sábado, 18 de diciembre de 2021

El Ambiente para los trabajadores mexicanos

 

Rufino Córdova Torres

El sentido que se le otorgue a la palabra ambiente, por parte de los trabajadores, revelará su visión del mundo y hará o no posible construir un mundo más justo para ellos y sus familias.

La palabra es la hembra del acto —alguien ha dicho alguna vez—, o sea, lo que se dice puede fructificar gracias a la actividad, a la realización de actos meditados para alcanzar una finalidad precisa. Pero la palabra ha de esclarecer cómo y hacia dónde actuar y, solo así, ayudará y procreará con el trabajo.

En cambio, como la vida muestra, existen otros vocablos cuyo significado ampliamente difundido los hace engañosos y estériles pues ocultan lo fundamental de la realidad y, por esto mismo, enredan nuestra acción. En estos casos, la intensidad y continuidad de los actos no logra que lleguemos a algo provechoso para los obreros del campo, la fábrica o la cultura.

Es el caso de la palabra ambiente —medio ambiente, como incorrectamente anotan en la prensa impresa o en Internet—. Ambiente, normalmente es definido y asociado con las plantas verdes y, en menor número de ocasiones, con los ecosistemas o la naturaleza del planeta Tierra y el universo.

Esto es así porque dicho vocablo surge en la biología y tramposamente quienes le dan este sentido no incorporan —por su visión ideológica o interés económico y político— el significado enriquecido que las ciencias sociales le han otorgado durante las últimas décadas de este siglo para dar mejor cuenta de la realidad que estamos sufriendo.

De modo que hablar del ambiente —según el sentido erróneo e interesado de las multinacionales y poderosos del México de hoy— lleva a entender que los seres humanos somos una especie depredadora de los ecosistemas o la naturaleza en la Tierra. Así, ricos y pobres, todos somos culpables por lo que debemos cuidar de las plantas y no contaminar así mismo contribuir con dinero, reciclar y apoyar al gobierno sin exigir nada.

Cuando uno revisa la historia de la humanidad y de nuestro país, se da cuenta del engaño y de la trampa a la que conduce tal sentido comúnmente admitido. Pero el abuso de la naturaleza no siempre ha ocurrido. En el pasado y hoy mismo, otros grupos y sociedades humanas presentan distintas relaciones con los ecosistemas.

Desde hace décadas, ya ha quedado demostrado por la investigación en ciencias sociales que la sociedad capitalista durante el Siglo XIX ha impulsado efectos negativos en el planeta Tierra mediante el proceso de industrialización pero entonces eran inesperados. En contraste, en el Siglo XX, fueron estudiados pero ignorados y disimulados durante décadas por las multinacionales y los bancos junto con muchos gobernantes pues todavía quieren ganar y acumular dinero.

En efecto, el incremento de la contaminación, temperatura atmosférica y desaparición de especies, junto con sus lugares de vida se intensifica en el Siglo XX porque las industrias extractivas sacan minerales del subsuelo hasta agotar y dar muerte a los ecosistemas; las granjas capitalistas, en el campo, introducen todo tipo de variedades vivas provocando la desaparición de especies locales mientras la sobreexplotación de los trabajadores continúa para que estos produzcan enormes cantidades de mercancías estableciendo, como subproductos, basuras tóxicas contaminantes. Pero inversionistas y banqueros se despreocupan de todos los resultados negativos mientras los gobiernos de México y el mundo se hacen de la vista gorda.

 Esto es así porque que el inversionista y empresario capitalista no busca ayudar al asalariado que contrata ni ofrecer un producto sano y seguro al comprador de la mercancía. Al contrario, organiza su negocio con mentalidad utilitaria, egoísta y eficiente para extraer, hasta el límite del total agotamiento del cuerpo del proletario y, al mismo tiempo, de los servicios que la naturaleza brinda el mayor cumulo de riqueza, de bienes sin retribuir a ésta y a aquél en modo justo.

Todo esto crea bienes y servicios —en ciclos continuos y crecientes— que son trasladados a las urbes o ciudades del mundo donde se venden y consumen, en tiempo breve, para obtener la tan esperada ganancia y también montañas de desechos líquidos, sólidos y gaseosos (basura).

Es explotación porque el salario recibido, aunque se haya aumentado recientemente en monto, a cambio de la fuerza de trabajo del obrero es muy pequeño —se estima equivalente a una dieciseisava (16) parte de la jornada laboral—respecto al total del valor producido expresado en mercancías las cuales, al venderse, realizan la ganancia que acumula el capitalista y comparte con el banquero.

A tal grado es este proceso de explotación de naturaleza y trabajadores impulsado por financieros, industriales o empresarios capitalistas que hoy, algunos especialistas lo denominan capitaloceno para caracterizar esta época de lujuria por el oro y el dinero sin importar la alteración y muerte de los ecosistemas terrestres mientras se pone en peligro, por hambre y desastres de todo tipo, a más del 90 por ciento de la población del mundo.

En consecuencia, el significado que los medios de comunicación dan a la palabra ambiente omite que en este existe —además de los ecosistemas de la Tierra— los objetos fabricados, las edificaciones y las urbes, las clases sociales con sus intereses y pensamientos que los defienden y el tipo de relaciones que guardan dichas clases entre ellas y con la Tierra, es decir, el tipo de sociedad del que se trate.

Cabe subrayar que se ocultan —consciente y sistemáticamente— las relaciones de sobreexplotación de los ecosistemas y de los trabajadores de México y del mundo porque así desaparecen las verdaderas causas de la situación actual y se asegura la mentalidad utilitaria, instalada en el corazón de los ricachos del mundo, y el dominio económico y político de menos del 1 por ciento de la población nacional e internacional.

No lo dudes, nuestras familias necesitan que cada uno de nosotros ayude a cultivar un mejor presente y futuro para lo cual es adecuado reunirse con otros, estudiar la situación y exigir cambios reales que eliminen las consecuencias desastrosas aquí referidas.

Es posible e indispensable transformar el orden social, económico y político capitalista, es decir, el ambiente actual que nos enferma y mata por lo que plantea fuertes dificultades para la vida diaria y la supervivencia futura de nuestras familias y, con ello, de la especie humana. Te invitamos a tomar cartas en el asunto.

x

0 comentarios:

Publicar un comentario