Permítaseme iniciar señalando que en el momento en el que se atiende un tema general como el que nos ocupa, necesitamos precisar el objetivo a alcanzar, debido a que los fenómenos atienden a causas múltiples. Aristóteles nos enseñó, en su obra Metafísica (ciencia primera) en el apartado de la aporía de las causas, que la idea de causa admite que hablemos de las más próximas a las más lejanas; así el nacimiento de un niño se le puede adjudicar tanto a la madre como al sol; aunque el sol da la vida, no permite explicar cabalmente la existencia del niño. La solución que propone el estagirita es la de alcanzar la “causa pertinente” como conocimiento superior, pero admite que para ello debiera haber un conocimiento de la unidad de las causas.
Mis aspiraciones ahora no son las de haber alcanzado la “causa pertinente” respecto al acontecimiento del Primero de Mayo, empero, sí señalo que mis pretensiones en este documento son las de aproximarme a entender a la concepción de clase obrera como formación histórica y su consecuente camino para su formación ideológica y organizativa. Nos allana el camino el saber la existencia de una nueva corriente historiográfica denominada “historia de las asociaciones obreras en México”. Su preocupación ha girado en torno a preguntas como ¿qué impulsó a los individuos a asociarse?, ¿qué condiciones económicas y sociales privaban a la hora de su formación?, ¿cuál fue el origen y naturaleza de sus miembros?, ¿cuál fue el destino de dichas agrupaciones? En ella han contribuido los trabajos de Sonia Pérez Toledo, Carlos Illades, Miguel Orduña, Isnardo Santos y María Florencia.
Inicio señalando que las palabras “clase trabajadora” o “clase obrera” aparecen en el lenguaje político de Gran Bretaña durante los años que siguieron al final de las guerras napoleónicas, después del temprano año de 1815. Los primeros grandes movimientos que cabe calificar apropiadamente de “obreros”, tanto por su sentido de la conciencia de clase como por sus procedimientos y programas (por ejemplo, las sociedades cooperativas y los sindicatos), también adquieren importancia y prominencia en los decenios posteriores a Napoleón. Así, varios estudiosos han señalado que el movimiento obrero cartista (1838-1848), al que mantenían unido fuertes lazos de conciencia de clase, así como la exigencia de democratización electoral, movilizara una proporción de trabajadores (no agrícolas) mayor que la movilizada por cualquier otro movimiento antes del final de la Primera Guerra Mundial.
Estos primeros movimientos obreros le gritaban al mundo que lo obtenido por la Revolución Francesa era una conquista que sólo le pertenecía a la clase propietaria. En agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente había aprobado el documento “Declaraciones de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”. Aunque como reza el título del documento, se pretendía que tuviera un carácter universal, ello era solo en el aspecto formal. Se trató en realidad de un documento que negó las libertades garantizadas como derechos. Se hablaba de “democracia” y “libertades”, pero atendiendo a la frase de Anatole France, “la ley en su majestuosa igualdad da a cada hombre igual derecho a dormir bajo un puente o a comer en el Ritz”. Aún más, el derecho a la huelga y a la organización colectiva, estaban restringidos como derechos. No se nos tiene que olvidar, así nació el liberalismo burgués clásico.
Fueron Karl Marx y Friedrich Engels quienes colocaron a los obreros como sujetos históricos llamados a encabezar la revolución proletaria. Desde el Manifiesto del Partido Comunista se plantea la necesidad de la lucha de clases y del concepto de autoemancipación. Un año antes, en 1847, en su obra Miseria de la Filosofía, leemos lo siguiente:
En principio las condiciones económicas habían mostrado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero no para sí misma. En la lucha, en la cual hemos señalado algunas fases, esta masa se reúne, constituyéndose en clases para sí misma. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase.
¿Por qué surgió en ese momento el pensamiento marxista? El mundo estaba cambiando. En 1911 había en Gran Bretaña 36 ciudades de más de 100 mil habitantes, comparadas con las 10 que había en 1851; y en ellas vivía el 44 por ciento de la población total comparado con el 25 por ciento de las primeras. Dos terceras partes de la población entraron en relación con la industria. El rápido desarrollo de la industria reclamó brazos; el salario aumentó y, en consecuencia, cuadrillas de trabajadores emigraron de los distritos agrícolas a la ciudad. Junto a este crecimiento, su fiel acompañante: la pobreza. Engels apuntó que la miseria era tan grande en Dublín (Irlanda) que un solo instituto de beneficencia, la Mendicity Association, recogía cada día a 2500 personas, esto es, el uno por ciento de la población, a las cuales atendía únicamente de día suministrándoles el alimento.
El movimiento obrero europeo rápidamente se interconectó, así los obreros franceses, belgas o suizos, recaudaban fondos en apoyo a huelgas y acordaban no aceptar el trabajo que les ofrecían los mercenarios de la industria de otras naciones; así mediante mecanismos de presión eficaces, las demandas de carácter inmediato fueron resueltas. Además, la existencia de un solo escenario permitió el intercambio, discusión y puntos en común, para la formulación de un programa político para todo el movimiento obrero mundial. Estos fueron: el papel necesario de los sindicatos dentro de los objetivos políticos; la socialización de la tierra y de los medios de producción; la importancia de participar en las elecciones políticas a partir de partidos obreros.
Así nació la Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional, en 1864. La Asociación creció y para 1870 llegó a tener un total de 50 secciones y una membresía de 4 mil trabajadores. Marcelo Musto señala como un punto de inflexión respecto a los propósitos de la Internacional, lo ocurrido en el Congreso de la Haya en 1872. Ahora su tarea ya no era la de coordinar y apoyar las huelgas en toda Europa, ni la exigencia a los congresos para el reconocimiento de los sindicatos junto a la socialización de la tierra; sino el derrocamiento de la producción capitalista.
El programa para los comunistas del mundo estaba trazado. Obreros del campo y la ciudad, pequeños propietarios en ruina, intelectuales progresistas, artesanos; todos unidos bajo los mismos principios y objetivos. Lo sucedido el Primero de Mayo, será consecuencia de los fundamentos ya planteados. Los dirigentes obreros asistentes al Congreso Obrero y Socialista Mundial, celebrado en Paris, Francia en 1889, acordaron celebrar con fecha única una jornada de lucha mundial por la defensa de los derechos e intereses de la clase obrera.
Los postulados teóricos y de acción de la Primera Internacional fueron la expresión de los hechos reales de la lucha de clases que se levantó a la vista de sus creadores. Cierto es que las clases y su lucha nunca adquieren su forma definitiva. Ahora, nuevamente son los hechos, los que nos advierten la exigencia de repetirle a la clase obrera mexicana la consigna acuñada por Marx: “hay que enseñarle a la clase trabajadora a espantarse de sí misma”.
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