(Segunda
parte)
Raúl R. Pérez
¿Qué
nos queda de la prosperidad de esta rama industrial?
Se
dice que proporciona una cantidad de divisas mayor que la que se obtiene por la
venta del petróleo, del turismo o de las remesas que envían los mexicanos que
trabajan en el extranjero. Puede ser, pero no debemos desconocer que las
utilidades de dichas empresas regresan a su país de origen y no se quedan en el
nuestro. Y los impuestos que pagan dichas empresas apenas rebasan el 0.5 por
ciento del valor agregado.
Los
voceros del gobierno ponderan mucho la creación de empleos y los salarios que
se reciben. Desde luego, no desconocemos las ventajas que acarrea la creación
de empleos. Sin embargo, no hay que olvidar que 9 de cada 10 trabajadores del
sector se ocupan en las maquiladoras, donde el trabajo se realiza en
condiciones precarias y con los salarios más bajos. Que es una tendencia en
México y en el mundo, la reducción de personal mediante la automatización de
los procesos, la utilización de robots programables (que se utilizan en las
cadenas de ensamblado), el empleo de impresoras 3D que producen de manera
rápida, económica y dentro de la misma planta los cabezales para las
herramientas; el control numérico por computadora (“statistical process
control”) y la informatización general. Además de que, para “ahorrar” puestos
de trabajo, se impone a los obreros largas jornadas con trabajo intenso.
El
salario que se paga en México en las empresas automotrices dista mucho de los
que se devengan en otros países. En Estados Unidos la hora en el sector se paga
a 23.83 dólares estadounidenses (USD); en Canadá, 29.23 (USD); en Brasil 6.17
(USD); en China 5.19 (USD) y en México 3.29 (USD). (INEGI y Boston Consulting Group 2016).
El
salario que se paga en México sale mal parado no solo en la comparación con
nuestros socios comerciales del T-MEC; sino incluso con China, a quien con
frecuencia se critica diciendo que su productividad se basa en los bajos
salarios. Pero la realidad es que China, primer productor mundial de vehículos,
tiene un salario promedio que es 57.7 por ciento superior al que se percibe en
México. La crítica no debe dirigirse hacia China, sino contra la situación
salarial en México. Todavía peores son los salarios que se pagan en las
maquiladoras instaladas en nuestro país, que es apenas de 1.68 (USD) por hora.
A pesar de todo lo antes dicho, los salarios que se perciben en esta industria,
especialmente en las empresas ensambladoras, son algo mejores que los que
otorgan otras ramas de la economía mexicana.
Mucho
se ha dicho que el nivel de los salarios depende de la productividad del
trabajo. No podemos negar que una alta productividad (entendida como cantidad
de mercancías producidas por unidad de tiempo), permite salarios más altos.
Pero esto no es automático. Justamente en esta industria se ha aumentado
considerablemente la productividad: utilizando tecnologías más avanzadas,
intensificando el trabajo y organizando mejor la producción; sin que se hayan
aumentado los salarios reales, entendidos como la capacidad de compra de bienes
y servicios por los trabajadores. Los empresarios capitalistas tratarán,
hasta donde les sea posible, de mantener bajos los salarios para aumentar sus
ganancias.
Entre
los factores que influyen en la determinación de los salarios se encuentran el
desempleo, las normas laborales, las decisiones de gobierno y la posición de
los sindicatos. La gran cantidad de desempleados permite a las empresas
deshacerse de los trabajadores exigentes y reemplazarlos fácilmente por obreros
sumisos que acepten bajos salarios y malas condiciones de trabajo, procedentes
de la gran masa de desempleados (ejército industrial de reserva).
Los
gobiernos en turno con el objetivo de atraer inversiones promovieron la
adecuación de la legislación laboral al tratado comercial. Especialmente la Ley
Federal de Trabajo (LFT) se reformó al gusto de los patrones: se abarató el
despido injustificado, se aceptó el contrato a prueba, el contrato por horas,
se le puso límite al reparto de utilidades (PTU); se legalizó, bajo ciertas
condiciones, la subcontratación laboral, etc.
Los sindicatos
que de acuerdo al artículo 356 de la LFT debieran ser “asociaciones de
trabajadores para el estudio, mejoramiento y defensa de sus intereses” desde
hace muchos años no defienden a los trabajadores; sino que, en “alianza
estratégica” con los patrones y el gobierno, son una barrera de contención
contra la lucha obrera. Formalmente en todas las empresas armadoras hay sindicato
y contrato colectivo de trabajo (se agrega una lista de sindicatos titulares
del contrato colectivo por empresa armadora. Ver anexo). La mayoría de las
empresas de autopartes no tienen contrato o tienen un contrato de protección
que es desconocido por los trabajadores.
Los
contratos de protección firmados a espaldas de los trabajadores son una
realidad. Los sindicatos parecen más un
departamento de personal de las empresas que un instrumento de lucha obrera. Se
sabe de empresarios que antes de establecer la empresa, contactan y se ponen de
acuerdo con algún “líder” que tenga un registro sindical con radio de acción
que abarque el giro de su empresa; juntos determinan el texto del contrato
colectivo de trabajo, lo firman y lo depositan ante las autoridades del
trabajo, de forma que para cuando el primer trabajador es contratado ya tiene
sindicato y contrato colectivo de trabajo. El mundo al revés, que sigue vigente
en los tiempos de la 4T, como se evidenció en el reciente conflicto de la refinería
de “Dos Bocas” en Tabasco, al comprobarse estos métodos en una de las obras
emblemáticas del Gobierno federal.
Existen
diferencias significativas entre los salarios que otorgan las distintas firmas
automotrices, incluso en algunos casos entre las distintas plantas de una misma
compañía. Así, en orden decreciente los mejores salarios se perciben en Nissan
de Cuernavaca, VW de Puebla, Chrysler de Saltillo, Chrysler de Ramos Arizpe;
entre los salarios más bajo de menor a mayor están Mazda de Gto, Honda de Gto,
BMW de SLP y GM de SLP. Las diferencias de salarios entre plantas de la misma
empresa las observamos entre: la Nissan de Cuernavaca otorga mejores salarios
que la Nissan de Aguascalientes; la GM de Toluca da mejores salarios que la GM
de Ramos Arizpe; la Ford de Hermosillo paga mejores salarios que la Ford de
Cuautitlán.
Como
podemos constatar los salarios no son algo fijo e inamovible. Pero, los
sindicatos no luchan o luchan muy poco por aumentos salariales.
La
industria automotriz se ha venido desarrollando en México con capital
extranjero y sobreexplotando a los trabajadores. El gobierno se pone al
servicio de las trasnacionales con tal de que vengan a invertir en el país:
otorgándoles infraestructura de servicios y beneficios fiscales. Los sindicatos
controlados por “líderes charros”, afines a los gobiernos anteriores y al
actual, no han defendido a los trabajadores. Urge renovar a los sindicatos para
convertirlos en auténticos instrumentos de lucha de los trabajadores.
¡Proletarios
de todos los países, uníos!
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