Antón Rojo
Recién a mediados de julio del presente año el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) publicó un estudio con el que busca definir las clases sociales existentes en la actualidad en nuestro país y cuantificarlas. Esta definición y conteo, lo hizo basándose exclusivamente en los ingresos que las personas tienen al mes para, después de esto, terminar agrupando a los más de 128 millones de mexicanos, en tres clases: LA CLASE ALTA, LA CLASE MEDIA Y LA CLASE BAJA, señalando cuántos están incluidos en cada una de esas clases.
Los resultados a los que llegó, con esa clasificación, son los siguientes:
CLASE ALTA. En ella clasifican a las personas que ganan un promedio de 77 mil 975 pesos al mes ($2,599 al día en promedio) y ahí agrupan a 1 millón 23 mil mexicanos.
CLASE MEDIA. Dice que son las personas que tienen ingresos de hasta 23 mil 451 pesos al mes ($781 al día en promedio) y en ella incluye a 47 millones 201 mil 616 personas.
CLASE BAJA. En ella incluye a los mexicanos que ganan por mucho al mes, 12 mil 977 pesos ($432 al día en promedio) y en ella quedan agrupados ¡80 millones 536 mil 236 mexicanos! la gran mayoría del pueblo mexicano.
Diremos desde ahorita que estas conclusiones del INEGI son, desde nuestro punto de vista, no muy acertadas porque, entre otras cosas, solo toman en cuenta un factor para definir las clases sociales existentes, es decir, el ingreso que tienen las personas. Veremos que hacer esto puede llevarnos a grandes confusiones y conclusiones equivocadas.
Sin embargo, algunas cuestiones son importantes de reconocer en ese estudio del INEGI: en primer lugar, y por si quedaba alguna duda, que la gran mayoría del pueblo mexicano es pobre (de la “clase baja” dice el INEGI), que carece de lo necesario para estar bien, que no estamos en el mundo de la felicidad como se nos ha querido hacer creer por el gobierno de la 4ªT; y en segundo lugar, que afirma que las clases sociales si existen. Pudiera parecer esto último una obviedad, pero no es así: desde siempre, los poderosos de las distintas épocas han negado la existencia y división de los hombres en distintas clases sociales, echando mano de diversos argumentos, han buscado obscurecer la realidad para conservar su situación de dominio.
Así, en la antigüedad, en la ÉPOCA DE LA ESCLAVITUD, se predicó que, si había diferencias entre los hombres, era en razón de “la suerte que le tocaba” a cada quien en este mundo o en razón de designios divinos: hay diferencias entre los hombres “porque así ha sido, así es y así será el mundo” o “porque los dioses así lo han querido”.
Posteriormente, en la ÉPOCA FEUDAL, también se remarcó la idea de que las diferencias existentes entre los seres humanos se debían a diferencias en el origen: unos son de sangre común y corriente y otros “de sangre azul”, superiores y, por tanto, destinados por designio divino a mandar sobre los otros hombres y las cosas.
Y en la moderna ÉPOCA DEL CAPITALISMO, a la gente se le trata de convencer de que ahora ya no hay diferencias: todos los hombres “somos iguales ante la ley” y tenemos las mismas oportunidades para progresar pues vivimos ya en el paraíso de la igualdad y que si unos tienen más que otros es en razón de las ganas y el empeño individuales que cada quien le pone al trabajo para abrirse camino en la vida.
Así, en el moderno paraíso de la igualdad que nos pintan, no hay clases sociales y las diferencias que puedan existir se deben a razones de diverso tipo. De ahí que se diga que eres pobre “porque quieres”, “porque no ahorras”, “porque no le echas ganas”, “porque eres huevón”, “porque eres borracho”, “porque eres mujeriego y tienes muchos hijos”, etc., etc. En cambio, los ricos lo son “porque ahorran”, “porque se sacrifican”, “porque invierten”, “porque le echan ganas a la vida y son emprendedores”. Y la gente, sobre todo la gente pobre desgraciadamente, se traga esa patraña y se deja engañar. No queremos dejar de decir que viendo algunos casos particulares esto puede llegar a ser cierto, pero es imposible creer que todos los pobres, los 80 millones de mexicanos que dice el inegi que componen la “clase baja”, sean pobres por flojos, borrachos o mujeriegos, si así fuera nuestro país no hubiera podido llegar a ser, como es, de las primeras 15 economías en el mundo.
“¡No existen las clases sociales, ni la sociedad está dividida de por sí en clases sociales!”: esta es la prédica que le machacan un día tras otro, sobre todo a la gente pobre, para que se resigne “con su suerte” o se culpe a sí misma de su mala situación.
Este discurso manipulador es además completado con la idea de que las personas que hablan de clases sociales “son agitadores profesionales” que lo que pretenden es dividir a los pueblos y crear conflictos, que eso de las clases sociales es un invento de alborotadores que buscan desestabilizar a la sociedad. Por eso es algo positivo que el INEGI diga que sí existen las clases sociales.
Pero, como ya dijimos, las conclusiones del estudio del INEGI no son del todo acertadas y crean confusión, porque si los que llama de “clase alta” son las personas que ganan un promedio de 77 mil 975 pesos al mes (o $2,599 al día en promedio), ¿dónde deberíamos meter al señor Carlos Slim, el hombre más rico en Latinoamérica y el número 13 a nivel mundial, que tiene un ingreso de 15 mil 840 millones de pesos al mes, es decir de 528 millones de pesos al día?
¿O dónde meter a un trabajador que apenas gana el salario mínimo ($172.87 al día) y que apenas llega a $5,186 al mes, si el INEGI dice que la “clase baja” gana en promedio 12 mil 977 pesos al mes (o $432 al día en promedio)? No alcanzaría a estar ni siquiera en la “clase baja”. ¿Y qué decir de otros humildes trabajadores que ni al mínimo llegan?
La confusión así creada llevaría a hablar de otras tantas subdivisiones (“clase alta alta”, “clase super alta”, “clase baja baja”) que sólo embrollarían más la cuestión, además de hacer creer a los que ganan un poco más, que no están tan mal pues son de la “clase media” y que no se les debe confundir con los pobres de la “clase baja”.
Por eso conviene puntualizar aquí para claridad de los trabajadores, varias cuestiones que los más destacados estudiosos de la sociedad, de la historia y la economía han concluido en sus investigaciones.
PRIMERO. La existencia de las clases sociales es un hecho objetivo, es decir, algo que existe de por sí en la realidad, independientemente de que nos guste o no, de que lo queramos aceptar o rechazar e independientemente de que lo conozcamos o lo ignoremos: son una realidad.
SEGUNDO. Por otro lado, hay que decir que las clases sociales y la división de la sociedad en clases sociales, no ha existido siempre. Hubo un tiempo, en los inicios de la sociedad humana, en que todos los hombres trabajaban en conjunto, producían entre todos y entre todos se repartían lo obtenido de manera equitativa: era una sociedad en la que, como dijo Don Miguel de Cervantes “no se conocían las palabras tuyo y mío”, todas las cosas útiles para producir, eran de todos y nadie abusaba del trabajo ajeno, por eso esta sociedad se llamó comunidad primitiva.
Sin embargo, dado el escaso desarrollo de los medios para producir y de los instrumentos de trabajo, en aquella sociedad apenas se producía lo indispensable para la vida de la comunidad. Era inevitable y necesario que los medios de producción se desarrollaran y que con ellos aumentara la productividad del trabajo humano. Así se dieron las condiciones para producir un excedente y se desarrolló la posibilidad de un trabajo cada vez menos colectivo que dio pie al uso y posesión privada de las herramientas que antes eran de todos, estas se fueron convirtiendo poco a poco en propiedad privada de cada quien y tras de eso, también se fue dando el acaparamiento privado de las tierras. Surgieron así las diferencias de patrimonio y las desigualdades sociales y con el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción surgieron las clases sociales: unos se apropiaron privadamente de los medios de producción y otros quedaron desposeídos. Es pues la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción la que da origen al surgimiento de las clases sociales.
Desde entonces, esclavos y señores esclavistas; después campesinos siervos y señores feudales terratenientes y ahora, señores capitalistas y obreros.
Así es que el punto central para la aparición y existencia de las clases sociales no es el ingreso que perciban las personas sino, sobre todo, la relación que los hombres tengan con los medios de producción: si son propietarios de ellos o no. De tal manera, que esto es lo fundamental que define y agrupa a los hombres en diversas clases sociales y de este punto central dependen las demás cuestiones que ayudan a definir qué clases sociales existen y en qué clase social está cada persona.
Estas otras cuestiones son: ¿qué papel desempeña cada persona en el proceso de producción: si obedecen trabajando o mandan? Y ¿en qué forma recibe la parte de la riqueza producida y de cuanto es ese ingreso?
Así, veremos que Carlos Slim tiene ingresos en forma de ganancias y utilidades millonarias porque es propietario de grandes y poderosos medios de producción y por esa razón no trabaja, no produce solo manda y ordena a los que trabajan a su servicio; en cambio, un trabajador asalariado cuenta con ingresos medianos o bajos porque no es propietario de los medios con los que produce, de hecho para poder vivir o sobrevivir necesita hallar trabajo, tiene que encontrar quien le alquile su fuerza de trabajo a cambio de pagarle un salario y por eso el que compra su fuerza de trabajo, el que le paga, es el que le da órdenes y lo manda.
Aquí está la causa de las grandes desigualdades sociales y a los trabajadores de México y del mundo entero nos conviene saberlo para que sepamos también cuál puede ser, a mediano y largo plazo, la solución de fondo de los graves problemas sociales que nos afectan sobre todo a los trabajadores, que aunque somos los que generamos la riqueza en el país, somos los que menos disfrutamos de ella, careciendo de un ingreso justo por nuestro trabajo, sin poder tener una vivienda digna y espaciosa, sin que puedan tener nuestros hijos una educación de calidad, sin buena atención médica, sin posibilidad de esparcimiento y descanso.
Ahí está el huevo de la serpiente y la madre de todas las calamidades que padecemos en este moderno sistema de explotación capitalista: el que tiene los medios de producción en su poder lo tiene todo y hasta en exceso, sin trabajar y sin esforzarse, y los que sí trabajan, producen y se esfuerzan, viven si acaso con lo indispensable.
Esa es la causa principal de las muy diferentes condiciones materiales de vida de las distintas clases sociales, y de acuerdo a como viven en lo material, así son de diferentes los intereses que a cada clase le preocupan o deben preocuparle. Por eso nuestros intereses como clase trabajadora son distintos y opuestos a los de la clase poderosa, la burguesía, dueña de los medios de producción. Y son diferentes y contrarios hasta en lo más elemental: nosotros queremos ganar mejores salarios y no ser sometidos a jornadas de trabajo largas y fatigosas; ellos, los capitalistas, buscan pagar los salarios más bajos y hacernos trabajar lo más que se pueda. Son intereses contrapuestos, antagónicos: lo que nos conviene a nosotros les perjudica a ellos y lo que a ellos les conviene nos perjudica a nosotros.
Pero este es un tema necesario de tratarlo más extensamente en otra ocasión.
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