sábado, 12 de diciembre de 2020

COVID-19: ¿QUIÉNES SON LOS CULPABLES?

 


Humberto Castro

     En la primera semana de septiembre, México acumulaba más de 620 mil personas infectadas por el coronavirus Sars-Cov-2 y más de 66 mil muertos. Tenemos como país a nivel mundial el nada honroso tercer lugar en número de muertos. Es una verdadera tragedia nacional.

     Algunos de los que lean este artículo, seguramente ya conocen estas cifras y saben también que el comisionado por la presidencia de la república para informar del estado de la pandemia, el doctor Hugo López Gatell, el 4 de junio afirmó que si México llegaba a los 60 mil fallecidos por Covid-19 “sería un escenario muy catastrófico”. Eso lo dijo porque según sus cálculos, siempre fallidos, no pasaría de unos 30 mil mexicanos muertos durante toda la pandemia. Pues bien, ya rebasamos el “escenario catastrófico” más lo que está por venir y ante esta tragedia nacional cabe la pregunta ¿quiénes son los responsables?

     Veamos primero qué dicen nuestras leyes. Tanto el artículo 4 como el 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se refieren al derecho que tenemos los mexicanos a la salud y de la obligación que tienen las autoridades de generar las condiciones para que el mexicano sea un pueblo sano y protegido ante los embates de las enfermedades tanto internas como las que provengan del exterior. Y para el caso que nos ocupa, la fracción XVI del artículo 73 establece en su base primera que habrá un Consejo de Salubridad General (CSG) que dependerá directamente del Presidente de la República, sin intervención de ninguna secretaría de estado, y sus disposiciones generales serán obligatorias en todo el país. En la segunda base nos dice que en caso de epidemias de carácter grave o peligro de invasión de enfermedades exóticas en el país, la Secretaría de Salud tendrá obligación de dictar inmediatamente las medidas preventivas indispensables, a reserva de ser después sancionadas por el Presidente de la República. Termina esta fracción con la base tres que habla de que la autoridad sanitaria será ejecutiva y sus disposiciones serán obedecidas por las autoridades administrativas del país.

     Desde mi punto de vista, en nuestra Carta Magna se encuentra el marco jurídico y la obligación explícita para que las más altas autoridades del gobierno federal, desde el momento en que se supo de la existencia de la pandemia  Covid-19 en el mundo, hubiesen tomado medidas drásticas de control para impedir su propagación y ¿cuál fue y ha sido la actuación de tales autoridades? En lo esencial su comportamiento ha sido minimizar el peligro de la enfermedad. El primer caso de Covid-19 en México se dio a conocer el 28 de febrero de este año y el CGS declaró la emergencia sanitaria hasta el 31 de marzo, pero tal vez el retraso para declarar la emergencia no haya sido lo más importante, sino la actitud tanto del presidente de México como del responsable de la pandemia desde el inicio de la misma hasta la actualidad, que es de menosprecio a la enfermedad, negligencia y hasta abandono de su alta responsabilidad. Veamos por qué.

     Desde antes de que llegara la enfermedad a nuestro país, las naciones que la estaban padecido informaron con toda claridad que era mortal y se trasmitía por las gotas de saliva  de las personas contagiadas, que el virus era mayor al común y que guardar distancia de 1.5 a dos metros entre las personas evitaba los contagios. ¿Y que hizo la Secretaría de Salud para combatir la transmisión? Solo pidió se guardara la sana distancia y que no hubiera besos ni abrazos. No se dotó del material adecuado y suficiente a los trabajadores de la salud, no exigió más recursos a la Presidencia para ampliar la capacidad hospitalaria y se negó reiteradamente el uso del cubre bocas y la realización de pruebas por cientos de miles para detectar a tiempo los contagiados, para aislarlos y romper así la cadena de contagio. Primero dijo que todos los estados de la república deberían respetar las directrices nacionales emitidas desde la Subsecretaría de Salud (López Gatell), y cuando la pandemia se le salió de control y el número de muertos rondaba los 30 mil, anunció que cada estado se haría responsable de controlarla. Con ello, el Subsecretario de Salud, y con él todo el CSG, aventaron el arpa y se desentendieron de su obligación constitucional de que “sus disposiciones generales serán obligatorias en todo el país”

     Desde febrero y marzo varios países con escaso número de contagios dieron a conocer al mundo que el uso de cubre bocas era esencial para evitar el contagio masivo de las personas, y otros más, manifestaron que la realización de muchas pruebas ayudaba a detectar a los enfermos en las fases iniciales y al aplicarse se evitaba por miles la transmisión de virus, al romperse la cadena de contagio. El propio presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 5 de junio, dirigió un mensaje a todos los países para que se incrementara el número de pruebas. ¿Por qué entonces la Secretaría de Salud de México se negó y aún se niega a la aplicación de estos recursos tan indispensables que hubieran evitado un gran número de contagios y de muertes?, ¿realmente es creíble lo que dice el señor Gatell de que no hay evidencia científica? En mi parecer no es así. Yo afirmo que el encargado de dar a conocer el estado de la pandemia en nuestro país, y si no él, sí los demás integrantes del CSG, sabían y saben que tanto el cubre bocas como las pruebas en gran número son una forma eficaz de controlar la transmisión desmesurada. ¿Por qué entonces su necedad? La explicación, creo yo, está en la actitud servil de López Gatell y todo el CSG ante el presidente Andrés Manuel López Obrador. Como el presidente no desea cambiar en lo esencial el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), aprobado desde diciembre del año pasado, para así realizar sus injustificadas obras del tren maya, la refinería dos bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, entonces nadie de sus colaboradores le exige recursos adicionales para la salud, llámense hospitales, equipo para el personal de salud, cubre bocas o pruebas por millares para detectar enfermos a tiempo. Así se explica que el CSG sólo se haya reunido el 19 de marzo de 2020 para declararse en sesión permanente y, con excepción del 20 de abril, no se haya vuelto a reunir durante lo que va de la pandemia y en ese Consejo hay funcionarios de primera línea: el Secretario de Hacienda y Crédito Público, la Secretaria de Desarrollo Social, el Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Secretaria de Economía, el Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, el Secretario de Comunicaciones y Transportes, el Secretario de Educación Pública, además de los directores del IMSS y del ISSSTE. Ninguno fue capaz  de exigir un cambio en la política sanitaria del Gobierno federal.

   Por ese servilismo se explica también que López Gatell trate de justificar lo injustificable diciendo que “no hay evidencia científica de que sirva el cubre bocas o las pruebas en gran número”. Señores, el uso del cubre bocas no requiere evidencia científica, es una acción de sentido común que por sí sola se demuestra ¿cómo va a provocar el mismo número de contagios una persona enferma, conozca o no de su enfermedad, que al hablar, toser o estornudar no trae cubierta la boca y nariz, que la misma persona usando un aditamento que impida el esparcimiento de las gotas de saliva? ¡Ah! pero como al presidente le incomoda traer cubre bocas (por eso solo se lo pone cuando se lo ordena su jefe Trump), y como exigir ese aditamento y las pruebas de Covid-19 demandan más gastos, y el señor no quiere gastar más en salud, además que no quiere que se dé a conocer el número real de contagiados y muertos, entonces hay que hacerle la barba y arrastrársele mintiendo al pueblo que “no hay evidencia científica” aunque sigan muriendo como moscas miles de mexicanos. Los casos más escandalosos de esta actitud servil del “científico” subsecretario y objeto de la burla nacional, fueron cuando dijo que el presidente no seguía las normas sanitarias indicadas por las autoridades de salud “porque él no tiene fuerza de contagio sino fuerza moral” o cuando en una mañanera el presidente lo instó a que dijera que la pandemia se acabaría el 19 de abril a lo que el funcionario contestó para no contrariarlo “sí, más o menos”. En Gatell y todo el equipo de salud se aplica la vieja anécdota política de que cuando el presidente pregunta ¿qué hora es? la respuesta clásica del subordinado lambiscón es: la que usted diga señor presidente.

     Para que no se diga que hay exageración en la falta de realización de pruebas, el pasado 21 de agosto, la OMS, a través de su Jefe de Emergencias, Mike Ryan, señaló que México subestima la pandemia pues sólo realiza tres estudios por cada cien mil habitantes y que la enfermedad está sub-representada, lo que quiere decir que no están registrados todos los casos. Hay médicos del sector salud mexicano que afirman que las cifras de contagios y fallecidos habría que multiplicarlas por seis para que sean más o menos reales.

     Por su parte, el presidente de la república desde el inicio de la pandemia en nuestro país se ha dedicado a minimizarla, primero, hablándoles a todos los mexicanos para que las familias salieran a los restaurantes a comer y hasta se tomaba videos para mostrar que no había que preocuparse del contagio, después, en el colmo del ridículo, en su mañanera llamó a la población a protegerse con el “detente” o con “amuletos de la buena suerte”; más tarde, como niño berrinchudo, negándose a usar el cubre bocas “hasta que se acabe la corrupción” y después de haber ordenado tres meses de confinamiento de la población, en pleno auge de la pandemia y haciendo eco a su asesor Ricardo Salinas Pliego a “desapendejarse” (palabra empleada por el propio magnate), llamó a todos los mexicanos a perderle el miedo a la enfermedad y a salir a trabajar (es fácil presumir de valiente cuando se tienen todos los médicos y todas las medicinas al alcance de la mano). Agregado a lo anterior, aunque el número de contagios y muertos ha ido al alza, en más de 20 ocasiones en sus mañaneras y en otras oportunidades se ha puesto a lanzar desde el mes de abril frases adormecedoras y conformistas a los mexicanos diciendo que “ya se ve la luz al final del túnel”, que “ya se domó la pandemia”, que “ya se aplanó la curva”, que “ya vamos a salir de ésta”, que “la ciudadanía se ha portado muy bien” etc., etc.

     Si esa es la seriedad y los mensajes que en las autoridades provoca un problema tan grave como el SARS-Cov-2 ¿cómo reacciona la población? Obviamente, buena parte de los ciudadanos concluyen que el problema no es tan grave y que, por tanto, pueden hacer su vida normal, sin tomar las medidas sanitarias mínimas. Y allí tenemos los resultados. Por eso no es justificado, cuando de buscar culpables se trata, decir que la población no hace caso, que el mexicano es irresponsable y que la población debe cuidarse solita.

     Pero la responsabilidad más grande de la presidencia de la república es no haber variado drásticamente el PEF y empeñarse en realizar las obras de relumbrón de la 4T, dejando en el desamparo a los mexicanos más pobres, los cuales han tenido que soportar los peores estragos de la pandemia: el problema de falta de alimentos durante la cuarentena, el problema de atenderse la salud con sus propios recursos y el problema del desempleo ante el cierre de miles de empresas que no soportaron la crisis provocada por la cuarentena. Durante los meses de encierro forzoso no fue aprobado ningún programa federal alimentario de apoyo a las familias de menos recursos, no fue aprobado tampoco un apoyo de un ingreso económico mínimo (una especie de seguro de desempleo) para las familias que no pudieron trabajar, y a la fecha tampoco se ha promovido la generación de empleos que se perdieron por millones sumando los empleos formales e informales; el presidente prometió que habría una recuperación de los mismos a través de los programas de bienestar y de los jóvenes construyendo el futuro, programas temporales que a la postre no han resuelto ni mínimamente la falta de trabajo para los mexicanos.

     La preocupación de muchos gobiernos de otros países ante la pandemia ha sido muy superior, la cual se demuestra en el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) destinado al apoyo de sus ciudadanos durante la misma. Mientras que Alemania o Reino Unido destinan el 36 y 18.8 por ciento, respectivamente, México destina tan solo el 0.4 por ciento. Alguien podría argumentar que aquellos son países muy ricos y que México no se puede comparar a ellos, pero tenemos ejemplos en países de Latinoamérica cuya economía es muchísimo más pequeña que la de México y se han preocupado más por su población, a decir del Portal de Internet Statista, tenemos que Perú ha destinado el 12%, Chile con 10.3%, Colombia 7.9%, Guatemala 3.4% y Paraguay con 2.5% de su PIB. El gobierno mexicano, pues, ha dejado a su suerte a la población.

     Ahora bien, existen estudios como el del Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, Héctor Hiram Hernández Bringas, llamado “Mortalidad por Covid en México”, el cual fue publicado por el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México. De acuerdo a este estudio, el 71 por ciento de muertos por esa enfermedad viral tenían una escolaridad de primaria o inferior. Es decir, que otra vez los más perjudicados son los más pobres, porque ¿quiénes son los que tienen una escolaridad de primaria o inferior? los que no tuvieron recursos para estudiar. Y con su política desaprensiva, facilona y negligente para atacar a la pandemia, el gobierno morenista está perjudicando a la población de más escasos recursos económicos.

     Ante la situación actual opino que el Gobierno federal no ha venido cumpliendo con su obligación constitucional de garantizar la salud a los mexicanos, que los que todavía estamos vivos no requerimos minutos de silencio, ni nuestras familias necesitan las condolencias cuando nos haya matado la enfermedad. Los mexicanos requerimos acciones firmes para evitar la propagación del Covid-19, requerimos un gobierno responsable que ponga el ejemplo con las medidas sanitarias, necesitamos que haya apoyos para todos los desempleados tanto del sector formal como informal,  que se realicen acciones para mejorar el sistema de salud, que se atienda a todos los enfermos y con mayor calidad en los hospitales. Requerimos acciones serias del gobierno para recuperar los empleos perdidos y generar nuevos. Necesitamos, en fin, un gobierno que no le mienta a los mexicanos, que no privilegie las obras de relumbrón ni la austeridad republicana. Necesitamos un gobierno que privilegie la salud de quienes vivimos en este país.

     Los gobiernos capitalistas, entre ellos el mexicano, debieran, sin prejuicios, aprender del gobierno chino que ha demostrado un gran respeto por la vida humana y se ha empeñado a fondo para salvar el mayor número de vidas de sus ciudadanos. China sufrió  desde fines de diciembre de 2019 el primer embate de la pandemia sin conocer absolutamente nada acerca de ella, tiene una población que ronda los 1,400 millones de seres humanos y, aun así, logró controlar exitosamente la enfermedad al grado que hasta esta fecha su número de personas contagiadas no rebasa los 85 mil  y su número de muertos por Covid-19 es de 4,634 en los casi ocho meses que ha sufrido la pandemia. En México apareció el primer enfermo dos meses después y van más de ¡66 mil fallecidos! Pero en el país asiático, además del cubre bocas realizan 6,281 pruebas por cada cien mil habitantes y no tres como en México. Obviamente hay una mayor vigilancia con los enfermos y una serie de medidas sanitarias que en conjunto arrojan mucho menos contagios y menos muertos. Es la diferencia entre un gobierno verdaderamente humanista y otros, como el de México, en los que el interés de los gobernantes es aferrarse al poder, el lucimiento personal, la verborrea y la sed de riqueza a costa de la vida de sus ciudadanos.

     Una crítica a la actual situación que vivimos en México no tendría mucho sentido en sí misma, pero es de mucha importancia y de gran utilidad este momento porque ya hay predicciones de que si no hay un cambio en la política sanitaria del gobierno morenista, antes de diciembre de este año tendremos el doble de mexicanos fallecidos.

     Este escrito no tiene como propósito principal evidenciar los errores y la ineficacia del gobierno de la “cuarta transformación”, sino prevenir peores escenarios, pues ya hay predicciones, como la de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, que calcula el doble de ciudadanos fallecidos antes de finalizar el año si el gobierno mexicano no cambia su política sanitaria. Por eso, como personas conscientes debemos unirnos en una sola voz, para exigir un gobierno más responsable y verdaderamente comprometido con la vida humana, especialmente la de los más pobres, que son quienes están más indefensos ante esa mortal enfermedad, todavía se pueden evitar decenas de miles de fallecidos y el lacerante dolor de sus respectivas familias.

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