Raúl
R. Pérez
El gran economista alemán
Carlos Marx, hablando de la riqueza material, escribió: “El trabajo es el padre
de ésta, como dice William Petty, y la tierra, su madre” (El Capital). El
trabajo humano es el agente activo que al actuar sobre la tierra produce los
bienes y servicios que conforman la riqueza social. El origen de toda riqueza
proviene del trabajo del hombre y ninguna puede surgir sin su actividad.
Pudiera
pensarse que esto no es exacto, que se pueden amasar grandes fortunas por medio
de herencias, donaciones, e incluso, mediante la comisión de actos delincuenciales;
pero si bien se reflexiona caeremos en la cuenta de que, en el principio,
alguien trabajó en la creación de esa riqueza, que mediante esos mecanismos
sólo se distribuye.
Esto viene
a cuento porque el actual presidente de la República, dando muestra de su gran
ignorancia en materia económica, ha sostenido reiteradamente que en México las
grandes fortunas provienen de la corrupción. Que —según él— constituye el
principal problema de México. Niega la explotación de la que es víctima el
obrero y dice que “en México esa teoría no aplica”. Redondeando su ideario, en la Guía ética para
la transformación de México (mejor conocida como cartilla moral) afirma:
“11. De la igualdad: La
buena ley debe moderar la opulencia y la indigencia; no puede haber trato igual
entre desiguales.”
“16. Del trabajo: No hay
mayor satisfacción que tener trabajo y disfrutarlo.”
“17. De la riqueza y la
economía: No es más rico el que más tiene sino el más generoso.”
Contrastemos
las ideas del presidente López Obrador con lo que sucede en la terca realidad.
Nadie puede estar en contra de que, con pruebas suficientes y mediante los
procedimientos legales previstos se castigue a los corruptos. Pero llevamos más
de tres años escuchando el mismo “rollo” sin que las cosas hayan cambiado. ¿A
cuánto ascienden las inmensas fortunas que nos hemos ahorrado por el combate a
la corrupción?, ¿dónde están los cientos de miles de millones de pesos que
supuestamente se iban a recuperar de los actos de corrupción?, ¿por qué no
aparecen en la ley de ingresos y en el presupuesto de egresos que por ley
presenta el Ejecutivo al Congreso de la Unión para su aprobación?, ¿a cuánto
asciende lo recuperado, en qué se ha gastado o en qué se pretende gastar?
Por si hiciera falta, en estos días se ha descubierto
un escándalo internacional de corrupción conocido como “Pandora Papers”. La
utilización de paraísos fiscales para lavar dinero ilícito y evadir impuestos
en diferentes países. Hay muchos mexicanos involucrados en el asunto, entre
ellos, personas cercanas al gobierno actual: entre ellos el Secretario de
Comunicaciones y Transportes, Jorge Arganis Díaz Leal; el hasta hace unos días
Consejero Jurídico de la Presidencia de la República, Julio Sherer Ibarra;
Armando Guadiana Tijerina, senador morenista de Coahuila. ¿No que eran
diferentes?
Revisemos
los principios de su cartilla moral.
Sobre
la idea de que “la buena ley debe moderar la opulencia y la indigencia”.
Esta idea tomada del padre Morelos, de hace más de 200 años, es correcta en sí
misma. Pero no ha sido suficiente para moderar la opulencia y la indigencia.
Cualquiera —a menos que sea un rematado ingenuo, o sólo quiera adornar
discursos— se da cuenta que no basta cambiar la ley para que cambien las cosas.
Incluso, modificando la Constitución, no se garantiza que cambie la realidad;
como nos lo demuestran los siguientes ejemplos:
El
derecho a la salud consagrado en la Constitución desde hace más de tres
décadas, sigue siendo una deuda lacerante. La educación media superior
obligatoria (la preparatoria) incorporada en la Constitución por el gobierno de
Felipe Calderón no estimuló siquiera la construcción de escuelas. El salario
remunerador establecido en la Constitución desde su origen, sigue siendo una
carencia para la mayoría de los trabajadores.
Por
tanto, limitarse a exponer el antiguo principio general es hacer retórica
barata. Veamos lo que ha sucedido en el terreno de los hechos con la riqueza y
la pobreza de los mexicanos.
Entre
los empresarios mexicanos, amigos del presidente, que más han acrecentado su
fortuna, en miles de millones de pesos, en lo que va del sexenio se encuentran:
Carlos Slim Helú, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego, Alberto Bailleres,
Juan Francisco Beckmann Vidal, María Asunción Aramburuzavala, la Familia Servitje
Montull, Antonio del Valle, Familia Robinson Bours, etc. (Forbes. Abril 6,
2021).
¿Y la
pobreza? El número de pobres cuando López Obrador llega a la presidencia era de
61.1 millones y ahora es de 70.9 millones, es decir, entre 8.9 y 9.8 millones
es el aumento en el número de pobres, de personas que viven con un ingreso
inferior a la línea de pobreza (según datos oficiales del CONEVAL, organismo
público que mide la pobreza en el país).
Después
de tres años de gobierno de la 4T, nuestro país es ahora más desigual, los
ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres, han crecido
en número y en pobreza. Para vergüenza nuestra, somos el cuarto país más
desigual del mundo.
¿Dónde
quedó lo de moderar la opulencia y la indigencia? La desigualdad social lejos
de moderarse se ha agravado. La desigualdad no es fruto de la fatalidad ni de
la casualidad, sino el resultado necesario de las políticas públicas que se
vienen aplicando. El pensamiento de Marx persigue a quienes piensan que la
economía se puede manejar a capricho. La pobreza y la riqueza son las dos caras
de una misma moneda.
Sobre
la idea de que “No hay mayor satisfacción que tener trabajo y disfrutarlo”.
Es
buena cosa tener empleo estable y bien remunerado. Pero pasemos de los buenos deseos
a los hechos: para fines de 2020, la población ocupada era de 52.8 millones de
personas, de las cuales 23.3 millones (42.2%) trabajaban en condición de
formalidad y los 29.5 millones restantes (55.8%) lo hacían en la informalidad. Tan
sólo en el último año, dos millones de personas que realizaban un trabajo
subordinado, es decir, que tenían un patrón y ganaban un salario, quedaron
desempleadas; en estas cifras ya están considerados los empleos formales que se
han creado hasta la fecha del informe (febrero de 2021). De los trabajadores
formales alrededor de 4.7 millones se encontraban sindicalizados (fuente:
INEGI).
Esa
gigantesca masa humana de casi 30 millones de personas que trabajan en la
informalidad, sin estabilidad en el empleo, sin seguridad social, con bajos salarios,
sin un futuro asegurado, no lo hacen por gusto, sino por necesidad; porque no
encuentran trabajo estable y bien remunerado. De aquí sale esa cantidad
creciente de mexicanos que cada año emigran a Estados Unidos en busca de una vida
mejor, porque aquí no encuentran esa república amorosa en la que se puede vivir
feliz, feliz, feliz, según el decir del presidente de la República.
Sobre
el principio de la riqueza y la economía: No es más rico el que más tiene
sino el más generoso. No sé a dónde va este discurso que más parece la
prédica de un pastor que la política de un gobernante responsable. Como lo
demuestra la vida, el rico tratará a toda costa incrementar su poder y riqueza;
y al pobre no le bastará la generosidad para solventar las necesidades de la
familia en cuanto a alimentación, salud, casa, vestido, educación, transporte,
etc.
El
salario es un instrumento de distribución de la riqueza social, más del 70 % de
la gente tiene como único ingreso lo que obtiene por este concepto. Los niveles
salariales en nuestro país son muy bajos. Baste señalar que la pobreza laboral
–que se presenta cuando los ingresos obtenidos por el trabajo no alcanzan para
cubrir la alimentación y deben ser completados por remesas, apoyos oficiales o
ingresos de otras fuentes– ha crecido en el último año de 35.6 % al 38.5%.
Los
propagandistas del gobierno se desviven para exaltar el incremento que ha
tenido el salario mínimo general en estos tres años. Ciertamente el salario
mínimo ha experimentado un grave deterioro en los últimos tiempos; pero, veamos
el tamaño e impacto de dichos aumentos. Tomemos como ejemplo el año en curso.
El salario mínimo se incrementó en un 15%, es decir pasó de $123.22 a $141.70 lo
que significa que creció en $18.48. Expresado en porcentaje puede parecer
sustancial, pero traducido a pesos y centavos se ve cuan pequeño resulta.
Además, no hay que olvidar que la inflación (aumento de precios de las
mercancías), fue de 5.6%, lo que absorbió una parte del aumento. Más
insuficiente resulta el incremento salarial si tomamos en cuenta los gastos
derivados de la pandemia: cubrebocas, gel antibacterial, solución sanitizante,
medicamentos en caso de contraer el virus, etc. Seguimos siendo el país con los
salarios más bajos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE) y uno de los más bajos del continente americano.
Pero
esta triste realidad no es fatal e inevitable, depende de factores económicos y
políticos. El trabajador —como lo estableció Marx— durante toda su
jornada crea valor, que al acumularse es la fuente de toda riqueza. En una
parte de su jornada laboral repone el valor correspondiente a su salario, y el
resto se le queda al patrón en calidad de ganancia. Como es fácil de
entender, de aquí resultan sus intereses contrapuestos, pues una de las partes
de la jornada crece a costa de la otra. La pobreza de unos es consecuencia de
la riqueza de los otros.
Veamos
lo que al respecto revela una investigación del Centro de Análisis
Multidisciplinario (CAM) de la facultad de economía de la UNAM. Basándose en
datos oficiales del INEGI y del CONEVAL.
“La
Jornada: Un trabajador con salario mínimo genera el valor de su sueldo en sólo
9 minutos. Juan Carlos Miranda”.
“Un trabajador
que gana el salario mínimo en México genera el valor de su sueldo con sólo
laborar 9 minutos; lo que produce en el resto de su jornada de trabajo (7 horas
con 51 minutos), se queda en las arcas del gobierno y las empresas, señala un
análisis de la UNAM”. (Periódico la
Jornada. Lunes 7 de mayo de 2012, p. 23.)
No
ignoramos que hay trabajadores que ganan 3, 4 o hasta 5 salarios mínimos, pero
aun en estos casos su salario corresponde a menos de una hora de su jornada.
Esto
se realiza todos los días con millones de trabajadores en los centros de
trabajo (fábricas, talleres, fincas agrícolas, comercios, servicios, etc.). Y
es la explicación profunda de la inmensa pobreza de las grandes mayorías de
nuestra población y de las grandes fortunas que amasan unos pocos, que están
calificados entre los hombres más ricos del mundo.
Esta
es la explicación que rechaza López Obrador porque no quiere tocar a los
hombres más ricos de México, por eso se niega a realizar una reforma fiscal que
grave las grandes fortunas. Esta posición nos indica de qué lado está el
gobierno de la 4T. Por eso se centra, con gran despliegue publicitario, en la
lucha contra la corrupción, porque le permite proteger a sus amigos y perseguir
a sus enemigos.
Los
trabajadores no podemos esperar nada bueno de este gobierno. Un futuro mejor es
posible, pero solo por el camino de la lucha organizada.
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