viernes, 5 de noviembre de 2021

En el Chiquihuite, la historia se repite

 


Rufino Córdova Torres

En mi adolescencia viví en una ladera del cerro del Chiquihuite –lugar con intensas vivencias y enseñanzas– de la hoy alcaldía Gustavo A. Madero, por lo que procuro siempre estar atento de lo que acontece. No llegué allí por deseo sino simplemente porque no había para pagar la renta de un modesto cuarto.

 Allí fue donde el Muga me ayudó a no quejarme cuando, para todo el día, solo te toca café con bolillo, así como me preparó para las broncas, del tipo y en el lugar donde ocurrieran. Me enseñó pues la visión del trabajador.

Por eso, al escuchar de la tragedia en el Chiquihuite, creí que se repetía el suceso en el que un fragmento desprendido de una enorme roca, hace varios años atrás, aplastó la casa de unos vecinos del Barrio Alto. Esto generó mucho descontento y movilización para presionar a la entonces Delegación por lo que después de muchos meses se efectuaron trabajos de estabilización.

Empapado de datos más precisos, identifiqué el rumbo y contacté a los conocidos por sí algo se ofrecía. Y una antigua amiga me confirmó lo que en los siguientes días se ha conocido en la TV.

Platicamos largo por el celular pero las ideas que comentamos del hecho concreto siempre aludieron a la situación nacional pues también anda mal para todos los trabajadores.

—El asunto de fondo es el riesgo de la vida, bienes y relaciones sociales de las personas en la Segunda y Tercera Sección de la colonia Lázaro Cárdenas en Tlanepantla, estado de México. Todas ellas vieron materializado su temor. Y es solo uno de los muchos desprendimientos que han ocurrido pero que en estos días se dan a conocer en Internet y la TV, me dijo Jessica un tanto molesta.

—Jessica insistió: Ya nos la sabíamos así que los vecinos habían avisado, en días anteriores, la posibilidad del deslave y del peligro. E incluso hay un video mostrando cascadas pues un día antes –en la Tercera Sección– ya habían vivido los estragos de las lluvias y de un deslave. El recorrido de Protección Civil, como en otros casos, detectó reblandecimiento del suelo pero todo quedó en un “estaremos atentos” y no se hizo nada más.

—Con pesadumbre en la voz, en cierto punto de la conversación, afirmó ella: ya viste lo que paso el 10 de septiembre de 2021, la roca que se desprendió con más de 30 toneladas aplastó totalmente 4 casas, matando a varias personas, pero más de 80 viviendas contiguas siguen en peligro de sufrir igual destrucción y afectar de otro modo la vida de cientos de personas.

—Aquí yo distinguí cierto coraje en su voz pero no me atreví a insistir en este punto.

—Como no quería dejar de hablar con Jessica le dije lo que ella ya sabía: los de Protección Civil se presentaron durante el día e iniciaron estudios de riesgo y trabajos de rescate. Pero ocuparon más de 180 horas de trabajo y muchos elementos de seguridad para estabilizar las rocas de basalto y rescatar los cuerpos.

—Pero las palabras sonaron a disculpa y me arrepentí de éstas pues regresó a mi mente los sucesos de la gran roca… y dije para mi ahogado el niño, cierran el pozo.

—Jessica insistió para demostrar que las autoridades no habían hecho lo mejor y agregó, con énfasis, algo que me dejó helado: los vecinos del lugar se solidarizaron en los siguientes minutos pero a la llegada de las autoridades se les contuvo y apartó de su espontaneo apoyo. ¿Tanto se teme a la organización de los trabajadores donde surja ésta?

—Y mi antigua amiga arremetió: por lo que vemos se harán algunos trabajos pero todo seguirá más o menos igual, es decir, peligro para los vecinos que habitan aproximadamente a lo largo de 10 kilómetros.

—No hay duda para nosotros, dijo Jessica. La autoridad reaccionó a destiempo, no previó ni dispuso de alerta que permitiera a los vecinos anticipar la posible desgracia. Y teme como al demonio a la organización de colonos que exija el cumplimiento de sus más elementales deberes como servidores de la nación.

– Y todavía, con voz triste, Jessica subrayó: mucha gente en las laderas del cerro creía que López Obrador –aunque fuese poco– ayudaría a terminar con la incertidumbre en que han vivido durante años. Pero no ha llegado, a pesar las afirmaciones de cambio por la 4T, la acción para acabar con el riesgo de morir o perder lo poco que se ha construido debido a la caída de rocas o deslaves de tierra.

Después de un rato, ambos coincidimos que lo inmediato y urgente se había efectuado. Pero que prevalecía una condición a la cual, los especialistas, denominan vulnerabilidad, es  decir, ante un posible riesgo: a) existe el factor de peligro, en 10 kilómetros del cerro; b) no hay recursos materiales ni organización de los trabajadores y colonos afectados; c) el municipio no cuenta con recursos humanos capacitados para atender un futuro evento ni tampoco los vecinos; d) los recursos de las autoridades para reponer los daños materiales son escasos debido a la  imprevisión de estos y e) la coordinación de las autoridades entre sí con la población no existe o es muy escasa e incluso es de desconfianza.

Así, Jessica me convenció acerca de que toda la gente asentada en las faldas bajas del cerro del Chiquihuite todavía presenta un alto grado de vulnerabilidad pues no se han estabilizado rocas y taludes ni canalizado correctamente las bajadas de agua y, lo peor, las autoridades responsables —olvidando lo urgente y necesario— son incapaces pues han destinado recursos materiales a obras faraónicas o dadivas que aseguren votos.

No queda de otra –aceptamos ambos– así como, en su momento, se introdujo el drenaje y se pavimentaron las calles gracias a la conciencia y organización de los vecinos y trabajadores, hoy es tiempo de regresar a lo que ha sido efectivo: la organización del pueblo y los trabajadores para exigir que se atiendan realmente, en los hechos, nuestras necesidades y no solo se hable de éstas.

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