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lunes, 24 de abril de 2023

1° de Mayo

Ricardo Torres

Durante más de un siglo los ideólogos del régimen capitalista se han empeñado en ocultar el verdadero origen y significado del Día Internacional de los Trabajadores, procurando convencernos de que tan solo se trata de un día de descanso, un día de fiesta, de un colorido desfile de trabajadores o, en el mejor de los casos, de la conmemoración histórica de los Mártires de Chicago. Sin embargo, los trabajadores de México y el mundo debemos tener siempre presente que el origen del 1° de Mayo se encuentra en los acuerdos del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en Paris, Francia, en julio de 1889, donde se programó, para el siguiente año, la realización de una gran manifestación internacional de trabajadores en todos los países del mundo, para exigir de manera simultánea la reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias, entre otros justos reclamos obreros.


Recordemos que en septiembre de 1864, encabezada por Carlos Marx y Federico Engels, se funda en Londres, Inglaterra, la Asociación Internacional de Trabajadores conocida también como la Primera Internacional, en donde se proclama que el gran deber de las clases trabajadoras es la conquista del poder político y, por tanto, se convoca a la emancipación de la clase obrera bajo la consigna ¡Proletarios de todos los países, uníos! Sin embargo, después del genocidio cometido por el Gobierno francés en contra de los combativos trabajadores de la Comuna de París, en 1871, se desató una feroz persecución sobre los integrantes de la Primera Internacional y sus enemigos lograron desarticularla hasta que oficialmente quedó disuelta en 1876.


En 1883 muere Carlos Marx y seis años después, con motivo del centenario de la Revolución Francesa (1789), Federico Engels encabeza la fundación de la Segunda Internacional precisamente en el Congreso Obrero Socialista celebrado en París, en 1889, donde se retoman las principales exigencias de la clase obrera, plasmadas desde la Primera Internacional. Las célebres palabras de Engels expresadas el 1° de mayo de 1890, son elocuentes: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Solo unas pocas voces nos respondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo […] Pero hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso Obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!”


Es entonces, a partir de 1890, que los obreros de todos los países realizan anualmente, cada 1° de Mayo, una jornada de lucha combativa donde pasan revista de sus fuerzas organizadas, con movilizaciones multitudinarias exigiendo respeto a sus derechos laborales, solución a sus principales demandas económicas, políticas y sociales, además de promover la unidad y solidaridad internacional de la clase obrera en el mundo. Cabe señalar que en México fue hasta 1913 que, en cumplimiento con el acuerdo de la Segunda Internacional, convocados por la Casa del Obrero Mundial y con una participación superior a los 25 mil trabajadores, se conmemoró por vez primera en nuestro país el 1° de Mayo, exigiendo la reducción de la jornada laboral, entre otras demandas.


Cuatro años después habría de concluir la Revolución Mexicana, en consecuencia, entre otras importantes conquistas, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 estableció, en la primera fracción del artículo 123, que la duración de la jornada laboral máxima debe ser de ocho horas. Sin embargo, en nuestros días, la globalización económica impuesta por el régimen neoliberal ha transformado las relaciones laborales en México y el mundo: las empresas modifican las jornadas de trabajo; controlan rigurosamente el incremento salarial, incumplen con los contratos colectivos de trabajo, subcontratan empresas (outsourcing) para eludir responsabilidades laborales, despiden a los trabajadores a su antojo y muchos otros atropellos que son tolerados y hasta reglamentados por el Estado.


Ahora bien, recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe titulado “Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo. Tendencias 2023”,  nos advierte que “Las perspectivas mundiales de los mercados de trabajo se deterioraron considerablemente durante el año 2022. Las nuevas tensiones geopolíticas, el conflicto de Ucrania, una recuperación desigual tras la pandemia y la obstrucción de las cadenas de suministro han creado las condiciones propias de un episodio de estanflación, el primer periodo de inflación alta y bajo crecimiento simultáneos desde la década de 1970. […] La mayoría de los países todavía no han alcanzado los niveles de empleo y de horas trabajadas registrados a finales de 2019, antes del estallido de la crisis sanitaria de la COVID-19. Sin embargo, una serie de perturbaciones de la oferta, predominantemente en los mercados de alimentos y materias primas, han empujado al alza los precios de producción, provocando repuntes de la inflación de los precios al consumo, lo que a su vez ha motivado la adopción de una política más restrictiva en los principales bancos centrales.


Centenares de millones de personas carecen de acceso a un empleo remunerado. Las personas empleadas a menudo están desprovistas de protección social y no pueden ampararse en los derechos fundamentales en el trabajo, debido a que trabajan mayoritariamente en situación de informalidad o no disponen de cauces para expresar sus intereses a través del diálogo social. La distribución de los ingresos es muy desigual, de modo que muchos trabajadores no consiguen salir de la pobreza.


Desde el nacimiento del sistema económico capitalista y su acelerado desarrollo en el siglo XIX, la clase obrera ha sido explotada por los dueños del capital bajo el cobijo y complicidad de los gobiernos a su servicio. Hoy la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y la gigantesca pobreza que sufren los obreros no tienen precedente. Actualmente el 1 por ciento de la población acapara la riqueza mundial mientras crece el empobrecimiento del resto de la humanidad. Un hecho absurdo e inaceptable.


Como podemos observar, los problemas que enfrentamos los trabajadores de México son los mismos que, por siglos, han sufrido los asalariados del mundo entero. La actual crisis económica mundial que se agudizó con la llegada de la pandemia; con el conflicto bélico en Ucrania (generado por los intereses hegemónicos del imperialismo norteamericano); por la obstrucción premeditada de las cadenas de suministro en el mercado mundial causada por los dueños del capital para obtener así mayores ganancias; y la desastrosa conducción económica, política y sanitaria de muchos gobiernos como el nuestro para enfrentar esta andanada de dificultades, obligan a la clase trabajadora a unirse y luchar por sus intereses de clase. Querámoslo o no, resuena hoy como ayer la visionaria y emancipadora consigna ¡Proletarios de todos los países, uníos!


Los trabajadores debemos reflexionar sobre la terrible situación que estamos viviendo y, consecuentemente, debemos prepararnos, unirnos y luchar por nuestros legítimos intereses. Que la conmemoración de este 1° de Mayo sirva para sacudir nuestras conciencias; para que los trabadores impulsemos la lucha en defensa de nuestros derechos laborales con mayor determinación y, al mismo tiempo, retomemos los objetivos revolucionarios de la Primera y Segunda Internacional encabezadas por Marx y Engels, convencidos de la urgente e inaplazable tarea de conquistar el poder político para construir así una sociedad más equitativa, justa y solidaria.