Ricardo Torres
La Organización Internacional
del Trabajo (OIT) fue creada en 1919 como parte del Tratado de Versalles que significó
formalmente el acuerdo de paz que puso fin a la Primera Guerra Mundial
(1914-1918); y se fundó para promover la justicia social como factor
determinante para alcanzar y mantener la paz en el mundo. En 1946, después de
la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se convirtió en una agencia especializada
de la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU); una agencia,
actualmente conformada por 187 Estados miembros, encargada de promover la
justicia social y los derechos laborales reconocidos internacionalmente para
protección de los trabajadores.
En 1952 la OIT estableció el Convenio sobre la Seguridad
Social (C102) y definió a la seguridad social como “…la
protección que una sociedad proporciona a los individuos y los hogares para
asegurar el acceso a la asistencia médica y garantizar la seguridad del ingreso, en
particular en caso de vejez, desempleo, enfermedad, invalidez, accidentes del
trabajo, maternidad o pérdida del sostén de familia.”
En
nuestro país, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en el artículo 2° de la Ley del Seguro Social, nos dice
que “la seguridad social tiene por
finalidad garantizar el derecho a la salud, la asistencia médica, la protección
de los medios de subsistencia y los servicios sociales necesarios para el
bienestar individual y colectivo, así como el otorgamiento de una pensión que,
en su caso y previo cumplimiento de los requisitos legales, será garantizada
por el Estado.” Y por su parte, el Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE),
nos dice que es “el seguro mediante el cual el trabajador cotizante ahorra para
su vejez, y por tanto, los riesgos que cubre son el retiro, la cesantía en edad avanzada, la vejez del
asegurado, así como la muerte de los pensionados por este seguro.”
Estas referencias vienen
a cuento porque el pasado 1° de septiembre la OIT publicó su Informe Mundial
sobre la Protección Social 2020-2022, en donde se ofrece una visión global de
los avances y retrocesos en materia de seguridad social en el mundo; entre muchas
otras cosas, el informe revela que el 53 por ciento de la población en el
planeta (4 mil 100 millones de personas) carece de seguridad social.
Entre los mensajes
expuestos en dicho informe destacan que “la pandemia ha puesto de manifiesto las profundas desigualdades
y las importantes brechas en la cobertura, la integralidad y la adecuación de la
protección social en todos los países. Retos
muy extendidos como los altos niveles de inseguridad económica,
la pobreza persistente, el aumento de la desigualdad, la
informalidad generalizada y un contrato social frágil se han
visto agravados por la COVID‑19 […]
Los gobiernos se han puesto en marcha con la protección social como respuesta de
primera línea
para proteger la salud, el empleo y los ingresos de las personas, así como para
garantizar la
estabilidad social. Cuando ha sido necesario, han ampliado la cobertura a
grupos hasta ahora desprotegidos, aumentado los niveles de las prestaciones o
introducido otras nuevas, adaptado los mecanismos administrativos y de
prestación, y
movilizado recursos financieros adicionales. Sin embargo, a pesar de que se
han aplicado algunas medidas de apoyo internacional, muchos países de
ingreso bajo y mediano han tenido dificultades para organizar una respuesta
de protección social y de estímulo proporcional dirigida a contener los impactos
adversos de la pandemia de la forma en que lo han hecho los países de ingreso
alto […]
“La recuperación socioeconómica sigue siendo
incierta y destinar más recursos a
la protección social
seguirá siendo decisivo. Las previsiones más recientes del
Fondo Monetario Internacional (FMI) advierten de una recuperación divergente, en
la que los países de ingreso alto disfrutan de un rápido repunte económico
mientras que los de ingreso bajo ven revertidos sus recientes avances en materia
de desarrollo […] el aumento de la pobreza y las desigualdades, y el recurso a
los recortes de austeridad encaran ya la perspectiva de una recuperación
desigual. Este escenario dejará a muchas personas a su suerte […]
“Los países se
encuentran en una encrucijada en la trayectoria de sus sistemas de protección
social. Si hay un resquicio de esperanza en esta
crisis, es el potente recordatorio que ha proporcionado la
importancia crítica de invertir en protección social […] Los
países pueden utilizar la ventana política abierta por la pandemia y basarse en
las medidas de respuesta a la crisis adoptadas para fortalecer sus sistemas de
protección social y cerrar progresivamente las brechas de protección a fin de
garantizar que todas las personas estén protegidas tanto contra los impactos
sistémicos como contra los riesgos ordinarios del ciclo de vida […]
“Establecer la
protección social universal y hacer realidad el derecho humano a la seguridad
social para todos es la piedra angular de un enfoque centrado en las personas
para alcanzar la justicia social. Con ello se contribuye
a la prevención de la pobreza y a la contención de las
desigualdades, a la mejora de las capacidades humanas y de la productividad,
al fomento de la dignidad, la solidaridad y la equidad, y a la revitalización
del contrato social […]”
Como vemos se trata de un diagnóstico certero y objetivo que conviene
conocer de manera completa y estudiar a fondo para comprender la situación que
enfrentan los trabajadores del mundo en materia de seguridad social. No
obstante la brevedad de las citas referidas, su contenido y precisión nos
permiten colegir tres aseveraciones: primera, el hecho de que más del 50 por
ciento de la población mundial carezca de seguridad social y, en consecuencia, sufra
la creciente pobreza, desigualdad, inseguridad económica y el empleo informal
que hoy se vive en el planeta, se debe no a la pandemia sino al imperante modelo
capitalista neoliberal que durante décadas ha privilegiado las ganancias y la
acumulación del capital por encima de la seguridad social de los trabajadores.
La pandemia solo vino a poner en evidencia el interés de los patrones y
sus gobiernos por la salud y el bienestar de los trabajadores en los distintos
países del orbe. Sirva como botón de muestra la siguiente comparación: el
socialismo en China, a la fecha, arroja un total de 95 mil contagios y 4 mil
650 fallecimientos por covid-19, mientras el capitalismo neoliberal en Estados
Unidos arroja un total de 40 millones de contagios y 645 mil fallecimientos.
Una diferencia abismal en el interés que ponen los gobiernos hacia sus
gobernados en distintos modelos económicos. Como vemos la pandemia solo puso a
prueba los sistemas de seguridad social existentes en cada nación.
Segunda. Si bien con la aparición del covid-19
muchos Gobiernos
se volcaron en combatir eficazmente al covid-19 y proteger a su población,
muchos otros, minimizando la gravedad de la pandemia, han abandonado a sus
pueblos dejándolos indefensos a su suerte, como ocurre en nuestro país: el gobierno
morenista no ha hecho nada para proteger la salud, el empleo y los ingresos
de los mexicanos; no amplió la seguridad social a grupos desprotegidos, ni
aumentó los niveles de las prestaciones, ni adaptó mecanismos administrativos
para brindar mayor seguridad a la población, ni asignó recursos financieros
adicionales; la economía formal se redujo, la informalidad se acrecienta y los
recortes presupuestales impuestos por el gobierno morenista anuncian una
recuperación socioeconómica incierta: con una Población Económicamente Activa
(PEA) de 57 millones 700 mil personas, solo 20 millones 175 mil están inscritos
al IMSS y 2 millones 748 mil están inscritos en el ISSSTE, por tanto, más de 34
millones de mexicanos pertenecientes a la PEA están integrados a la economía
informal careciendo de cualquier tipo de protección social. Los resultados del
informe mundial de la OIT se confirman en nuestro país: más de la mitad de la
población carece de seguridad social
Tercera. Para combatir en serio la pobreza y la
desigualdad que reina en el mundo, se requiere un modelo económico distinto y
superior al capitalismo neoliberal, un modelo que procure una distribución
equitativa de la riqueza producida por los trabajadores, incluyendo la creación
y operación de sistemas de protección social integrales que garanticen un nivel
básico de seguridad social para los trabajadores. En este sentido la OIT
acierta cuando plantea el establecimiento de la protección social universal para hacer realidad
el derecho humano a la seguridad social como mecanismo para alcanzar la
justicia social. Sin embargo, para combatir la pobreza, la desigualdad y logre
establecerse la protección social universal no basta con el acertado
pronunciamiento de los organismos internacionales sino que se requiere de la
participación, unidad y organización de los trabajadores para exigir al capital
y sus gobiernos serviles, el cabal cumplimiento a sus derechos laborales nacionales
e internacionales. Este es el verdadero reto.
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