Por: Patricia
Saavedra Caballero
Era el
31 de diciembre de 2019 cuando de acuerdo a reportes recibidos por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), aparecía una neumonía de origen
desconocido, en la ciudad de Wuhan, en China. De inmediato, para principios de
enero, las autoridades de este país identificaron la causa como un grupo de
virus que causan enfermedades que van desde el resfriado común hasta
enfermedades más graves como neumonía, es decir, un virus que de acuerdo a
investigaciones científicas es nuevo y no se tenía conocimiento previamente,
que provoca una enfermedad denominada Covid-19 que para colmo de males
rápidamente fue expandiéndose hacia los continentes de Asia, Europa y América,
y que por fin llegó a nuestra patria en la segunda quincena de febrero del
presente año con dos individuos que provenían de Italia, es decir, personas que
después de pasar algunos días en aquel país resultaron contagiados y de esta
forma trasladaban este terrible mal a suelo mexicano, lo que de inmediato debió
poner en alerta a las autoridades mexicanas para activar una serie de
protocolos, principalmente en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México y puertos que recibían embarcaciones de otros continentes, es decir, toda
una serie de medidas que pudieran contener el ingreso de este virus a nuestro
país.
Pero
lamentablemente no fue así y, a pesar de que a finales de marzo y principios de
abril el mismo titular del Ejecutivo federal se mostraba escéptico, la realidad
mundial se imponía y cada vez se agudizaba la presencia de la pandemia en
territorio mexicano. En contraste el presidente de la república repartía besos
y abrazos a niños y personas de la tercera edad siendo estos últimos los más
vulnerables; como vemos con políticas irresponsables muy parecidas o similares
a las del presidente brasileño Jair Bolsonaro, país sudamericano golpeado con más
de 125 mil muertes después de Estados Unidos que suma más de 190 mil
fallecimientos, es decir, una cruda realidad que jefes de Estado se resistían y
se resisten a entender y ver con objetividad la realidad para dimensionar los
catastróficos resultados de sus políticas sanitarias.
En nuestro país hemos rebasado los 66 mil
muertos y a lo más que llegamos es a escuchar conferencias todos los días por
parte del Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, todo un epidemiólogo el
funcionario federal, investigador científico que ha llegado a la “sabia”
conclusión de que el presidente “no tiene fuerza de contagio, sino fuerza
moral”, negando que López Obrador sea una persona de riesgo por coronavirus,
incluso el propio inquilino de Palacio Nacional, al inicio de la pandemia,
recomendaba a la gente que salieran y se dieran besos y abrazos; y a estas fechas
es la hora en que el propio presidente como todos lo vemos ni siquiera hace uso
del cubrebocas.
En la pandemia, la sociedad ha
estado por delante del gobierno, sin un liderazgo responsable y unificador, sin
una información clara y consciente, la ciudadanía ha actuado y caminado de
manera casi instintiva mostrándose solidaridad en los momentos más difíciles,
haciéndose preguntas de cómo ayudar a los demás, pero también de cómo salvar a
los suyos. Pero hay sector todavía más vulnerable: los trabajadores de la
salud, médicos, enfermeras, laboratoristas, administrativos, de limpieza y
mantenimiento, que son la vanguardia heroica de la sociedad en el frente de
guerra contra la pandemia, sometidos a condiciones sumamente peligrosas, son incomprendidos,
hostigados, maltratados y aun así cumplen con su juramento, carecen del
respaldo de un sistema de salud solvente, equipado y eficaz que les garantice
seguridad, pero los médicos siguen mitigando el dolor, salvando vidas, a veces
a costa de la suya propia. Cuando esta terrible pesadilla pase, México tendrá
una noción muy distinta de la profesión del médico y la vocación de enfermera y
un deber de coadyuvar para reconstruir y reforzar a todas las instituciones de
salud, esta será acaso una de las consecuencias positivas, si se le puede
llamar así de esta terrible tragedia.
Pero
ante la indolencia, ante la indiferencia, ante el abandono del Gobierno
federal, necesitamos ideas prácticas y hace falta una campaña de
concientización sobre la labor de los médicos y las enfermeras, se necesita un
importante apoyo económico del Gobierno para la contratación de más médicos y
enfermeras, para la infraestructura y equipamiento en hospitales públicos (camas,
medicamentos, cubrebocas, caretas, botas, impermeables y ventiladores), solo
así la sociedad misma y organizada podrá hacerle frente a un enemigo invisible
que pronto rebasará los 70 mil muertos; una verdadera catástrofe como afirmara
en algún momento el propio López Gatell, enlutándose decenas de miles de
hogares, dejando vacíos, huérfanos, y en el peor de los casos infantes en la
orfandad, dando al traste con miles y miles de planes, de sueños, de proyectos
y de ilusiones que muchos compatriotas hasta hace más de medio año habían
proyectado sin imaginar la difícil situación que enfrentarían.
En
especial al Ejecutivo federal pareciera que el problema de salud de los
mexicanos no le importa, no se ven esfuerzos palpables para contener esta
pandemia, la falta de medicamentos en el sector salud, en los hospitales
públicos es evidente, algo tan elemental como el cubrebocas no lo tiene los
ciudadanos y algunos de acuerdo a sus posibilidades improvisan este material
por su propia cuenta para protegerse.
También
se notan pocos esfuerzos para salir del hundimiento económico que, a la fecha, ya anda por -18.9 por ciento,
desastre de un gobierno que en campaña nos prometió la luna y las estrellas creciendo
en un 6 por ciento anual; como vemos estamos ante un escenario sumamente
complicado donde deberíamos de ver a un presidente echado para adelante y con
visión de verdadero estadista; lamentablemente vemos todo lo contrario, no a un
jefe de Estado, sino al jefe de un partido político que está en campaña electoral
permanente, denostando y calumniando todos los días y a todas horas a quiénes
considera sus adversarios políticos, haciendo un uso faccioso de las
instituciones fiscales en contra de líderes sociales como interviniendo y
bloqueando cuentas bancarias de la forma más grotesca, arbitraria e ilegal sin
previa sanción de un juez, es decir, los mexicanos no solo nos encontramos ante
problemas sumamente complicados como el de la salud por la pandemia y el
económico por la falta de empleos, la caída del Producto Interno Bruto (PIB),
sino otro más y el peor diría yo el de tener un jefe de Estado que no se
comporta a la altura de las circunstancias, sino todo lo contrario, alguien que
calumnia, que descalifica, que está en permanente confrontación con medios de
comunicación, con líderes empresariales y con líderes sociales siempre buscando
fantasmas donde no los hay.
Esa
es la triste y cruda realidad cuando la cifra de muertos por Covid-19 cada vez
va en aumento, cuando miles y millones de trabajadores pierden su empleo,
cuando no hay en la mayoría de los hogares mexicanos los productos más
elementales de la canasta básica. México no cuenta con el jefe de las
instituciones que garantice políticas públicas para hacer crecer la economía,
para generar empleos para la clase trabajadora, garantizar la estabilidad y
confianza para el sector empresarial y algo más que urgente, garantizar el
abastecimiento de medicamentos en el sector salud para poder hacer frente a la
pandemia, además de utilizar medidas sanitarias para la contención del
Covid-19.
Ante
la falta y ausencia del gobierno en estos problemas solo la sociedad misma,
consciente y bien organizada puede encontrar alternativas de solución a los
males que aquejan al país, no hay de otra. Vale.
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