sábado, 12 de diciembre de 2020

LAS ARTES PLÁSTICAS

 

Por: Gerardo Almaraz

                       Hay tardes en que miro la fresca pintura de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo,​ más conocida como La Gioconda (La Mona Lisa), de Leonardo da Vinci, y pienso en esa mirada intensa y prolongada que me sigue por donde se le mire, así como esa sonrisa sutil que adorna su semblante que provoca en mí diversas sensaciones difíciles de describir. O a veces, también me sucede que al caminar por la Ciudad de México encuentro grandes y altos edificios en que la luz del sol los baña otorgándoles una sombra que hace resaltar la estructura y la forma que me conmueven. Este placer significante lo resumo en una palabra: arte.

                      En varias ocasiones hemos escuchado la palabra arte, que en términos generales es cualquier actividad creativa del ser humano en la que se aplican reglas o técnicas específicas. En este sentido, un campesino que siembra es un artista en el campo de la agronomía, un obrero que ensambla piezas de autos es también un artista o un cocinero que es reconocido por tener una excelente sazón decimos es un artista. En fin, todo lo que es producto de la creatividad humana es considerado como arte.

                        Sin embargo, no todo lo que es arte por definición es bello. La belleza es una de las cualidades que poseen los objetos creados por la naturaleza y por el hombre. Por ejemplo, la naturaleza nos produce diversas emociones cuando admiramos sus vastos y bellos paisajes: en una puesta de sol, en un cálido amanecer, en un remanso de agua, en las profundidades del mar, en la espesura de la selva, en el canto de las aves multicolores, en fin, en todo lo que no fue creado por la humanidad. Entre tanto, la música, la poesía, la escultura, la pintura, el cine y demás creaciones del hombre, también manifiestan belleza.

 

                        A diferencia de la naturaleza, el hombre requiere invertir cierta destreza para conseguir que el objeto creado contenga belleza, esto lo logra con el manejo magistral de elementos determinados capaces de producir una obra que, además, provoque emociones humanas. Dicho de otro modo, una obra de arte pasa por el laboratorio de la cultura, el cerebro y la sensibilidad del artista; pero el material que éste utiliza no es una creación del pensamiento propio, sino proviene de algo objetivo, externo a él, es decir, de la realidad, la piedra de toque de donde provienen y recaen las fuerzas de su inteligencia, sensibilidad y destreza a fin de obtener una obra de arte. Así pues, la actividad reiterativa, constante y paciente que, por ejemplo, nos lleva a elaborar un agradable pastel que nos invita a experimentar y desarrollar el sentido del gusto y el olfato; del mismo modo una obra teatral, un cuento, una sinfonía, una escultura, nos generan diversas sensaciones y emociones, hasta alcanzar un deleite espiritual que gradualmente transforma nuestra existencia como seres humanos. En suma, a estas actividades que realiza el hombre con el propósito de crear y expresar su talento y sensibilidad en torno a su conocimiento e interpretación de la realidad, les llamamos bellas artes.

                Dentro de la clasificación clásica son cinco las actividades artísticas que se reconocen: la arquitectura, la escultura, la pintura, la música y la literatura. A las tres primeras se les conoce como artes plásticas porque se pueden contemplar con la vista. Es a través de este sentido como es posible establecer conexión y relación con ellas para conocerlas, estudiarlas y disfrutarlas. Los ojos son los primeros en recibir el estímulo físico del objeto, este golpe de admiración nos conduce a la comprensión, la apreciación, y, por tanto, a la pulsión interna que es capaz de conmovernos. Eso sin sumar la posibilidad de generar reproducciones emocionales al ser susceptibles de ser palpables.

                     La arquitectura es una de las más antiguas creaciones humanas, dedicada a la construcción de todo tipo de edificaciones. A lo largo de la historia algunas obras se han erigido como símbolo de una época determinada. Por mencionar alguna, quizás la más representativa de occidente, tenemos el Partenón en la Acrópolis de Atenas, dedicado a la diosa Palas Atenea, el cual es considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo.  La arquitectura fue apreciada como una innovación artística en Grecia, de ahí pasó a Roma, donde se produjeron también obras muy importantes que después se extendieron sobre todo el planeta.

                        En México existen templos y ciudades que nos transportan a otra época, por ejemplo, el centro histórico de la ciudad de Zacatecas es una muestra emblemática. La catedral y algunos edificios que la abrazan fueron construcciones de estilo barroco durante la época de La Colonia en nuestro país. Este estilo, como concepción espacial, trata de la libertad, del paso de lo estético a lo dinámico y de la ruptura con el convencionalismo; aquí se prefiere la línea curva en lugar de la recta y se quiebra la simetría clásica. En él están presentes efectos de movimiento, dramatismo, cambios de luz y exageración. Este estilo arquitectónico se mezcló entre la cultura indígena y la española, aunque su origen es italiano.

                   Es evidente que, aunque la arquitectura exige numerosa mano de obra y largos periodos de tiempo para concluirse, es decir, desde la concepción de la idea hasta su concreción, para que alcance su pleno desarrollo pueden transcurrir siglos, y que quizá este sea el rasgo más perceptivo que la diferencia de la escultura y la pintura, sin embargo, los actuales cimientos arquitectónicos, verdaderas moles de hierro, cristal y hormigón, gracias al desenvolvimiento de las fuerzas productivas ponen en duda tal percepción del tiempo pues bajo determinadas condiciones logran erigirse en periodos muy breves.

     La arquitectura hace resplandecer la belleza de las ciudades. No en pocas ocasiones quedamos atrapados por su belleza, por aquellos monumentos que imitan la antigua arquitectura griega o romana llamada neoclásica.  El Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, por ejemplo, posee muchas reminiscencias de tal arquitectura que frente al mundo se considera una de las principales edificaciones representativas de ese estilo en México.

                      Ahora pensemos en las catedrales que fueron concebidas a partir de paisajes bíblicos como la Catedral de Notre Dame o la de Estrasburgo, en Francia. Si alguien tuviera conocimiento de tales prodigios bíblicos aseguraría un mejor acercamiento o una mejor comprensión de su valor estético, quizá podríamos ver las imágenes del antiguo libro traducido y materializado por el arquitecto en un edificio, en algo observable y palpable. Alcanzar esa magnificencia representativa es en lo que reside la belleza de esta manifestación artística.

                          Intentemos el abordaje de la segunda belleza plástica: la escultura. No es aventurero afirmar que por lo menos alguna vez en nuestra vida hayan percibido nuestros sentidos algún producto de este bellísimo arte. Seguramente varias de las esculturas que conocemos llegaron a nosotros a través de imágenes en los libros. Tan impresionantes son aquellas que se especializaron en la reproducción del cuerpo humano, sobre todo las de estilo clásico. En la historia de la evolución de la escultura no podemos dejar de mencionar cuándo ocurrió su época dorada, el Renacimiento, empeñada en reproducir el cuerpo humano en diferentes contextos, actitudes, apuros o condiciones, que siguen impresionando al mundo, muchas veces superiores a las más modernas manifestaciones, sobre todo porque el espectador queda en una especie de pasmo, prendido sin siquiera saberlo, debido al sorprendente grado de virtuosismo y esteticismo de las renacentistas manos preladas de una absoluta genialidad como lo fueron, por ejemplo, las de Miguel Ángel, creador de majestuosas e icónicas obras como el David que, en Florencia, Italia, sigue maravillando al mundo.  

                       En la escultura el movimiento aunque podemos apresurar que es estático, también es cierto que algunos artistas desafiaron esta posición revolucionando la técnica en favor del cinetismo. Por ejemplo, en El rapto de Proserpina de Bernini, la tragedia mitológica nos narra el momento en que Plutón, dios del inframundo, de manera violenta se lleva a Proserpina (Perséfone en la mitología griega) a vivir con él. En la escultura de Bernini, los detalles realistas al estilo barroco sorprenden de sobremanera cuando la mano de Plutón toma el muslo de Proserpina y sus dedos parecen hundirse en la piel de mármol de la diosa. Del mismo modo, esforzándose por someterla, los músculos de sus piernas dobladas y brazos tensos sobresalen, mientras que su cabello y la tela que lo envuelve acusan al movimiento.

                          Las diversas manifestaciones y estilos de la escultura han llegado a crear nuevas corrientes como la llamada “absoluta creación” que se caracteriza fundamentalmente por utilizar elementos geométricos con el fin de dar vida a ideas mucho más abstractas; El Caballito, del escultor Sebastián, es un ejemplo de ello. Aquí es fácil que al mirar la forma de la escultura nos remita a la del concepto caballo; aunque a veces sin reparar en la obra en su conjunto podríamos pensar que en realidad se trata de otra cosa. La obra sólo provoca la idea geométrica de un caballo, pero de ningún modo lo es. La escultura, igual que las demás artes, transmite ideas y crea emociones cuando se acerca cada vez más a la perfección estética.

                       La pintura ocupa el tercer lugar en estas artes. Como en una fotografía, la pintura plasma sobre el lienzo el instante que el artista pretende representar. Los grandes genios nos han asombrado tanto, al punto de sentimos pequeños. Recordemos la pintura El nacimiento de Venus, se trata de la representación de la Diosa del Amor, la Afrodita griega, que emerge de una enorme concha de vieira. Sandro Botticelli, el gran autor de la obra, se inscribe en la sensibilidad propia del Renacimiento, tiempo en que se renovó la representación de los mitos de la Antigüedad Clásica y en los cuales se encuentran verdades escondidas sobre la naturaleza humana. Esto significó una verdadera defensa del humanismo frente a un pasado oscuro dominado por la concepción y la estrecha moral religiosa, porque, desafiando las costumbres de su tiempo, legitimó representaciones impensables para la moral medieval, como lo era el desnudo femenino completo.

               La pintura, como el resto de las artes plásticas, no puede expresar una historia, algo que se desarrolle en el tiempo, una emoción que evoluciona o la vida de alguien; es un instante nada más el que queda petrificado en el tiempo cuando la obra finaliza o se completa. Sin embargo, existen intentos curiosos y asombrosos que pretenden contradecir lo dicho, por ejemplo, ahí está La noche estrellada de Vicent van Gogh, en cuyo lienzo se observa un paisaje cargado de colinas y montañas de curvas poco pronunciadas y un pueblo lleno de casas, trigales y olivares. Resaltan dos espirales nebulosas que se abrazan una a otra creando la sensación de movimiento y fluidez, como en dirección a la luna que se encuentra en la esquina superior y en estado menguante donde sobresale en tonos amarillos, luminosos y vibrantes, como si fuera el sol de la noche.

                       Las artes plásticas deben estar al alcance del pueblo. Los trabajadores debemos conocerlas, entenderlas y practicarlas. Hoy día, las artes plásticas se caracterizan por incluir a todas aquellas manifestaciones artísticas cuyos objetos finales son susceptibles a la vista y al tacto, lo cual sustenta y constata su objetividad y la relación de causalidad con la realidad inmediata y trascendente. Es un hecho que la belleza creada por el hombre y manifiesta en el arte, transforma nuestra comprensión y percepción de realidad, al mismo tiempo que demuestra la inagotable capacidad creadora de los seres humanos.

0 comentarios:

Publicar un comentario