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martes, 4 de julio de 2023

El acoso laboral

 

Rodrigo Bobadilla

El artículo 133 de la Ley Federal del Trabajo establece aquellas acciones que están prohibidas a los patrones; en las fracciones XII y XIII, de dicho artículo, se determina que el patrón, sus representantes o cualquier otra persona que ejerza funciones de dirección dentro de la empresa tiene prohibido realizar, permitir o tolerar actos de hostigamiento y/o acoso sexual contra cualquier persona en el centro de trabajo. Para 2020 se presentó el récord de renuncias en el país por acoso y discriminación laboral, al tener 111 mil abandonos; pero en 2021 la cifra cayó a 95 mil casos. En 2022 se registró la segunda cifra más alta en lo que va del registro hecho por el INEGI. La violencia se puede ejercer en todos los ámbitos y sentidos como un acto hostil entre hombre-mujer y mujer-hombre, dejando a la víctima en estado de vulnerabilidad que atenta contra la integridad de su dignidad como ser humano.


La Secretaría de las Mujeres del Estado de México ha integrado en su página oficial el Submenú Violencia Laboral, Hostigamiento y Acoso Sexual con la finalidad de que el personal del servicio público y la ciudadanía se sumen a la construcción de una cultura libre de violencia laboral, hostigamiento y acoso sexual, y en este sentido, promover la prevención en los entornos laborales y la actuación de un procedimiento institucional único de atención, sanción y registro de casos.


Ninguna persona, en ninguna circunstancia, provoca el hostigamiento y acoso sexual. Nadie desea exponerse a sentimientos de humillación, desagrado e intimidación. La responsabilidad absoluta del hostigamiento y acoso sexual está en la persona que emite este tipo de conducta.


La Secretaría de Trabajo y Previsión Social lo reconoce y define así:

Acoso Laboral: Consiste en acciones de intimidación moral, social o sicológica de forma sistemática y persistente que atentan contra la dignidad o la integridad de las personas en sus lugares de trabajo.

         Como podemos observar, el acoso laboral es una de las formas en que se expresa la relación de poder entre el capital y el trabajo asalariado, la relación de dominación del patrón sobre sus empleados o subordinados. La empresa debe ser entendida entonces como una unidad económica en donde se sintetiza la opresión que, en su conjunto, existe en la sociedad capitalista contemporánea. Cuando la explotación económica sobre el trabajador no le es suficiente, el patrón asume entonces prácticas que le aseguren un mayor dominio sobre los trabajadores. Y es en este espacio de poder, que representa la empresa, donde la relación de poder o sometimiento se puede tornar más destructiva y violenta, donde el patrón, sintiéndose amo, no solo de su unidad económica sino también de sus subordinados, realice actos de hostigamiento o acoso sexual en contra del trabajador, atentando así contra su integridad personal.

Si bien existen normas jurídicas que intentan combatir el acoso laboral, lo cierto es que enfrentarlo en el marco de una relación de poder que ejerce el patrón  dentro de su unidad económica resulta una lucha desigual porque el patrón siempre tendrá la facultad de despedir y deshacerse del trabajador. Por tanto, el hostigamiento o acoso laboral, como muchos otros problemas laborales que enfrentan los trabajadores, deben resolverse no en términos individuales sino colectivos. Un sindicalismo combativo y auténtico, defensor de los derechos de los trabajadores se erige como una necesidad impostergable para combatir también el hostigamiento y el acoso laboral que sufren los asalariados a manos de los patrones abusivos que se creen amos y dueños de la vida de los trabajadores. No lo permitamos.


miércoles, 7 de septiembre de 2022

La mujer en el mercado laboral


Rosa Espinoza


            La participación de las mujeres en el mercado laboral en nuestros días cobra cada vez mayor relevancia, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), 58.8 millones de mexicanos forman la Población Económicamente Activa (PEA), de los cuales el 40.1% son mujeres, es decir 23.8 millones, sin contar los millones de mujeres trabajadoras que laboran en el sector informal (ambulantes, tianguistas, servicio doméstico, etc.), además del trabajo que realizan en sus respectivos hogares.


Los sectores de la economía en los que se desempeñan mayoritariamente las mujeres según la consultora McKinsey en un estudio denominado Women Matter México 2022 corresponden al sector salud-seguros y hospitalidad-entretenimiento; en los demás sectores predomina el trabajo masculino, pero más que esa brecha de género lo que llama la atención es la terrible desigualdad e injusticia que prevalece en el trabajo femenil, donde las mujeres enfrentan grandes desventajas en el mundo del trabajo.


El artículo 164 de la Ley Federal del Trabajo, establece que las mujeres tendrán los mismos derechos y las mismas obligaciones que los hombres, asegurando la igualdad de trato y las mismas oportunidades, pero en los hechos sucede exactamente lo contrario; así lo vemos a diario en los distintos centros de trabajo en que laboran las mujeres, a las que solo por su sexo se les paga un salario menor y se les escamotean las prestaciones a que tienen derecho.


El salario que perciben es menor que el de los hombres, incluso cuando realizan la misma labor, lo que se explica no porque sean menos productivas sino por prácticas discriminatorias, normas sociales y patrones de conducta que las conducen a oficios peor remunerados.


En casi todos los centros de trabajo es indispensable presentar una constancia de no embarazo para poder emplear a las mujeres, no se les permite laborar si están embarazadas y si se embarazan son inmediatamente despedidas del empleo; sufren acoso sexual y se suprimen sus derechos tan sólo por ser mujeres, aun cuando el artículo 166 de a ley laboral protege a la mujer cuando se considere que se pone en peligro su salud, o la del producto, ya sea durante el estado de gestación o el de lactancia. Dice la ley que no se permite que sufra algún perjuicio en su salario, en sus prestaciones y en sus derechos, pero en la práctica vemos que este precepto legal no se cumple.


El mismo artículo nos dice que el trabajo de la mujer no se podrá utilizar en labores insalubres o peligrosas, trabajo nocturno industrial, en establecimientos comerciales o de servicio después de las diez de la noche, así como en horas extraordinarias, pero en la realidad lo que vemos es todo lo contrario, se les imponen jornadas extenuantes, horas extraordinarias y turnos nocturnos, por ejemplo en los empaques de frutas y verduras, en la temporada del corte del producto las jornadas son continuas, día y noche.


Adicionalmente las mujeres trabajadoras una vez que concluyen su jornada laboral tienen que llegar a sus hogares y seguir trabajando, ya sea en el aseo del hogar, en la atención a sus hijos o en la elaboración de los alimentos para toda la familia. INEGI calcula que las mujeres dedican 30 horas al trabajo del hogar cada semana, mientras que los hombres sólo destinan nueve.


Las mexicanas dedican tres horas diarias más al trabajo no remunerado que los hombres. Además, faltan políticas sociales que coadyuven a conciliar el trabajo asalariado que desempeñan y su vida familiar, especialmente la insuficiente oferta de servicios de cuidado infantil y de prácticas laborales flexibles.


El trabajo de las mujeres es cada vez mayor y a pesar de contar con mejores niveles educativos, la incorporación de mujeres no solamente sigue siendo en sectores considerados tradicionalmente femeninos y en sectores no estructurados, y se realiza en condiciones de desprotección social, la proporción de mujeres que no tiene seguridad social es superior al porcentaje de hombres en esa situación.


Sin contar con la discriminación social en los empleos por causa de género, la mujer se enfrenta a un exceso de trabajo y responsabilidades. La jornada de trabajo no acaba nunca porque la mayor parte de las mujeres, después de trabajar, se dedican a tareas domésticas y al cuidado de sus hijos e hijas; suelen ser las mujeres las que piden permisos o excedencias para cuidar a sus niños o niñas, o a personas ancianas o enfermas.


Como bien señaló y demostró Carlos Marx el gran capital, desde sus comienzos, ha utilizado el trabajo de las mujeres y los niños porque es mano obra barata, sobre todo para trabajos especiales, en las áreas en las que el trabajo es menos rudo. A los dueños del dinero, a los capitalistas no les importa la vida de las mujeres y los niños, no les importa la integridad de la familia, no les importa si el salario que percibe el obrero le alcanza para mantenerse él y su familia, no le importa si la mujer tiene que trabajar y dejar en el desamparo a sus hijos, al gran capital solo le interesa tener mano de obra disponible y si es más barata y menos conflictiva mejor, como en el caso de las mujeres.

        Existe una precarización generalizada del trabajo, la sobreexplotación del trabajo femenil, la discriminación, el acoso sexual y el feminicidio son algunas de las calamidades que tienen que sufrir las mujeres en esta sociedad. Al gran capital le conviene el trabajo de las mujeres por ser mano de obra barata y dócil, pero los hombres y las mujeres se deben de unir en un gran movimiento reivindicatorio de los derechos laborales de la clase trabajadora en su conjunto, solo organizados será posible un mundo mejor para las mujeres y para los hombres.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Acerca de los trabajadores repartidores de alimentos y bebidas

 

Selene Aguiar 


        Uno de los sectores más afectados en cuanto al empleo, durante la pandemia de Covid-19 desde su inicio en 2020, fue el de servicios de alimentos y bebidas en establecimientos. Este sector, en 2019, empleó a 2.39 millones de personas y en su caída más baja, en el tercer trimestre de 2020, empleó tan solo a 1.68 millones de personas; mientras las ganancias de este mismo sector aumentaban en otra modalidad que tuvo su auge durante este mismo periodo: la venta de alimentos y bebidas mediante las aplicaciones de entrega.


Para que las aplicaciones de entregas tuvieran un crecimiento exponencial, como vemos, tuvo que existir un gran número de trabajadores desempleados, no solo en el ramo de servicios de alimentos y bebidas en establecimientos; sino en otros ramos, que, por la pandemia, recortaron su personal o simplemente cerraron sus negocios. De ahí que el “Sé tu propio jefe, administra tu propio tiempo y obtén ganancias rápidamente”, haya sido una propaganda bastante eficaz para que miles de desempleados se incorporaran, por ejemplo, a las filas de UberEats, Rappi y Didi, pero no solo se incorporaron, sino que permanecen en el trabajo a pesar de sus crecientes inconformidades al descubrir que no es para nada el empleo que aparentan ofrecer estas aplicaciones, o era trabajar como repartidor o era no comer o incluso engrosar alguna fila de criminales.


Este modelo de negocio llamado economía compartida o gig economy, corresponde a microtransacciones, a través de las cuales se pone en contacto a quienes consumen, quienes reparten y a los restaurantes, por medio de una plataforma que facilita la conexión y el intercambio entre estas tres partes. Pero claro, en un sistema neoliberal nunca hay distribución equitativa de las ganancias, así que en este modelo de negocio tampoco la hay; quienes se llevan la mayor parte son precisamente los dueños de las aplicaciones de UberEats, Rappi y Didi. Tan solo UberEats en 2021 ingresaron 13 mil 400 millones de dólares, en términos de crecimiento año por año; el negocio de delivery creció 34% (Expansión, 2022), sus cofundadores, Garret Camp y Travis Kalanick, tienen una riqueza de 3 mil 700 millones de dólares (Revista común, 2021), pero ¿qué hay de los salarios de los trabajadores?


Están los trabajadores que se encuentran a disposición de los restaurantes, sea preparando la comida, como meseros u otros; los trabajadores que están a disposición de las aplicaciones, en soporte u otro; y los repartidores que, aunque se les clasifica como “independientes” o “trabajadores por cuenta propia”, en realidad son empleados subordinados de los dueños de las aplicaciones. Por el momento, nos centraremos en los trabajadores repartidores.


En promedio, las personas repartidoras ganan 2 mil 085 pesos por semana, contemplando sus gastos de trabajo. Así pues, estas utilidades generadas equivalen a 37 pesos promedio por hora trabajada. Estos ingresos se encuentran por debajo del salario promedio en la CDMX, de acuerdo con el reporte Este futuro no applica de Oxfam México, el cual también exhibe, a partir de mil encuestas a repartidores, las condiciones precarias en que trabajan y las distintas situaciones que enfrentan. De las que llaman más la atención son los riesgos laborales dentro de los cuales los accidentes de tránsito son muy comunes, sobre todo por los lineamientos de las aplicaciones que los obligan a repartir en días de lluvia y a llegar en un tiempo determinado, por lo que tienen que ir aprisa y no toman las suficientes precauciones, por ejemplo, para no derrapar, pues cuando llueve eso es algo muy común; en otros casos han llegado a ser atropellados y lo más lamentable es que el trabajador priorice la entrega del pedido sobre su estado de salud física, pues aunque haya tenido un accidente, si el pedido no es entregado es al trabajador al que se le cobra. La mínima responsabilidad de la empresa es otorgarles el seguro social, pero escondidos detrás del “tú eres tu propio jefe” se deslindan de sus obligaciones patronales, de lo que se deriva que trabajadores de por sí pobres desciendan a condiciones económicas aún más deplorables al tener que hacerse cargo de los gastos para la atención de su salud que implica recuperarse, en algunos casos quedan incapacitados, y en el peor escenario, mueren.


También se han vuelto muy frecuentes los asaltos y el acoso sexual a mujeres, de parte de los clientes y de los propios compañeros. Los trabajadores repartidores también manifestaron la discriminación que sufren de parte de los clientes, del personal de servicio de los restaurantes y de los guardias de las plazas comerciales donde se encuentran dichos restaurantes, los cuales les insultan, maltratan o los hacen esperar demasiado tiempo arriesgando la entrega a tiempo del pedido y, por tanto, parte de sus ingresos.


La crisis sanitaria y económica volvió indispensable las entregas a domicilio, las cuales de acuerdo con Statista registraron tasas de crecimiento de hasta el 80%, con un mercado que se estima en mil 832 millones de dólares, no obstante, la desigualdad en la distribución de la riqueza es alarmante, los trabajadores son quienes reciben menos, las condiciones en que desarrollan su actividad son bastante precarias, laboran sin seguro social, con salarios inferiores a lo que debería ser el salario mínimo, están constantemente expuestos a accidentes, al acoso sexual, a la discriminación, etc., sin embargo, es precisamente sin ellos que no podría llevarse a cabo dicho comercio.


Los trabajadores deben ser conscientes de su situación, deben tener claro que son la fuerza motriz y no solo eso, sino que deben unirse y organizarse para luchar por sus derechos laborales, porque solo así podrán hacerle frente a las grandes empresas como Uber, Rappi y Didi que se enriquecen a costa de su esfuerzo y trabajo. Será una tarea titánica enfrentarse al gran capital, sobre todo representado por empresas como Uber que se forjaron desplegando una máquina de influencia para ganar favores de políticos, reguladores y otros líderes, violando leyes y corrompiendo autoridades; pero los trabajadores deben tener clara su ventaja numérica y, por ende, la ventaja que les ofrece su unión y organización es el único camino posible para el respeto a sus derechos laborales.