Ricardo Torres
El pasado 11 de agosto del año en curso, en su conferencia mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador, con ánimo victorioso, se refirió a la reducción de la pobreza en México. Según estimaciones presentadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en los últimos cuatro años, de 2018 a 2022, dejaron de ser pobres 5.1 millones de mexicanos, es decir, que de 51.9 millones de personas que vivían en situación de pobreza en 2018 pasamos a 46.8 millones en 2022. Las cifras publicadas en el comunicado del CONEVAL, dijo AMLO, muestran que “ha habido una disminución de la pobreza y de la desigualdad de manera ‘histórica’ en el tiempo que llevamos en el Gobierno […] lo que demuestra que ha funcionado nuestra estrategia, que se puede resumir en una frase: por el bien de todos, primero los pobres".
Que nadie se engañe, los trabajadores de México no debemos morder el anzuelo, estas cifras son solo estimaciones parciales que no reflejan la magnitud de la pobreza que existe en nuestro país. Veamos.
El CONEVAL considera que una persona se encuentra en situación de pobreza cuando no tiene ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades y presenta al menos una de las seis carencias sociales básicas: rezago educativo, falta de acceso a servicios de salud, a seguridad social, a espacios de vivienda, a servicios básicos en ésta y cuando carece de una alimentación nutritiva. Se considera en pobreza extrema cuando sufre tres o más de estas carencias y, además, cuando su ingreso es inferior a la llamada Línea de Pobreza Extrema por Ingresos, que corresponde al valor de la canasta alimentaria por persona al mes.
Así las cosas, los economistas nos informan que la estimación sobre la reducción de la pobreza que celebra AMLO se explica por el promedio de ingresos recibidos a través de tres vías: el incremento de los salarios mínimos, los programas de asignación monetaria directa y las remesas enviadas por los trabajadores mexicanos radicados en Estados Unidos. Ahora bien, como el envío de remesas no es resultado de ninguna estrategia del gobierno sino, precisamente su contrario, es decir, consecuencia de la falta de políticas públicas que garanticen empleo y salarios dignos a los trabajadores dentro del país, entonces podemos afirmar que la “estrategia” a la que se refiere AMLO se reduce a los incrementos salariales y a los programas de asignación directa. No más.
En este sentido, los trabajadores del país sabemos bien que los incrementos salariales del 20 por ciento anual durante el gobierno morenista, comparados con los incrementos salariales obtenidos en las administraciones del PRIAN, -que no superaban el 6 por ciento- resultan significativamente mayores y esto es cierto, sin embargo, también sabemos que dichos aumentos están todavía mucho muy lejos de alcanzar un monto suficiente para satisfacer nuestras necesidades más apremiantes. Por ejemplo, el aumento del 20 por ciento al salario en 2023, en términos reales, fue de tan solo 34.57 pesos, al pasar de 172.87 a 207.44 pesos diarios. ¿Con este incremento de 34.57 pesos diarios hemos dejado atrás la línea de la pobreza, cuando un kilo de tortillas está por encima de los 20 pesos y un kilo de huevo supera los 40 pesos?
Porcentual y nominalmente existe un incremento salarial, cierto, pero es insuficiente para fortalecer la capacidad de compra del trabajador cuando los precios de las mercancías, por efectos de la inflación, se incrementan aceleradamente. En términos macroeconómicos el CONEVAL y AMLO pueden autoengañarse sobre la reducción de la pobreza, pero en términos reales los trabajadores y nuestras familias seguimos comiendo poco y de mala calidad. Además, cabe señalar que en nuestro país la Población Económicamente Activa supera los 60 millones de personas, de los cuales más de 30 millones laboran en la informalidad y cerca de 25 millones trabajan en la formalidad, lo que significa que el incremento porcentual de los salarios mínimos no aplica de manera automática para una buena parte de los trabajadores mexicanos.
Sobre los programas de asignación directa, los trabajadores sabemos bien que son programas asistenciales que tienen un claro objetivo electoral y que han sido implementados a costa de la drástica reducción presupuestal a sectores tan importantes como la salud y la educación. El propio informe del CONEVAL nos dice que el porcentaje de personas con carencia por acceso a los servicios de salud pasó de 16.2 a 39.1 por ciento entre 2018 y 2022, lo cual representa un aumento de 20.1 a 50.4 millones de personas en esta situación, respectivamente. La farsa del INSABI y los más de 600 mil fallecidos por el Covid-19, hablan por sí solos. Por otro lado, el comunicado del CONEVAL nos dice que el rezago educativo se incrementó al pasar de 23.5 millones de personas en 2018 a 25.1 millones en 2022. Y por si estas cifras no fueran suficientes, resulta revelador que la población en situación de pobreza extrema se incrementó al pasar de 8.7 a 9.1 millones de personas entre 2018 y 2022.
Pero hay más. En un artículo publicado el año pasado por la agencia informativa alemana Deutsche Welle (DW) titulado “Las pobres cifras de la pobreza en México”, el periodista José Ospina Valencia nos dice que en entrevista con la investigadora Araceli Damián González, presidenta del Consejo de Evaluación de la Ciudad de México, ésta declaró que “mientras la CEPAL habla de 52 millones de pobres en México en 2018, la realidad es que aquí ya teníamos 90 millones de pobres, o sea, alrededor del 73 por ciento de una población de 132 millones” es decir, que la investigadora “parte de que los pobres en México son casi el doble de las cifras oficiales". Es más, "en México, existe hoy un aproximado de 100 millones de personas que padecen algún grado de pobreza, o sea 8 de cada 10 mexicanos", dice Damián, que se basa en un "método integral" de medición de la pobreza creado junto con el investigador mexicano Julio Boltvinik Kalinka, una autoridad mundial en medición de la pobreza y asesor de la ONU”.
Esto significa que habría que recibir con reservas las recientes cifras publicadas por el CONEVAL ya que existen expertos en medición de la pobreza que afirman que los datos reales de la pobreza en México son “casi el doble de las cifras oficiales” que presenta el CONEVAL. De modo que el triunfalismo de AMLO radica no en un avance real del combate a la pobreza en el país, sino en que tendrá carta abierta para seguir comprando votos a través de sus programas asistenciales, mientras que la mayoría de los mexicanos seguiremos viviendo en la pobreza, siendo víctimas del desempleo y la violencia, careciendo de atención médica, educación y servicios públicos.
Y no podía ser de otra manera, el modelo neoliberal que AMLO intenta enmascarar bajo el falso ropaje de “primero los pobres” es un modelo económico que avanza en favor de un puñado de capitalistas a costa de la miseria de millones de mexicanos. El problema de la pobreza en México es pues un problema estructural propio del modelo económico capitalista que no se resuelve con programas asistencialistas electoreros.
Que nadie se engañe. Para salir de la pobreza en México lo que se requiere son empleos y salarios dignos que fortalezcan de verdad la capacidad adquisitiva de los trabajadores mexicanos, hecho que habrá de incidir directamente en la disminución gradual de la gigantesca migración de compatriotas hacia Estados Unidos; se requiere de inversión pública y privada para desarrollar la infraestructura nacional especialmente en el mejoramiento en los sectores de la salud, la educación, la seguridad social, la vivienda, los servicios públicos e incluso con la aplicación rigurosa de programas sociales de apoyo económico directo a la población en extrema pobreza, sí, pero sin sectarismos, sin banderas políticas ni manipulación electorera; y para ello se requiere inevitablemente una distribución del gasto social en favor de la población vulnerable así como la implementación de una carga impositiva fiscal progresiva para los multimillonarios y capitalistas nacionales y extranjeros. Se debe pues promover una distribución más equitativa de la riqueza social, cualquier otra “estrategia” de políticas públicas será solo un espejismo.