lunes, 11 de octubre de 2021

Pobreza, riqueza y desigualdad en los tiempos de la 4T

 

Raúl R. Pérez

El gran economista alemán Carlos Marx, hablando de la riqueza material, escribió: “El trabajo es el padre de ésta, como dice William Petty, y la tierra, su madre” (El Capital). El trabajo humano es el agente activo que al actuar sobre la tierra produce los bienes y servicios que conforman la riqueza social. El origen de toda riqueza proviene del trabajo del hombre y ninguna puede surgir sin su actividad.

Pudiera pensarse que esto no es exacto, que se pueden amasar grandes fortunas por medio de herencias, donaciones, e incluso, mediante la comisión de actos delincuenciales; pero si bien se reflexiona caeremos en la cuenta de que, en el principio, alguien trabajó en la creación de esa riqueza, que mediante esos mecanismos sólo se distribuye.

Esto viene a cuento porque el actual presidente de la República, dando muestra de su gran ignorancia en materia económica, ha sostenido reiteradamente que en México las grandes fortunas provienen de la corrupción. Que —según él— constituye el principal problema de México. Niega la explotación de la que es víctima el obrero y dice que “en México esa teoría no aplica”.  Redondeando su ideario, en la Guía ética para la transformación de México (mejor conocida como cartilla moral) afirma:

“11. De la igualdad: La buena ley debe moderar la opulencia y la indigencia; no puede haber trato igual entre desiguales.

“16. Del trabajo: No hay mayor satisfacción que tener trabajo y disfrutarlo.”

“17. De la riqueza y la economía: No es más rico el que más tiene sino el más generoso.”

Contrastemos las ideas del presidente López Obrador con lo que sucede en la terca realidad. Nadie puede estar en contra de que, con pruebas suficientes y mediante los procedimientos legales previstos se castigue a los corruptos. Pero llevamos más de tres años escuchando el mismo “rollo” sin que las cosas hayan cambiado. ¿A cuánto ascienden las inmensas fortunas que nos hemos ahorrado por el combate a la corrupción?, ¿dónde están los cientos de miles de millones de pesos que supuestamente se iban a recuperar de los actos de corrupción?, ¿por qué no aparecen en la ley de ingresos y en el presupuesto de egresos que por ley presenta el Ejecutivo al Congreso de la Unión para su aprobación?, ¿a cuánto asciende lo recuperado, en qué se ha gastado o en qué se pretende gastar?

 Por si hiciera falta, en estos días se ha descubierto un escándalo internacional de corrupción conocido como “Pandora Papers”. La utilización de paraísos fiscales para lavar dinero ilícito y evadir impuestos en diferentes países. Hay muchos mexicanos involucrados en el asunto, entre ellos, personas cercanas al gobierno actual: entre ellos el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Jorge Arganis Díaz Leal; el hasta hace unos días Consejero Jurídico de la Presidencia de la República, Julio Sherer Ibarra; Armando Guadiana Tijerina, senador morenista de Coahuila. ¿No que eran diferentes?

Revisemos los principios de su cartilla moral. 

Sobre la idea de que “la buena ley debe moderar la opulencia y la indigencia”. Esta idea tomada del padre Morelos, de hace más de 200 años, es correcta en sí misma. Pero no ha sido suficiente para moderar la opulencia y la indigencia. Cualquiera —a menos que sea un rematado ingenuo, o sólo quiera adornar discursos— se da cuenta que no basta cambiar la ley para que cambien las cosas. Incluso, modificando la Constitución, no se garantiza que cambie la realidad; como nos lo demuestran los siguientes ejemplos:

El derecho a la salud consagrado en la Constitución desde hace más de tres décadas, sigue siendo una deuda lacerante. La educación media superior obligatoria (la preparatoria) incorporada en la Constitución por el gobierno de Felipe Calderón no estimuló siquiera la construcción de escuelas. El salario remunerador establecido en la Constitución desde su origen, sigue siendo una carencia para la mayoría de los trabajadores.

Por tanto, limitarse a exponer el antiguo principio general es hacer retórica barata. Veamos lo que ha sucedido en el terreno de los hechos con la riqueza y la pobreza de los mexicanos.

Entre los empresarios mexicanos, amigos del presidente, que más han acrecentado su fortuna, en miles de millones de pesos, en lo que va del sexenio se encuentran: Carlos Slim Helú, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego, Alberto Bailleres, Juan Francisco Beckmann Vidal, María Asunción Aramburuzavala, la Familia Servitje Montull, Antonio del Valle, Familia Robinson Bours, etc. (Forbes. Abril 6, 2021).

¿Y la pobreza? El número de pobres cuando López Obrador llega a la presidencia era de 61.1 millones y ahora es de 70.9 millones, es decir, entre 8.9 y 9.8 millones es el aumento en el número de pobres, de personas que viven con un ingreso inferior a la línea de pobreza (según datos oficiales del CONEVAL, organismo público que mide la pobreza en el país).

Después de tres años de gobierno de la 4T, nuestro país es ahora más desigual, los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres, han crecido en número y en pobreza. Para vergüenza nuestra, somos el cuarto país más desigual del mundo.

¿Dónde quedó lo de moderar la opulencia y la indigencia? La desigualdad social lejos de moderarse se ha agravado. La desigualdad no es fruto de la fatalidad ni de la casualidad, sino el resultado necesario de las políticas públicas que se vienen aplicando. El pensamiento de Marx persigue a quienes piensan que la economía se puede manejar a capricho. La pobreza y la riqueza son las dos caras de una misma moneda.

Sobre la idea de que “No hay mayor satisfacción que tener trabajo y disfrutarlo”.

Es buena cosa tener empleo estable y bien remunerado. Pero pasemos de los buenos deseos a los hechos: para fines de 2020, la población ocupada era de 52.8 millones de personas, de las cuales 23.3 millones (42.2%) trabajaban en condición de formalidad y los 29.5 millones restantes (55.8%) lo hacían en la informalidad. Tan sólo en el último año, dos millones de personas que realizaban un trabajo subordinado, es decir, que tenían un patrón y ganaban un salario, quedaron desempleadas; en estas cifras ya están considerados los empleos formales que se han creado hasta la fecha del informe (febrero de 2021). De los trabajadores formales alrededor de 4.7 millones se encontraban sindicalizados (fuente: INEGI).

Esa gigantesca masa humana de casi 30 millones de personas que trabajan en la informalidad, sin estabilidad en el empleo, sin seguridad social, con bajos salarios, sin un futuro asegurado, no lo hacen por gusto, sino por necesidad; porque no encuentran trabajo estable y bien remunerado. De aquí sale esa cantidad creciente de mexicanos que cada año emigran a Estados Unidos en busca de una vida mejor, porque aquí no encuentran esa república amorosa en la que se puede vivir feliz, feliz, feliz, según el decir del presidente de la República.

Sobre el principio de la riqueza y la economía: No es más rico el que más tiene sino el más generoso. No sé a dónde va este discurso que más parece la prédica de un pastor que la política de un gobernante responsable. Como lo demuestra la vida, el rico tratará a toda costa incrementar su poder y riqueza; y al pobre no le bastará la generosidad para solventar las necesidades de la familia en cuanto a alimentación, salud, casa, vestido, educación, transporte, etc.

El salario es un instrumento de distribución de la riqueza social, más del 70 % de la gente tiene como único ingreso lo que obtiene por este concepto. Los niveles salariales en nuestro país son muy bajos. Baste señalar que la pobreza laboral –que se presenta cuando los ingresos obtenidos por el trabajo no alcanzan para cubrir la alimentación y deben ser completados por remesas, apoyos oficiales o ingresos de otras fuentes– ha crecido en el último año de 35.6 % al 38.5%.

Los propagandistas del gobierno se desviven para exaltar el incremento que ha tenido el salario mínimo general en estos tres años. Ciertamente el salario mínimo ha experimentado un grave deterioro en los últimos tiempos; pero, veamos el tamaño e impacto de dichos aumentos. Tomemos como ejemplo el año en curso. El salario mínimo se incrementó en un 15%, es decir pasó de $123.22 a $141.70 lo que significa que creció en $18.48. Expresado en porcentaje puede parecer sustancial, pero traducido a pesos y centavos se ve cuan pequeño resulta. Además, no hay que olvidar que la inflación (aumento de precios de las mercancías), fue de 5.6%, lo que absorbió una parte del aumento. Más insuficiente resulta el incremento salarial si tomamos en cuenta los gastos derivados de la pandemia: cubrebocas, gel antibacterial, solución sanitizante, medicamentos en caso de contraer el virus, etc. Seguimos siendo el país con los salarios más bajos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y uno de los más bajos del continente americano.

Pero esta triste realidad no es fatal e inevitable, depende de factores económicos y políticos. El trabajador —como lo estableció Marx— durante toda su jornada crea valor, que al acumularse es la fuente de toda riqueza. En una parte de su jornada laboral repone el valor correspondiente a su salario, y el resto se le queda al patrón en calidad de ganancia. Como es fácil de entender, de aquí resultan sus intereses contrapuestos, pues una de las partes de la jornada crece a costa de la otra. La pobreza de unos es consecuencia de la riqueza de los otros.

Veamos lo que al respecto revela una investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la facultad de economía de la UNAM. Basándose en datos oficiales del INEGI y del CONEVAL.

“La Jornada: Un trabajador con salario mínimo genera el valor de su sueldo en sólo 9 minutos. Juan Carlos Miranda”.

“Un trabajador que gana el salario mínimo en México genera el valor de su sueldo con sólo laborar 9 minutos; lo que produce en el resto de su jornada de trabajo (7 horas con 51 minutos), se queda en las arcas del gobierno y las empresas, señala un análisis de la UNAM”.  (Periódico la Jornada. Lunes 7 de mayo de 2012, p. 23.)

No ignoramos que hay trabajadores que ganan 3, 4 o hasta 5 salarios mínimos, pero aun en estos casos su salario corresponde a menos de una hora de su jornada.

Esto se realiza todos los días con millones de trabajadores en los centros de trabajo (fábricas, talleres, fincas agrícolas, comercios, servicios, etc.). Y es la explicación profunda de la inmensa pobreza de las grandes mayorías de nuestra población y de las grandes fortunas que amasan unos pocos, que están calificados entre los hombres más ricos del mundo.  

Esta es la explicación que rechaza López Obrador porque no quiere tocar a los hombres más ricos de México, por eso se niega a realizar una reforma fiscal que grave las grandes fortunas. Esta posición nos indica de qué lado está el gobierno de la 4T. Por eso se centra, con gran despliegue publicitario, en la lucha contra la corrupción, porque le permite proteger a sus amigos y perseguir a sus enemigos.

Los trabajadores no podemos esperar nada bueno de este gobierno. Un futuro mejor es posible, pero solo por el camino de la lucha organizada.

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