Rufino Córdova Torres
El
sentido que se le otorgue a la palabra ambiente, por parte de los trabajadores,
revelará su visión del mundo y hará o no posible construir un mundo más justo
para ellos y sus familias.
La palabra es la hembra del acto —alguien ha
dicho alguna vez—, o sea, lo que se dice puede fructificar gracias a la
actividad, a la realización de actos meditados para alcanzar una finalidad
precisa. Pero la palabra ha de esclarecer cómo y hacia dónde actuar y, solo
así, ayudará y procreará con el trabajo.
En cambio, como la vida muestra, existen otros
vocablos cuyo significado ampliamente difundido los hace engañosos y estériles pues
ocultan lo fundamental de la realidad y, por esto mismo, enredan nuestra acción.
En estos casos, la intensidad y continuidad de los actos no logra que lleguemos
a algo provechoso para los obreros del campo, la fábrica o la cultura.
Es el caso de la palabra ambiente —medio
ambiente, como incorrectamente anotan en la prensa impresa o en Internet—.
Ambiente, normalmente es definido y asociado con las plantas verdes y, en menor
número de ocasiones, con los ecosistemas o la naturaleza del planeta Tierra y
el universo.
Esto es así porque dicho vocablo surge en la
biología y tramposamente quienes le dan este sentido no incorporan —por su
visión ideológica o interés económico y político— el significado enriquecido que
las ciencias sociales le han otorgado durante las últimas décadas de este siglo
para dar mejor cuenta de la realidad que estamos sufriendo.
De modo que hablar del ambiente —según el
sentido erróneo e interesado de las multinacionales y poderosos del México de
hoy— lleva a entender que los seres humanos somos una especie depredadora de
los ecosistemas o la naturaleza en la Tierra. Así, ricos y pobres, todos somos
culpables por lo que debemos cuidar de las plantas y no contaminar así mismo
contribuir con dinero, reciclar y apoyar al gobierno sin exigir nada.
Cuando uno revisa la historia de la humanidad
y de nuestro país, se da cuenta del engaño y de la trampa a la que conduce tal
sentido comúnmente admitido. Pero el abuso de la naturaleza no siempre ha
ocurrido. En el pasado y hoy mismo, otros grupos y sociedades humanas presentan
distintas relaciones con los ecosistemas.
Desde hace décadas, ya ha quedado demostrado
por la investigación en ciencias sociales que la sociedad capitalista durante
el Siglo XIX ha impulsado efectos negativos en el planeta Tierra mediante el
proceso de industrialización pero entonces eran inesperados. En contraste, en
el Siglo XX, fueron estudiados pero ignorados y disimulados durante décadas por
las multinacionales y los bancos junto con muchos gobernantes pues todavía quieren
ganar y acumular dinero.
En efecto, el incremento de la contaminación,
temperatura atmosférica y desaparición de especies, junto con sus lugares de
vida se intensifica en el Siglo XX porque las industrias extractivas sacan minerales
del subsuelo hasta agotar y dar muerte a los ecosistemas; las granjas
capitalistas, en el campo, introducen todo tipo de variedades vivas provocando
la desaparición de especies locales mientras la sobreexplotación de los
trabajadores continúa para que estos produzcan enormes cantidades de mercancías
estableciendo, como subproductos, basuras tóxicas contaminantes. Pero
inversionistas y banqueros se despreocupan de todos los resultados negativos mientras
los gobiernos de México y el mundo se hacen de la vista gorda.
Esto es
así porque que el inversionista y empresario capitalista no busca ayudar al asalariado
que contrata ni ofrecer un producto sano y seguro al comprador de la mercancía.
Al contrario, organiza su negocio con mentalidad utilitaria, egoísta y
eficiente para extraer, hasta el límite del total agotamiento del cuerpo del proletario
y, al mismo tiempo, de los servicios que la naturaleza brinda el mayor
cumulo de riqueza, de bienes sin retribuir a ésta y a aquél en modo
justo.
Todo esto crea bienes y servicios —en ciclos
continuos y crecientes— que son trasladados a las urbes o ciudades del mundo
donde se venden y consumen, en tiempo breve, para obtener la tan esperada
ganancia y también montañas de desechos líquidos, sólidos y gaseosos (basura).
Es explotación porque el salario recibido,
aunque se haya aumentado recientemente en monto, a cambio de la fuerza de
trabajo del obrero es muy pequeño —se estima equivalente a una dieciseisava (16)
parte de la jornada laboral—respecto al total del valor producido expresado en
mercancías las cuales, al venderse, realizan la ganancia que acumula el
capitalista y comparte con el banquero.
A tal grado es este proceso de explotación de
naturaleza y trabajadores impulsado por financieros, industriales o empresarios
capitalistas que hoy, algunos especialistas lo denominan capitaloceno
para caracterizar esta época de lujuria por el oro y el dinero sin importar la alteración
y muerte de los ecosistemas terrestres mientras se pone en peligro, por hambre
y desastres de todo tipo, a más del 90 por ciento de la población del mundo.
En consecuencia, el significado que los medios
de comunicación dan a la palabra ambiente omite que en este existe —además de
los ecosistemas de la Tierra— los objetos fabricados, las edificaciones y las
urbes, las clases sociales con sus intereses y pensamientos que los defienden y
el tipo de relaciones que guardan dichas clases entre ellas y con la Tierra, es
decir, el tipo de sociedad del que se trate.
Cabe subrayar que se ocultan —consciente y
sistemáticamente— las relaciones de sobreexplotación de los ecosistemas y de
los trabajadores de México y del mundo porque así desaparecen las verdaderas
causas de la situación actual y se asegura la mentalidad utilitaria, instalada
en el corazón de los ricachos del mundo, y el dominio económico y político de
menos del 1 por ciento de la población nacional e internacional.
No lo dudes, nuestras familias necesitan que
cada uno de nosotros ayude a cultivar un mejor presente y futuro para lo cual es
adecuado reunirse con otros, estudiar la situación y exigir cambios reales que
eliminen las consecuencias desastrosas aquí referidas.
Es posible e indispensable transformar el
orden social, económico y político capitalista, es decir, el ambiente actual
que nos enferma y mata por lo que plantea fuertes dificultades para la vida
diaria y la supervivencia futura de nuestras familias y, con ello, de la
especie humana. Te invitamos a tomar cartas en el asunto.
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