domingo, 5 de septiembre de 2021

Del segundo hogar y los entenados

 

Alberto Corona Escamilla

 

Cuando uno se pone a hablar, a veces, se emociona con su propia voz y le pone tono e inventa. Pero ahora sí, el H. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no se midió. Él dijo que la escuela es el segundo hogar de niños y jóvenes y, por eso mismo, entre otras causas, deben regresar a las escuelas y a las clases presenciales.

Empero, en las siguientes líneas se asegura que hay de hogares a hogares. Algunos son protectores o dan apoyo; algunos son inútiles para cualquier propósito y otros francamente más vale alejarse por inseguros y perjudiciales,  ¿estás de acuerdo?

Para ilustrar mi idea, el amable lector permita referir dos ejemplos de segunda morada, es decir, de escuela que valdría mucho esforzarnos por recuperar al ser nutritivas y protectoras.

 La Casa del Pueblo

Es la nueva Escuela Rural que surge en 1923 después de la campaña de alfabetización impulsada por el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, y ya instaurada la idea entre los comprometidos jóvenes del profesor misionero  dedicado a instruir a los grupos indígenas y a las comunidades rurales.

Así, en un país con el 90 por ciento de población campesina, surge la escuela rural con una educación acerca de aprendizajes básicos ligados a las necesidades de la vida diaria en la familia y la comunidad.

En este tipo de segundo hogar o escuela, los profesores participaron de tiempo completo en las actividades cotidianas y prácticas agrícolas, impulsaron talleres artesanales, impartieron conferencias y, en general, ayudaron a impulsar el desarrollo de la comunidad.

Cabe señalar que la película Simitrio (1960), del director Emilio Gómez Muriel, hace un retrato, un tanto distorsionado, del profesor de esa escuela pues la institución y la comunidad están estrechamente enlazadas y los desventurados son protegidos.

Amiga de la Obrera

Institución de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la cual se inscribían los hijos de trabajadoras —todavía en la década de los 70 del Siglo XX— para la formación primaria e inicial en algún oficio.

En efecto, en este segundo hogar urbano, entraban los niños a las 7 de la mañana directamente al comedor para desayunar. Después de un descanso cursaban, en alguno de los muchos grupos, el correspondiente nivel de primaria; nuevamente reposaban de 1 a 2 de la tarde. Y, a continuación, se asistía a comer (sopa, guisado, postre, agua, pan, etc.). Otra pausa de recreo preparaba para la asistencia al taller inicial de algún oficio. A las 5:30 p.m., aproximadamente, se le otorgaba a cada niño una ligera merienda y, conforme llegaba el familiar, salía rumbo su casa.

Todo lo anterior era sin costo alguno para los padres del menor e incluía el servicio médico, dental y, en su caso, la vacunación respectiva.

Eran tiempos en que los hijos de los trabajadores tenían alguna opción de estas referidas u otra no mencionada. No negaremos que coexistían deficiencias y errores pero, sin duda, a los hijos de los trabajadores se les otorgaba un lugar en la patria en construcción o, por lo menos, sí eran los entenados de la sociedad capitalista se les tenía alguna consideración y ayuda.

“Segundo Hogar”

A partir de la década de los 80 del Siglo XX, por diversos motivos que dejaremos para otra ocasión, a la escuela en México continuamente se le reducen los recursos económicos, humanos y materiales. Y poco a poco se deterioran las instalaciones y servicios al interior de cada institución o, de plano, en muchas de ellas frecuentemente no existe todo el personal docente necesario, no están las aulas adecuadas y, en el peor de los casos, no hay agua corriente ni siquiera baños.

El segundo hogar —al que se refiere el Sr. Presidente— cuenta con profesores mal pagados, programas de estudio que no tienen ninguna relación con la vida cotidiana rural o urbana del niño que potencialice su aprendizaje; no existen o son de mala calidad los más elementales servicios, está saturada de escolares y las instalaciones son inadecuadas para generar una agradable y enriquecedora estancia para muchos de los niños.

Suma y cuenta a lo anterior que la pobreza lleva a que de cada 100 jóvenes inscritos en la secundaria solo terminan 82 y de estos tan solo se inscriben al bachillerato alrededor de 60 de los cuales cerca de 10 dejan sus estudios. En síntesis, de cada 100 que se inscriben en secundaria llegan a concluir la educación media superior  aproximadamente 51 jóvenes, pero muchos ni siquiera pueden intentar tal vía crucis.

Todo esto era cierto antes de la elección del presidente AMLO. Pero hoy se observa agudizado cada aspecto aludido. Esto debido a las instrucciones que él dio a los diputados para eliminar el ramo 33 del Presupuesto anual de gasto —en contra de los más necesitados— que era precisamente la línea de apoyo mediante la cual cada municipio y estado de la república obtenía recursos para ir atendiendo, más tardíamente que pronto, las diversas insuficiencias que hemos referido.

Y como todos sabemos, las escuelas no han recibido mantenimiento desde hace año y medio debido al encierro originado por la pandemia de Covid-19 pero también por la falta de recursos. Así surgen dudas que la SEP no contesta ni mucho menos el Sr. Presidente, ¿con qué dineros se acondicionará cada aula?, ¿cubriremos estas necesidades con cuotas de los padres de familia?

Para colmo, si existen salones de ladrillo y cemento, en muchos de estos se tienen ventanas totalmente rotas o están enrejadas y selladas por el problema de la inseguridad pública. Además, los grupos varían de 30 a 40 alumnos sin que exista medidor de partículas, un buen filtro de aire o se estén haciendo obras para una ventilación que permita renovar permanentemente el aire y se evite así la concentración de patógenos.

Otros aspectos relacionados con la protección individual como la limpieza, gel, mascarilla o la vigilancia de la temperatura se pueden asumir por parte de los padres de familia, pero se sumarán a los otros gastos como el uniforme, útiles y un amplio etcétera. Nacen nuevos cuestionamientos, ¿se tienen los suficientes recursos económicos para cubrir los gastos por parte de cada familia?, ¿se tiene trabajo permanente?

De ocurrir un contagio, ¿quién asumirá los gastos?, ¿dónde se adquirirán las medicinas?, ¿hay algún seguro médico que proteja a los infantes y jóvenes?, ¿se apoyará a la familia de los contagiados? La incertidumbre es muy amplia en este punto y la carta que la SEP ha enviado para que la firme cada padre o madre de familia francamente muestra que la Institución se quiere deshacer de toda posible responsabilidad jurídica y económica futura.

Al comparar los ejemplos iniciales, se confirma que hay de hogares a hogares, pero lo que nos propone el H. AMLO es que nuestros hijos asistan al “segundo hogar” como hijastros de este país pues, en los tiempos que corren, tal parece que su vida no importa y mucho menos su educación.

Por todo lo anterior, es conveniente que los padres de familia como trabajadores conscientes y responsables protejan a sus hijos mediante la organización, discusión de medidas pertinentes y exigiendo al actual gobierno que cumpla lo que prometió pues para eso le pagamos con los impuestos que cobra Hacienda. Y no estaría mal hacer cumplir el derecho de nuestros hijos, con un amparo o en demanda colectiva, a la salud, medio ambiente sano y a la educación en condiciones dignas.

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