Por: Ricardo
Torres
La aparición del coronavirus SARS-CoV-2 está impactando de manera súbita la vida económica, política y social del planeta; entre muchos otros efectos está mostrando al desnudo el verdadero interés y preocupación de los Gobiernos por el bienestar de sus pueblos; ninguno se escapa, todos transitan por el escrutinio de la opinión pública nacional e internacional. Mientras los Gobiernos de algunos países se han volcado en todos sentidos para combatir eficazmente al covid-19 y proteger a su población, muchos otros, minimizando la gravedad de la pandemia y absortos en sus intereses económicos y políticos, han abandonado a sus pueblos dejándolos indefensos a su suerte.
En
este combate contra la pandemia, la diferencia de resultados de los sistemas de
salud en los países de régimen capitalista comparados con los países de régimen
socialista son más que elocuentes: hasta la fecha, por ejemplo, en países
capitalistas como Estados Unidos se registran 7.4 millones de contagiados con
210 mil muertos, Brasil 4.9 millones de contagiados con 146 mil muertos, México
789 mil contagiados con 81 mil muertos y Reino Unido 530 mil contagiados con 42
mil muertos; mientras que países socialistas como China registra 85 mil
contagiados con 4 mil muertos, Venezuela 79 mil contagiados con 658 muertos,
Cuba 5 mil contagiados con 123 muertos y Vietnam mil contagiados con 35 muertos.
Si contrastamos la suma total de contagiados y fallecidos de estos países,
tenemos que en estas cuatro naciones capitalistas existen más de 13 millones de
contagiados y cerca de medio millón de fallecidos, mientras que en los cuatro
países socialistas tenemos menos de 171 mil contagiados y menos de 5 mil
fallecidos. En términos absolutos las cifras son demoledoras. La abismal
diferencia de estos resultados obedece a que en los países capitalistas los principales
servicios de salud son privados, es decir, que la medicina de alta calidad solo
está al alcance de quien tenga dinero suficiente, mientras que en los países socialistas,
que responden al interés social, la salud pública es responsabilidad del Estado
y sus esfuerzos están destinados a garantizar una buena atención médica en
favor de sus pueblos.
Aunque
la impresionante y efectiva maquinaria mediática del imperialismo
norteamericano y sus satélites acusen todos los días a los países socialistas
como opresores, antidemocráticos y dictatoriales, los trabajadores de México y
el mundo no debemos caer en el engaño, por el contario, debemos observar con mayor
detenimiento lo que la realidad nos demuestra, ahora de manera transparente en
tiempos de covid-19, para comprender que en los países socialistas, a pesar de
sus múltiples errores, deficiencias y limitaciones que son innegables, sus
Gobiernos se esfuerzan infinitamente más por construir un sistema económico,
político y social más equitativo que garantice el bienestar de sus pueblos, especialmente
en el terreno de la salud pública.
En
este sentido, ¿cuál ha sido la política del Gobierno mexicano y cómo ha
enfrentado la pandemia del covid-19? Justo es reconocer que la ruinosa
situación del sistema nacional de salud en nuestro país no es responsabilidad
exclusiva del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, pero de lo que
sí es responsable es de mentir al pueblo de México y de continuar con una
política neoliberal que está acelerando el desmantelamiento del sector salud.
Veamos algunos elementos de juicio.
Antes del ingreso de la pandemia a nuestro
país,
el Gobierno federal desapareció oficialmente el Seguro Popular, el 1° de enero
de 2020, para sustituirlo por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI),
organismo que atiende a la población que no es derechohabiente del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS) o del Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Sin embargo, el improvisado funcionamiento
del INSABI ha sido un rotundo fracaso: hasta la fecha se desconocen sus reglas
de operación y se ha interrumpido la atención médica de millones de mexicanos.
El 21 de mayo de 2019, Germán Martínez
Cázares renunció como Director General del IMSS. En su carta de renuncia el
funcionario morenista denunció que en el IMSS seguimos observando diariamente “…pasillos
de espera llenos de personas adoloridas y mal trato o retraso en la atención a
pacientes […] niños que
padecen cáncer y esperan su tratamiento, quienes viven a la espera de insulina,
las poblaciones de la diversidad sexual que reclaman antirretrovirales y los
millones de enfermos que se atienden en nuestras clínicas y hospitales, no merecen
ni un minuto de rebatingas de poder […] Quiero decirlo lo más claro que puedo y
debo: algunos funcionarios de
la Secretaría Hacienda tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en
riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de
servicios de salud que tiene el Seguro Social […] El Presidente
del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS
algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro,
recortes de personal y más recortes de personal, […] mientras que los gobiernos progresistas inspirados por la justicia,
buscan ampliar cobertura y calidad inyectando más presupuesto, los funcionarios conservadores,
neoliberales, controlan el gasto en servicios de salud pública […] Ahorrar y controlar en exceso el gasto en
salud es inhumano. Ese control llega a escatimar los recursos para los
mexicanos más pobres.” Que conste que son declaraciones hechas no por un adversario político del presidente,
sino por un funcionario de primera línea que hoy continúa despachando en la
Cámara como Senador de la República de la bancada morenista.
Debido a esta política de austeridad
impuesta por el Gobierno federal, en junio de 2019, el IMSS-Bienestar cerró más
de 300 Unidades Médicas Urbanas (UMU) dejando sin atención médica a otros miles
de mexicanos en los distintos estados de la república. Médicos, enfermeras y
empleados de las UMU denunciaron que, además de carecer de derechos laborales
ya que estaban contratados por honorarios, fueron despedidos
injustificadamente.
La Dirección de Epidemiología de la
Secretaría de Salud también sufrió los efectos de esta política neoliberal
con un recorte de 57 millones de pesos en su presupuesto de 2020. De tal forma
que el Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica (INDRE), principal
entidad encargada de la vigilancia
epidemiológica de la nación, recibió con limitaciones la llegada del Covid-19 al
tener que funcionar con menos recursos que en 2019.
En consecuencia, trabajadores del IMSS,
ISSSTE y de la Secretaría de Salud, realizaron protestas y manifestaciones en
distintos estados, ante la falta de insumos, recortes de presupuesto y despidos
injustificados. Incluso la Asamblea Nacional de Médicos Residentes (ANMR), en
representación de más de 8,000 médicos residentes de 82 hospitales del país, protestaron
frente a Palacio Nacional por la falta de pago a sus becas, el reembolso de su
bono semestral y por el establecimiento de una legislación que regule sus
condiciones de trabajo dentro de los servicios de salud, ya que hasta el
momento sufren una constante discriminación laboral.
El castigo para los pacientes continuó
con el desabasto de medicamentos, especialmente en cuatro de los padecimientos
más frecuentes: hipertensión, VIH, diabetes y cáncer. Por ejemplo, la falta de
medicamentos para niños con cáncer (como el Metotrexato o Vincristina), provocó
la desesperada y justificada movilización de padres de familia exigiendo la
dotación de los fármacos para completar el tratamiento oncológico de sus hijos.
La política de austeridad presupuestal y la falta de planeación en el abasto
oportuno de medicamentos han provocado la muerte de miles de pacientes, principalmente
mujeres y niños.
En suma, desde antes de la pandemia, nuestro
sistema nacional de salud estaba siendo desmantelado por las políticas
neoliberales del gobierno morenista: reducción en la asignación de recursos
económicos, despidos masivos e inconformidad de trabajadores y la consecuente
desatención a la salud pública de los mexicanos.
En este lastimoso contexto, dibujado
grosso modo, en febrero de 2020 llega la pandemia de coronavirus a México: con un
sistema de salud en ruinas y con un gobierno morenista que minimizó la gravedad
de la pandemia para mantenerse inamovible en la obtención de sus mezquinos intereses.
Aunque
el presidente haya declarado que el Gobierno estaba “preparado” y con la
“capacidad” para enfrentar el coronavirus, lo cierto es que AMLO mintió cínicamente
a los mexicanos y al mundo entero, y los hechos lo demuestran de manera
contundente: 789 mil contagiados y 81 mil muertos (cifra que supera la suma total
de fallecidos en Italia y España); no existe un plan emergente efectivo para
combatir la pandemia que incluya la masiva realización de pruebas para detectar la enfermedad y
cortar así la cadena de contagios; los hospitales del IMSS, ISSSTE,
INSABI y demás institutos de salud pública carecen de equipo especial para la
protección de médicos y demás personal hospitalario, en consecuencia, somos el
país con más personal sanitario que ha muerto por coronavirus al superar los 1,400
fallecimientos confirmados; las propias autoridades de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) tuvieron
que retirar a miles de estudiantes de medicina y enfermería que realizaban su
internado en hospitales públicos, debido a la falta de protección y
capacitación para la atención de pacientes con coronavirus; y, como era de
esperarse, han surgido diversas e intermitentes protestas públicas del personal sanitario en todo
el país, demandando mejor equipo, insumos y mayor calidad en los materiales de
protección para el cuidado de pacientes contagiados por coronavirus.
Ante el derrumbe
económico del país y la incapacidad del gobierno morenista para combatir la
pandemia, éste decidió irresponsablemente dejar a un lado las medidas
sanitarias recomendadas por las ciencias médicas a través de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y resolvió terminar con el confinamiento llamando a
la población al retorno de la “nueva normalidad”, es decir, a la reactivación
económica de la nación a costa de la muerte de miles de mexicanos. Y así
estamos,
la pandemia en México se encuentra fuera de control.
Y para
confirmar el menosprecio del gobierno morenista por la vida de los mexicanos,
basta con revisar el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2021,
para descubrir que no existe ningún cambio de política frente a la pandemia, en
esencia continúa privilegiando sus emblemáticos megaproyectos y los programas
asistenciales que habrán de redituarle resultados electorales. A pesar del
espeluznante número de fallecidos y contagiados por covid-19, el gobierno
morenista, lejos de corregir el rumbo, sigue sin asignar recursos urgentes y extraordinarios
para el sector salud. Incluso, el limitado presupuesto blindado que existía en
los fideicomisos para las instituciones encargadas de la investigación
científica y el desarrollo tecnológico, que hoy tanta falta hacen a nuestro
país, será reorientado hacia los proyectos que el presidente ordene. Como
podemos comprobar, AMLO y el morenismo resultaron ser más neoliberales que los
neoliberales del PRIAN.
Para
mejorar medianamente los sistemas de salud en las naciones subdesarrolladas,
tomando en consideración las variaciones del Producto Interno Bruto (PIB) en
cada una de ellas, la OMS ha recomendado asignar por lo menos el 6 por ciento
del PIB del gasto público en salud: México destina solo el 2.8, mientras que
Cuba destina el 10.4, según cifras del Banco Mundial. Como podemos observar, el
Gobierno de México no destina a salud ni la mitad de los recursos mínimos recomendados
por la OMS, mientras que Cuba casi los duplica. Esta es otra cifra que los
trabajadores debemos registrar para ir comprendiendo la diferencia que existe
entre los Gobiernos capitalistas y los Gobiernos socialistas.
Cuba
es un digno país socialista que, a pesar de estar sometido a un criminal
bloqueo económico, comercial y financiero, desde hace más de 60 años bajo el
acoso del Gobierno norteamericano, hoy en el terreno de la salud pública, como
en muchos otros, sigue dando lecciones de humanismo y solidaridad al mundo: dado
que su Gobierno socialista destina importantes recursos económicos, humanos,
científicos y tecnológicos para garantizar la salud de su pueblo, hasta el día
de hoy registra tan solo 123 muertos durante la pandemia; ante la negativa de
otros países, tendió su mano fraterna a los pasajeros y tripulantes contagiados
por covid-19 del crucero ingles MS Braemar para atenderlos y posteriormente, en
avión, enviarlos de retorno a Reino Unido; con más de 28 mil profesionales de
la salud combatiendo al covid-19 y otras muchas enfermedades en cerca de 60 países
de Europa, África, Medio Oriente, América Latina y el Caribe; y con la probada
experiencia de una vigorosa industria biotecnológica y farmacéutica, trabaja
sin descanso para ofrecer a su pueblo y a los pueblos del orbe, la vacuna cubana
contra el covid-19, denominada Soberana
01, que por el momento se encuentra en su segunda fase experimental avalada
por la OMS. Estas son solo algunas de las recientes acciones que muestran la
solidaridad internacional y el humanismo del Gobierno socialista cubano en el
terreno de la salud.
Para
decirlo de otra manera, los trabajadores de México y el mundo debemos
comprender que el socialismo es un régimen económico, político y social que
procura una distribución más equitativa de la riqueza social, es decir, que se
esfuerza porque la sociedad en su conjunto reciba los beneficios materiales que
genera la actividad productiva del mismo pueblo trabajador; donde la
alimentación, la vivienda, la salud, los servicios urbanos, la educación, la
ciencia, el deporte, la cultura, el arte y muchos otros aspectos de la vida
material y espiritual de los individuos y de los pueblos, estén a su alcance.
Por tanto, para construir un régimen socialista que beneficie al pueblo, se
requiere inevitablemente la participación activa y permanente de ese mismo
pueblo en todos los ámbitos de la vida, económica, política y social.
Es por
ello que los dueños del capital, los empresarios perfumados, sus intelectuales
a sueldo y demás lacayos, utilizan todos los medios a su alcance para echar tierra a los ojos de los trabajadores y
del pueblo para que rechacemos y estigmaticemos al socialismo. ¡No lo
permitamos! Es natural que ataquen al socialismo porque saben bien que en este
nuevo régimen los dueños del capital dejarán de ser la clase dominante; es
natural que ataquen al socialismo porque ellos quieren seguir concentrando en
sus manos la riqueza social producida por los trabajadores. ¡No lo permitamos
más! Para sacudirnos el yugo explotador de los patrones, los trabajadores
debemos saber como funciona el régimen capitalista en México y el mundo,
debemos conocer y estudiar el socialismo científico, las bases económicas y
filosóficas que lo sustentan y, entre otras muchas cosas, comprender el papel
revolucionario que la historia ha depositado en la clase obrera para entonces actuar
en consecuencia: unirnos y organizarnos como clase social para disponernos a
trabajar y luchar junto al pueblo pobre de México por la construcción de una nueva
sociedad más justa y equitativa.
Un inevitable
comentario final abusando de la paciencia de algunos posibles lectores. Estando
así las cosas, resulta ridículo que ciertos opositores de AMLO lo califiquen
como socialista o comunista. Algunos quizá por desconocimiento de lo que en
verdad significa ser socialista; y otros, de manera perversa, para seguir
satanizando y estigmatizando al socialismo, como lo ordenan los amos del
imperio. Que nadie se confunda, AMLO no es de izquierda y mucho menos
socialista o comunista. AMLO es parte de un viejo grupo de políticos resentidos
contra los tecnócratas que se apoderaron del PRI con la llegada de Carlos
Salinas de Gortari; AMLO es pues un viejo priista que hoy, encaramado en el
poder, vuelve por sus fueros y pretende retornar al antiguo presidencialismo
totalitario y manipulador que lo amamantó y formó políticamente.
Por
los resultados de sus dos primeros años de gobierno, como apretadamente lo
acabamos de ver en el terreno de la salud pública, AMLO no es un socialista del
siglo XXI, sino simplemente un continuador encubierto del modelo neoliberal: un
nuevo cachorro del imperio.
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