Como proletariado se debe entender a todos los trabajadores que, independientemente de sus actividades secundarias, su actividad principal es remunerada mediante un pago, sueldo o salario, el cual reciben aquellos individuos que los emplean, que los contratan, o sea, los patrones. Su contrato de trabajo puede ser temporal o permanente, esto es, por tiempo determinado o indefinido y por cierta jornada de trabajo o cantidad de horas a su servicio diarias a excepción de los días de descanso.
Las clases sociales laborantes, en las sociedades divididas en ricos y pobres, son la mayoría de la población; en el modo de producción capitalista, en el que vivimos, entran en choque frontal principalmente el proletariado contra la burguesía que es la clase social dominante, los patrones, que a pesar de ser una cantidad reducida, concentran el poder económico y político, por eso lo controlan y lo deciden todo, es la clase social que posee las grandes fortunas y tiene a su servicio al Gobierno, la Iglesia y las fuerzas armadas de todo tipo. Ante esta panorámica, cualquier trabajador, aun cuando no lo tenga racionalizado, es extremadamente cuidadoso y tiene casi siempre una actitud servicial, haciéndose simpático a los patrones o sus representantes, no quiere darles pretextos para que lo despidan y lo dejen sin salario que es el que utiliza para obtener el sustento de él y su familia.
Cuando, a pesar de lo anterior, los proletarios se organiza en su centro de trabajo y logran dar una lucha exitosa por mejorar sus condiciones materiales de vida, adquieren confianza y valor y sirve de ejemplo de lucha para los demás trabajadores sometidos, explotados y temerosos, de otros centros de trabajo; van sacando la conclusión de que sí es posible ganar en lo económico, pero que sorpresa se llevan cuando, por ejemplo, al lograr un aumento salarial, resulta que ese aumento, pequeño en la mayoría de las veces, se pulveriza porque de inmediato los ricos, dueños de las mercancías, incrementan los precios de las mismas, lo cual, los puede hacer conformistas, desalentarlos o buscar una mejor alternativa organizativa y de lucha. Y claro que existe esa alternativa, la unidad de todos los trabajadores para obtener el poder político. Una vez que las fuerzas se unan: de los obreros, los jornaleros, los campesinos pobres y medios, los empleados que dan servicio de limpieza y mantenimiento, los vigilantes, barrenderos, artesanos de todo tipo, pescadores, choferes, albañiles, trabajadores de talleres maquiladores, etc. La resultante será una poderosa fuerza que puede vencer a los enemigos, la burguesía y sus esbirros. Organizado y concientizado el pueblo es invencible.
Ahora bien, el proletariado en lucha por el poder político, una vez que se lo ha arrebatado a la burguesía, se dedicará a reorganizar la sociedad en todos los aspectos: económico, político, social, cultural, etc., siempre persiguiendo beneficiar a las mayorías que son las que están directamente en el proceso de trabajo y de esa manera garantizar el respaldo permanente al nuevo proyecto social.
La lucha del proletariado, pues, no sólo debe ser por mejoras económicas, sino por obtener el poder político para que, desde ahí, construya una nueva sociedad más equitativa y humana para todos los integrantes de la misma.
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