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lunes, 19 de junio de 2023

Crece el trabajo infantil en México

 

Ricardo Torres


Por acuerdo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creado para promover la justicia social, los derechos humanos y los derechos laborales reconocidos internacionalmente, en 2002 se estableció el 12 de junio como el “Día mundial contra el trabajo infantil”, para concientizar al planeta acerca de la magnitud del problema y fomentar entonces los esfuerzos de gobiernos, patrones, sindicatos y demás actores sociales en la tarea de erradicar el trabajo infantil en todas sus formas. Sin embargo, el modelo económico capitalista que produce inconmensurables riquezas para unos cuantos multimillonarios dueños del capital a costa de la creciente pobreza para los millones de trabajadores asalariados en el mundo, es un sistema que, insaciable de ganancia, impone y demanda el trabajo infantil.


En nuestro país, actualmente, de los más de 30 millones de niños y adolescentes de entre 5 y 17 años que viven en México, el 11 por ciento realiza algún tipo de trabajo infantil, es decir, que más de 3.3 millones de menores realizan obligadamente trabajo infantil, provocando en ellos múltiples consecuencias negativas pues la explotación laboral infantil mutila el desarrollo educativo, así como la salud física y mental de los menores. A decir de los informes de la OIT, nuestro país es el segundo lugar con mayor trabajo infantil en Latinoamérica.


La OIT ha señalado que el trabajo infantil sucede como consecuencia inevitable dela falta de justicia social. En México, la pobrezaes el factor de mayor preponderancia que orilla a los menores a realizar actividades laborales. Las cinco entidades federativas con mayor riesgo de trabajo infantil sonOaxaca, Chiapas, Puebla, Michoacán y San Luis Potosí. Las jornadas laborales de los menores de edad son de hasta 14 horas a la semanaen el 62% de los casos, mientras que el14% tiene jornadas de más de 36 horas a la semana.


Los sectores en los que trabajan los niños y adolescentes de México son principalmente el sector primario o agropecuario, que ocupa el 27.4%; seguido del sector de servicios con el 25.5%; el comercio con el 24.1%; el sector industrial con el 18.5% y, finalmente, la industria de la construcción con el 4.9%. Se estima que tras la pandemia por covid-19, al menos 180 mil niños y adolescentes se sumaron a los 3.3 millones de menoresque ya laboran en el país.


Como lo establece la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos, el trabajo forzoso u obligatorio de niñas, niños y adolescentes constituye una de las graves expresiones de violencia y discriminación, y les imposibilita ejercer a plenitud sus derechos, colocándolos en situación de riesgo y exponiéndolos a afectaciones severas en su salud, como retraso en su crecimiento, predisposición a adicciones, ejercicio a edad temprana de su sexualidad, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.


 En México los menores de edad sí pueden trabajar, aunque de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo (LFT) vigentesolo aplica sí son mayores de 15 años y deben hacerlo en actividades permitidas y bajo determinadas normas. La LFT establece también que los menores de edad no deben realizar labores peligrosas o insalubres ni deben interferir con su educación, esparcimiento y recreación. Además, necesitan de la autorización del padre, madre o persona tutora para desempeñar la actividad laboral. No obstante, en los hechos, millones de niños laboran sin garantías laborales.


El cuadro es desolador: millones de niños carecen de reconocimiento jurídico y social, de prestaciones laborales y garantías de seguridad, menores que, obligados a trabajar por sus necesidades económicas, aceptan laborar bajo cualquier condición por más insegura e insalubre que esta se encuentre, sin protestar ni exigir algún tipo de derecho, quedando en la más absoluta indefensión laboral, a merced de los patrones rapaces y explotadores que, por hambre, especialmente en el campo, los obligan a laborar  extenuantes jornadas de trabajo, violando con ello su derecho al sano crecimiento, a la educación, la cultura, el deporte, el arte, es decir, quebrantando su más genuino derecho de aspirar a una vida más digna, más humana.


La explotación del trabajo infantil es una forma de sometimiento propia del modelo capitalista de producción. Donde la ganancia y el capital están por encima de los seres humanos; hombres, mujeres y niños. Por tanto, debemos entender que el problema del trabajo infantil es sólo una consecuencia inevitable de la pobreza que se vive en el mundo, provocada por un modelo económico de producción que explota al trabajador para obtener las ganancias que acumula y benefician tan sólo a los patrones, a los dueños del capital. Por tanto, cualquier modificación jurídica a la Constitución y a la Ley Federal del Trabajo para erradicar el trabajo infantil resulta no sólo insuficiente, sino ridículo. Que nadie se confunda: el problema no es jurídico sino económico y político.


 Si en verdad se quisiera combatir a este flagelo de la explotación infantil que hoy en día se expresa no sólo como explotación de su fuerza de trabajo sino también en la venta y trata de menores, la servidumbre, la prostitución, la pornografía, el tráfico de drogas y el reclutamiento forzoso al crimen organizado, como bien lo denunció la OIT, habría que combatir sus causas más profundas; la pobreza y la injusticia social. Habría que comenzar entonces por mejorar los salarios de la clase trabajadora, fortalecer la capacidad adquisitiva de nuestros salarios para obtener así los satisfactores necesarios para la alimentación y desarrollo de nuestros hijos, diseñar y aplicar políticas y programas para garantizar su educación y atención médica, es decir, habría que comenzar mejorando la distribución de la riqueza  nacional, haciéndola más equitativa, para evitar así que nuestros hijos, por hambre, tengan que salir a trabajar al campo, la ciudad o la industria. En suma, lo que habría que cambiar no es la ley sino el modelo económico en su conjunto.


sábado, 4 de marzo de 2023

La riqueza de los capitalistas a costa de la salud de los trabajadores


Benigno Urbina

        El trabajo que día a día realizan los obreros genera un nuevo valor a la materia prima que se transforma en mercancía, son los hombres y mujeres los que con su fuerza de trabajo dejan su vida y energías en cada jornada laboral cumpliendo el acuerdo que tienen con el patrón a cambio de un salario, que siempre es muy bajo y que apenas alcanza para medio vivir y reponer energías. La actual inflación ha provocado que el poder adquisitivo decrezca impidiendo la obtención de la canasta básica para que el trabajador tenga una mejor alimentación y así rendir más. Pero si tiene una mala alimentación ¿gozará de buena salud y energías suficientes? La respuesta es clara, el hombre o mujer que labora diariamente sin una adecuada alimentación registra un deterioro significativo en su salud, tiene más posibilidades de contraer enfermedades que muchas veces se adquieren en el trabajo en forma directa o indirecta, y con la poca seguridad que los patrones le brindan, con el paso del tiempo hacen que se agraven hasta volverse enfermedades crónicas e incluso causarles la muerte. 


Con sus escasos recursos económicos y el inoperante sistema de salud que se tiene en el país, no se atienden sus enfermedades y con el paso del tiempo se agravan inhabilitando al trabajador. Al patrón poco le importa esto, pues viva o muera el obrero, afuera hay más gente dispuesta a vender su fuerza de trabajo y para quien paga, lo que le importa es que produzcan y, por tanto, contratan a obreros sanos que pasarán por el mismo proceso de explotación laboral. Esto al Gobierno no le interesa en lo más mínimo, puesto que defiende los intereses empresariales, por ello no hay reformas o nuevas leyes que obliguen a los patrones o al sistema de salubridad a garantizar la salud de los trabajadores.


Ya está visto que para el actual gobierno de la cuarta transformación la salud no es una prioridad y para muestra veamos los siguientes datos; en un informe del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) el 10 de octubre de 2022 dice; la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda invertir el 6% del PIB a su sistema público de salud. “En México, el presupuesto público para salud ha sido insuficiente para dar respuesta a la creciente demanda de los servicios de salud (CIEP, 2018). Sin embargo, entre 2018 y 2022, México solo ha destinado entre 2.5 % y 2.9 % de su PIB anual, esto es menos de la mitad de la sugerencia internacional.” (https://ciep.mx/M4vO). ¡Un crecimiento raquítico que cada año no da ni siquiera esperanza a los trabajadores para atenderse!


Aquí podemos ver que en lugar de aumentarle al presupuesto de manera razonable para que la clase trabajadora pueda atender su salud debidamente, se agrava el problema con el poco recurso que se destina; cuando el trabajador asiste al centro de salud no hay infraestructura, médicos ni medicamentos (ya sea en el IMSS, ISSEMyM, ISSTE o cualquier otro sistema de salud público) y no le queda otra más que buscar a un particular y gastar el dinero que no tiene, tanto en consultas como en medicamentos. La pregunta aquí es ¿con quién se van a respaldar los trabajadores?, ¿si los patrones les pagan poco, no pagan cuotas que les alcance para cubrir su salud y el gobierno los abandona, a dónde van a ir a pedir ayuda? En el artículo 25 de la Ley del Seguro Social dice; “En los casos previstos por el artículo 23 (que habla de las cuotas contractuales con respecto al Contrato Colectivo de Trabajo/ véase LSS) el Estado aportará la contribución que le corresponda en términos de esta Ley, independientemente de la que resulte a cargo del patrón por la valuación actuarial de su contrato, pagando éste, tanto su propia cuota como la parte de la cuota obrera que le corresponda conforme a dicha valuación. Para cubrir las prestaciones en especie del seguro de enfermedades y maternidad de los pensionados y sus beneficiarios, en los seguros de riesgos de trabajo, invalidez y vida, así como retiro, cesantía en edad avanzada y vejez, los patrones, los trabajadores y el Estado aportarán una cuota de 1.5 por ciento sobre el salario base de cotización. De dicha cuota corresponderá al patrón pagar el 1.05 por ciento, a los trabajadores el 0.375 por ciento y al Estado el 0.075 por ciento”.


¡Como vemos ni la ley se aplica en muchos casos! esto no beneficia en lo más mínimo al trabajador que se la pasa trabajando toda su vida produciendo las ganancias para los patrones y cotizando poco para que al final de cuentas, cuando hacen un trámite para pensión por invalidez, retiro por cesantía u otros trámites antes mencionados, simplemente hacen que se cansen y abandonen sus ahorros, pues la burocracia en las instituciones no ven que el hecho de que un trabajador deje de asistir a trabajar un día, en muchos casos es descuento del mismo y no resuelven nada, pagar un licenciado les sale muy caro y en sus precarias condiciones el esfuerzo de muchos años se ve esfumado, pues lo que cotizaron toda su vida ya no lo reclaman. Un ejemplo claro es un ex trabajador de Truper que tiene esclerosis sistémica, miositis, diabetes mellitus e hipertensión arterial, requiere quimioterapias y de cuidados intensivos, así como asistir al seguro para su revisión adquiriendo medicamentos muy caros que el seguro no cubre y lo peor es que por las mismas enfermedades que tiene, ya no puede trabajar. Y aunque ha realizado trámites para su pensión por invalidez, primero decidió atender su salud, por lo cual lo dieron de baja en la empresa y no podrá obtener sus ahorros porque no está activo su número de Seguro Social.


Otro caso similar es el caso de un trabajador de DICONSA, (una dependencia federal) que tuvo un accidente por riesgo de trabajo: por poco se le viene el cargamento encima con el camión en circulación en la parte trasera, por lo que su única opción fue aventarse al asfalto, quebrándose la tibia y quedando inhabilitado para trabajar. Su pensión por invalidez alcanzó una calificación del 21% que se traduce en 803 pesos mensuales para su manutención y la de su familia, esto tiene que alcanzarle para alimentación, pasajes, asistir a su revisión médica periódica y para medicamentos que el seguro no cubre.


Así cómo estos, hay millones de casos en el país ¿se dan cuenta que realmente ni al Gobierno ni a los patrones les importa el destino del proletariado? Por tanto, los trabajadores no tienen más alternativa que unirse para organizarse por sus demandas más sentidas como la salud, el salario, la vivienda, etc. Son los propios trabajadores quienes con su esfuerzo, dedicación y entrega, dejan la vida para producir riqueza pero los patrones al enterarse que no pueden producir más, los corren y los desechan como si fueran un kleenex más que le dejará de dar ganancias y le estorbará si sigue ahí.


¡El luchar por las demandas y leyes que les garanticen mejor calidad de vida a los trabajadores es posible, solo si deciden unirse y luchar de manera permanente en defensa de sus derechos laborales!


miércoles, 26 de octubre de 2022

Que no somos iguales, dice la gente

    


Rufino Córdova Torres

    “Que no somos iguales dice la gente” refiere la popular canción para los amores socialmente mal vistos. Y cuyo parafraseo adoptó el inquilino de Palacio Nacional para calificarse, así mismo, como diferente a los gobernantes del pasado.

La vida tiene su propia dinámica y no obedece a lo que obrando Andrés Manuel López haga y diga en las mañaneras por lo que, para saber del cambio y mejora, de lo que ocurre y su diferencia respecto al pasado, es necesario abrir los ojos al caminar nuestra propia ciudad y darse una noción de la verdad.


Como todos los días, junto a muchos otros trabajadores, salgo de casa y por las calles agrietadas, mal iluminadas y de difícil andar—cuando en la colonia popular existen me dirijo al transporte público y, cuando llueve, mucho cuido no ser salpicado pues el arroyo vehicular esta saciado de baches y encharcamientos. Todo igual al pasado hasta aquí.


A cada momento y todos los días, los asaltos a mujeres trabajadoras u hombres madrugadores suceden y los raterillos no dejan de esconderse en las sombras por falta de lámparas y en la ausencia o molicie para actuar de los policías ¿Qué ha cambiado? Nada para mejorar, más bien las cosas se han agravado.


Siguiendo el caudal de gente chambeadora, llego a las interminables filas para esperar que salga o se estacione el transporte público y después de larga espera logro subir a la combi, micro o camión —da igual— con asientos pequeños, pasillos abarrotados y, al estar selladas las ventanas, sin ventilación cuando todavía pulula el Covid-19 infectando a muchos. Existen excepciones, pero en lo general… ¿Peor?


El precio del pasaje aumentó. Oficialmente nada se ha autorizado. Pero el incremento se cobra a la buena o a la mala…y pues uno quiere ir a trabajar y no dar función de box matutina. Así que se paga el aumento, ¿no hay autoridad a favor de nosotros?


No he llegado todavía al lugar de empleo y trasbordo. Se introduce uno al Metro ¿Qué es distinto? Sigue aseado pero continúa retrasándose, atiborrado y sofocante cada vagón. Y el trato de la policía es tal, en los túneles o andenes, que parece uno parte de un ato de ganado vacuno que va al matadero. El aumento en el precio del pasaje nada de esto resolvió, ¿qué se ha transformado en beneficio del pueblo trabajador?


Y al salir de la estación pertinente, nuevamente la fila y apearse al vehículo que le acerque más o andar por calles inseguras, sucias, feas y, finalmente, acceder al establecimiento, fábrica o empresa en la cual uno labora. Nada nuevo.


Ya en la empresa, sigue la misma jornada, pero ocurre el recorte del tiempo de descanso para los alimentos y la ampliación del horario porque, nos dicen insistentemente: —anda todo muy mal, la pandemia afectó mucho y hay riego de cerrar la empresa así que jala parejo y trabaja más. Pero para otros de nuestros hermanos de clase ni argumentación hay, solo se imponen nuevas condiciones de explotación. Cambió el pretexto, pero sigue la extracción de nuestra vida para convertirla en riqueza que se queda la patronal.


¿Qué ha cambiado?, ¿mejoraron los salarios realmente?, ¿podemos comprar más y mejor con nuestro salario?, ¿se nos trata con mayor consideración y respeto?, ¿se toma en cuenta nuestra salud física y emocional y se cuida esta por parte de los inversionistas y empresarios?


Si a uno le gusta comer con manteca ¿hay empleo con buen salario?, ¿los requisitos de los mejores empleos son cada vez más simples?, ¿han aumentado las prestaciones sociales?, ¿son mejores el IMSS y otras instancias de gobierno?, ¿saben de alguien con mayor pensión económica?, ¿se ha resuelto nuestra necesidad económica con alguna de las becas que provienen del pago de nuestros impuestos?


Ninguna de las anteriores preguntas se responde con una afirmación. Todo sigue igual o peor porque ahora también se nos dice que debemos aspirar a la pobreza franciscana. Eso es, solo ha cambiado la pobreza: ahora será más dura y amplia, pero, según el Gobierno, debemos estar felices y resignados en la miseria.


Y así, día tras día, uno regresa a casa nuevamente soportando una u otra incomodad; sufriendo las penurias incrementadas por la lluvia, el sol o los accidentes provocados por la falta de mantenimiento o los percances que promueve la irresponsabilidad de todo tipo. ¿Qué ha cambiado? Han aumentado los riesgos.


En la educación de los hijos y después de la pandemia ¿alguien nota algún amplio y profundo apoyo para que mejore su futuro?, ¿alguno recibió clases extras o asesoría de algún tipo para cubrir las deficiencias? Existe algún otro apoyo para que realmente se asimile lo mejor de la ciencia y la cultura y, por parte de los jóvenes y niñas, sea mejor aprovechada la educación.


Son muchas preguntas que en los rigores de la vida diaria tienen una sola y única respuesta: nada ha cambiado para beneficio del pueblo trabajador. Al contrario, se amplían las carencias, falta de servicios, incomodidades, requisitos y exigencias y, en la capacidad de compra, se torna cada vez más miserable el salario.


En una palabra, los gobernantes de la 4T, en efecto no son iguales, sino que resultaron peores, más mañosos, incapaces y corruptos. Así “que tu vida y mi vida se van a perder” al seguir aceptando promesas mañaneras y ningún cambio real favorable a nuestra persona, familias y comunidades. Si no impulsamos un verdadero cambio nuestras vidas se van a perder a favor de gobernantes y empresarios.


No hay duda. Los hechos y las situaciones que vivimos cotidianamente señalan la necesidad que tenemos los trabajadores de un cambio social a nuestro favor. Transformación que será posible cuando aceptemos organizar la resistencia en colectivo, grupal y prepararnos para la lucha por nuestro derecho a una vida mejor.