Raúl R. Pérez
El pasado 12 de junio se conmemoró el “Día mundial contra el trabajo infantil” declarado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por ello, se publicaron varios informes y análisis que merecen comentario.
Por trabajo infantil se entiende toda actividad física, mental, social o moralmente perjudicial que priva a las niñas y niños de su niñez, potencial y dignidad, pues interfiere en su educación, les impide realizar actividades propias de su edad y limita su desarrollo pleno e integral. Se realiza entre los 5 y los 17 años; por lo común, con horarios prolongados, en lugares insalubres y peligrosos, con cargas pesadas que dañan su desarrollo físico y emocional. En la mayoría de los casos, se ven obligados a abandonar la escuela. Incluso, muchos infantes caen en las redes del narcotráfico, la prostitución o el crimen organizado.
Este mal afecta a todos los países capitalistas del mudo; naturalmente, es más grave en países con menor desarrollo económico y pobre crecimiento, como el nuestro.
En el mundo hay 160 millones de niños que se encuentran laborando en precarias condiciones. El Papa Francisco en un mensaje a la OIT, lo dijo claramente: “La pobreza es la madre de todas las explotaciones […] engulle a millones, empezando por los que no pueden defenderse, niñas y niños, que se encuentran arando los campos, trabajando en las minas, recorriendo grandes distancias para sacar agua y realizando trabajos que les impiden asistir a la escuela, por no hablar del delito de la prostitución infantil”. El pontífice conoce la situación.
México es un caso grave: después de Brasil, es el país latinoamericano con más niños trabajando en malas condiciones. Según datos del INEGI, 3.3 millones de niños y adolescentes realizan trabajos que están prohibidos por la ley laboral. Cifra que aumenta con los que trabajan en la economía informal, en el trabajo doméstico o en negocios familiares sin control o registro alguno. De ese total, 2 millones son hombres (61%) y 1.3 millones son mujeres (39%). En términos generales, el 11.5% de la población entre 5 y 17 años están ocupados en estas actividades.
Hay opiniones, muy reaccionarias, que sostienen que el problema se genera porque muchos padres irresponsables se desentienden de la obligación de mantener a sus hijos hasta la mayoría de edad. Se equivocan, no es su voluntad obligar a sus hijos a trabajar: ellos saben los sufrimientos y peligros a los que los exponen. No es una cuestión de voluntad sino de sobrevivencia. Es una salida obligada por el desempleo, los bajos salarios y la falta de oportunidades. Saben lo dañino que resulta para sus hijos, pero no tienen opción.
El trabajo infantil es una manifestación de la pobreza, es una de sus consecuencias más crueles.
¿En qué estados o regiones del país es más grave el problema? Evidentemente, en los más pobres. No es una casualidad que Oaxaca tenga el más alto índice de trabajo infantil (21%), casi el doble de la media nacional. Y entre las regiones que sobresalen por la gran cantidad de mano de obra infantil que emigra en busca de mejores oportunidades debemos señalar a la Mixteca (que abarca porciones de los estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla), la Meseta Tarasca (en Michoacán) y el llamado Filo mayor de la Sierra de Guerrero. Emigran por miles a los campos agrícolas de Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur, Tamaulipas, Nuevo León, Colima, Campeche, Morelos y la Comarca Lagunera (que abarca parte de los estados de Coahuila y Durango).
Solo he señalado algunos casos relevantes, pero no hay ni un solo estado que se libre de este mal. Por ejemplo, en Nayarit en las zonas de playa —Bahía de Banderas, San Blas, etc.— se ven muchos niños indígenas vendiendo artesanías al turismo.
En Chihuahua, miles de niñas y niños de la Sierra Tarahumara recorren grandes distancias para trabajar en los campos agrícolas en la recolección de chile, tomate, nuez y otros productos de la región.
La Ciudad de México tampoco escapa a este mal. Es muy triste ver a tantos niños en las estaciones del Metro, en la Central de Abastos, en las calles vendiendo cualquier cosa o en los semáforos exponiendo sus vidas como limpiaparabrisas, trabajando como tragafuegos o malabaristas por unas monedas que puedan darles los automovilistas.
¿En qué trabajan los menores? El 31.6% se emplean en la agricultura; el 24.5%, en la construcción, la minería y la industria; el 14% en el comercio; el 7.9% como vendedores ambulantes; el resto, en trabajos domésticos y otras actividades menores. Todo esto es síntoma inequívoco de que vivimos en una sociedad enferma.
¿Qué medidas ha tomado el gobierno de la 4T para enfrentar este problema? Reformaron el artículo 176 de la Ley Federal del Trabajo para legalizar las actividades de jóvenes entre 15 y 17 años en la agricultura, limitando solamente aquellas actividades que impliquen el uso de químicos, manejo de maquinaria, vehículos pesados y los que determine la autoridad. Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de MORENA, elogió la reforma diciendo que era una gran conquista, que daba a los jóvenes la oportunidad de trabajar.
En realidad, estamos ante la legalización de la sobrexplotación de la mano de obra infantil en la agricultura. Hay una sustitución del trabajo de los adultos por el trabajo de los niños: a quienes se les paga menor salario, más fácilmente se les despide y no se les otorga seguridad social.
Ahora para completar el sustento familiar, deben trabajar el padre, la madre y muchas veces los hijos mayores, preferentemente los varones.
Contra lo que dice la propagando morenista, esto no reduce la explotación, la acentúa.
Las otras políticas del gobierno en favor de la niñez y de los jóvenes son los programas sociales “Jóvenes construyendo el futuro” y las becas Benito Juárez; los resultados están a la vista, los jóvenes no están construyendo ningún futuro y las becas no han logrado impedir el abandono escolar que —según diversas estimaciones— alcanza millones. Tan solo durante el último año, más de 350 mil niños y adolescentes se incorporaron al trabajo.
Si de verdad se quiere mejorar la situación de los niños y los jóvenes, se deben crear empleos suficientes y bien pagados, para que los padres sufraguen el gasto familiar. Y que los niños regresen a las aulas. Lo demás, son engaños.
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