Ricardo
Torres
Alfred Nobel (1833 – 1896), químico sueco inventor de la
dinamita, quien al final de su vida, atormentado por la capacidad destructiva
que su invento provocó a la humanidad, decidió legar gran parte de su fortuna a
una fundación que se encargase de premiar anualmente a aquellas personas o
instituciones que hayan realizado invenciones, descubrimientos, investigaciones
o contribuciones en beneficio de la humanidad en los terrenos de la química,
física, medicina, literatura y la paz. Dichos galardones internacionales comenzaron
a otorgarse a partir de 1901. Posteriormente, el Banco Central de Suecia, en 1968,
añadió el premio de economía. Actualmente el Premio Nobel representa, sin duda,
uno de los reconocimientos más importantes en el mundo.
Ahora bien, el pasado 11 de octubre del año en curso, la Real Academia Sueca de Ciencias y
el Banco Central de Suecia dieron a conocer los nombres de quienes recibirán el
Premio Nobel de Economía 2021: David Card (originario de Canadá), actualmente
profesor de la Universidad de California; Joshua Angrist (originario de Estados
Unidos), actualmente profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts; y
Guido Imbens (originario de Holanda),
actualmente profesor de la Universidad de Stanford.
A pesar de que los trabajos de los
economistas radicados en Estados Unidos no se realizaron de manera conjunta
sino independientes unos de otros, fueron merecedores a dicho reconocimiento
por sus coincidentes contribuciones metodológicas en la investigación y
análisis de las relaciones económicas empíricas, es decir, en la investigación
experimental aplicada a ciertos fenómenos reales (no solo teóricos) que ayudan
a explicar los efectos que provoca una determinada política económica.
Destacan las
contribuciones experimentales de David Card, especialmente la investigación
relativa al aumento del salario mínimo en el estado de Nueva Jersey que
demostró que el incremento al salario mínimo no generó una disminución en el
empleo, sino, por el contrario, lo impulsó.
Por mucho tiempo, los
estudiosos de la ciencia económica moderna, defensores del capital, han
argumentado, entre otras argucias, que el incremento al salario mínimo es una
medida negativa para los propios trabajadores porque provoca consecuencias
negativas, entre ellas, una disminución en el empleo. ¿Cómo comprobar si esta
afirmación es verdadera o falsa? En la década de los 90, David Card y Alan Krueger
(fallecido en 2019), decidieron comprobar dicha aseveración en el terreno de
los hechos aplicando una metodología de investigación experimental natural: estudiaron
los efectos en el mercado laboral que produjo el aumento al salario mínimo que
recibieron los trabajadores de ínfimos ingresos que laboraban en
establecimientos de comida rápida en Nueva Jersey; al tiempo que realizaron una
comparación con el comportamiento del mercado laboral del estado vecino de
Pensilvania donde no se produjo dicho incremento salarial.
El resultado que arrojaron
sus investigaciones fue revelador: el incremento al salario mínimo no necesariamente
trae consigo efectos negativos en el empleo como lo afirmaba el modelo
económico convencional y, más aún, logró incentivar en un 13 por ciento la
creación de nuevos empleos. Según el jurado calificador, la metodología
aplicada por Card y Krueger en su investigación sobre el estudio del mercado
laboral está “reformando completamente el trabajo empírico de las ciencias
económicas […] demostrando que los experimentos naturales son una fuente rica
de conocimiento”.
Estas aportaciones de Card
y Krueger cobran enorme relevancia en un mundo capitalista que actualmente
sufre una severa crisis económica; en un sistema donde se acrecienta la pobreza
y la desigualdad debido a la explotación que sufren los trabajadores que
laboran con salarios miserables, sin prestaciones laborales ni seguridad social;
un sistema económico neoliberal que solo beneficia a un puñado de
multimillonarios que concentra en sus manos la riqueza social producida por
millones y millones de trabajadores asalariados en el planeta, en donde el 1
por ciento de la población se apropia de gran parte de la riqueza social, mientras
más de la mitad de la población mundial vive en el desamparo y la pobreza.
Esta crisis económica del capitalismo empeoró
exponencialmente con llegada del coronavirus SARS-CoV-2 cuyos
efectos están agravando la
desigualdad en el mundo; más de 240 millones de contagios y cerca de 5 millones
de muertes han puesto al descubierto las desigualdades económicas y la
incapacidad del sistema capitalista para atender las necesidades económicas, de
salud y de seguridad social que hoy más que nunca demanda la población en todo
el planeta. Por consiguiente, se requieren políticas económicas transformadoras
que contribuyan a construir un mundo menos desigual; y el incremento al salario
mínimo de los trabajadores es uno de los mecanismos directos e inmediatos que
contribuyen a mejorar la distribución del ingreso, las condiciones de vida de
la población y la reducción en los niveles de pobreza, como lo demostraron las
investigaciones de Card y Krueger.
En este sentido, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL), organismo de la ONU responsable de promover el desarrollo
económico y social de la región, elaboró un trabajo denominado “Estrategia
de desarrollo con redistribución del ingreso: Salario mínimo y frentes de
expansión en México”, en el que dice: “El objetivo de este
estudio es contribuir a la discusión sobre la viabilidad y el alcance potencial
de aumentar sustancialmente las percepciones de los trabajadores con menores
ingresos […] El análisis muestra indicaciones muy favorables sobre la
viabilidad del crecimiento con redistribución del ingreso en México, movido
esencialmente por el mercado interno de consumo en masa […] Incentivar el
crecimiento de la demanda en las familias con menores ingresos por la vía del aumento
del salario mínimo tiene efectos potenciales muy positivos sobre la economía”.
A unas cuantas semanas de que en nuestro país la
Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) determine el incremento al
salario mínimo para 2022, en medio de una severa crisis económica y de una devastadora
pandemia, los trabajadores de México requieren de un importante y extraordinario
incremento salarial que les permita obtener los ingresos suficientes para, por
lo menos, adquirir la canasta básica alimentaria para sus familias. El CONEVAL
informó que el precio de la canasta alimentaria mensual por persona es actualmente de $1,847.27, por consiguiente, una familia
de cuatro integrantes requiere de $7,389.08 mensuales para adquirirla, esto
significa que hoy en día el salario mínimo para un jefe de familia debería ser
de $246.30 diarios, y esto solo para satisfacer sus necesidades alimentarias
básicas. Para 2022, ¿cuánto se incrementará el salario mínimo que actualmente
es de $141.70? Si el gobierno morenista atiende esta urgente necesidad salarial
de los trabajadores con el mismo desinterés y menosprecio que enfrenta la
pandemia del coronavirus, seguramente dicho aumento no rebasará los 30 pesos.
Los
estudiosos de la ciencia económica como David Card y los investigadores la
CEPAL recomiendan un incremento sustancial del salario mínimo como una medida
económica acertada para mejorar la
distribución del ingreso, las condiciones de vida de la población más
vulnerable y la reducción en los niveles de pobreza, ¿por qué entonces no
existe un sustancioso incremento al salario mínimo? Porque en el sistema actual
esa es una decisión que no corresponde resolver a los responsables de
desarrollar la ciencia económica, sino que está en manos de los dueños del
capital y sus dóciles gobiernos, y por ningún motivo, los empresarios están
dispuestos a reducir sus ganancias.
El problema radica entonces en que el modelo capitalista
está diseñado precisamente para que la economía de las naciones, por encima de
los intereses del pueblo trabajador, sirva a los intereses del capital. De lo
anterior se desprende que solo la fuerza y unidad de la clase trabajadora en
lucha, apoyada en el conocimiento que ofrece la ciencia económica, podrá
conquistar incrementos salariales que garanticen una vida digna y decorosa para
sus familias. De no ser así, aunque el sistema económico capitalista se esté
derrumbando, de los patrones solo seguirán recibiendo migajas.
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