martes, 10 de agosto de 2021

SOBRE LAS ENFERMEDADES DE LOS MINEROS

 


Sergio Cadena

          Hablemos en esta ocasión de las enfermedades de los mineros, dado que me parece que la mayoría de la gente que vive al margen de tan importante actividad productiva se va con la finta de que el principal peligro que corren los mineros consiste en quedar sepultados ante un derrumbe. Y no es así, los número nos dicen claramente que la mortalidad entre los mineros ocurre de manera mucho más silenciosa y frecuente por alguna enfermedad ocasionada por la inhalación de los gases tóxicos que por los derrumbes.

Una segunda causa de las enfermedades propias de este sector de trabajadores es la representada por aquellos movimientos violentos y por aquellas posturas no naturales por las cuales la estructura misma del cuerpo resulta dañada, de tal forma que con el tiempo aparecen inesperadamente enfermedades graves. Los mineros no ignoran el peligro diario que se cierne sobre ellos, por experiencia saben de la inseguridad en la que laboran, sin embargo, por necesidad, están obligados a mantener y convivir con estas circunstancias adversas, sumergidos en las entrañas más profundas de la tierra teniendo así un contacto diario con la muerte.

          Las enfermedades más comunes de los trabajadores del sector minero son asma, tisis, apoplejía, parálisis, caquexia, afectaciones auditivas, hinchazón de los pies, pérdida de los dientes, ulceraciones en las encías, dolores articulares y escalofríos. Lo primero que se les empieza a dañar son los pulmones, ya que por medio de ellos absorben, junto con el aire, los polvos y gases de los minerales y son los primeros que sufren los efectos. Posteriormente los polvos y gases llegan a los órganos vitales y mezclados con la sangre, alteran y perjudican la constitución natural del cerebro y del fluido nervioso, de ahí los temblores, los aturdimientos y los males arriba mencionados.

          Un dato curioso. La alta mortalidad que siempre ha caracterizado a los mineros ha provocado el surgimiento de un fenómeno muy peculiar: las esposas de los mineros se casan más veces que las de cualquier otro tipo de trabajador, hay algunas que lo hacen hasta siete veces.

          Este trabajo es tan duro que a través de la historia la extracción de metales se ha considerado una forma de catigo, es decir, una sanción para los infractores de la Ley. En efecto, hasta la fecha en algunos lugares del mundo son condenados a las minas los acusados y culpables de los crímenes más graves. Incluso en el pasado, los seguidores de la religión cristiana eran condenados a las minas, como se puede leer en el tratado de Gallonio Sugli “Sobre los instrumentos de martirio” como una forma de expiar sus pecados o de reafirmar su creencia.

          Cualquiera que sea el mineral extraído, los mineros son atacados por enfermedades gravísimas que resisten a todo tipo de cura, incluso la suministrada según todas las reglas. Y pues ya que hoy, al igual que en el pasado, las clases adineradas obtienen grandes ganancias y el uso de los metales es indispensable prácticamente en todos los trabajos, es necesario preocuparse por su salud, analizar sus enfermedades y ocuparse en proponer precauciones y remedios.

Muchos han sido los que, a lo largo de la historia, han escrito acerca de las enfermedades de los mineros e incluso de sus curas más idóneas. Sin embargo, poco caso se hace a esos autores cuya inmensa mayoría han sido médicos que han querido atenuar, con sus investigaciones, los sufrimientos de los mineros. No obstante, en una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, en donde unos cuantos se enriquecen explotando el trabajo de las masas trabajadoras, esperar que los mineros sean tratados con un poco de humanidad, es pedirle peras al olmo. Habrá que luchar a brazo partido y muy unidos, para arrancarle algunas demandas económicas y sobre todo políticas al actual régimen burgués.

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