Dos
propuestas opuestas en materia fiscal- EL OBRERO PAGA TODO
(Segunda parte)
Federico Hernández
Si partimos, como se
explicó en la primera parte de esta colaboración, que tanto la ganancia del
empresario como el salario que se le paga al obrero, son el valor creado por este
último en el proceso de trabajo, esto quiere decir que si el Sistema de
Administración Tributaria (SAT), al exigir, por ejemplo, el pago del Impuesto
Sobre la Renta (ISR), que es un impuesto al ingreso, grava, tanto las
utilidades del empresario como el salario del obrero; en última instancia quien
aporta ese impuesto, es el trabajador, pues es éste quien crea con su trabajo
todo el nuevo valor, incluidas las utilidades del patrón.
La población no trabajadora,
es decir, la que no interviene directamente en el proceso de producción de
mercancías, no crea valor y, por tanto, a través de distintas vías obtiene parte
de ese valor creado en última instancia por el trabajador directo. Vayámonos
con un ejemplo extremo para ver con más claridad lo que explicamos: ¿de dónde
salen los millones de pesos que gana un boxeador profesional?, ¿acaso de sus
ganchos al hígado, sus cross, sus jabs, por contundentes que sean, crean un
valor, crean riqueza? En absoluto: es un desgaste de músculo, inteligencia,
destreza, pero improductivo en términos económicos; lo mismo podemos decir del
cura, el soldado y, aunque no se crea, del burócrata: no crean un nuevo valor
con su actividad.
Y lo mismo podemos decir
del 16 por ciento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), con que se grava el
consumo de los más diversos productos. El obrero lo paga con su mísero salario
y el empresario con sus jugosas utilidades; para uno significa una buena parte
de su ingreso, de su salario, mientras que para el otro es, como se dice vulgarmente,
“como quitarle un pelo al gato”. Pero como las ganancias que obtiene el patrón,
antes de distribuirse, son trabajo no pagado al obrero, podemos decir entonces que
quien paga el IVA es finalmente el obrero. ¿Y qué pasa con el oscuro Impuesto
Especial sobre Producción y Servicios (IEPS)? Lo mismo: proviene de la riqueza
producida por el trabajador.
Retrocedamos en el tiempo: en
la Edad Media ¿de dónde salían las acémilas
por uso de mulas o animales de carga, o la cena que era un tributo que se obtenía para sostener los gastos de
una corte real itinerante, o de dónde salía la fossatera que era el impuesto que debían pagar aquellos que
debiendo asistir a la guerra no lo hacían? Era el siervo y el artesano, las
clases trabajadoras quienes, en última instancia, las pagaban; las demás eran
clases parasitarias. Hoy todos los impuestos, como sucedía en la oscura Edad Media,
salen de las clases trabajadoras.
El gobierno morenista, una vez recaudados los
impuestos, que ya dijimos salen en última instancia del trabajador, entre otras
cosas, los destina a programas de apoyo monetario directo, pareciera, si lo
vemos superficialmente, que “hace justicia”, pues se los “da” a los pobres.
Pero si vemos bien las cosas es como si de un bolsillo remendado se sacara para
ponerlo en otro roto o zurcido. Pues como queda explicado arriba los impuestos
salen directamente o indirectamente de los trabajadores. Se destinan estos
apoyos monetarios directos al consumo y no a la producción de bienes.
Qué pasaría si con esos
impuestos, y aplicando una política del que gane más contribuya con más
impuestos, como sucede en algunos países de libre mercado, se impulsara la
actividad productiva con empresas estatales eficientes y con ello se crearían empleos. Entonces resultaría que esos
impuestos se aplicarían de manera productiva y no de manera improductiva.
Alguien dirá que el que se entregue dinero fortalece el mercado interno, pues
este se fortalece por dos vías: ya sea que el número de compradores aumente
(China es un mercado de cerca de 1 mil 400 millones de habitantes) o porque
aumente la capacidad adquisitiva de los consumidores. Este parecería ser el
caso de los apoyos monetarios directos. Si bien es cierto, algo se estimulará el
mercado y la producción, pero esta será efímera y débil. Por lo contrario,
invirtiendo directamente en actividades productivas la creación de más bienes o
valores de uso, sería ampliada, permanente y se podría direccionar.
De aquí se desprende que serían
dos las medidas económica y socialmente
correctas: 1) que los dueños del dinero paguen más impuestos, es decir,
una política fiscal progresiva, donde el que más gana más pague, y 2) se
incrementen sustancialmente los salarios de los trabajadores. Dos medidas con
las que el dinero que se recaude se impulsaría, mediante la inyección del
recurso público el sector productivo, generando empleo bien remunerado para
todos los mexicanos. ¿Quién se opone a esto? Los dueños del dinero y el
gobierno que los representa.
México no se merece la
demagogia del actual gobierno de la 4T. Demagogia que solo la llevará a que se
pierdan años sin superar la precaria situación de los trabajadores y en general
del pueblo humilde; merece un cambio verdadero en favor de las grandes masas
trabajadoras empobrecidas; merece que crezca en su aparato productivo, que ofrezca
empleos bien pagados y no limosnas a las clases trabajadoras. México debe ser
un país donde su población tenga educación de alta calidad, atención médica
universal y gratuita, y, a través de eficientes servicios públicos, una mejor
calidad de vida. Con la 4T no se logrará
pues representa a los dueños del dinero, por tanto, se requiere una genuina
transformación, un cambio de modelo económico que verdaderamente sirva a los
intereses de los trabajadores.
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