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lunes, 11 de julio de 2022

La falta de medicamentos viola el derecho a la vida



Raúl R. Pérez


        Andrés Manuel López Obrador prometió en campaña que su gobierno establecería un sistema universal y gratuito de salud pública. Declaró que todo sería absolutamente gratuito: atención médica, hospitalaria, estudios, prótesis y medicamentos.


En su conferencia mañanera del 16 de enero de 2020 —ya como presidente— expresó que “el 1º de diciembre de este año va a estar funcionando el sistema de salud pública con normalidad, con servicios de calidad, atención médica y medicamentos gratuitos. Va a estar funcionando, ese es el propósito, como los servicios de salud que hay en otras partes del mundo, como en Dinamarca, así aspiramos, como en Canadá, como en el Reino Unido.


Todo ha sido una gran mentira. Actualmente, sufrimos una de las peores crisis sanitarias en muchos años. Alejo Sánchez Cano, columnista de EL FINANCIERO, en su artículo del 24 de junio de 2022 titulado “Hechos, no cortinas de humo” nos da una buena visión de conjunto. “En el tema de la salud, dos hechos son irrefutables: el presidente deshizo un Seguro Popular que funcionaba razonablemente bien con la intención de instaurar un Instituto de Salud para el Bienestar que fracasó. El modelo del INSABI tronó en apenas dos años y ahora el gobierno pretende disfrazar el fracaso con la aparición del IMSS-Bienestar. En tanto, millones de mexicanos padecen la falta de medicamentos y de atención médica, de servicios de laboratorio y de gabinete, que ponen en riesgo tratamientos y la adecuada atención de padecimientos que requieren continuidad.


La escasez y el desabasto de medicamentos han afectado principalmente a pacientes con cáncer. Si bien la falta de registros actualizados, confiables y completos impide medir las consecuencias del desabasto de medicamentos para atender el padecimiento, la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer, indica que cada año en promedio, fallecen entre dos mil trescientos y dos mil quinientos menores por esta enfermedad.


A ello hay que agregar el pésimo manejo de la pandemia de COVID-19 que ocasionó el fallecimiento, hasta ahora, de cerca de 500 mil mexicanos. Es claro que aún estamos muy lejos de tener un sistema de salud como el de Dinamarca, como prometió el presidente al dar a conocer el nacimiento del INSABI”.


Me limitaré a explicar lo que sucede con el grave desabasto de medicamentos. El presidentecomo es su costumbre dijo que iba a combatir la corrupción imperante en el sector de la salud. Que empresas monopólicas, en contubernio con funcionarios corruptos, concentraban más del 60% de los medicamentos que compraba el Gobierno. Explicó que con los recursos recuperados en su batalla anticorrupción y con los ahorros que arrojaría la austeridad republicana en las distintas áreas del gobierno se financiaría el nuevo sistema de salud que colocaría a México entre los más avanzados del mundo.


Nadie puede estar en contra de que se combata la corrupción; sin embargo, a más de tres años y medio de que se inició el gobierno de la 4T nada se sabe de dinero recuperado ni de personas relacionadas con el sector salud que estén presas o siquiera vinculadas a proceso. Por lo visto, se trataba de propaganda política. Nada más.


Dentro de las medidas adoptadas por el nuevo gobierno destaca que, para evitar compras con sobreprecio, la adquisición de medicamentos se centralizaría en la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Se asignó la tarea a gente que carecía experiencia, no importaba —se explicó— con tal de que fueran honestos (fórmula definida por AMLO: “Si hablamos en términos cuantitativos, 90% de honestidad, 10% de experiencia”. Carta blanca para los ineptos, pero que sean honestos). La distribución —se dijo— se realizaría de manera directa, para evitarintermediarios”, a quienes se acusó de constituir una “mafia”. Se llegó a decir que repartir las medicinas era una labor tan sencilla como la que realiza la empresa que vende papitas, que llega hasta los más apartados lugares de nuestro país. Se encomendó dicha tarea al ejército. Si van a repartir vacunas contra COVID-19, que se encarguen también de repartir las medicinas y demás insumos médicos. ¡Faltaba más!


El tiempo se encargaría de demostrar lo erróneo de tal medida. La distribución ha sido un fracaso. Muchos medicamentos deben ser entregados en tiempos preestablecidos, clasificados, mezclados en proporciones determinadas, transportados con refrigeración o con temperatura constante.


Estas medidas no contribuyeron a mejorar los servicios de salud, sino que los empeoraron. Hay que decir que el desabasto de medicamentos en el sector público siempre ha existido, pero ahora es mucho más grave.


¿De qué tamaño es el desabasto? Algunos datos no dejan lugar a dudas. En 2017 dejaron de surtirse 3.5 millones de recetas médicas; en 2020, dicha cifra alcanzó los 18 millones; para 2021, rebasó los 24 millones.


En el otoño de 2019 hicieron falta varias vacunas del esquema básico de inmunizaciones, de las cuales la que más preocupaba era la vacuna triple viral (que protege contra el sarampión, la rubeola y las paperas). La revista médica The Lancet refiere que el porcentaje de recetas no surtidas por el IMSS pasó de 2% en 2019 al 8% en 2020. En el mismo artículo menciona que la cantidad de vacunas contra la tuberculosis descendió 92% en 2020 comparado con el año anterior. Coincidentemente, en octubre de 2021 el IMSS reconoció desabasto en la vacuna contra la tuberculosis que se aplica a los recién nacidos.


La lista de clínicas y hospitales afectados por la carencia de insumos médicos es interminable. Señalaré solo algunos casos representativos. En septiembre pasado, se dio a conocer un memorándum del Hospital General de Ensenada, firmado por su director general, en el que quedaron suspendidas todas las cirugías debido a la falta de material en el hospital, quedando solo disponibles las cirugías de urgencia.


Los trabajadores de la Clínica Hospital de Chilpancingo del ISSSTE circularon un comunicado en el que notificaban que trabajaban bajo protesta, debido a la falta de material para llevar a cabo estudios de laboratorio, así como rayos X, ultrasonido, etc. En el Hospital General Adolfo López Mateos del mismo instituto, en la Ciudad de México, se veían imposibilitados para llevar a cabo estudios de laboratorio y gabinete por las mismas razones.


Por si el desabasto no fuera suficiente, a mediados de septiembre de 2021, en el Hospital de la Niñez Oaxaqueña, al menos el 30% del personal de la institución, entre enfermeras, especialistas, personal del área de comida y limpieza, fue despedido bajo la justificación de que no existía techo presupuestal para sostener su nómina. Los problemas para los pacientes se multiplicaron porque ahora ya no había enfermeras que pudieran administrar las quimioterapias en uno de los pocos lugares del estado de Oaxaca en donde podían atenderse a los infantes.


El desabasto de medicamentos y material quirúrgico alcanza a los institutos nacionales. El Instituto Nacional de Rehabilitación (donde se operan fracturas de columnas, de caderas, etc.) pasó de realizar 30 cirugías diarias a 20 por semana. En julio de 2021, personal del Instituto Nacional de Perinatología (INPer) dio a conocer imágenes sobre carencias de diferentes tipos de material en el Instituto más importante dedicado a la salud materno-infantil en México. El Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) se vio afectado en áreas tan importantes como los quirófanos y la unidad de cuidados intensivos.


Primero escasearon los fármacos de alta especialidad, los que se usan para tratar pacientes con cáncer, VIH, diabetes, hipertensión, tumores cerebrales y de la médula espinal, etc. Después, las insuficiencias alcanzaron a los antibióticos, analgésicos y demás medicinas de uso cotidiano.


Uno de los más dolorosos y conocidos ejemplos fue el de los pacientes oncológicos pediátricos, los niños con cáncer. Esta enfermedad que debe ser tratada con medicamentos caros muy especializados. Las quimioterapias se administran en tiempos establecidos, que al alterarse ponen en riesgo la vida del paciente. Se señaló con insistencia la falta de inmunosupresores como el metotrexato, básico en estos tratamientos.


Cuando dichos productos faltaron en los hospitales, los padres de familia recurrieron a la protesta pública buscando que el Gobierno les hiciera caso. Recurrieron al bloqueo del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. En Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, también, bloquearon la calle enfrente del Palacio de Gobierno.


Los padres de los niños con cáncer debieron sumar al sufrimiento de ver a sus hijos agravarse por falta del medicamento adecuado, el insulto del gobierno de la 4T. Hugo López-Gatell, “funcionario estrella” del Gobierno federal, declaró que los padres estaban mintiendo o exagerando, que todo era una telenovela, que no había tal desabasto. Que eran “intentos golpistas de la derecha”. ¿De quién aprendió a mentir tan cínicamente? No se resuelven los problemas negándolos.


El propio presidente terminó reconociendo el problema. El 10 de noviembre de 2021, en una reunión de trabajo con su gabinete en Colima, un exasperado López Obrador regañó a los dos personajes clave respecto al abasto de medicamentos e insumos. “Ya tenemos que terminar de resolver el problema del abasto de los medicamentos”, dijo el presidente con el rostro desencajado. “Esto es para Juan Ferrer, esto es para el doctor Alcocer: yo no quiero escuchar de que faltan medicamentos y no quiero excusas de ningún tipo, no podemos dormir tranquilos si no hay medicamentos para atender enfermos”.


Si el presidente duerme o no tranquilo no es cosa que nos interese. No hay un reconocimiento franco del fracaso de su política: trata de echar la culpa a sus funcionarios por decisiones que —todo mundo sabe— toma él.


Por el momento, los padres de los niños con cáncer, con sus protestas, han logrado que se suministren los fármacos para las quimioterapias de sus hijos; pero, el problema de fondo… no está resuelto. Es hora de escuchar a los pacientes. Es hora de valorar y ponderar el sufrimiento humano, los costos de las carencias y las repercusiones en la calidad de vida y el bienestar de cada uno de los ciudadanos de nuestro país.


Este gobierno no va a cambiar de política a pesar de su evidente fracaso, y seguirá creando más pobreza y sufrimiento para los humildes. Si el gobierno no quiere cambiar, hay que cambiar al gobierno.


  ¡Basta de promesas incumplidas, el sistema de salud ha ido de mal a peor: el responsable es el Gobierno!