martes, 10 de agosto de 2021

LA POESÍA NO ES SOLO COSA DE POETAS

 

Gerardo Almaraz

                 La poesía no solo es cosa de poetas. Como atinadamente lo dijo alguien: “la poesía le da al hombre la conciencia de ser algo más que tránsito”. Rompe con esa forma llana y monótona en que se nos presenta la existencia. La poesía no solo es el arte de expresar los sentimientos, emociones y reflexiones más profundas del hombre a través de un lenguaje finamente elaborado, sino más aún, la poesía, como todas las manifestaciones artísticas, es formadora y transformadora del individuo mismo e invaluable instrumento de sensibilización social. Por eso, a mi juicio, nadie debiera sentirse ajeno a la poesía y a la riqueza de su lenguaje. Es el poeta quién, a través de ciertas herramientas lingüísticas, devuelve lo vivido en forma de poemas, pero absolutamente nadie es ajeno a la experiencia poética de la vida.

               Este breve abordaje sobre la poesía tiene el objeto de responder a las interrogantes: ¿para qué nos sirve la poesía?, ¿es solo cosa de poetas? Resulta complejo intentar responder en unas cuantas líneas pero reflexionemos un poco al respecto.           

En ocasiones nos tropezamos con definiciones acerca de la poesía que están determinadas por una postura en la que se acepta que el poeta es un ser capaz de crear a partir de su individualidad mediante un acto de espontaneidad lírica. El poeta aquí se presenta al margen de la realidad, como una suerte de recipiente que, en un momento de fecunda inspiración, ha de vertirse porque ha llegado a su límite superior, hasta el borde. Decía Octavio Paz: el poeta solo escribe para sí mismo, desde su soledad, desde su cuarto; nunca desde los otros. Esta postura extrema quizá sirva para explicar una parte de la creación artística, el ensimismamiento y la individualidad como elementos fundamentales de la génesis poética, pero nunca pueden existir al margen del entorno social y de la realidad concreta. Esta conjunción entre el yo y los otros, entre el individuo y su entorno, se puede entender mejor, por ejemplo, cuando Pablo Neruda escribió sus “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, no como producto de la espontaneidad lírica del poeta virtuoso, sino como resultado de su experiencia amorosa acompañada por el dolor y la frustración vivida: el amor que sentía por Albertina Alzócar. Aquí queda manifiesta la causa objetiva que da origen a estos versos:

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

             El poeta está imbuido de un sentimiento de resignación y lamento. ¿Quién no ha sentido desfallecer ante un amor no realizado?, ¿a quién no le taladra la duda por una separación amorosa?, ¿alguien no ha sufrido durante días, semanas, meses, años enteros sin poder olvidar un gran amor? Entonces, ¿cómo logra el poeta hacer que esa emoción sea expresada de tal manera que nos haga recordar con vehemencia algo que nosotros mismos ya hemos sentido y vivido? Neruda lo logra porque esos sentimientos de amor, dolor y nostalgia, no son solo producto de su capacidad poética, de su inspiración individual, sino porque son al mismo tiempo la expresión de la realidad que ha vivido, de la amarga experiencia de su amor perdido. La forma en que Neruda reflexiona y expresa sus sentimientos, sus emociones, permite que nos identifiquemos con su poesía. Por eso, cuando leemos el poema podemos llegar a decir: sí, así exactamente yo me he sentido, pero no sabía cómo expresarlo. 

         Entonces, el artista que hace versos nos hace reflexionar y sentirnos comprendidos, acompañados, identificados. Eso crea un alivio en el alma. Pero también cumple con otra función. Nos hace ver las cosas de otro modo. Permítanme dar este ejemplo. Cuando Ramón López Velarde escribió “Elogio a Fuensanta” dice:

Humilde te ha rezado mi tristeza

como en los pobres templos parroquiales

el campesino ante la Virgen reza.

            La belleza de esta imagen metafórica reside en que logra hacer que nosotros “imaginemos” a la tristeza en una forma corpórea, en este caso, la de un campesino. La humildad se ve representada en la acción esperanzadora de rezar que realiza el hombre evocando a una divinidad en su templo. De este modo, en su analogía, el poeta atribuye también cualidades divinas a su amada. Es pues, la riqueza de la realidad que el poeta conoce la que sirve de marco para expresar en un lenguaje poético las ideas, sentimientos y representaciones que nos permiten desarrollar nuestra imaginación a través de la sensibilidad visual y auditiva que el poeta nos regala.

               Otro elemento que ensalza la riqueza de la poesía, resultado de la conjunción entre el individuo y su entorno social, es que a través de las palabras podemos encontrar incluso una musicalidad en ellas, que no necesariamente tiene que ver con la rima. Es el ritmo el producto que se genera en la acentuación y las pausas entre una palabra y otra. El poeta encuentra en las palabras los sonidos que quiere expresar. Así en el poema Sensemayá del poeta cubano Nicolás Guillén, escuchamos entre sílabas que componen una palabra, sonidos graves:

¡Mayombe—bombe—mayombé!

¡Mayombe—bombe—mayombé!

¡Mayombe—bombe—mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;

la culebra viene y se enreda en un palo;

con sus ojos de vidrio, en un palo,

con sus ojos de vidrio.

               Aquí encontramos un ritmo como de música africana, acompasada a manera de percusiones. Como podemos ver, la poesía nos da elementos muy significativos para sentir, apreciar, conocer y expresar las distintas formas en que se nos presenta la vida en sus diversas manifestaciones. Por tanto, el poeta no solo escribe desde sí y para sí, al escribir sobre una experiencia que le ha sucedido –sea amorosa, dolorosa, luctuosa, heroica, etc.- lo hace para que lo conozcan, lo entiendan y lo comprendan los otros. Desde la antigüedad los primeros poetas escribieron poemas que no reflejaban solo vivencias individuales, sino que expresaban la realidad de su pueblo, estos son llamados poemas épicos, La Ilíada y La Odiosea de Homero son ejemplo de ello.

             Compañero trabajador, vemos que en la actualidad la poesía sigue siendo tema de especialistas, que se presenta ante nosotros como algo inútil que no debiera de interesarnos. Pero la poesía, como todas las artes, debe estar al alcance del pueblo, porque nos ayuda a comprender nuestra naturaleza como seres humanos y nuestra realidad como seres sociales. Tampoco debiéramos de concebirla como algo para distraernos, porque la poesía requiere estudio y concentración: nos hace más sensibles y humanos.

 

 

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