lunes, 27 de septiembre de 2021

LA SEGURIDAD SOCIAL Y LA PROPAGANDA DEL GOBIERNO DE LA 4T

 


Por: Raúl R. Pérez

La propaganda del gobierno de la 4T sigue un patrón que a estas alturas ya es muy conocido, y que consta de tres pasos, a saber:

Primero. Ataca, con razón o sin ella, todo lo que hicieron los gobiernos anteriores; negando en redondo cualquier avance que se les pudiera atribuir. Lo cual no resulta difícil, habida cuenta de las graves carencias que padece el pueblo mexicano es fruto de las políticas neoliberales que empobrecieron a la mayoría de la población.

En segundo lugar, se habla de grandes avances, resultado de las políticas del actual gobierno —que desgraciadamente no se ven por ningún lado—; y de transformaciones profundas que han cambiado la vida de los mexicanos. Se afirma, incluso, que el pueblo está “feliz, feliz, feliz”. Si alguien se atreve a señalar los graves problemas que padecemos en materia de economía, seguridad o salud, de inmediato se le sataniza tildándolo de conservador, neoliberal o “fifí”. Para reforzar el punto de vista gubernamental, se dice que se tienen “otros datos”; que muchas veces difieren de los que difunden las instituciones oficiales especializadas o del propio gobierno, como el Coneval, Inegi, Banxico, Comisión Nacional de Seguridad, etc.; tampoco se señala quien avala esos “otros datos” y cómo se obtuvieron. Otro método usado con este mismo fin lo constituye las generalizaciones arbitrarias. Por ejemplo: se inaugura, en algún lugar de la república, una escuela o un hospital y se le atribuye trascendencia nacional. “México ya cambió”, se dice con frecuencia.

En tercer lugar. Se nos pinta un futuro luminoso, al alcance de la mano. Se afirma, por ejemplo: que al final del sexenio el salario habrá recuperado su poder adquisitivo, que tendremos el desarrollo económico anhelado, que tendremos un sistema universal de salud similar al de Canadá o Dinamarca; que se acabará el baño de sangre provocado por los cárteles de la droga y que gozaremos de la seguridad pública añorada; que se habrá eliminado la corrupción, etc. Se aprovecha de la ingenuidad del pueblo, que debido a sus grandes carencias se ilusiona con el futuro brillante que se le promete, como lo hace el que compra un billete de lotería y que espera, con un golpe de suerte, convertirse en millonario.  Sin reflexionar si realmente dichos objetivos son alcanzables en los plazos propuestos y si estamos en el camino correcto para alcanzarlos. Dicho de manera directa, se recurre a la demagogia para ganar simpatías entre la población.

La seguridad social, igual que otros aspectos de la vida nacional, ha sido objeto de manipulación informativa. Veamos. ¿Qué es la seguridad social? Para la OIT, “la seguridad social es la protección que la sociedad proporciona a sus miembros, mediante una serie de medidas públicas, contra las privaciones económicas y sociales que, de no ser así, ocasionarían la desaparición o una fuerte reducción de los ingresos por causa de enfermedad, maternidad, accidente de trabajo, o enfermedad laboral, desempleo, invalidez, vejez y muerte; y también la protección en forma de asistencia médica y de ayuda a las familias con hijos e hijas”. Dicho de manera más directa, la seguridad social busca otorgar protección a las personas garantizándoles un nivel mínimo de bienestar sin distinción de su condición económica, social o laboral. Muy en particular, busca paliar los efectos del flagelo de la pobreza.

          ¿Cuál es la situación de la seguridad social en México?

Sin duda, las peores condiciones se presentan para los desempleados y para los que laboran en la economía informal. También, entre los grupos más vulnerables se encuentran los trabajadores del campo, los migrantes, las mujeres, etc. Dado el vínculo entre la seguridad social con el empleo, urge emprender entonces una enérgica política de creación de empleos formales; o bien, impulsar un sistema universal e integral de seguridad social.

Reproducimos la opinión autorizada de Berenice Ramírez, investigadora de la UNAM, quien sostuvo que: “la Seguridad Social en México se caracteriza por su baja cobertura. Es una seguridad social que [...] solamente incluye a los trabajadores asalariados urbanos y deja fuera al resto de los trabajadores. En ese sentido, vamos muy atrás de lo que ha hecho América Latina porque no hay reconocimiento de los trabajadores autónomos, apenas se ha autorizado la inscripción de las trabajadoras del hogar. Por lo tanto, todo el sector informal —donde hay 15 millones de personas, 30% de la población económicamente activa— está sin acceso a la Seguridad Social. Entonces, en este contexto, hay muchos déficits para enfrentar los retos de salud. Hay una institución que cubre a todos los que no tienen Seguridad Social, pero que fue descuidada en las últimas décadas, cuyas inversiones han sido bajas. Lo que México invierte del PIB en relación para salud es el 3%, una inversión muy baja”. (CLACSO TV. 20 de mayo, 2020).

Las personas que no están afiliadas a ningún sistema de salud (IMSS, ISSSTE, o los regímenes de las Fuerzas Armadas y Pemex), podrán recibir atención médica a través del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi, organismo que sustituyó al Seguro Popular). De acuerdo con el Censo 2020, cuyos resultados fueron publicados por el INEGI el 25 de enero del 2021, en México hay 32.99 millones de personas que no se encuentran afiliadas a ningún sistema de salud. De esa suma, 11.14 millones son menores de 19 años; 19.9 millones tienen de 20 a 64 años de edad, mientras que 1.94 millones tienen 65 años o más.

Dicho en términos relativos, actualmente la suma de personas sin afiliación a servicios de salud representa el 26.18 por ciento; en tanto que para el año 2015 era tan solo de 17.25 por ciento (cifras de INEGI).  Situación que se explica porque crece más rápidamente la población nacional, que la cobertura de los servicios de salud; que se incrementan de manera muy lenta y desigual en todo el territorio nacional. Cuadro sombrío que no deja lugar para el optimismo.

En el papel, el Insabi funciona desde el 1º de enero del 2020; y proporciona de manera gratuita todos los servicios de salud, medicamentos y demás insumos que requiera la población mexicana no cubierta por los sistemas de seguridad social arriba mencionados. En el texto de la ley se establece la gratuidad de los servicios: no es necesaria afiliación alguna, ni el pago de cuotas; basta presentar la credencial del INE, el CURP o el acta de nacimiento para recibir la atención requerida. Estos son los dichos, pero vayamos a los hechos.

El Insabi ha resultado un fiasco. No hay semana que no se denuncie la falta de medicamentos para la atención de niños con cáncer o que faltan fármacos para los enfermos con VIH y demás enfermedades graves. También es muy conocido que, en los hospitales públicos, con mucha frecuencia faltan los insumos necesarios para su correcto funcionamiento; o que a los pacientes se les da la receta médica para que la surtan en las farmacias privadas porque no hay existencias en las instituciones hospitalarias. Estas son realidades que no se pueden ignorar.

La verdad es que el sistema de salud estaba desbordado desde hace mucho tiempo, el covid-19 evidenció las enormes carencias y profundizó la crisis en que se encuentra la política social del régimen, por más que digan lo contrario los voceros de la 4T, quienes no se cansan de afirmar que “no somos iguales”; y tienen razón, la situación no es igual, sino que es peor.

Esta situación es inevitable si no se cambia la estrategia. Según diversas estimaciones México invierte entre el 2.5 y el 3 por ciento de su PIB en servicios de salud, cuando lo idóneo, como referencia general, es una inversión mínima del 6 por ciento del PIB nacional. En medio de la pandemia, esa inversión no ha tenido incrementos sustanciales cuando se esperaría la disposición de recursos extraordinarios. La pandemia vino a exhibir la política errónea del régimen, agudizando la brecha de acceso a los servicios de salud y la seguridad social. ¿Dónde quedó la cobertura universal en materia de salud?, ¿y el sistema de salud similar al de Canadá o Dinamarca, dónde está?

Veamos la situación particular de los migrantes mexicanos. El presidente de la república en su informe de gobierno del 1º de septiembre pasado exaltó el monto de las remesas enviadas por nuestros compatriotas que trabajan en el extranjero. Dijo que constituían un récord histórico y que superaban a los ingresos que se reciben por la exportación de petróleo o por turismo. Fueron presentadas como un éxito de su gobierno y como una muestra de confianza hacia su administración. Pero nuestros paisanos emigran en número creciente porque no encuentran opciones de trabajo en el país o por el clima de violencia que se vive en sus lugares de origen; nada que pueda enorgullecernos. Corren grandes riesgos en el viaje y son maltratados en el extranjero. Y mandan dinero a sus familias porque saben la miseria en que se encuentran. Mencionar estos hechos como un mérito del gobierno es un puro disparate.

Llama también la atención que otro de los “récords históricos” destacados por el presidente de la república en su tercer informe de gobierno, se refiera a la bonanza de la Bolsa Mexicana de Valores que refleja la situación de las empresas con capacidad económica para cotizar en la Bolsa, pero no la situación de los trabajadores. Apenas si se puede creer que un presidente que se manifiesta como un “cruzado contra el neoliberalismo” se ponga a exaltar una institución neoliberal por excelencia. ¿En quién piensa el presidente de la república?, ¿pensará acaso que los trabajadores tienen el dinero suficiente para cotizar en la Bolsa de Valores?

Comparemos algunos datos oficiales que reflejan la real situación económica de los trabajadores. De acuerdo con la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) existe una creciente tendencia a retirar los fondos de retiro por los trabajadores. Tan solo de marzo a junio de 2020, los trabajadores retiraron un monto superior a los 6 mil 25 millones de pesos; lo que significa un 62.10 por ciento más que el mismo periodo de 2019. Está claro que este preocupante fenómeno se produce por el incremento del desempleo provocado por la pandemia. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿cómo va a ser la vejez de estas personas? El gobierno no tiene un plan global e integral para atender la seguridad social de la población. Su única carta consiste en los recursos dispersados a través de las tarjetas del bienestar. Ciertamente, ese dinero, bien empleado, puede ayudarnos a enfrentar alguna urgencia en el corto plazo, pero nada más. Después de lo cual seguiremos tan pobres como al principio.

La solución de fondo de los graves problemas que padecemos requiere cuando menos el cumplimiento de estos puntos:

1.- Incrementar significativamente la inversión productiva del Estado. Un Estado achicado —dígase lo que se diga— es neoliberalismo puro.

2.- Robustecer al sistema de salud y de seguridad social, para construir un sistema de cobertura universal que mejore los estándares de atención. Que incluya el seguro de desempleo.

3.- Dinamizar la economía nacional a través de una estrategia integral de fortalecimiento del mercado interno y la creación de empleos con salarios dignos que se necesitan para garantizar un proceso de crecimiento sostenido de la economía.

De no ser así, nada serio podemos esperar de este gobierno que lo único que nos da en abundancia es una falsa propaganda.

 

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