martes, 10 de agosto de 2021

T-MEC Y REGULACIÓN DEL OUTSORCING

 

Rosa Espinoza

El primero de agosto venció el plazo que el Gobierno federal dio a las empresas para que se aplicara la reforma a la ley que regulará el outsourcing, pero ante el incumplimiento de las empresas y el rezago que todavía existe, el Senado de la República acordó ampliar el plazo un mes más, hasta el 1° de septiembre.

Este nuevo plazo es insuficiente de acuerdo con la opinión de los empresarios, quienes estiman que las más de 387 mil empresas que enfrentan problemas de operatividad  tienen que consumar la sustitución patronal y deben inscribirse en el Registro de Prestadoras de Servicios Especializados y Obras Especializadas (REPSE), dependiente de la Secretaria de Trabajo y Previsión Social (STPS) y, por tanto, el plazo resulta muy corto, consideran que debe ampliarse hasta enero de 2022, de acuerdo a lo expresado por José Medina Mora Icaza, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX).

El outsourcing o subcontratación, es la tercerización en las relaciones obrero-patronales, es decir, que una empresa puede contratar los servicios de un tercero para que éste a su vez se responsabilice de las obligaciones del patrón con los trabajadores a su servicio. Una maniobra que le ha permitido a los capitalistas reducir los salarios, eliminar la antigüedad del trabajador en una empresa, liberarse de sus obligaciones para con los trabajadores y transferir esa responsabilidad a un tercero. El outsourcing cobró carta de naturalización en nuestro país a partir de la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) en 2012; de 55 millones de trabajadores que conforman la Población Económicamente Activa, 4.6 millones de ellos se encuentran en el esquema de la subcontratación.

Cabe señalar que la reforma laboral del 2019, así como la reforma que regulará el outsourcing obedecen al cumplimiento de los acuerdos contraídos por el Gobierno mexicano a la firma del nuevo Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). El proyecto de reforma en la legislación laboral incluye cambios no sólo en la LFT, también en la Ley del Seguro Social, la Ley del Infonavit, del Impuesto Sobre la Renta, del Impuesto al Valor Agregado, así como al Código Fiscal.

Sin embargo, el anuncio de la prohibición al outsourcing resultó ser solo una simulación de la 4T. Aunque el artículo 12 de la LFT reformada diga que: Queda prohibida la subcontratación de personal, entendiéndose esta cuando una persona física o moral proporciona o pone a disposición trabajadores propios en beneficio de otra”, lo cierto es que, inmediatamente después, el artículo 13 nos dice: “Se permite la subcontratación de servicios especializados o de ejecución de obras especializadas que no formen parte del objeto social ni de la actividad económica preponderante de la beneficiaria de estos…”; el artículo 14 dice: “La subcontratación de servicios especializados […] deberá formalizarse mediante contrato por escrito…” y el artículo 15 dice: “Las personas físicas o morales que proporcionen los servicios de subcontratación, deberán contar con registro ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.” Es decir, se reforma la LFT para cumplir con los acuerdos del T-MEC, pero los términos de la reforma permiten que siga existiendo el outsourcing como mecanismo de sobreexplotación de los trabajadores, solo que ahora estará bajo el registro y vigilancia del Estado. Gatopardismo puro: si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie, cumplamos con el T-MEC, reformemos la LFT pero que los trabajadores sigan siendo explotados por el capital.

Como podemos ver, la reforma a la LFT para regular el outsourcing y su respectiva implementación son solo medidas para cumplir con los acuerdos firmados por el Gobierno mexicano al suscribir el T-MEC, ya que de no hacerlo así se expone a sanciones económicas, comerciales y políticas.

Forzado por los acuerdos del T-MEC, el gobierno de la 4T se ha visto obligado a implementar algunas medidas para cumplir en los plazos previstos, pues el Gobierno norteamericano considera una violación a los acuerdos en materia laboral entre los países firmantes, además de una competencia desleal, en ese sentido han intervenido hasta con incentivos económicos; recientemente la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, informó que su país invertirá 130 millones de dólares para la implementación de la reforma laboral en México, recursos adicionales al presupuesto de 180 millones de dólares aprobado por el Congreso estadounidense para la entrada en vigor del T-MEC, un acuerdo comercial con un capítulo laboral cargado e influido en buena medida por el Partido Demócrata de Estados Unidos, el del presidente Joe Biden.

El apoyo económico del gobierno norteamericano al gobierno mexicano para la implementación de la reforma laboral es parte de los compromisos contraídos en el T-MEC, porque hay un interés compartido de que los cambios en la legislación laboral alcancen sus objetivos en favor del capital. Por su parte, la legisladora Anita Sánchez Castro (Morena), secretaria de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, aseguró que el recurso adicional que otorgará Estados Unidos sí coadyuva para una implementación efectiva, pero también representa un apoyo a determinados sectores económicos, principalmente hacia la industria automotriz.

AMLO y la 4T no están preocupados por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos sometidos al régimen de outsourcing, solo obedecen indicaciones de los grandes capitales norteamericanos, es a ellos a los que les interesa que la mano de obra mexicana aparte de lo barata que resulta tenga los menores riesgos posibles para sus inversiones en nuestro país, busca intervenir en los sindicatos, en la leyes laborales, en los conflictos obrero-patronales para someter aún más a la clase trabajadora mexicana pues saben el grave riesgo que conlleva la actual situación económica, política y social que padece; saben que es una bomba de tiempo el desempleo, los bajos salarios, las escasas prestaciones laborales que con el outsourcing se ven aún más reducidas; la nueva legislación laboral que regulará el outsourcing tienen el objetivo de garantizar estabilidad para los grandes inversionistas norteamericanos.

No nos engañemos, lograr una mejora en los salarios y en las prestaciones requiere de la organización y la lucha de los obreros; la clase poderosa, los dueños del capital nunca velarán por los intereses de estos.

Algunas veces callada, en otras ocasiones franca y abierta, pero existe una permanente lucha de los trabajadores en los diferentes centros de trabajo por mejores condiciones laborales, sencillamente porque lo que al obrero le interesa le perjudica al patrón y viceversa, los intereses de unos y otros jamás podrán ser los mismos; obviamente, el patrón busca obtener la mayor ganancia con el menor costo posible y, el trabajador, busca obtener más y mejores ingresos en el menor tiempo posible. Todas las medidas adoptadas por la clase patronal van encaminadas a ese fin, a obtener la máxima ganancia al menor costo. Consecuentemente las leyes laborales las promulga la clase en el poder no para beneficiar los intereses de los trabajadores sino para asegurar sus propios intereses.

Los trabajadores deben mirar más lejos, ver la maniobra que subyace en la nueva legislación obrera, que, en el fondo, busca proteger los intereses de los grandes capitalistas, deben ver que el gobierno de la 4T al impulsar esta nueva reforma a la legislación obrera no busca el bienestar de la clase trabajadora sino cumplirle al gobierno norteamericano para proteger sus negocios en nuestro país, lo demás es demagogia para engañar al pueblo trabajador.

 

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