Ricardo
Torres
El pasado 1° de diciembre del año en curso, la Comisión
Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) informó que en 2022 el
salario mínimo general pasará de 141.70 a 172.87 pesos diarios; mientras que en
la Zona Libre de la Frontera Norte pasará de 213.39 a 260.34 pesos diarios, lo
que significa un incremento de 31.17 y 46.95 pesos diarios, respectivamente,
que representa el 22 por ciento de aumento. Los salarios mínimos profesionales
del listado integrado por 61 profesiones, oficios y trabajos especiales recibirán
también dicho incremento porcentual. Asimismo destacó que este aumento “se suma
a los que se otorgaron en 2019, de 16.2%, en 2020, 20%, y en 2021, de 15%. Es
el incremento nominal más alto desde 1987”. Como vemos, desde el punto de vista
de la clase empresarial y su gobierno, el incremento al salario mínimo general
de 31.17 pesos diarios para 2022 debemos entenderlo como un triunfo de la
política salarial de Morena, como un aumento histórico, como “el incremento nominal más alto desde 1987”.
Sin
embargo, desde el punto de vista de la clase trabajadora, el incremento nominal del salario mínimo general se
esfumará al momento de adquirir los productos de la canasta básica; por
consiguiente, a pesar de que exista un salario
nominal aumentado, que se expresa numéricamente al incrementar el monto de
nuestros ingresos, en la realidad, al momento de comprar bienes y servicios en
el mercado, el poder adquisitivo de nuestro salario
real seguirá siendo miserable; por tanto, el salario real es el que expresa
el verdadero poder adquisitivo de nuestro salario, de modo que el minúsculo
incremento nominal para el 2022 representa
solo un espejismo, un engaño a los trabajadores. Veamos.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval), el costo mensual de la canasta básica (alimentaria
más no alimentaria) es de 3 mil 478.97 pesos por persona. Luego entonces, para que una familia de cuatro
integrantes (en promedio) pueda adquirir esta canasta básica, el trabajador
requiere un ingreso mensual de por lo menos 13 mil 915.88 pesos, lo que significa
que el salario mínimo debe ser de 463.86 pesos diarios. Ahora bien, si el
trabajador recibe actualmente un salario mínimo de 141.70 pesos diarios y para
satisfacer las necesidades mínimas de su familia necesita un ingreso de 463.86
pesos diarios -como establece el Coneval- un incremento de 31.17 pesos diarios a
su salario está mucho muy lejos de ser, para el trabajador, un aumento
histórico.
En la actualidad un obrero que recibe el salario mínimo
general obtiene 4 mil 251.00 pesos mensuales, y para adquirir la canasta básica
necesita ganar 13 mil 915.88 pesos, ¿de qué le sirve recibir en 2022 un ingreso
de 5 mil
186.10 pesos mensuales? Hay un aumento, es cierto y siempre será bien recibido,
pero este nuevo salario mínimo representa tan solo el 37 por ciento de lo que
necesita para mantener a su familia, es decir, sigue siendo no solo insuficiente,
sino francamente ridículo. No le alcanza siquiera para adquirir la canasta
básica alimentaria: según el Coneval el costo mensual de la canasta básica (3
mil 478.97 pesos) se compone de la suma de la canasta básica alimentaria (1 mil 798.13 pesos) y la
canasta básica no alimentaria (1 mil
680.84 pesos) por persona. En
consecuencia, tan solo para alimentar a una familia de cuatro integrantes se
requieren 7 mil 192.52 pesos mensuales. De manera que un ingreso mensual de 5
mil 186.10 pesos, en 2022, mantendrá al trabajador muy por debajo de la línea
de pobreza extrema determinada por el Coneval. A pesar de que la ley
establece que “El salario mínimo deberá ser
suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el
orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de
los hijos”, lo cierto es que, en los hechos, el
salario mínimo no alcanza siquiera para pagar la canasta básica alimenticia, cuanto menos para pagar la
canasta básica no alimentaria y atender,
además, las necesidades sociales, educativas o culturales para él y sus hijos. La
contención al salario mínimo se ha convertido en un suplicio que el trabajador
soporta por necesidad y al que vive encadenado bajo la esclavitud asalariada
del capital.
Si el
trabajador requiere un ingreso de 13 mil 915.88 pesos mensuales para adquirir
la canasta básica (alimentaria y no alimentaria) y lograr así rebasar la línea de
pobreza extrema establecido por el Coneval, ¿por qué no se eleva entonces el
monto del salario mínimo de manera gradual, sí, pero en forma más
significativa? Porque en los países capitalistas como el nuestro el sistema
económico funciona en favor de las empresas, es decir, de la clase en el poder,
de los dueños del capital: la producción de la riqueza tiene un carácter
social, los trabajadores se agrupan diariamente para producir de manera
colectiva bienes y servicios; pero el beneficio de la riqueza producida por los
trabajadores no es social, sino privado, es particular, en favor del patrón que
es el dueño de la empresa. Así funciona el capitalismo. Mientras los
trabajadores reciben un salario miserable, el patrón se apodera de la riqueza
social producida por los trabajadores obteniendo ganancias multimillonarias que
acrecienta su fortuna.
Entendidas
así las cosas podemos afirmar entonces que el salario no aumenta como los
trabajadores lo requieren porque eso significa que disminuyan las ganancias de
los patrones; y el gobierno morenista y la CONASAMI, como todos los gobiernos
anteriores, están al servicio del capital, aplicando una política de contención
salarial, propia del neoliberalismo, que considera que un incremento de 31.17
pesos diarios, suficiente para no afectar las ganancias de las empresas y, por
otro lado, sirve para mediatizar la legítima demanda de aumento salarial que
requiere la clase obrera con el propósito de atenuar cualquier descontento
social.
Para
demostrar que la riqueza de unos cuantos empresarios es producto de la pobreza
de millones de trabajadores, basta con citar un extracto del trabajo publicado
por el Laboratorio de Estudios sobre Empresas Transnacionales (LET) de la UNAM:
“El
martes 6 de abril de 2021, la revista Forbes actualizó
su listado anual de multimillonarios; de acuerdo con esta lista, un grupo de 13
empresarios mexicanos, liderados por Carlos Slim Helú, aumentó su fortuna 35%
en comparación con 2020. A razón de lo anterior, en 2021, la fortuna de los 13
más acaudalados de México ascendió a 136 mil 300 millones de dólares. De
acuerdo con Forbes, en 2021 la riqueza de los
multimillonarios mexicanos elevó su patrimonio en 34 mil 900 millones de
dólares. Es decir, más del triple de las remesas familiares a México en 2020 y,
más del saldo de la deuda externa del gobierno federal. Según la Encuesta
Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, la riqueza de las 13 familias más acaudaladas de
México equivale a casi 2 billones de pesos; es decir, una tercera parte de los
6 billones de pesos que ingresan anualmente 35 millones de familias mexicanas.
Lo anterior, es una muestra de la desigualdad que existe en México, ya que los
más ricos del país aumentaron sus fortunas en un periodo en que la economía
mexicana sufrió una caída de 8.5%, así como una elevación de los niveles de
desempleo y pobreza como consecuencia de la crisis de Covid-19.”
En
suma, la causa de la pobreza que vive la clase obrera mexicana se explica precisamente
por los bajos salarios y la explotación a que son sometidos por los patrones.
En este sentido, lejos de aplicar una política salarial que en verdad beneficie
a los trabajadores y combata en serio la pobreza y desigualdad en que viven
millones de trabajadores mexicanos, el gobierno morenista disfrazado de
“izquierdista” se pliega dócil a la política de contención salarial diseñada
por el neoliberalismo.
Que en nuestro país existan mejores
salarios y una mejor distribución de la riqueza solo podrá ser posible si los
trabajadores se unen, se organizan y luchan como clase social en favor de sus legítimos
derechos; si participan decididamente en la construcción de un modelo económico
que en verdad sirva a los intereses de los trabajadores que, finalmente, son
los productores directos de la riqueza social.
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