Rosa Espinoza
El primero de mayo es el día internacional de lucha de los trabajadores; en el mundo entero se celebra esta fecha como el día del trabajo, en nuestro país se reconoce legalmente como un día festivo y se le debe conceder al trabajador como un día de descanso obligatorio. Los sindicatos y las centrales obreras oficiales como la CTM, CROC, CROM y COR, entre otras, celebran el 1° de Mayo con un desfile oficial por las calles del centro histórico y concluyen en la plancha del zócalo capitalino, en los últimos tres años no se ha realizado dicho evento por la pandemia del coronavirus.
Por su parte, los llamados sindicatos “independientes” también realizan una movilización, según sus organizadores es una marcha que reivindica la democracia y la libertad sindical. A este grupo de sindicatos “independientes” acuden, por ejemplo, los trabajadores agremiados al sindicato de telefonistas, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y de otras agrupaciones sindicales que se dicen ser de izquierda y cuestionan el sindicalismo oficial.
Ahora bien, el sindicalismo en México es fundamentalmente un sindicalismo “charro”, al servicio de los intereses del capital, salvo raras excepciones los sindicatos son manipulados por líderes sindicales que tienen compromiso con los patrones más que con los trabajadores, esto es así porque la clase obrera en México no ha destacado una auténtica vanguardia, no ha cobrado conciencia de clase y, por tanto, ésta sigue siendo una tarea pendiente.
Para empezar debemos saber que el origen del 1° de Mayo no es para festejar un día como quien celebra el día de la madre, el día del niño o el día del compadre; el 1° de Mayo fue una fecha fijada como día internacional de lucha, como un día en el que cada año los obreros en todo el mundo tendrían que salir a las calles a reclamar sus derechos, y fueron Carlos Marx y Federico Engels, dirigentes de la Primera Internacional, quienes definieron así la lucha de los trabajadores. Posteriormente esa fecha fue recogida por la Segunda Internacional y en su Congreso fundacional, en 1889, se acordó establecer ese día como día universal de la lucha de los trabajadores.
En nuestra sociedad contemporánea la necesidad de salir a las calles a reclamar nuestros derechos laborales continúa siendo una tarea vigente, la situación actual de la clase trabajadora es semejante a la del siglo XIX, con salarios paupérrimos y jornadas de trabajo extenuantes; en aquel tiempo la demanda central fue por la conquista de una jornada de ocho horas y actualmente las demandas de la clase trabajadora siguen siendo por mejores condiciones de trabajo, mejor salario y jornadas reales de ocho horas porque, aunque legalmente la jornada máxima es de ocho horas, lo cierto es que a los trabajadores se les obliga a laborar horas extraordinarias porque si no las trabaja el obrero queda expuesto al despido y porque es la única opción para recibir un mayor ingreso.
En este contexto la política laboral implementada por el gobierno de la Cuarta Transformación es demagogia pura; el gobierno de AMLO impulsó la reforma a la Ley Federal del Trabajo en 2019, como una condición indispensable a la firma del Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). En dicha reforma se establece la desaparición de las Juntas de Conciliación y Arbitraje y en su lugar tendrán que establecerse Tribunales Laborales; además, se crea el Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) que se encargará de los registros sindicales y los contratos colectivos de trabajo (CCT) a nivel nacional.
Esta reforma dicen es para hacer más expedita la justicia laboral, se supone que el procedimiento laboral se simplificará, sin embargo, en los casos de emplazamientos a huelga y firma de un nuevo CCT será indispensable que la representación sindical tenga el apoyo de por lo menos el 30% de los trabajadores para obtener la constancia de representatividad, la cual tendrá una vigencia de seis meses a partir de la fecha en que ésta sea expedida; en los hechos el cumplimiento de este requisito lejos de simplificar los procedimientos administrativos, los está haciendo más prolongados y tortuosos.
Lo cierto es que la reforma laboral de 2019 aún no termina de implementarse, en varios estados de la república se encuentran en la tercera etapa, que significa nulo avance; tal parece que el Gobierno reconoce la burocracia y corrupción del procedimiento laboral en las Juntas de Conciliación y Arbitraje y en el sindicalismo mexicano; sin embargo, bien vistas las cosas, las nuevas instancias, requisitos y procedimientos obedecen a una estrategia del capital internacional y de los monopolios norteamericanos para tener un mejor control del movimiento obrero mexicano en favor de sus intereses.
Sus promotores dicen que la reforma laboral es para garantizar la democracia y la libertad sindical, pero el charrismo sindical no se acaba, salen algunos viejos charros priistas y entran viejos charros morenistas como el caso de Napoleón Gómez Urrutia; los trabajadores siguen tan controlados como siempre y el sindicalismo “independiente” sigue engañando y deformando la conciencia de los trabajadores, se comportan igual o peor que los sindicatos charros de antaño, por ejemplo, está el caso reciente de los telefonistas que obligaron a sus agremiados a asistir a la marcha de los “independientes” este 1° de Mayo so pena de un descuento de ocho días de salario en caso de faltar.
Como podemos advertir, la conquista de una verdadera democracia y libertad sindical solo será posible cuando los trabajadores cobren conciencia de clase, cuando se decidan a participar, organizarse y luchar en defensa de sus legítimos derechos y dejen de creer en falsos redentores.
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