Por: Sergio Cadena
Como
todos sabemos, cada año el Gobierno federal, a través de la Comisión Nacional de
Salarios Mínimos (Conasami), establece de manera oficial un aumento al salario
mínimo en todo el país. En los dos últimos años el gobierno de la 4T se ha
jactado de haber realizado los mayores aumentos salariales de la historia. Sin
embargo, debemos aclarar que también son dos de los años en que mayor inflación
ha tenido nuestro país, por lo cual dichos aumentos han quedado reducidos a
cero. Y no podía ser de otra manera, ya que el Estado, al defender los
intereses de la burguesía, permite el aumento de los precios de las mercancías
para reponer con creces lo que los patrones habían perdido con el aumento al
salario. En efecto, el beneficio que aparentemente se obtiene con el aumento
salarial se esfuma por completo con el aumento de precio en los productos de la
canasta básica.
Y es que
no es lo mismo el salario nominal que el salario real. El primero es sólo la
cifra numérica que obviamente cada año se incrementa, mientras que el segundo
nos indica los productos que podemos adquirir. Así tenemos que con 123.22 pesos
del salario mínimo en 2020 podíamos comprar cierto número de productos que,
seguramente, con los 141.70 pesos del salario mínimo decretado para el 2021, no
nos alcanzará para gran cosa. En pocas palabras, el salario real expresa el
poder adquisitivo del salario. Por tanto, de nada sirve al trabajador tener un
salario con grandes números, si ese mismo salario no le alcanza para satisfacer
sus necesidades básicas. Especialistas en la materia afirman que el poder
adquisitivo del salario en México ha venido disminuyendo, cada año, desde la
década de los 70 y que, para recuperar el poder adquisitivo que se tenía en ese
entonces, se tendría que realizar un incremento tal que hiciera llegar el
salario mínimo a 500 pesos aproximadamente. Y claro, en los momentos actuales
de desorganización y poca unión y concientización de la clase obrera mexicana,
llegar a esa meta es prácticamente imposible, es todavía menos que un sueño.
Sin embargo, ese sueño podrá hacerse realidad en la medida en que los obreros
aumenten su capacidad organizativa y avancen en su educación política.
Pero aún hay más. Además del salario nominal y del salario
real, existe también el salario relativo. Este último es el que expresa la
proporción entre el incremento salarial y el aumento de la utilidad neta del
patrón. Mientras el salario del trabajador aumenta en unos cuantos pesos, la
utilidad del patrón se incrementa en millones. Haya crisis económica o no, haya
pandemia o no, el capital siempre crece. Es por ello que mientras más pasa el
tiempo, la separación entre ricos y pobres es mayor. Y aunque en un determinado
momento y como resultado de la presión conciente y organizada de los obreros se
logrará incrementar los salarios nominal y real, la injusticia social provocada
por la desigualdad económica continuría, ya que el incremento de la utilidad
seguiría siendo mucho mayor que el del salario. Lograr esto último significaría
el aniquilamiento del capitalismo, lo cual hasta la fecha sólo ha sido posible
mediante una revolución en donde las masas trabajadoras juegan el papel de
protagonista principal (y no un mecías iluminado como muchos esperan todavía) y
cuyo proceso culmina con la sustitución del aparato estatal burgués por la instauración
del Estado proletario integrado por los mejores y más destacados luchadores
emanados de sus filas.
Y como esa grandiosa obra requiere de un nivel muy alto de
concientización de la clase trabajadora, es necesario comenzar ya las tareas
previas que necesariamente se llevarán un buen de tiempo. Para lo cual es
preciso no caer en la tentación del terrorismo, la guerrilla o del caudillismo, que en el mejor de los
casos, nos llevarían a la instauración de un gobierno proletario, sí, pero
incomprendido y sin apoyo popular.
Educar
y organizar a la clase trabajadora puede llevar muchos años, es cierto, pero
ese es el único camino genuino y seguro para una verdadera transformación
social.
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