Rufino Córdova Torres
En estos días, un nuevo
conflicto interno vive la Universidad Nacional Autónoma de México: alrededor
del 2 por ciento del total de los profesores demandan el pago de su salario.
En
efecto, cerca de 800 trabajadores de la enseñanza en la UNAM, como ya es
costumbre, no han recibido el pago, parcial o completo, del monto de su salario
y, en casos extremos, ni siquiera durante el periodo que lleva la pandemia de
covid-19, o sea, durante más de un año, con lo que sus ya de por sí malas
condiciones de trabajo se agudizan, poniendo en riesgo su salud y la de sus
familias.
Se
trata de jóvenes profesores de asignatura interinos (pagados por hora y contratados
por un semestre) así como ayudantes de profesor con salarios bajísimos, los
cuales suman varios cientos en la Facultad de Ciencias por lo que hace varios
meses fue allí donde empezaron las solicitudes de pagos retrasados y que, en
adelante, se otorgara cada catorcena con el monto completo. Pero como hasta hoy
no se ha resuelto plenamente, se elevó a reclamo y surgió un movimiento que
abarca a más de 20 escuelas y facultades de la UNAM.
Este sector
docente sumado a los profesores de asignatura definitivos (contratados para
tiempo indeterminado) representan más de 29 mil profesores, alrededor del 71
por ciento de la planta académica de la Universidad. Es el conjunto de
catedráticos que realiza permanentemente las principales tareas de la Máxima
Casa de Estudios: la impartición del amplio y mayoritario número de clases y
apoyo a la investigación en escuelas y facultades, así como difusión de la
cultura entre la población del país.
Todos
ellos, desde la década de los 80 del siglo XX, han sufrido la degradación del
valor adquisitivo de su salario hasta en un 48 por ciento por lo que sus
condiciones de trabajo se han hecho precarias y, al mismo tiempo, han tenido
que soportar el creciente control sindical por parte de la Asociación del
Personal Académico de la UNAM (APAUNAM) y la indiferencia del charrismo
impulsado por el Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) para los
profesores integrados a este.
Es
necesario señalar que durante las últimas décadas los grupos académicos en
escuelas y facultades se han saturado como tendencia hasta rebasar los 50
jóvenes por grupo escolar y también aumenta el cumulo de actividades
administrativas que dificultan el proceso de aprendizaje, asimismo se han
ampliado los requisitos de formación para desempeñar dicha labor siendo uno de
ellos la obtención del grado de maestría o doctorado en la especialidad
respectiva.
Así, la
justa demanda de pago es parte de otros reclamos históricos tales como reducir
la diferencia salarial respecto a los excelentes salarios de los profesores de
carrera (11.7 por ciento del total) y autoridades de todo tipo, así como
seguridad en el empleo y un proyecto de formación, estabilidad y mejoramiento
de la actividad docente incluyendo superiores prestaciones sociales, de salud y
vivienda. Para tener una idea de la gran desigualdad salarial, se puede afirmar
que un solo profesor de carrera --en promedio y en un solo mes- obtiene lo
mismo que la suma del salario de 5 a 8 profesores de asignatura definitivos o
la totalidad del pago de 12 a 16 profesores interinos en ese mismo lapso.
En
cambio, las cargas de trabajo son mayores para los profesores de asignatura,
interinos o definitivos, ya que en casos extremos -muy frecuentes en el
bachillerato universitario- los profesores atienden hasta 320 estudiantes en un
semestre. Y, a pesar de los gastos complementarios por la compra de equipo, pago
de energía eléctrica y servicio de Internet, dicho conjunto de profesores, en
un gran número, ha venido cumpliendo su encargo con responsabilidad.
En
suma, se paga mal, se incrementa el trabajo, así como las exigencias de todo
tipo para impartir clases en las aulas universitarias por lo que el descontento
es grande y, cada vez, más profundo. Además, contribuye al descontento, la
plena incertidumbre que viven todos los trabajadores en el país debido a los
diversos errores del gobierno de la 4T pues han conducido al agravamiento de la
crisis sanitaria causada por la pandemia de covid-19; el aumento del desempleo
por el cierre de empresas y la creciente pobreza y pobreza extrema, así como la
progresiva inseguridad pública ante la falta de eficacia en la aplicación de la
justicia.
Así,
para los trabajadores mexicanos, incluido el sector de profesores referido, se hace
penoso e inseguro sobrevivir mediante un reducido pago o la falta de este, por los
nulos escrúpulos e insensibilidad de patrones a quienes solo los conmueve su
afán de ganancia o la incapacidad de las autoridades de todo tipo que solo
pugnan por conservar su cargo.
En la
visión de conjunto que pretendo exponer, se debe recordar que desde la elección
de López Obrador y su arribo a la presidencia en 2018 han sido frecuentes y
periódicos los forcejeos, abiertos o velados, para fortalecer la presencia del
partido Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) o de movimientos radicales
con diversa orientación como es el de las feministas y, al mismo tiempo, en la
UNAM debilitar el poder político, económico, administrativo y académico de
grupos vinculados al PRI o al PRD.
Confrontaciones
de diversa magnitud para conquistar o mantener el poder existente; pugnas que parcialmente
explican los titulares de los periódicos en años pasados y en estos días pero
que también se actualizan en las formales respuestas de las autoridades
universitarias. Declaraciones públicas que refieren se ha dado solución al
asunto mientras sutilmente sugieren, en la vía administrativa o académica, la
‘descenso de la materia de trabajo’ para evitar la adhesión de otros posibles
afectados y reducir el movimiento. O bien, la burla que esconde el comunicado del
APAUNAM quien ante la momentánea y espontanea organización de los docentes les
recuerda con refinadas palabras agradecer que tienen trabajo y, vaticina que lograrán
algo más de dinero, pero que en cualquier momento se puede prescindir de los rijosos.
En
este punto conviene describir la actitud de un sector de los alumnos quienes
han manifestado su simpatía ante el requerimiento de pago mientras otros jóvenes
ya organizados han implementado asambleas y concretado acuerdo con algunos
profesores de cada plantel o facultad para expresar públicamente el respaldo,
así como efectuado paros temporales o indefinidos en tanto no se resuelvan las
demandas iniciales. Sin embargo, la gran mayoría de los estudiantes se ha
mantenido al margen, faltos de interés y organización autónoma, para afrontar estos
conflictos u otros ligados a sus propios problemas de orden académico, social y
político.
También
sorprende que algunos grupos organizados de orientación feminista que durante
2019 y 2020 enjuiciaron y lincharon o pretendieron hacer esto con profesores acusados
de misoginia o violadores sexuales en distintas escuelas y facultades, ahora se
vuelquen solidarios y, en busca de alianza, para satisfacer un amplio pliego
petitorio que ahora se encuentra en plena reelaboración. No se desliga de la
sorpresa cierta suspicacia o de plano rechazo entre los docentes formados en
las lides sindicales e incluso políticas que los hay, aunque en reducido número.
Así, estamos
en presencia de una más de las agudas expresiones de las diversas necesidades
de los trabajadores mexicanos las cuales se ven desatendidas con mayor
profundidad en momentos de crisis como los que vivimos. Razón por la cual
saludamos el ánimo de los docentes para lanzarse a la defensa de sus intereses
y les extendemos sin interés alguno nuestro apoyo.
Al
mismo tiempo, con todo respeto señalamos, el movimiento de docentes de
asignatura por su grado de organización y poca experiencia de lucha en la
defensa de sus intereses deberá contraponerse a los numerosos mecanismos de
control sindical o conducción de la patronal, así como de los oportunistas
grupos que ahora pretenden abanderar las legítimas e históricas demandas de los
docentes para escalar sus propios intereses y puestos de poder en la UNAM.
Por
ello, surgen preguntas acerca del movimiento universitario que venimos
comentando, ¿se dará por concluido al regularizarse los pagos?, ¿demandará
incremento salarial?, ¿se logrará la estabilidad y mejoramiento de las
condiciones de trabajo?, ¿se avanzará en la democratización de las instancias
de representación?, ¿se construirá una organización de la comunidad docente que
fuerce hacia una mejoría de las condiciones laborales? ¿Se alcanzará cierto
nivel de integración de las banderas de lucha de estudiantes, docentes y
trabajadores?
Deseamos
que las reivindicaciones avancen, se logren, pero ante el relativo desligamiento
del movimiento de profesores respecto del pueblo organizado se corre el peligro
de que esas mismas necesidades sean, como en otros casos, la base de la
manipulación por parte de los distintos sectores de cúpula o la conquista de
nuevos espacios anteriormente deseados por parte de MoReNa o de otros grupos
que lejos estén de atender de manera profunda las causas del actual y futuro
descontento.
No sé qué tanto reclaman esos maestritos. Ya deberían de darse por bien pagados de tener el honor de servir y poder ser contratados por la máxima casa de estudios. No entienden que el salario que reciben es poco comparado con lo mucho que reciben de poder ser llamados CATEDRÁTICOS universitarios lo cual no se paga con nada porque es el orgullo puma el que debe mover su voluntad de servicio. Susdocentes, que tienen la fortuna de trabajar para la UNAM tienen que tener una mística de servicio y lo que menos deben de reclamar es que les paguen bien y a tiempo. Esos son reclamos que ni su propia representación sindical, las gloriosas AAPAUNAM van en ningún momento a suscribir, porque ellos sí entienden perfectamente que lo principal es estar bien con el Rector y su camarilla antes de alzar demandas que están fuera de lugar. La secretaría General de esta asociación tiene bien claro que no es con marchas ni plantones que se va a resolver el problema que sólo una ridícula minoría reclama. (jajajaja, no se la tomen en serio, es solo ironía de lo clmkcaado que es luchar por estabilidad y salario digno en la UNAM)
ResponderEliminar