domingo, 7 de febrero de 2021

EL CINE: ORIGEN DE UN SUEÑO (Parte I/II)

 


Gerardo Almaraz

                  Un gran pensador francés dijo que “hablar de cine es adentrarse a un terreno pasional”, y esta verdad, a pesar del desarrollo de nuestra modernidad digitalizada, demuestra que en la actualidad es más cierta que nunca. Hoy en día desde las diversas plataformas virtuales (Netflix, HBO, Sky TV, etc.), la televisión y las salas de cine, por mencionar algunos medios, entramos en contacto con los diversos géneros de películas que ha producido la humanidad desde hace más de un siglo. Testimonio tenemos de diversas cintas que han desfilado por nuestros ojos, decenas de historias que nos han conmovido de mil formas posibles, actores y actrices que nos han impactado y dejado atónitos con su interpretación; tales imágenes suelen confundirnos y, en ocasiones, nos han hecho dudar de nuestra realidad. Pero vayamos por partes, que esta pretensión de abordaje sobre algunos aspectos culturales sobre el origen del cine será una mera opinión desde los lentes de un modesto pero apasionado cinéfilo.

                Cuando hablamos del cine nos imaginamos una sala oscura donde concurren decenas de personas para apreciar sobre una pantalla las actuaciones de otras gentes que viven y narraran una historia. Sin embargo, el cine es un arte con muchas complejidades que va más allá de las carteleras, trailer, festivales o taquillas. Empecemos por decir que el cine es la abreviación de cinematografía definida como la técnica que consiste en proyectar fotogramas (imágenes impresas en una placa de celuloide) de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento, dando origen a una película. Esta definición esta contextualizada por el interés de carácter científico con que se concibió dicho invento, pero que en su progreso se orientó al espectáculo y al entretenimiento. Podemos decir entonces, como algunos especialistas han apuntado, que la fecha en que nació como tal el primer film fue a finales de diciembre de 1895, en París, por la familia Lumière, encabezada por Louis Lumière. Pero tal invención no fue una construcción aislada y el resultado de una inspiración individual; para que naciese el cine propiamente dicho -apunta el historiador del cine mundial, George Sadoul- antes había que utilizar otro hallazgo: la fotografía.

                    En las primeras décadas del siglo XIX, el invento más maravilloso y moderno fue la fotografía, aunque dicha invención tardó casi un siglo para contar una historia dinámica através de un proyector. La primera fotografía data de 1823 y había necesitado catorce horas de exposición para su impresión en una placa: las primeras fotografías fueron bodegones o paisajes. Sadoul al respecto dice que para esa época no era extraño esperar tanto tiempo, pues tal invento era una nueva forma de dibujo, el medio de fijar químicamente las imágenes de las cámaras negras empleadas por los artistas desde el comienzo del Renacimiento. Sin embargo, a partir de 1840 el tiempo de tomar una fotografía se redujo a veinte minutos, pero fue hasta 1951, cuando se desarrolló la fotografía utilizando placas de vidrio con la combinación química del colodión húmedo, que se obtuvieron dos ventajas: que de una fotografía se podían obtener varias copias, y el tiempo de exposición disminuyó a segundos. Con estos logros se dispusieron ahora en hallar su dinámica, la animación y movimiento de la imagen, en esta búsqueda se llegó a la idea de recurrir a la exposición sucesiva, que consistió en mostrar a un hombre bajando el brazo: se le fotografiaba con el brazo levantado y después de cargar la cámara se volvía a retratar con el brazo un poco más abajo, y así sucesivamente.

               Hasta aquí faltaría agregar dos cosas no menos importantes. Primera, desde su aparición, la cámara fotográfica arcaica fue adquirida por ricos comerciantes que invertían grandes capitales para desarrollar semejante invento del que no se sabía con claridad cuál sería su valor de uso, sin embargo, el proyecto fue evolucionando principalmente en países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Segunda, al obtenerse copias de fotografías de imágenes sucesivas impresas en el cronógrafo de placa fija en rollos (fotogramas) ahora era imprescindible crear o perfeccionar un dispositivo en que se pudiera proyectar y crear la ilusión de movimiento. En esta etapa de la fotografía ya existían varias investigaciones tanto de fisiólogos, astrólogos y dibujantes que habían creado algunos aparatos que ayudaron a darle movimientos a las imágenes, por ejemplo, el francés Émile Reynaud había creado el proxinoscopio donde comenzó a proyectar dibujos animados; a este le siguieron el cronofotógrafo y el estereoscopio. Posteriormente aparecería el quinetoscopio, el artificio creado por el norteamericano Thomas Edison junto con el inglés William Dickson, conformado por una caja que mezclaba los engranes que mantenían en movimiento las cintas junto a una pequeña lámpara que lograba proyectar cada fotograma a través de un orificio como un cine en el que debes asomarte para ver el movimiento fotográfico. Aunque el quinetoscopio no tuvo tanto éxito entre el público, fue el precursor más cercano al cinematógrafo.

                  Por esa época, en Francia los hermanos Lumière ya comercializaban con la fotografía y estaban al tanto de los inventos de moda. Sin embargo, para entonces tenían pleno conocimiento sobre un problema que aún no estaba resuelto: hacer desfilar los films por una linterna mágica, animándolos con movimientos y que pudieran proyectarse sobre una pantalla. En efecto, ese fue el invento creado por los Lumière al que le llamaron el cinematógrafo, que no solo servía para proyectar sino también para filmar, teniendo un triunfo inefable en diciembre de 1895. A partir de esta fecha surge el maravilloso mundo del cine, su efecto en el público fue tan impactante que existe una anécdota que relata cómo los asistentes a una proyección salieron corriendo despavoridos cuando vieron La llegada de un tren a la estación de la Ciotat, una de las primeras películas de la historia.  Asombrados ante el realismo de las imágenes en movimiento, los espectadores creían que una locomotora auténtica estaba irrumpiendo en la sala y se los iba a llevar por delante.

               En este punto es necesario recordar otro hecho significativo que tuvo lugar en la noche inaugural que da nacimiento a la historia del cine, esta vez teniendo como centro no la proyección misma, sino la presencia del parisino Georges Méliès, quien maravillado como pocos con el gran invento de los Lumière, el hombre del espectáculo y gran prestidigitador de su tiempo, supo muy pronto la utilidad del mágico aparato para la creación de novedosos espectáculos, más que como el instrumento científico concebido por los Lumière, quienes fabricaron pronto nuevas unidades vendidas a los interesados.

               La mayoría de los cortometrajes que produjeron los Lumière fueron de estilo documental, es decir, filmaban las almas rodantes de las calles, salidas de los obreros de la fábrica Lumière (1895), aglomeraciones en plazas públicas. Por el contrario, el curioso Georges Méliès vio en el cinematógrafo el instrumento moderno para contar una historia, pero para ello había que elaborar un lenguaje nuevo, empleando además los recursos de un arte vecino: el teatro. Así Méliès empezó por llevar la cámara a los laboratorios de producción teatral, utilizando medios como el guión, actores, maquillaje, vestuario, escenografías, tramoyas, divisiones en escenas o actos, etc., además de algunos trucos fotográficos. Me atrevo a decir que en su film Le voyage dans la lune (Viaje a la luna) de 1902 se aprecia su extraordinaria genialidad artística para contar una historia de ficción, sorprendiéndonos con los primeros montajes, impresionantes escenografías, sus trucos de mago, abundantes efectos especiales como desapariciones, transformaciones y añadidos que no distaban mucho de su época como ilusionista. Quizás rudimentarios si los vemos con ojos actuales, no dejan de ser epifanías visuales.

                 Por último, para acabar con este breve esbozo, es ineludible decir que el cine es el arte de nuestro tiempo y que su acelerado desarrollo consistió, desde su inicio, por ser expresión y síntesis de las artes como la pintura, la literatura, la música, el teatro y la danza. Aunado a esto, se emplearon grandes capitales para darle las condiciones a los creadores haciendo posible numerosas obras de arte, de ahí que el cinéfilo cubano Alejo Carpentier dijera: toda película es una máquina muy difícil de armar, pero que, una vez dotada de todas sus piezas esenciales, comienza a funcionar con un ritmo arrollador.

                            

 

 

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