajadores sino su manipulación para llevar agua a su molino. Que nadie se engañe, la liberación de la clase obrera debe ser obra de la misma clase obrera, dijo Carlos Marx.